Queridos amigos:
La idea de construir un túnel
que permita desplazarse a través del tiempo para regresar al pasado y cambiar
los hechos que provocaron efectos dañinos ha fascinado a los escritores de
ciencia ficción y ha sido muy exitosa porque responde a los deseos profundos de
la mayoría de las personas. Lamentablemente, existe una paradoja que surge del
razonamiento de que al modificar el pasado, el presente sería diferente, y el
protagonista del relato no existiría o no tendría el incentivo para retroceder
en su túnel del tiempo. Estas cuestiones lógicas preocupan más a los físicos
que a los novelistas, quienes disfrutan de las licencias que permite el mundo
de la ficción y el relato.
En el mundo real, en cambio, a
veces sucede simplemente que ciertas situaciones del pasado tienden a repetirse
con notable fidelidad aunque con distintos personajes. Si fueron hechos positivos,
esas situaciones nos alegran y reconfortan, pues nos recrean períodos de dicha
y prosperidad personal o social. Si lo que se repiten son situaciones burdas,
violentas o trágicas, la repetición nos produce el efecto desmoralizador del “monstruo
que resucita” luego de que creíamos de buena fe que estaba muerto y olvidado
para siempre.
Es esta segunda clase de
eventos lo que nos está trayendo el frío del invierno cada vez con más frecuencia
y esta semana que pasó no ha sido la excepción. Como en los viejos malos
tiempos, un gobierno que genera condiciones macroeconómicas que precipitan la
inflación y desarrolla políticas públicas que producen escasez, decide culpar
de los aumentos de precios a los comerciantes y empresarios e inicia la caza de brujas. El ejecutor de estos desvaríos es hoy
el Secretario de Comercio Guillermo Moreno pero su nombre poco importa, pues no
es más que un comisionado para cumplir órdenes que emanan desde el más alto
nivel de gobierno. Apenas, con sus modos violentos y desencajados, el
funcionario le pone color a su personaje
de duro perseguidor y ejecutor de políticas antipáticas, fracasadas y obsoletas.
Falta harina y el Secretario
de Comercio promulga una resolución que aplicando la Ley de Abastecimientos le
permite decomisar el trigo. Hay carencia de productos a precios congelados y el
Secretario de Comercio sanciona con el cierre de sucursales a cuatro
supermercados. Parches y demostraciones de poder que de nada sirven porque
detrás de estas cuestiones los problemas profundos de desincentivo a la
producción, elevadas retenciones y una inflación obcecadamente negada pero
manifiestamente vigente, no se encaran porque la ideología del “modelo” no lo
contempla.
Los medios critican, pero el
infatigable Secretario trata de frenarlos privándolos de la publicidad privada,
como manifestaron los supermercadistas a la Unión de Consumidores en una
audiencia de conciliación cuando estos se quejaron de la falta de ofertas
publicadas. No tuvieron mejor suerte las periodistas del diario Clarín que
trataron de entrevistar al Secretario en la embajada de los Estados Unidos y
fueron acusadas de “tener las manos manchadas de sangre”, aludiendo a la supuesta
compra bajo amenaza de la empresa Papel Prensa. Todas estas presiones y agresiones
repiten modos y actitudes de gobiernos autoritarios, cuya existencia parecía
superada y que ahora reviven de la mano de un oficialismo que, al hacerse
evidente su fracaso, recurre a las acusaciones,
las presiones y a un estilo impropio de una democracia republicana.
También como en los viejos malos
tiempos, el gobierno recrea condiciones de confrontación con los gremios y
sindicatos. Empeñado en tratar de eludir su indeclinable responsabilidad en el
reciente segundo accidente acaecido en la línea del ferrocarril Sarmiento, el Ministro Randazzo, que combina
actividades tan dispares como el gobierno político interno del país y el manejo
del transporte, ha realizado cuanto le fue posible para atribuir la culpas de
la tragedia a fallas humanas del personal de conductores, ganándose el natural
resentimiento del sector. Se efectuaron declaraciones y se hicieron públicas
filmaciones que llevaron al maquinista a
tener que aclarar que no es “un conductor suicida” sino que le fallaron los frenos.
El Ministro dispuso la colocación de
cámaras en las cabinas del conductor que solo servirían para la reconstrucción
posterior a un accidente, pero que no hacen a la solución de los problemas
básicos de mantenimiento que aparecen detrás de cada tragedia. El gremio
respondió con un paro sorpresivo por un supuesto atraso en el pago del
aguinaldo, que perjudicó a cientos de miles de usuarios y que creó el ambiente
favorable para que grupos violentos produjeran destrozos y robos en la zona de
Constitución.
Cabe acotar que quien conduce
a la policía demoró un tiempo muy
prolongado en enviarla al lugar, sea por ineficiencia en la impartición de la
orden, por temor al choque frontal con los revoltosos o por tener más culpas a
cargar en la cuenta de los gremialistas. Lo cierto es que cuando llegó, la
policía detuvo a 18 personas pero no
alcanzó a evitar la violencia de los encapuchados.
