Obama pretende armar en Siria a un hatajo de decapitadores y caníbales
El jueves Obama aceptó entregar armas a los rebeldes sirios, una amalgama de grupos entre los que figuran extremistas islámicos como los que han difundido un vídeo decapitando a Francois Murad, un padre franciscano de 49 años. En mayo ya se difundió otro vídeo de un comandante rebelde sirio cortando el corazón de un soldado enemigo y mordiéndolo.
Ciertamente, el régimen baasista de Bashar al-Assad ha cometido crímenes como usar armas químicas en la guerra civil que sufre ese país, que se ha ido configurando como un conflicto entre dos bandos que desprecian por igual los más elementales derechos humanos. En el caso de Assad, cuenta con influyentes aliados. El año pasado, cuando el régimen baasista atacó centros urbanos, Rusia y China vetaron una resolución de la ONU contra Siria. De hecho, en enero del año pasado Rusia ya advirtió que vetaría en la ONU toda intervención contra el régimen de Assad, una postura bastante interesada, por cierto: en los últimos cinco años Rusia se ha convertido en el principal suministrador de armas a Siria, siendo de origen ruso el 71% del armamento de los arsenales del régimen baasista.
A este preocupante escenario hay que añadir el envío por parte de Irán de 4.000 soldados para apoyar al régimen sirio. A ese apoyo iraní desde el este hay que añadir desde el oeste, concretamente desde el Líbano, el apoyo al régimen sirio de los terroristas de Hezbolá, cuya intervención en esa guerra civil ha sido condenada por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU (en el que no está Rusia).
Así pues, estamos ante una guerra civil en la que los extremistas islámicos se reparten entre dos bandos,
un conflicto que demuestra la creciente inoperancia de la ONU a la hora
de resolver enfrentamientos bélicos, y que obliga a los Estados Unidos a
una seria reflexión. Armar a unos asesinos islamistas contra otros no es, desde luego, una solución aceptable.
Obama debería aprender de lo ocurrido después de que EEUU armase a los
muyaidines durante la ocupación soviética de Afganistán: esas armas
vendidas por los norteamericanos a quienes Reagan llamó “freedom
fighters” (luchadores por la libertad) acabaron volviéndose contra los EEUU y sus aliados cuando ocuparon Afganistán en octubre de 2001. Cabría preguntarse, además, si Obama se dio demasiada prisa al dar por terminada la llamada “guerra contra el terror” a finales de mayo.
Uno de los principales asesores de Obama, John Brennan, defendió la
nueva estrategia de seguridad nacional puesta en marcha por el
presidente estadounidense haciendo una declaración muy desafortunada: “Nuestro
enemigo no es el terrorismo, porque el terrorismo no es más que una
táctica. Nuestro enemigo no es el terror, porque el terror es un estado
mental y nosotros, como estadounidenses, rechazamos vivir
aterrorizados”. ¿Es por esto por lo que Obama pretende armar a unos salvajes que buscan combatir el terror con el terror?