domingo, 7 de julio de 2013

EL TÚNEL DEL TIEMPO


Queridos amigos:
La idea de construir un túnel que permita desplazarse a través del tiempo para regresar al pasado y cambiar los hechos que provocaron efectos dañinos ha fascinado a los escritores de ciencia ficción y ha sido muy exitosa porque responde a los deseos profundos de la mayoría de las personas. Lamentablemente, existe una paradoja que surge del razonamiento de que al modificar el pasado, el presente sería diferente, y el protagonista del relato no existiría o no tendría el incentivo para retroceder en su túnel del tiempo. Estas cuestiones lógicas preocupan más a los físicos que a los novelistas, quienes disfrutan de las licencias que permite el mundo de la ficción y el relato.
  En el mundo real, en cambio, a veces sucede simplemente que ciertas situaciones del pasado tienden a repetirse con notable fidelidad aunque con distintos personajes. Si fueron hechos positivos, esas situaciones nos alegran y reconfortan, pues nos recrean períodos   de dicha y prosperidad personal o social. Si lo que se repiten son situaciones burdas, violentas o trágicas, la repetición nos produce el efecto desmoralizador del “monstruo que resucita” luego de que creíamos de buena fe que estaba muerto y olvidado para siempre.
  Es esta segunda clase de eventos lo que nos está trayendo el frío del invierno cada vez con más frecuencia y esta semana que pasó no ha sido la excepción. Como en los viejos malos tiempos, un gobierno que genera condiciones macroeconómicas que precipitan la inflación y desarrolla políticas públicas que producen escasez, decide culpar de los aumentos de precios a los comerciantes y empresarios e inicia la caza de  brujas. El ejecutor de estos desvaríos es hoy el Secretario de Comercio Guillermo Moreno pero su nombre poco importa, pues no es más que un comisionado para cumplir órdenes que emanan desde el más alto nivel de gobierno. Apenas, con sus modos violentos y desencajados, el funcionario  le pone color a su personaje de duro perseguidor y ejecutor de políticas antipáticas, fracasadas y obsoletas.
  Falta harina y el Secretario de Comercio promulga una resolución que aplicando la Ley de Abastecimientos le permite decomisar el trigo. Hay carencia de productos a precios congelados y el Secretario de Comercio sanciona con el cierre de sucursales a cuatro supermercados. Parches y demostraciones de poder que de nada sirven porque detrás de estas cuestiones los problemas profundos de desincentivo a la producción, elevadas retenciones y una inflación obcecadamente negada pero manifiestamente vigente, no se encaran porque la ideología del “modelo” no lo contempla.
  Los medios critican, pero el infatigable Secretario trata de frenarlos privándolos de la publicidad privada, como manifestaron los supermercadistas a la Unión de Consumidores en una audiencia de conciliación cuando estos se quejaron de la falta de ofertas publicadas. No tuvieron mejor suerte las periodistas del diario Clarín que trataron de entrevistar al Secretario en la embajada de los Estados Unidos y fueron acusadas de “tener las manos manchadas de sangre”, aludiendo a la supuesta compra bajo amenaza de la empresa Papel Prensa. Todas estas presiones y agresiones repiten modos y actitudes de gobiernos autoritarios, cuya existencia parecía superada y que ahora reviven de la mano de un oficialismo que, al hacerse evidente su fracaso, recurre  a las acusaciones, las presiones y a un estilo impropio de una democracia republicana.
  También como en los viejos malos tiempos, el gobierno recrea condiciones de confrontación con los gremios y sindicatos. Empeñado en tratar de eludir su indeclinable responsabilidad en el reciente segundo accidente acaecido en la línea del ferrocarril  Sarmiento, el Ministro Randazzo, que combina actividades tan dispares como el gobierno político interno del país y el manejo del transporte, ha realizado cuanto le fue posible para atribuir la culpas de la tragedia a fallas humanas del personal de conductores, ganándose el natural resentimiento del sector. Se efectuaron declaraciones y se hicieron públicas filmaciones  que llevaron al maquinista a tener que aclarar que no es “un conductor suicida” sino que le fallaron los frenos. El Ministro  dispuso la colocación de cámaras en las cabinas del conductor que solo servirían para la reconstrucción posterior a un accidente, pero que no hacen a la solución de los problemas básicos de mantenimiento que aparecen detrás de cada tragedia. El gremio respondió con un paro sorpresivo por un supuesto atraso en el pago del aguinaldo, que perjudicó a cientos de miles de usuarios y que creó el ambiente favorable para que grupos violentos produjeran destrozos y robos en la zona de Constitución.
Cabe acotar que quien conduce a  la policía demoró un tiempo muy prolongado en enviarla al lugar, sea por ineficiencia en la impartición de la orden, por temor al choque frontal con los revoltosos o por tener más culpas a cargar en la cuenta de los gremialistas. Lo cierto es que cuando llegó, la policía  detuvo a 18 personas pero no alcanzó a evitar la violencia de los encapuchados.
  También en el plano sindical se repite el paro y movilización del gremio de camioneros que, acompañado por la CTA, marchará el lunes a la Plaza de  Mayo con su justa e insatisfecha demanda por el cobro del impuesto a las ganancias. Este impuesto, ya alcanza a una inusitada cantidad de empleados con sueldos promedio, debido a la falta de actualización de los mínimos  no imponibles. No escapa a los observadores objetivos que sin perjuicio de las razones reales de los paros y movilizaciones, el clima de confrontación de un gobierno que reivindica a los sectores justicialistas de izquierda  frente a los sectores sindicales, cultores del peronismo más ortodoxo de raíz nacionalista, tiene  un matiz ideológico que ahora se agrega a la disputa política en ciernes. Un ejemplo más del túnel del tiempo construido por el gobierno del Frente para la Victoria, que se empeña en precipitarnos en las luchas de la década del setenta cuando la mayoría de los argentinos quisiéramos poner nuestros ojos y nuestro empeño en la construcción de un futuro mejor.
  Pero la vuelta a los conflictos del pasado no tiene límites. En Santa Cruz, un diputado del Frente para la Victoria nos retrotrae al año 1878 planteando quitar de su pedestal  la estatua del General Julio Argentino Roca, que por orden del presidente Nicolás Avellaneda realizó la Campaña del Desierto,  para reemplazarla por la de Néstor Kirchner. En buenos Aires ya llegamos a 1492, con la acción de la presidente Cristina Fernández que luego de intentar infructuosamente trasladar la estatua de Cristóbal Colón a Mar del Plata, logró que la misma fuera retirada de su pedestal para permanecer tumbada con riesgo de colapso. Esta  onerosa maniobra efectuada a un costo de más de  80.000 dólares, solo en alquiler de grúas, tiene evidentemente un carácter simbólico.
Simboliza el grado superlativo que puede alcanzar la estupidez humana cuando la ceguera y el fanatismo ideológico pretenden mantener viva toda forma de confrontación que promueva la formación de bandos irreconciliables, para galvanizar así la fidelidad política de los seguidores y encontrar formas de denostar a cualquiera que no se someta a  los dictados del pensamiento único de quien maneja el poder.
 Bajo esta lógica perversa, el gobierno mantiene  una especial y permanente conexión de su túnel del tiempo con la década del setenta, de la que extrae cada día nuevos casos de acusaciones a militares, policías, miembros de fuerzas de seguridad y ahora también, selectivamente, civiles y jueces que tuvieron funciones en aquellos años y que hoy no adscriben al modelo. Esta maquinaria jurídica alimentada financiera e ideológicamente por el Estado, ha agotado las acusaciones concretas  y ahora ha comenzado a actuar sobre hombres de las fuerzas armadas que son detenidos solo por los cargos que ocupaban en determinados destinos militares asumiendo que por estar allí debían saber o participar, sin tener en cuenta su edad y baja jerarquía, ni las condiciones reales en que desempeñaron sus funciones. Las condiciones de detención que no atienden a cuestiones de su actual elevada edad o salud precaria y que han generado agravamiento de enfermedades y numerosos decesos,  nos llevan a la paradoja de que se violen los derechos humanos de quienes son acusados por ese mismo delito, sin contar con las incontables fallas procesales que incluyen prisiones preventivas que multiplican el tiempo  autorizado por ley.
Todo esto sucede bajo los ojos de una sociedad que prefiere no mirar, de medios de comunicación que se abstienen de denunciar y de políticos que temen hacer algo políticamente incorrecto si hablan de un tema tabú: una acción judicial teñida de parcialidad, que ha transformado en  persecución y venganza lo que pretendió ser justicia.
  Como títulos antiguos, volvemos a leer que hay aumentos de combustibles, que una repartición del Estado (la AFIP) reconoce y justifica que investiga al presidente de la Corte Suprema que acaba de emitir un fallo desfavorable al gobierno y que la Comisión de Pastoral Social siente la necesidad de hacer un llamado a “asegurar la división de poderes” y a “afianzar la calidad institucional” como si la democracia se hubiera recuperado ayer.
  El freno a quienes quieren llevarnos de  vuelta al pasado debe provenir de la respuesta que la ciudadanía entregue desde las urnas. Las encuestas del día de la fecha muestran que el gobierno no ganará en Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Ciudad de Buenos Aires y ahora tampoco en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, albergamos el temor a las maniobras espurias, a las diversas formas de fraude que comienzan con la manipulación de las boletas de papel que el gobierno mantiene contra toda lógica y opinión sensata  y en el riesgo de que políticos inescrupulosos escondan sus  verdaderas intenciones  y engañen a los votantes ocultando sus pactos con el gobierno. Es importante motivarse para cuidar físicamente el voto  y para protegerse del engaño, cosa que en nuestro caso hemos resuelto con el compromiso con un opositor auténtico como es Gerónimo Venegas.  Pero cualquiera sea nuestra visión, sabemos que la palabra final está en manos de la ciudadanía y se expresará el día de la elección. Esperemos que la responsabilidad sea quien guíe las mentes, a la hora de votar.
  Nuestra apelación es para que nos comprometamos a anular esta máquina estatal que nos arrastra al pasado por un absurdo túnel del tiempo y trabajar para desarrollar  en su reemplazo un proyecto con futuro, que podamos recorrer paso a paso con espíritu democrático y republicano, cerrando heridas del pasado y construyendo las bases para un venturoso porvenir. Que así sea.
Un abrazo para todos.
 
Juan Carlos Neves, presidente de Nueva Unión Ciudadana
Twitter      @NevesJuanCarlos