SAN JUAN, EL GIGANTE MINERO CON PIES DE BARRO. LA DÉCADA LIXIVIADA. ¡LANATA, TELÉFONO!
Por: Débora Cerutti y Lucas Christel.
A casi diez años de la minería, las voces de los silenciados
se hace escuchar. La "década lixiviada" llegó, se instaló. Pero, ¿qué
dejó?. Por supuesto, LANATA de esto no habla, su sueldo lo paga el Sionismo
minero.
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El próximo año, San Juan celebrará el cumplimiento de su
primera década lixiviada. Seguramente se contarán por miles los invitados a la
fiesta oficial; otros tantos seguirán silenciados. ¿Qué le ha brindado la
megaminería a la provincia a lo largo de estos años? ¿Quiénes han decidido
hacer el San Juan minero? ¿Qué voces fueron autorizadas y cuáles silenciadas?
En una una provincia con 150 proyectos mineros en distintas etapas de avance,
con tres proyectos en producción (Veladero-2003, Gualcamayo-2009 y
Casposo-2010) y un megaproyecto binacional paralizado (Pascua Lama, con un
proceso judicial en curso), nos acercamos a la realidad de los sanjuaninos para
escuchar aquellas voces acalladas de las resistencias, como así también la de
aquellos funcionarios públicos que defienden con uñas y dientes, a capa y
espada, la Nueva Minería. Aquí, unas breves postales de estos 10 años en San
Juan, en una mirada a cielo abierto.
La alfombra roja tendida o de cómo preparar el terreno
Aparentemente no pasaba nada. Aquellas mujeres que se
autodenominaron Madres Jachalleras por el 2004 y que se organizaron en la
resistencia confiesan haber tenido buenas ideas e intenciones. Hoy sienten
rabia e impotencia. Un profundo dolor por el cerro, por las hijas e hijos, por
las generaciones que vendrán. El proyecto minero se veía como algo lejano, por
lo que fueron “pilladas muy de sorpresas”. Algo se sabía de lo que ocurría en
Catamarca, con el funcionamiento de Bajo La Alumbrera. Pero las condiciones de
institucionalización de la megaminería en San Juan ya estaban establecidas. La
restricción al acceso de la información pública, la planificación preparatoria
por medio de convenios con universidades, actos de corrupción y sobornos, eran
parte de las instancias preparatorias que tiempo después comienzan a denunciar
las resistencias. Un complejo entramado de intereses y relaciones fue moldeando
el terreno para hacer de San Juan el máximo exponente de la llamada
oficialmente “Nueva Minería” en el país. La configuración de este escenario,
allá por los años 90, tuvo como uno de sus principales protagonistas a un joven
diputado nacional, José Luis Gioja, quien desde 2003, concentra en sus manos
las riendas y destinos de la provincia.
Desde el año 1996, hubieron empleados sanjuaninos trabajando
en la exploración en la cordillera. Una de las voces entrevistadas, ex empleado
de Barrick Gold, cuenta que peces y sapos muertos fueron de los primeros
indicios de la contaminación, allá por el año 2002 en el río Jáchal. Piletones
para lixiviar oro con cianuro eran utilizados en las pruebas pilotos para saber
cuánto oro había en las rocas. Las mangueras que conectaban el lugar del
lixiviado con el filtro que recogía el oro eran de mala calidad y reventaban
durante la noche, cuando la temperatura bajaba considerablemente. El agua
cianurada caía al río. El resto de lo que ocurría era predecible. Esto fue negado
sistemáticamente por las autoridades de Barrick Veladero hasta que lo
desvincularon de la empresa. Siguieron amenazas, cartas intimidatorias,
persecuciones, ofertas monetarias por acallar su voz y “que se dejara de
joder”, hasta casos más extremos denunciados por este ex empleado, como poner
en peligro su vida, cortándole la dirección del auto.
