Jugó Sergio Massa.
Casi se podría decir que es un éxito de todos y todas, ¿o quién ha
solventado cada paso del intendente devenido candidato? Años en el ANSES
le permitieron al ex UCeDe aceitar los contactos necesarios con el
establishment para situarse adonde finalmente se ha situado, años
repartiendo estratégicamente pauta publicitaria para que muchos medios
no se hicieran eco de inconvenientes en sus pagos y rescatasen las
bondades.
Hoy,
Massa disfruta las consecuencias de haber cooperado a vaciar los fondos
jubilatorios de un sinfín de ciudadanos, muchos de los cuales, si no
quedara claro esta maniobra, irán incluso a votarlo. Indiscutidamente
hábil – Cristina también lo fue hasta caer en la voracidad de una
supervivencia inútil -, rápido de reflejos e inescrupuloso hasta el
punto de presentarse como opositor siendo parte de lo actual. Lo nuevo
de lo viejo que es como decir lo menos viejo, pero no lo novedoso.
Massa
es fruto del oportunismo y de una característica poco frecuente en
nuestra dirigencia: el coraje. Y es también portador de otra dote
inexorable en esos lares: el caradurísmo. Recuérdese que es el mismo
Sergio Massa que se presentara en las legislativas de 2009 sin llegar a
asumir nunca su banca…
En
contrapartida, yace agónica la figura de Daniel Scioli, endeble,
frágil, amorfa. Pensar que hasta hace poco se probaba el sillón de la
Presidencia respaldado en las ventajas que le otorgaban las encuestas…
Paradojas de la dinámica política. Una dialéctica entreverada, donde los
tiempos no se miden con la común cronología.
Detrás
de ambos, se teje una indescifrable trama de negociados a conveniencia.
Sin ser triunfadora en los pronósticos, Cristina Kirchner sale de todos
modos y en cierta manera ilesa. De la impunidad que persigue
afanosamente, con Massa está más cerca.
Es
muy probable que el heredero de Néstor no le vote una reforma
constitucional, pero difícilmente le suelte la mano a la hora de juzgar
su gestión presidencial. Hay razones que unen aunque también es verdad
que las lealtades en este ámbito son similares al hallazgo de una aguja
en un pajar.
Lo
cierto es que las cartas se han jugado aunque aún hay naipes que no
aparecen en el tapete. ¿Quién guarda más ases en la manga? La Jefe de
Estado ha demostrado hasta el hartazgo (literalmente) sus dotes en ese
arte. Massa es todavía un enigma a medio develarse.
Más
oscuridad arroja quizás el actuar de Mauricio Macri que ha dejado
liberada la provincia de Buenos Aires al tiempo que debió bajar a Carlos
Melconian y a Guillermo Montenegro por capricho de Felipe Solá.
Sobre
este último sería interesante hablar. Una figura gastada en la porfía
de saberse nada: ni menemista, ni kirchnerista o tal vez todo eso junto
sintetizado en una palabra: desvergüenza. Y hay demasiada.
Por
momento, algunas listas parecen verdaderas asociaciones ilícitas. Es la
dirigencia argentina en su faz más impía. No hay ideas, apenas
ambiciones desmedidas y borracheras de poder que no se justifican ni a
sí mismas. Podría resumirse el parecer en un titulo de cinematografía:
“Los sospechosos de siempre“.
Harto
conocidos, parásitos del Estado, incapaces de conseguir un puesto de
trabajo en el sector privado. Verdaderas garrapatas prendidos a lo
público, aplaudidores de folletín, en definitiva una escenografía muy
barata quizás, porque aún no hemos podido demostrar cuán cara nos sale
la Argentina del “qué me importa” y del “déjalo para mañana”
Cuánto
tiempo puede estar el cuadro montado es un dato que no aporta
demasiado. Antes o después, se corre el maquillaje. Y allí está detrás
del intendente de zona norte, Darío Giustozzi,
su par de Almirante Brown que llegó a ese cargo de la mano del
Florencio Randazzo. A propósito del Ministro del Interior, está claro
que al no figurar, asumió implícitamente su responsabilidad frente al
choque de trenes en Castelar. ¡Hasta qué punto hablan los silencios y
las ausencias en la política nacional!
Asimismo, se alista con Massa, Sandro Guzmán,
alcalde de Escobar, confeso admirador de Cristina y de su modelo de
inclusión nacional y popular. Posiblemente se trate incluso de una
candidatura testimonial que, sin eufemismos, no significa sino un fraude
electoral, otra burla para la sociedad, y van…
¿Qué decir de Ignacio De Mendiguren?
Probablemente deba volver en breve a refugiarse en su casa de San
Isidro como le sucediera en el 2002, cuando participó activamente de la
pesificación asimétrica en contra del pueblo, y muy a su favor. En
aquellos días le estaba vedado salir a la puerta siquiera porque la
gente estaba allí afuera, y no precisamente para agradecerle su gestión.
Un exponente más de la impertérrita genuflexión empresaria que ha hecho
y hace tanto daño a una Argentina desvencijada.
Posiblemente
más que de listas, se trate de una enumeración caótica de radiografías
argentinas. Todos y cada uno son emergentes de esta sociedad, no llegan
desde atrás de las fronteras. En ese sentido, la crítica se hace casi
impertinente sin una introspección moral. Porque si no son reflejo,
están usurpando un lugar que por alguna razón hemos dejado librado al
azar.
El Frente Renovador parece ser el botox de un kirchnerismo trasnochado
intentando disimular las ojeras de los vicios y los años. Si Sergio
Massa no resultara electo, no podría asombrar a nadie que irrumpa luego
en la escena nacional como un Martín Sabbatella más. ¿O acaso este no
compitió también con Kirchner en las elecciones legislativas de 2009? ¿Y
cómo terminó? Como un soldado del Frente para la Victoria más.
Si
Massa no es Sabbatella es apenas porque tuvo en sus manos los fondos
estatizados de las AFJP, los favores de varios banqueros, empresarios, y
a Amado Boudou de aliado. Otras diferencias no hay.
Quién quiera entender que entienda…
Gabriela Pousa