Un seminarista nos escribe: “si seguía orando tanto debía de irme del seminario”
Nota: Un seminarista ha mandado una consulta a
uno de nuestros sacerdotes amigos, y con autorización de ambos la
publicamos, omitiendo por motivos de confidencialidad los datos que lo
identifican; lo importante no es el autor, sino el testimonio que
transmite
***
Muy buenas tardes Padre. Ante todo me presento. Me llamo OMITIDO, y
soy seminarista de la Congregación de OMITIDO , en OMITIDO (América).
Tengo 21 años y llevo 4 años de formación dentro de la comunidad. El
motivo de mi consulta es su sincero consejo frente a una decisión
importante en mi vida vocacional: mi seminario interno (o “noviciado”).
Estos cuatro años de formación me han dado luces, y creo que Dios me
llama a entregar mi vida por la salvación de las almas como sacerdote
misionero. El seminario interno es un paso importante, ya que el
implica una entrega más generosa a Dios mediante los primeros votos
(pobreza, castidad, obediencia y estabilidad en nuestro caso) y el
vínculo espiritual y jurídico con la congregación.
Antes de ingresar al seminario, tuve la oportunidad de formarme
durante todo mi periodo escolar (12 años, primaria y bachillerato) con
los Frailes Menores. Ellos me enseñaron muchas cosas: el amor por la
oración, la reverencia a la eucaristía, el servicio a los pobres, la
santa modestia, etc. Estando en mi último año de bachillerato tuve una
experiencia con los OMITIDO y me enamore por completo de la misión y de
los más pobres. En mi se despertó poco a poco el deseo de consagrarme a
la vida sacerdotal. Tuve un tiempo de discernimiento tanto con los
Frailes Menores como los OMITIDO y la final decidí ingresar en el
seminario con los OMITIDO.
Naturalmente, todo aquello que me habían inculcado los frailes
durante 12 años no ha desaparecido. En estos años de seminario he
aprendido de igual forma muchas cosas valiosas: el amor por la misión y
la profundización del carisma y la figura de nuestro padre San
OMITIDO. De igual forma siento que he crecido en mi la disposición de
servir completamente en la misión. Y es aquí donde entra mi angustia
Padre: ¿Cuál misión?…..
Cuando empecé a profundizar en la vida de San OMITIDO, su obra y su
carisma, quedé completamente prendado. Amo profundamente a la
congregación de la misión y los valores que en ella puedo encontrar
(“misión y caridad”).
El modelo sacerdotal que propone San OMITIDO me motiva aún más a
consagrarme ardientemente, a “procurar con todas sus fuerzas revestirse
del espíritu del mismo Cristo (Reglas Comunes I, 3), para adquirir la
perfección correspondiente a su vocación (Reglas Comunes XII, 13); de
él y sólo de él, por la evangelización de los pobres y la salvación de
la almas, por que Jesucristo ha “ [..] venido [..] al mundo, como dice
la Sagrada Escritura, para salvar a todo el género humano, empezó a
practicar y a enseñar” (Reglas comunes I).
Se escribe en nuestras Reglas Comunes (I, 2-3): Y como la pequeñísima
Congregación OMITIDA desea mediante la divina gracia, imitar a Cristo
Nuestro Señor, según sus débiles fuerzas se lo permitan, no sólo en la
práctica de las virtudes, sino también en todo lo que atañe a la
salvación del prójimo, es convenientísimo que se valga, para conseguir
este fin, de los mismos medios de que se valió Jesucristo….Los
eclesiásticos, a ejemplo de Jesucristo y de sus discípulos, se dedicarán
a recorrer las ciudades y aldeas, repartiendo en ellas a los pequeños
el pan de la divina palabra, predicando y catequizando, a exhortar a
todos a que hagan confesión general de toda la vida pasada, prestándose a
oír sus confesiones […]
El modelo y carisma de San OMITIDO es claro, vigente, necesario y
sobretodo construido sobre la roca de la fe: Nuestro Señor y Salvador
Jesucristo.
Sin embargo Padre, el pensamiento y la práctica de nuestras comunidades son diametralmente opuestas cada día más.
Inicialmente veía algunas actitudes o gestos, posturas y decisiones
que no entendía…las dejaba pasar…no le prestaba atención. Lo veía como
algo casual. Manifestaciones fortuitas. Pero el tiempo y la madurez me
han empezado a alcanzar. A medida que avanzo en mi preparación como
sacerdote, que estudio, que oro y me ejército en el apostolado; puedo
ver y conocer con mayor claridad las situaciones y el estado en que se
encuentra mi provincia, y distinguir lo que corresponde al auténtico
evangelio y lo que es simple ideología.
Parece ser que la misión del sacerdote para la gran mayoría
(por no decir todos) de mis hermanos, tanto sacerdotes como de algunos
seminaristas es ser “un político de la fe”, un caudillo revolucionario
sin más, y donde la fe y la virtud parecen ser una mera formalidad de
cortesía con los fieles.
Durante estos años, a pesar de mis tropiezos y faltas, he intentado
ser fiel a este modelo de vida sacerdotal, el modelo que no es sólo de
la Congregación de OMITIDO sino también de la iglesia.
Soy OMITIDO y me considero e intento vivir como tal, pero me es casi
imposible hacerlo dentro de una comunidad que se dice OMITIDA. En
nuestro seminario se vive actualmente una especie de dictadura, un
pensamiento totalitario que no sé si puede seguir soportando Padre.
Aquel seminarista que va a la capilla temprano a orar, que no
bebe ni fuma, que no se va de fiesta los domingos, que cumple con sus
asignaciones y tareas, que se esfuerza por crecer en la virtud, en vivir
una vida simple y modesta…es inmediatamente etiquetado como
“tradicional”, “Conservador” y es eliminado, porque no es un “auténtico
misionero”.
Tuve un formador que inclusive me dijo que si “seguía orando
tanto debía de irme del seminario, porque ese no era el estilo del
misionero”, cuando lo único que hacía era llegar temprano a la capilla
para tener mi espacio de meditación.
Nuestras comunidades parroquiales corren el riesgo de morir
lentamente (espiritual y materialmente), por el acomodamiento de los
padres, su falta de fe y caridad….y ante esto a nosotros se nos dice
paradójicamente que es lo “natural” de la misión, y se nos impone
además un modelo de misión, de iglesia y de ministerio en pro de la
“liberación” de los pobres, el cual ha fracasado y es simplemente
incompatible con nuestras propias reglas comunes y estatutos. A veces
pienso que la misión de San OMITIDO se ha desvanecido.
Es que me pregunto Padre…¿En dónde quedó aquel celo por las almas? ¿La sencillez? ¿La mortificación?….¿La verdad?
Hay días que rezo solo el breviario en la capilla, porque
nadie va a la oración.Para confesarme tengo que ir a una parroquia lejos
del seminario, porque según unos padres “¿Qué pecados tan serios para
confesar podría tener un seminarista?.. eso no es necesario, con la
bendición es suficiente”
Si un padre dice una plegaria eucarística completa, sin cambiarle
nada a su antojo, es por obra y gracia de Dios. Para la JMJ, tuve la
osadía de ponerme mi sotana como cualquier seminarista…y ya se imaginara
la reacción y los comentarios. Decir la palabra “transubstanciación”, “pecado” o “gracia”, raya en el insulto ante los ojos de mis formadores.
Mi director espiritual me anima a continuar con mi vida de
fe, a resistir, pero a la vez considera que no son grandes estos
problemas que le he expuesto.
Me duelen estas situaciones Padre. Como lo he manifestado, amo a la Congregación de OMITIDA. A veces me siento desanimado y pienso en retirarme, pero estoy consciente que sin la Cruz no hay resurrección.
Me duelen estas situaciones Padre. Como lo he manifestado, amo a la Congregación de OMITIDA. A veces me siento desanimado y pienso en retirarme, pero estoy consciente que sin la Cruz no hay resurrección.
Durante estos años he permanecido aquí, buscando la voluntad de Dios en mi vida, y se aproxima una etapa fundamental.
En mi mente surgen muchas preguntas Padre: ¿Vale la pena continuar en
una comunidad que parece ya no creen en la iglesia, en su misión, y ni
siquiera en Jesucristo?¿Cómo podría llevar un ministerio sano en estas
circunstancias?¿Estoy siendo demasiado exigente a caso? ¿Debería de ir a
mi seminario interno? ¿Hay todavía espacio dentro de esta comunidad
para mi? ¿O en la iglesia para un seminarista que piense de esta forma?
No pretendo tomar decisiones apresuradas, aún en mi desimano. Sólo
busco un consejo que me ayude a ver con más claridad todas estas cosas
frente a este paso tan importante en mi vida.
Que Jesucristo, “El evangelizador de los pobres”, este siempre con
usted Padre. De ante mano gracias por su tiempo y disponibilidad. Espero
que Dios siga bendiciendo grandemente su ministerio, que en los días en
que vivimos, es tan necesario para todos los hombres.