Por P.Julio Meinvielle
GRANDEZA DEL PUEBLO
JUDÍO
He recordado
estas figuras de los antiguos Patriarcas no como evocación literaria, sino
porque en el origen mismo del pueblo judío, en Abrahán y en Isaac, está
figurada la grandeza y miseria de este pueblo y su oposición con la Iglesia.
El pueblo
judío es el linaje teológico, escogido, consagrado, santificado para significar
y traernos en su carne a Ese otro que había de venir, al Esperado de las
naciones.
He aquí lo
tremendo de ese pueblo: su carne está santificada y estigmatizada para traemos
a Aquél que es la Verdad y la Vida; que es la Salud de los hombres.
Pero, ¿por qué
esta carne es santa? ¿Porque es del linaje de Abrahán, o porque ha de traemos a
Cristo? En otros términos: ¿Es Cristo quien santifica al linaje judío, o
es el linaje judío el que santifica al Cristo?
He aquí,
entonces, que Cristo, como había, predicho Isaías (ad. Rom. 9,33), ha sido
puesto como piedra de tropiezo y de escándalo para este pueblo.
Porque si este
pueblo, con la humildad de Abrahán, cree en el Cristo que santifica su linaje,
está llamado a ser raíz y tronco de una frondosa Oliva que es la Iglesia de
Jesucristo; si en cambio parte de este pueblo rechaza al Cristo fundado en la
soberbia de su linaje, está llamado a ser la raíz y el tronco de una Vid
silvestre que no produce sino frutos amargos de pecado.
Si lo primero,
este pueblo será Isaac, Jacob, Abel; si lo segundo, este pueblo está llamado a
desempeñar el papel de Ismael, Esaú, Caín.
Pero este
linaje escogido siempre tendrá superioridad sobre los otros linajes de la
tierra. Si acepta al Cristo será lo principal, lo mejor de la Iglesia.
Será la raíz y
el tronco de esa Oliva que produce frutos para la vida eterna, como enseña el
Apóstol. Si rechaza al Cristo será también lo principal, es a saber lo peor en
el reino de la iniquidad.
El Apóstol San
Pablo, que con orgullo se sentía israelita, subraya esta superioridad del judío
en lo bueno y en lo malo cuando, escribiendo a los Romanos, dice (2,
9-10): Así que tribulación y
angustia aguardan al alma de todo hombre que obra mal, del judío primero y
después del griego. Mas la gloria y el honor y la paz serán de todo aquél
que obra bien, del judío primero y después del griego. Grande es,
pues, la superioridad de los judíos, enseña el mismo Apóstol, (Rom,3, 2) porque a ellos les fueron confiados
los oráculos de Dios.
El judío es,
entonces, primero en el orden de la bondad, en el misterio de la gracia. Judío,
entonces, el tronco del árbol que es la Iglesia. Judíos o Israelitas, los
Patriarcas; Judíos los Profetas; Judío, Bautista el Precursor; Judío, San José;
Judía, la Madre de Dios; Judío, Nuestro Adorable Salvador, en quien son
benditas todas las naciones. Judíos los Apóstoles y Evangelistas; Judío el
Protomártir Esteban.
¡Qué pueblo,
este pueblo teológico, hecho tronco del Árbol de la Iglesia!
Delante de
esta Oliva, ¿qué valen los pueblos gentiles que no son más que pobre acebuche?
¿Qué el
poderío de Roma y la ciencia de los griegos? Estulticia y necedad, los llama el
Apóstol, porque absolutamente de nada sirven para la salud.
Los
gentiles, con los griegos a la cabeza, si quieren entrar en la vía de salud
tienen que entrar de limosna, aprovechando que algunos judíos serán rechazados
para que ellos puedan ser injertados, y así dice el Apóstol que la caída de
parte del pueblo judío: Ha venido a ser una ocasión de salud para los
gentiles.
17. Si algunas ramas han sido cortadas,
y si tú, pueblo gentil, que no eres más que un acebuche, has sido
injertado en lugar de ellas y echo participante de la savia que sube de la raíz
del olivo.
18. No tienes de qué
gloriarte contra las ramas. Y si te glorías, sábete que no sustentas tú a la
raíz, sino la raíz a ti. (Rom. 11).
