El voto católico, la Iglesia y la sociedad civil
El 11 de junio señalé aquí que España vive una larga decadencia que no se va a arreglar sólo con un cambio político. Cinco días después planteé también desde este blog la necesidad de una sociedad civil más fuerte: pretender un cambio político sin una masa social que lo sustente es como pretender construir una casa empezando por el tejado. Sobre esa base abordaré ahora un tema que surge con cierta frecuencia: el llamado voto católico.
España: una larga decadencia que no se va a arreglar sólo con un cambio político
Por una sociedad civil más fuerte
Los valores no negociables enunciados por Benedicto XVI
Si hablamos de voto católico es por la existencia de unos valores
comunes que se corresponden con la doctrina católica. Benedicto XVI los
sintetizó en la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum Caritatis, publicada el 22 de Febrero de 2007, en su segundo año de pontificado: “el
respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su
fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer,
la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en
todas sus formas”. Benedicto XVI fue muy claro en torno a estos valores comunes que han de asumir todos los bautizados, pero en especial “quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales”. Así lo manifestó:
“Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana.”
La incoherencia de los políticos y la parte que nos toca a los votantes
¿Los políticos católicos demuestran en la práctica su adhesión a esos
valores? Basta con conocer a los políticos católicos de España y otros
países para comprobar que lamentablemente no es así en demasiados casos.
Pero esa incoherencia no es sólo responsabilidad de los propios políticos, sino también de quienes la respaldan con el voto.
Si un católico vota a un político o a un partido que ha apoyado una ley
abortista -o que pudiendo derogar una vigente, no lo ha hecho-,
entonces no sólo está fallando el político, sino también el votante.
¿Es posible una única candidatura electoral católica?
Una vez establecido ese mínimo común denominador que debería
distinguir a un político católico, hay que plantearse otra pregunta: ¿se puede establecer una única opción electoral con esos valores no negociables?
Por poder, se puede, claro. Otra cosa es que tenga éxito. Cuando uno
vota a un partido está confiándole su apoyo para algo más que defender
la vida, la familia, la libertad de enseñanza y el bien común. Hay
católicos que son monárquicos y otros que son republicanos; los hay
demócrata-cristianos, conservadores, liberales (que no relativistas),
tradicionalistas e incluso socialistas (y no hablo de un socialismo
progre al estilo del PSOE); los hay partidarios de la democracia y los
hay que han perdido la confianza en ella; algunos son partidarios de un
Estado aconfesional, y otros de la confesionalidad estatal; los hay que
creen en los partidos y los hay que han perdido toda fe en ellos. Entre los católicos identificados con esos valores no negociables hay una gran variedad de opciones políticas,
algunas casi opuestas. En esto pasa como en la propia Iglesia: hay
carismas para todos los gustos. No he conocido a nadie que pretenda la
unificación de todas ellos, pues esa diversidad enriquece la Iglesia
(siempre que esa riqueza crezca desde el respeto a la doctrina
católica).
¿A qué se deben los resultados de los partidos que defienden esos valores?
Basta con repasar la lista de partidos políticos que se identifican
con esos valores, tanto en España como en otros países, para darse
cuenta de que no es fácil plantear un voto católico uno. Esa diversidad
es difícilmente simplificable, ni siquiera en un escenario electoral
como el de España, en el que ninguno de esos partidos consigue acercarse
al 1% de los votos. ¿Han hecho algo mal para obtener ese resultado?
Ciertamente, el planteamiento político de un partido e incluso la
actuación de sus dirigentes puede atraer o generar rechazo en los
votantes católicos, pero eso no explica por sí solo esos resultados. Si esos partidos no obtienen mejores resultados es porque no logran conectar con una parte significativa del electorado.
¿Por qué? Pues sobre todo por falta de apoyo mediático, por falta de
líderes conocidos, por falta de recursos económicos para darse a
conocer, por falta de una organización y una militancia que sostengan el
enorme esfuerzo que tiene que hacer un partido sin representación para
obtener un diputado, pero también porque entre los propios católicos no existe una demanda seria de partidos que defiendan esos valores no negociables.
