UNA NACION SIN SUEÑOS ES UNA CARAVANA SIN DESTINO
A esta altura de los acontecimientos cuando
nos hemos convertido en los hazmerreír de todo el mundo por la cantidad de
cosas sin sentido que hacemos si no practicamos una severa autocrítica y
cambiamos el rumbo; el destino final de nuestro país es cada vez mas incierto.
Como primera medida debemos bucear en nuestra
historia, para no repetir errores; si persistimos en nuestra conducta, todo es
mas difícil.
“Veo bandas rapaces, movidas de codicia, la mas vil de
todas las pasiones, enseñorearse del país, dilapidar sus finanzas, pervertir su
administración, chupar su sustancia, pavonearse insolentemente en las cínicas
ostentaciones del fausto; comprarlo y venderlo todo, hasta comprarse y venderse
unos a los otros a la luz del día.”
“Veo más. Veo un pueblo indolente y dormido que abdica de
sus derechos, olvida sus tradiciones, sus deberes y su porvenir, lo que debe a
la honra de sus progenitores y al bien de la posteridad, a su estirpe, a su
familia, a si mismo y a su Dios.”
“Y se atropella en las bolsas, pulula en los teatros,
bulle en los paseos, en los regocijos y en los juegos; pero ha olvidado la
senda del bien; y va a todas partes, menos donde van los pueblos animosos.
Cuyas instituciones amenazan derrumbarse carcomidas por la corrupción y los
vicios. La concupiscencia arriba y la concupiscencia abajo... Eso es la
decadencia, ... eso es la muerte.”
Buenos Aires, 3 de abril
de 1890 - José Manuel Estrada
“En la República Argentina para obtener un negocio, hay
que comprar desde el Presidente de la
Nación hasta el último portero.”
Citado por Raúl
Scalabrini Ortíz de una recopilación de Víctor M. Molina del Diario de Sesiones
de la Cámara
de Diputados de la Nación
del 19 de agosto de 1891.
A pesar de todo esto,
nacía una nación con sueños; los de esos inmigrantes que venían de lejos a
soñar con un futuro; cuyos hijos vieron en Hipólito Yrigoyen un vehículo para
lograrlos.
Los mismos sueños que
treinta años después otro sector marginado de la población; la Argentina oculta;
visualizaba en Juan Domingo Perón.
Los sueños son nuestra
razón de ser. En nuestra niñez tenemos los primeros, relacionados con lo que
queremos ser de grande. Imitamos a nuestros padres o aquellas profesiones que
nos llaman la atención.
Crecemos y nos
desarrollamos por nuestros sueños. Cuando nos ponemos de novios planificamos el
futuro inmediato, las vacaciones. Con el casamiento ya pensamos en los hijos y
en sus propios sueños reciclados.
Los sueños motorizan
nuestra vida; el de la casa propia; del auto cero kilómetro; del viaje a
Europa; el negocio que nos convierte en independientes.
Durante décadas el
esfuerzo era transmitido por los padres, con el objetivo que cada generación
fuese mejor. “Mi hijo el dotor” era el símbolo de lo que estoy expresando.
La sumatoria de los
millones de sueños individuales motorizan los de la nación. Quienes planifican
el futuro lo hacen pensando en desarrollarlo con seguridad personal, sin
sobresaltos económicos ni sociales.
Durante muchos años
hasta la llegada del Menemismo el gobierno fomentaba esos sueños financiando la
compra a largo plazo de la vivienda por medio del Banco Hipotecario;
incentivaba la producción con el Banco Industrial; motorizaba el crecimiento
con el Banco Nacional de Desarrollo.
La república hoy anda a
la deriva, no planifica a futuro; todo es inmediatez; tapar los agujeros.
Le han quitado los
sueños a la gente; aquellos que aún creen en algo ocupan gran parte de su
tiempo en ver como hacen para protegerse de la inseguridad; de los cambios
bruscos de las reglas de juego; del flagelo de la droga.
Se observa la población
caminando por la calle sin un norte definido, desconfiando de todo aquel que se
acerca mas de lo debido; ensimismados en sus problemas; con el horizonte cada
vez mas alto e incierto.
Los argentinos semejamos
una caravana peregrinando sin destino; nos hemos vuelto tan inmediatitas como
pretenden nuestros gobernantes. La primer aspiración es llegar sano y salvo a
casa.
Está todo trastocado;
aquello que contábamos como un derecho adquirido se ha convertido en un
objetivo a conseguir y con gran esfuerzo.
Ya no tenemos sueños,
solo aspiraciones de mínima. Antes pensábamos en el futuro de nuestros hijos;
hoy solo deseamos verlos regresar sanos y salvos; el gran objetivo es que no los
envuelva la droga.
Nuestros padres
fundacionales hicieron la patria tratando de cumplir sus sueños. Hoy, muchos de
esos sueños se trastocaron por la involución que hemos sufrido estos últimos
años. Si aspiramos a ser una nación con todas las letras, debemos cumplir,
primero, esos sueños inconclusos del pasado, para, luego, realizar los propios.
Si no lo hacemos
seguiremos siendo una caravana peregrinando sin destino que, de a poco, se irá
dispersando hasta que el último llegue sin saber donde ni para que.