También en el plano sindical
se repite el paro y movilización del gremio de camioneros que, acompañado por
la CTA, marchará el lunes a la Plaza de
Mayo con su justa e insatisfecha demanda por el cobro del impuesto a las
ganancias. Este impuesto, ya alcanza a una inusitada cantidad de empleados con
sueldos promedio, debido a la falta de actualización de los mínimos no imponibles. No escapa a los observadores
objetivos que sin perjuicio de las razones reales de los paros y movilizaciones,
el clima de confrontación de un gobierno que reivindica a los sectores
justicialistas de izquierda frente a los
sectores sindicales, cultores del peronismo más ortodoxo de raíz nacionalista,
tiene un matiz ideológico que ahora se
agrega a la disputa política en ciernes. Un ejemplo más del túnel del tiempo
construido por el gobierno del Frente para la Victoria, que se empeña en
precipitarnos en las luchas de la década del setenta cuando la mayoría de los
argentinos quisiéramos poner nuestros ojos y nuestro empeño en la construcción de
un futuro mejor.
Pero la vuelta a los
conflictos del pasado no tiene límites. En Santa Cruz, un diputado del Frente
para la Victoria nos retrotrae al año 1878 planteando quitar de su pedestal la estatua del General Julio Argentino Roca, que
por orden del presidente Nicolás Avellaneda realizó la Campaña del Desierto, para reemplazarla por la de Néstor Kirchner.
En buenos Aires ya llegamos a 1492, con la acción de la presidente Cristina
Fernández que luego de intentar infructuosamente trasladar la estatua de Cristóbal
Colón a Mar del Plata, logró que la misma fuera retirada de su pedestal para
permanecer tumbada con riesgo de colapso. Esta
onerosa maniobra efectuada a un costo de más de 80.000 dólares, solo en alquiler de grúas,
tiene evidentemente un carácter simbólico.
Simboliza el grado superlativo que puede alcanzar la estupidez humana cuando
la ceguera y el fanatismo ideológico pretenden mantener viva toda forma de
confrontación que promueva la formación de bandos irreconciliables, para
galvanizar así la fidelidad política de los seguidores y encontrar formas de
denostar a cualquiera que no se someta a
los dictados del pensamiento único de quien maneja el poder.
Bajo esta lógica perversa, el
gobierno mantiene una especial y permanente
conexión de su túnel del tiempo con la década del setenta, de la que extrae
cada día nuevos casos de acusaciones a militares, policías, miembros de fuerzas
de seguridad y ahora también, selectivamente, civiles y jueces que tuvieron
funciones en aquellos años y que hoy no adscriben al modelo. Esta maquinaria
jurídica alimentada financiera e ideológicamente por el Estado, ha agotado las
acusaciones concretas y ahora ha comenzado
a actuar sobre hombres de las fuerzas armadas que son detenidos solo por los
cargos que ocupaban en determinados destinos militares asumiendo que por estar
allí debían saber o participar, sin tener en cuenta su edad y baja jerarquía,
ni las condiciones reales en que desempeñaron sus funciones. Las condiciones de
detención que no atienden a cuestiones de su actual elevada edad o salud
precaria y que han generado agravamiento de enfermedades y numerosos decesos, nos llevan a la paradoja de que se violen los
derechos humanos de quienes son acusados por ese mismo delito, sin contar con
las incontables fallas procesales que incluyen prisiones preventivas que
multiplican el tiempo autorizado por
ley.
Todo esto sucede bajo los ojos
de una sociedad que prefiere no mirar, de medios de comunicación que se
abstienen de denunciar y de políticos que temen hacer algo políticamente incorrecto
si hablan de un tema tabú: una acción judicial teñida de parcialidad, que ha
transformado en persecución y venganza lo
que pretendió ser justicia.
Como títulos antiguos,
volvemos a leer que hay aumentos de combustibles, que una repartición del
Estado (la AFIP) reconoce y justifica que investiga al presidente de la Corte
Suprema que acaba de emitir un fallo desfavorable al gobierno y que la Comisión
de Pastoral Social siente la necesidad de hacer un llamado a “asegurar la
división de poderes” y a “afianzar la calidad institucional” como si la democracia
se hubiera recuperado ayer.
El freno a quienes quieren
llevarnos de vuelta al pasado debe provenir
de la respuesta que la ciudadanía entregue desde las urnas. Las encuestas del
día de la fecha muestran que el gobierno no ganará en Córdoba, Santa Fe, Mendoza,
Ciudad de Buenos Aires y ahora tampoco en la provincia de Buenos Aires. Sin
embargo, albergamos el temor a las maniobras espurias, a las diversas formas de
fraude que comienzan con la manipulación de las boletas de papel que el
gobierno mantiene contra toda lógica y opinión sensata y en el riesgo de que políticos
inescrupulosos escondan sus verdaderas
intenciones y engañen a los votantes
ocultando sus pactos con el gobierno. Es importante motivarse para cuidar físicamente
el voto y para protegerse del engaño,
cosa que en nuestro caso hemos resuelto con el compromiso con un opositor
auténtico como es Gerónimo Venegas. Pero
cualquiera sea nuestra visión, sabemos que la palabra final está en manos de la
ciudadanía y se expresará el día de la elección. Esperemos que la responsabilidad
sea quien guíe las mentes, a la hora de votar.
Nuestra apelación es para que
nos comprometamos a anular esta máquina estatal que nos arrastra al pasado por
un absurdo túnel del tiempo y trabajar para desarrollar en su reemplazo un proyecto con futuro, que
podamos recorrer paso a paso con espíritu democrático y republicano, cerrando
heridas del pasado y construyendo las bases para un venturoso porvenir. Que así
sea.
Un abrazo para todos.
Juan Carlos Neves, presidente
de Nueva Unión Ciudadana
Twitter @NevesJuanCarlos