Esto que acabo de decir puede escandalizar a algunos, pero es la triste realidad. Repasemos
cualquier barómetro del CIS o cualquier otro sondeo de opinión pública
para comprobar cuáles son los temas que más preocupan a los españoles,
un pueblo que por amplia mayoría se dice católico. ¿Figuran entre ellos
los relacionados con los valores no negociables que señalaba Benedicto
XVI? No con la importancia que merecen las cuestiones relacionadas con
ellos, me temo. Se habla del paro, de la crisis económica, del
descrédito de los políticos, de la dificultad de conseguir una vivienda,
en años recientes incluso ha figurado el terrorismo, pero cuestiones
como el derecho a la vida de los niños por nacer no están entre los
temas que más le quitan el sueño a nuestros compatriotas. ¿Es culpa de esos partidos, de los propios católicos, de la Iglesia…?
Yo no soy partidario de señalar culpables -como si esto se arreglase
señalando a alguien con el dedo y montándole un juicio-; prefiero buscar
causas. Por una parte, los medios de comunicación de masas -es decir,
la televisión- transmiten de forma mayoritaria una mentalidad que obvia
esas cuestiones. En las propias parroquias tampoco se insiste en esos
temas: en la mía puedo contar con los dedos de una mano el número de
veces que el oficiante ha hablado del aborto, y me sobran dedos. Ese
olvido también se da mucho entre los feligreses. A fin de cuentas, la
mayoría pasamos mucho más tiempo ante la tele que en el templo, y eso se
nota en la forma de pensar de muchos católicos. Añadamos a eso la falta
de formación e incluso lo fácil que es dejarse llevar por la mentalidad
relativista dominante que nadar contracorriente.
Cimentando el cambio: la Iglesia y las plataformas de la sociedad civil
Por supuesto, en la Iglesia y en la sociedad civil hay personas e
iniciativas que buscan hacer hincapié en esas cuestiones. Su labor es
muy necesaria para concienciar no sólo a la sociedad en general, sino
también a los propios católicos. Sin ese trabajo de concienciación, los
partidos que abanderan los valores no negociables pueden despedirse de
alcanzar ni un solo diputado incluso en el caso de que consigan los
medios humanos y económicos, el apoyo mediático y los personajes famosos
necesarios para llegar al grueso del electorado. Una opción muy comentada es que desde la Iglesia y desde plataformas cívicas se pida el voto expresamente para esos partidos.
El problema es la propia naturaleza espiritual de la Iglesia y la razón
de ser de esas plataformas. Aquélla tiene como fin orientar a los
hombres hacia la salvación. El movimiento cívico tiene como fin defender
libertades y derechos, influyendo en la vida pública y presionando al
poder político para que los respete. Ni la Iglesia ni el
movimiento cívico tienen como fin pedir el voto para ninguna
candidatura. Si lo hiciesen se desvirtuarían y además perderían la
independencia con la que deben actuar frente al poder político.
Si los partidos que defienden los valores no negociables insisten en
esperar de la Iglesia y del movimiento cívico un apoyo explícito, lo
único que consiguen es entrar el conflicto con ellos.
La necesaria libertad de los católicos para optar por una u otra estrategia
Por supuesto, cada uno es libre de apostar por la estrategia que le parezca más adecuada. Los no negociables son los citados valores, y no las estrategias para defenderlos en la vida pública.
La estrategia ha de basarse en medios legítimos y buscar un fin
legítimo. La realidad será la que, al final, señale la estrategia más
provechosa. De momento, los partidos que defienden los citados valores
llevan años cosechando en España resultados muy inferiores al 1% de los
votos, por las causas ya citadas, mientras que las organizaciones de la
sociedad civil identificadas con esos valores no negociables son ahora
más fuertes e influyentes que hace 10 años. Algunos consideran esto como
algo sin importancia porque a fin de cuentas aún no se han erradicado
los males que afectan a la vida, la familia, la libertad de educación y
el bien común. Obvia decir que las propias organizaciones civiles no
esperan que esos males desaparezcan de la noche a la mañana: estamos
ante una batalla cultural y eso significa sostener un trabajo
continuado en el tiempo, cuyos frutos se verán a medio o largo plazo.