MISERIAS DEL PUEBLO
JUDÍO
Pero cuanto
mayor sea la grandeza de Israel, que ha sido predestinado en el Cristo, tanto
mayor ha de ser su fidelidad a Cristo. ¡Miserable este pueblo si llega a
rechazar a Aquél que es su salud! Entonces seguirá siendo el primero, pero el
primero en la iniquidad. Y todo cuanto más inicuo y perverso produzca el mundo
saldrá también de éste pueblo.
Judío fue
Judas el traidor,. Judíos, Anás y Caifás. Judío el pueblo que se gozaba con la
sangre del Salvador y que exclamaba: Caiga su sangre sobre nosotros y sobre
nuestros hijos. Judíos, los que apedrearon a San Esteban.
Judíos, los
que dieron muerte al Apóstol Santiago de Jerusalén. Judíos, todos los que
acechaban contra la predicación de los Apóstoles. El crimen más grande de todos
los tiempos, la muerte del Hombre Dios, ha sido perpetrado por éste pueblo, que
mereció por eso el nombre de "pérfido".
¿En qué está
la raíz del pecado y de todos los errores judaicos?
En que parte
de este pueblo creyó que las Promesas hechas a los judíos a causa de
Cristo que debía nacer de ellos fueron hechas a su carne, a su
genealogía. En otras palabras: En lugar de advertir que si el pueblo judío
era pueblo de predilección lo era por el Cristo, ellos, en su obcecación,
creyeron que el Cristo recibió gloria de su descendencia genealógica.
Así no era de
Cristo de quien venía la gloria, sino de la carne de Abrahán.
Por esto los
fariseos, encarnación genuina de este espíritu de iniquidad, decían con orgullo
para no aceptar a Jesucristo: Nosotros tenemos por Padre a Abrahán.
Su pecado
consistió entonces, en carnalizar las divinas Promesas. De esta suerte, dieron
valor de substancia a lo que no era más que figura.
Esperaron la
salud de lo que no era sino un signo.
Y del Mesías,
que era el esperado para traer al mundo la gracia y la verdad, hicieron ellos
un dominador político, terrestre, que debía asegurar y perpetuar la grandeza de
Israel sobre todas las naciones sujetadas como esclavas al imperio judaico.
CARNALIZACIÓN DEL
PUEBLO JUDÍO
Es aleccionador indicar
las etapas del proceso de carnalización obrado en el pueblo judío.
Siempre fue el
israelita de condiciones naturales perversas, dominado por una gran soberbia y
una gran avaricia.
Moisés
advierte expresamente a los israelitas (Deut. 9,6): Sabe, pues, que no
por tus justicias te ha dado el Señor Dios tuyo esta excelente tierra en
posesión, pues eres un pueblo de cerviz muy dura. Y advierte más
adelante (Deut. 9, 13-14):
13. Y me dijo de
nuevo el Señor: Veo que este pueblo es de dura cerviz.
14. Déjame que lo
desmenuce y que borre su nombre de debajo del cielo y te ponga sobre una gente
que sea mayor y más fuerte que ésta.
Pero de modo
particular este pueblo prevaricó y se carnalizó en la época de los Reyes,
entregándose a mil deshonestidades e idolatrías, de suerte que en castigo fue
primero desmembrado y llevado luego en cautivo a Babilonia por el rey
Nabucodonosor, seiscientos años A.C.
Setenta años
duró este cautiverio, al cabo de los cuales, vueltos los judíos a Palestina, se
reconstituyeron en nación sobre las bases nuevas y más firmes que les dio
Esdras, a quien los judíos consideran un legislador casi tan grande como
Moisés.
De esta
reorganización que dio Esdras al pueblo judío, arranca en realidad el judaísmo
tal como era en tiempo de Jesucristo y como se perpetúa hasta nosotros.
Para
caracterizar a los judíos, hemos de decir que el judío es un pueblo atado a un
Libro, el Libro por excelencia, la Ley, la Thora. En realidad forman la Thora
los 5 libros del Pentateuco que escribió Moisés. Pero los judíos sólo aceptan
la Thora con las interpretaciones que los Rabinos han ido trasmitiendo de boca
en boca como palabra de Dios superior a la del mismo Moisés, interpretaciones
que han quedado consignadas y en cierto modo petrificadas en un voluminoso
libro, llamado el Talmud,
que es el código civil y religioso de los judíos.
El Judío en el
misterio de la historia - Padre Julio Meinvielle - Sexta Edición 1975
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista