Comparación
entre las Dos Ciudades, Dos Cuerpos Místicos
Existe un paralelismo entre las nociones de
ambas ciudades y ambos cuerpos: La Ciudad de Dios y la Ciudad del Hombre, el
Cuerpo Místico de Cristo y el Hombre universal del Mito Humanidad.
Las dos ciudades están edificadas por el
amor: el amor a Dios edifica la ciudad de Dios y el amor de sí mismo hasta el
desprecio de Dios, la ciudad del hombre.
El pez, para el Cristianismo es uno de los
símbolos más antiguos de Cristo: Ictus: Iesus Christus Teos Vir Soter. Para la
ciudad terrestre es el Leviatán, “la bestia del mar” que significa potentia
secularis, orden mundano.
La Nave, para la Iglesia es la nave de Pedro;
para el mundo, el poderío naval. El Templo, para la Iglesia es el tipo
universal de hombre por su unión con Cristo; para la masonería es el Templo de
Salomón, simboliza la construcción abstracta, el tipo universal y colectivo del
hombre sin Cristo.
El león, para la Iglesia de Cristo es el León
de Judá; para la masonería es un símbolo solar tomado del dios Mitra.
El Cuerpo, para la Iglesia de Cristo, Cristo
más los cristianos forman un Cuerpo Místico: cabeza, miembros. Para la
masonería, la Humanidad es un cuerpo colectivo.
El Hombre, para la Iglesia el hombre imagen y
semejanza divina. Imagen restaurada por su modelo: Cristo el “Verdadero
Hombre”. Y el diablo era el dragón, la antigua serpiente.
El Renacimiento presenta al demonio con forma
humana. Tanto el demonio individual como el colectivo.
El hombre es campo de batalla entre Cristo y
el diablo, es imposible que el ser humano sea portador al mismo tiempo de la
imagen de ambos: El paralelismo entre la noción de cuerpo de Satanás y la de
Cuerpo de Cristo es impresionante. Pero entre los dos macrocosmos, los dos
cuerpos, las dos iglesias, las dos ciudades, los dos reinos, no hay lugar para
la neutralidad:
“Debemos
estar con Cristo o con el diablo; no hay lugar intermedio” (Orígenes, De Gratia
Christi.). “No quiero decir que hay dos naturalezas en el hombre, sino que el
hombre es uno solo, ya sea de Dios, ya del diablo. Si alguien se aboca a la
piedad, es hombre de Dios; en cambio, si obra impíamente, es hombre del diablo;
no lo es por naturaleza sino por voluntad propia.
Los infieles llevan la imagen del príncipe de
la malicia; los fieles tienen la imagen del príncipe divino, de Dios Padre y de
Jesucristo” (San Ignacio de Antioquia, Ad Magnesios V.). Así como el cristiano
se identifica con Cristo, existe también una identidad misteriosa entre los
servidores de Satanás.
Todos,
pequeños o grandes, ricos y pobres, llevarán el signo de la bestia impreso
sobre su frente y su mano derecha, revela el Apocalipsis. Y Ana Catalina
relata, con motivo de los hombres y mujeres subyugados por el demonio, que este
último “hacía nacer su identidad misteriosa en su inteligencia, en su saber y
su manera de obrar” (Visions d Ânne Catherine Emmerich sur la vie de Notre
Seigneur Jesús Christ).
Ella veía hilos que reunían a los seres
dedicados al culto de Satanás “de suerte que uno sabía y veía lo que concernía
al otro. En esos hilos o canales espirituales, había como pájaros negros, que
iban y venían para establecer las comunicaciones”
Ningún autor moderno se ha tomado el trabajo
de observar que, según la doctrina tradicional de la Iglesia, Satanás y los
miembros de su cuerpo portadores de su imagen no participan sino
imperfectamente en nuestra humanidad.
El hombre no puede llevar al mismo tiempo
sobre su rostro la imagen de Dios y la imagen de Satanás. Fue Rafael, el primer
pintor que dio rasgos humanos al dragón derribado por San Miguel. Tampoco,
antes de T. Hobbes, se encuentra una representación humana de Leviatán. Se
puede, pues, decir, que Lucifer se hizo hombre en el s XVI. Este acontecimiento
por sí solo merecía el nombre de Renacimiento.
Los francmasones pretenden crear un pueblo
nuevo y universal, regenerar el género humano, formar un Cuerpo y construir un
Templo santo simbolizando el tipo universal de hombre, todo lo cual es una
parodia de la Iglesia Católica. La unidad, como la humanidad, es en efecto, una
noción religiosa fundada sobre una sólida base teológica.
El rol histórico de la Masonería se
manifiesta de una manera aún más brillante cuando se la compara con la Iglesia
Católica, de la que es en alguna manera una parodia. De ella toma un cierto
número de verdades y de símbolos para poder usurpar más fácilmente su autoridad
y construir una sociedad nueva ajena al Cuerpo de Cristo. Ella ha sido el mono
de la Iglesia, como Satán es el mono de Dios.
Por tanto, la Iglesia es la única autoridad
capaz de conocerla, y no es más que a la luz de los principios fundamentales
del Cristianismo que es posible penetrar en su oscuridad: La Iglesia es unidad,
ella es unión; la unidad de la Iglesia es asegurada por su fidelidad a Cristo,
ella busca la unidad en el hombre y en la naturaleza; la Iglesia tiene fe en la
Revelación, ella tiene fe en la razón y en la ciencia del hombre; la Iglesia es
visible, ella es invisible y secreta.
Pero, la palabra misterio, aplicada no a una
verdad revelada sino a una asociación humana, tiene un sentido demoniaco en el
Nuevo Testamento donde aparece dos veces. Primero en relación a la Roma pagana
que San Juan vio prostituida con todas las divinidades de los pueblos
conquistados y que lleva escrito en su frente la palabra “Misterio” (Apoc.
XVII, 5); y luego para caracterizar la unión de los pecadores en el cuerpo de
Satán, ese “Misterio de Iniquidad”, de injusticia y de anarquía, predicho por
San Pablo (2 Tes. II, 7), que comenzó a formarse de manera oculta desde los
primeros tiempos de la Iglesia y se hará visible con la aparición del
Anticristo.
RAFAEL LUIS BREIDE OBEID: TEOLOGÍA POLÍTICA SEGÚN GUILLERMO GUEYDAN DE ROUSSEL Editorial Gladius
Nacionalismo Católico San Juan Bautista