El camino privado minero también fue parte de una
organización estratégica del territorio. Carteles advirtiendo que no se puede
pasar, dan cuenta de la privatización de un territorio basto: desde la barrera
donde comienza el camino a Veladero y Pascua Lama hay una distancia de 156 y
178 km respectivamente a los campamentos; ingreso único de empleados y personal
autorizado, sin cámaras fotográficas. Poco se sabe acerca de las familias
puesteras que vivían cerca de los emprendimientos; lo que cuentan los testimonios,
es que fueron desplazadas hacia los pueblos cercanos prometiendo trabajo para
los hijos en la minera, al tiempo que le iban cercenando la posibilidad de
desarrollar la agricultura y la ganadería.
La licencia para operar de forma permanente: ser capaz de
quedarse
Las prácticas estandarizadas comunitarias de “buena
relación” con los vecinos, la elaboración de lo que Barrick llama “perfiles
sociales”, así como los “programas de fortalecimiento de la educación y de
impacto directo en el desarrollo comunitario” son algunas de las estrategias
que posee la empresa para ingresar en las comunidades en pos de la obtención de
la Licencia Social, y que se traduce en auspicios de actividades de las
comunidades: las fiestas gauchas, las chocolatadas para el día del niño, las
carreras de embolsados, la Fiesta del Sol. Desde hace años comenzaron a hacerse
presente con el eslogan de “Minería Responsable”, interviniendo en cada espacio
que pudieron (escuelas, medios de comunicación y universidades hasta clubes de fútbol,
con un plan de comunicación perfectamente articulado entre las empresas y el
gobierno) y desplegando una serie de estrategias de marketing y merchandising
(calcomanías, remeras, gorras), creándose, reproduciéndose e imponiéndose en
todos los ámbitos pensables.
Los cuantiosos sueldos ofrecidos por las empresas
megamineras también jugaron un papel clave en la formación de subjetividades
que estuvieran “a favor” de la megaminería a cielo abierto; un consenso social
frágil, que propició el ocaso y desmantelamiento de las actividades agrícolas y
ganaderas de la zona. Desde las filas del gubernamentales y empresariales se
afirmaba que un tercio de la población económicamente activa de San Juan, forma
parte de la “cadena minera”. Sin embargo, pese a las promesas, hoy el desempleo
se siente. Gente que compró el sueño minero, que ampliaron la casa o cambiaron
el auto y que hoy pasaron a ser parte de las listas de empleados precarizados o
despedidos que ya no pueden pagar los préstamos y créditos adquiridos. El efecto
derrame anunciado con bombos y platillos al inicio de los proyectos, se cortó.
Los muertos de los que (casi) nadie habla
Entre las voces acalladas que a veces retumban se habla de
los incidentes, enfermedades y riesgos laborales en la faena minera. Mientras
Barrick habla de fatalidad cero en sus territorios y sus operaciones mineras,
son varias las historias estremecedoras contadas desde las comunidades, que
distan muchísimo del dorado de las voces oficiales. El dolor por aquellos a
quienes se les duplicó el tamaño corazón por subir a más de 4.500 metros de
altura a extraer metales para generar ganancias multimillonarias para una
empresa transnacional. Quienes murieron repentinamente, con extrañas
coloraciones naranjas en su piel. Se nombran casos donde directores de
hospitales provinciales firman actas de defunción con lugar de muerte en las
camas hospitalarias, cuando en realidad son obreros fallecidos “arriba” en
territorio minero, bajados en frías ambulancias. Dicen además que las firmas se
acompañan de un pacto que intercambia silencio por dinero. ¿A quién acudir?
¿Dónde denunciar? Testimonios brindados desde la informalidad, familiares o
amigos de los afectados que plantean como hecho que algunos abogados no quieren
llevar adelante la representación judicial de los pobladores, mientras otros
afirman, en un discurso que busca disputar la verdad sobre la minería, que la
mayoría de los doctores, por conveniencia a presiones, hacen oídos sordos y
bajan la mirada.
El asalto a la cordillera o de cómo destruir los glaciares
La cuestión medioambiental, vinculada principalmente a la
disponibilidad de agua, es el epicentro de las preocupaciones y las denuncias
de aquellos que se animan a confrontar el discurso oficial de las bondades
mineras. La magnitud de las explotaciones y la fragilidad de los ecosistemas
donde se emplazan las mineras hacen difícil el sólo imaginar que los efectos
negativos de la actividad puedan ser mitigados. Amparados en la promesa de
cumplir todos y cada uno de las normas ambientales, las empresas y el estado
alzan la
bandera, y repiten una y otra vez un mensaje: el de la
“minería sustentable”. En uno de los Estudio de Impacto Ambiental de Pascua
Lama, Barrick Gold “olvidó” mencionar que impactaría sobre tres glaciares (Toro
I, Toro II y Esperanza). Cuando se denunció este tema, la empresa propuso el
corrimiento de ellos con palas mecánicas prometiendo ubicarlos fuera de la zona
de impacto. Un ex empleado afirma que los glaciares están allá arriba, que la
huella minera los quiebra y que incluso usan unos “cañones” que queman
combustible con la finalidad de derretirlos y que así no impidan nunca el paso
vehicular.
El agua, bien común, escasea en la provincia. Vecinos
alertan que la tradicional agricultura, de la cual dependió históricamente la
provincia, ya fue desmantelada, que fue descartada ante la elección de la
megaminería. Las cebollas de Jáchal, que antes viajaban del surco al mundo, hoy
se pudren al mes de salir de la tierra.
Entre “todo tiempo pasado fue mejor”, volverán y la promesa
minera derrumbada
El panorama parece más bien sombrío. Los nuevos desempleados
de la minería ya no se cuentan de a decenas ni centenas, el número de los
cesanteados se cuentan de a miles. De los 5000 empleados en Pascua Lama que
había el año pasado, actualmente quedan 500. La voz oficial se encarga de
disipar temores, serían solamente movimientos transitorios ante la necesidad de
“recalendarizar”. Mientras tanto, también se habla de reflotar el polémico
proyecto San Jorge (frenado por la ley 7722, llamada también "ley
antiminera") entre Mendoza y San Juan, para “solucionar” la cuestión del
empleo.
La inefable promesa de que todo volverá a “estar bien”. Al
tiempo que bajan de la montaña los ex-operarios, bajan también de las flamantes
camionetas, que aún no se terminan de pagar, los empleados de las pequeñas
empresas que buscaron encadenarse productivamente al milagro minero. Y se
escucha, de fondo y desde muy lejos, la voz de Peter Munk, fundador y ex
presidente de Barrick Gold, anunciando que pensó por primera vez, que Barrick
en Pascua Lama, debería suicidarse, porque era “un fiasco tan importante”.
Ante este nuevo escenario dos posibles caminos pueden
vislumbrarse, por un lado, comprender las implicancias sociambientales que
genera en los territorios la actividad minera a cielo abierto y pugnar
fuertemente desde las comunidades organizadas para debatir íntegra y
profundamente las implicancias sociales, políticas, económicas y ecológicas. El
segundo camino vislumbrado, con sus peligrosos avatares de nostalgia, lleva a
alarmarse ante la sola idea de la difusión de un pensamiento que rece que “con
la minería estábamos mejor”; un sentir de añoranza de lo que se ha perdido. Si
la estructura productiva minera de la provincia cae lentamente hacia el estancamiento,
la persistencia en el ideario colectivo de los breves tiempos de bonanza podría
funcionar como un perverso mecanismo para más adelante, volver a enarbolar el
sueño minero, en beneficio de unos pocos y en perjuicio de las comunidades.
La idea de década lixiviada, amén del juego socarrón y
evidente del parafraseo, alude a aquel proceso por el cual un elemento líquido
produce la disolución de uno o varios componentes solubles de un sólido. Nada
más y nada menos que el alma de la megaminería a cielo abierto, el perverso
juego del oro y el cianuro. Y así como el primero se desvanece en el segundo y
recordando aquella afirmación de Marshal Berman “Todo lo sólido se desvanece en
el aire”, será nomás cuestión de tiempo para que al sólido paraíso de la Nueva
Minería, ese gigante transnacional, se le desvanezcan sus pies de barro.