sábado, 13 de julio de 2013

OTROS VALORES


         Antes de comenzar debo aclarar (en La Argentina siempre hay que hacerlo para no ser etiquetado) que conozco perfectamente la historia de nuestro país. En mi libro “La conjura de la mentira y la conspiración del silencio” doy cuenta de quien es quien en nuestro pasado. Aquí vamos a hablar de otra cosa.
         Pertenezco a una generación que fue educada básicamente con dos principios. Uno es el amor a nuestra nación, representada por sus símbolos patrios. En función de ello los feriados nacionales se festejaban el mismo día con ambos turnos del colegio juntos en un gran acto donde los alumnos representaban obras teatrales alusivas a la fecha; la lectura de sentidos discursos de un docente y del mejor redactado por los alumnos; todo ello matizado por las canciones patrias y música folclórica. Una verdadera fiesta acompañada por los padres. Quien estuviese ausente, tenía doble falta y no era llamado para izar o arriar la bandera; un verdadero castigo.
         El otro principio (historia oficial mediante) era la veneración de un grupo de próceres que tenían en común el altruismo, la abnegación, el sacrificio, el patriotismo, la decencia.
         No viene al caso que, con el correr del tiempo nos diéramos cuenta que había mucha mentira e intereses creados. Lo que importa es lo que veíamos en ellos. Se hacía hincapié en la sencillez con que vivió San Martín hasta su muerte; el gesto de Belgrano de entregar a su médico como parte de pago el único bien que tenía, un reloj; el sacrificio del Sargen-to Cabral o el Negro Falucho.
         Con esa óptica valoramos que Hipólito Yrigoyen luchó contra “el régimen” pagando todo de su bolsillo; Lisandro de la Torre, siendo un hom-bre rico murió sin la fortuna y sin llevarse nada del Estado; o Illia que devolvió el dinero que le entregan a los presidentes (del que no tienen que rendir cuentas), descontando solamente lo que gastó en el casamiento de su hija.
         Hoy observamos que todas esas conductas están perimidas; que los políticos actuales se retiran todos millonarios sin poder justificar su riqueza; que el aumento de sus patrimonios es directamente inmoral y se lo ponen en la cara a millones de ciudadanos al que los aprietan para que paguen sus impuestos. No solo aumentan su patrimonio descaradamente, sino que le muestran que hacen con él.
         Lo peor de todo es que mas del 50% de la población los avala, es decir, blanquean su situación. A partir de semejante apoyo, quien se atreve a investigar?. Y está bien que nadie lo haga.
         La población sabe dónde y como viven los políticos, que autos tienen, donde vacacionan y la vida que llevan. No es un secreto para nadie y nadie puede hacerse el distraído. Sin embargo los votan. Esto no es nuevo; pasó con Menem en los noventa y fue reelecto.
         Quizá ahí está el verdadero motivo de este accionar de nuestra clase dirigente y la mitad de la ciudadanía no nos hemos dado cuenta o la población está envejeciendo. Ha cambiado la escala de valores; del mismo modo debemos cambiar el nombre de las calles; esos próceres ya no repre-sentan a nadie. También debemos reemplazar la letra del Himno Nacional por el o,o,o, actual; y la bandera por la casaca de la selección nacional de futbol; único paño reconocido.
         Hoy, el país está dividido en dos; con el paso de los años y la irrupción de las nuevas generaciones con los nuevos valores, la balanza se irá inclinando.
         Si aquellos que aún creemos en los viejos valores no estamos dispuestos a luchar por ellos; hagámonos a un costado y no entorpezcamos el camino de los nuevos valores.
         La gran paradoja es que quienes esbozan nuevos valores negocian con aquellos poderes contra los que lucharon nuestros próceres. ¿Ellos también estaban equivocados?