Eclesiales
TINELLI, VATTIMO
Y FRANCISCO
Saben los lectores amigos, y sobre todo quienes no lo son, que seguimos con dolorosa pesadumbre el pontificado del Cardenal Bergoglio. Y ello, en principio, motivado por una doble causa.
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La primera, la de sus antecedentes preñados de heterodoxia,
de los que nos hemos ocupado en “La Iglesia Traicionada”, libro cuya no buscada
vigencia se ha vuelto trágica.
La segunda, la de muchas de sus enseñanzas y declaraciones,
a los que nos hemos visto obligados a calificar —no sin la mortificación
que esto supone— de atentatorias contra la Verdad, sea por vía de la confusión,
la ignorancia, el error o la mentira.
Parece sumársele ahora una tercera causa, no menos hiriente.
Y es la de ciertas actitudes o conductas de Francisco que —para abreviar
el amargo trago— calificaríamos de impropias de la silla petrina. Puesto que
bien decía San Norberto de Magdeburgo que la silla de Pedro exige la conducta
de Pedro.
La gravitas y el decus no son virtudes que puedan
menoscabarse, sin menoscabo inmediato de la personalidad que opta por
conculcarlas. Tanto más si tales virtudes son reemplazadas por talantes rayanos
en el plebeyismo, la vulgaridad o el simple mal gusto.
Acaso baste un solo y angustiante ejemplo de cuanto decimos;
que, para nuestra desdicha, no constituye un caso aislado. Y es la cálida,
hospitalaria y frecuente recepción de la que goza en Roma el señor Marcelo
Tinelli, de quien sólo diremos lo que es: un corrupto y degenerado millonario
abocado a la industria pública de la prostitución colectiva.
No se trata de la visita de un pecador, con sayal de
penitente y rostro suplicante de reconvenciones y de endechas; sino la de un
insolente y orgulloso personaje envilecido, que ingresa cuando quiere y por la
puerta grande al Vaticano, portando trofeos futbolísticos o una troupe de sujetos
patibularios. Y que vuelve a sus ruines tareas habituales sin el más mínimo
asomo de haber modificado sus hábitos crapulosos tras las visitas a la Santa
Sede. Y que lejos de recibir apercibimientos o reproches públicos por sus
inconductas, como correspondería para evitar el escándalo y la zozobra de
tantas almas justas, recibe de parte del Papa cordiales gestos de bienvenida,
de simpatía y de aquiescencia, sin la más mínima referencia a las perversiones
que lo enjoyan, en el sentido crematístico de la palabra.
Le debemos a nuestro amigo Luis Alvárez Primo, la
autorización para hacer pública la carta que el entonces Cardenal Bergoglio le
hiciera llegar, en respuesta a una suya, el 13 de junio de 2012. En uno de los
párrafos pertinentes, que ahora cobran particular relieve, decía el otrora
Primado de la Argentina:
[hay] “una gran calamidad que está en la base de nuestra
civilización: el pensamiento débil; y esto, en la política, es desastroso. Ya
lo había advertido Platón, cuando decía que la retórica es a la política lo que
el maquillaje a la salud. Cuando el pensamiento no es consistente, termina en
maquillaje, una forma mentis que se asemeja a Tinelli o a Susana Giménez”.
Cuatro cosas, para simplificar, llaman la atención
del admirable párrafo.
La primera, que conociendo “la calamidad” que constituye el
“pensamiento débil”, el Cardenal Bergoglio, máxima autoridad de la Iglesia
Argentina y Canciller de la Universidad Católica Argentina, no prohibiera el
ingreso a la misma del fundador y mentor del llamado “Pensamiento
Débil”, el invertido y cristiano-comunista (ambas cosas convicto y confeso)
Gianni Vattimo, cuando en el año 2006, fue llevado triunfante por el rector
Alfredo Ze-cca a las aulas de la UCA.
La segunda, que el susodicho Gianni Vattimo —personaje
indecente, si los hay— cubra de elogios al ya convertido en Pontífice, Cardenal
Bergoglio, diciendo de él:
“Me parece un personaje notable […] Francisco me parece que
comenzó dando mucha confianza, se presenta muy bien. Tiene estilo […]. Empezar
diciendo: «Felices Pascuas, buen provecho, buenas noches» es algo que otros
Papas jamás habían hecho. Merece atención por ese estilo. Pero a la larga no
bastará con eso. Sin embargo, Francisco tiene todos los rasgos para ser un buen
Papa […]. Por ahora hay un hecho estilístico, que permite esperar. Yo espero
que del estilo pase a la sustancia” (cfr. Suplemento “Ñ” de “Clarín”,
8 de
marzo de 2013, en en enlace:
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Francisco-estilo-Ahora-espero-sustancia-Vattimo-Gianni-Bergoglio-Vatica-no_0_897510461.html
).
La tercera, que si Francisco posee tanta claridad conceptual
acerca de la amenaza del pensamiento débil, al punto de cuestionarlo como lo
hizo en su homilía de Santa Marta el 29 de noviembre de 2013, por qué lo
practica en no pocas de sus declaraciones, consejos, entrevistas, notas, reportajes
y ocurrencias múltiples. Los casos de pensamiento débil en la pedagogía
cotidiana de Francisco, conforman ya una preocupante antología del desatino.
La cuarta, al fin, si Tinelli es, de mínima, quien queda
retratado en el párrafo de la carta mencionada, por qué ese juicio
descalificatorio no lo convierte el Papa de privado en público, para
edificación de los cristianos fieles, para la obligatoria prevención moral de
los miles de ciudadanos que diariamente se intoxican con sus basuras
televisivas, y para que nadie pueda sospechar doblez, fragilidad u oportunismo
en quien ocupa hoy la Silla de Pedro.
Dios permita que la Verdad resplandezca y Roma sea, como
está llamada a serlo, el Faro del Mundo. Pero si quienes están llamados a
custodiar ese Faro, con sus ritmos, sus vibraciones, sus pausas y sus signos,
tuvieran un plan distinto, que se cumpla de una vez la súplica de Cristo: “lo
que tengas que hacer, hazlo pronto” (San Juan, 13, 21). Porque el Iscariotismo
en la Iglesia tiene la solución teológica en el Campo de Sangre (Hechos, 1,
17-19). Pero el Tinellismo no tiene solución alguna.
Antonio Caponnetto
