viernes, 5 de julio de 2013

ESTAMOS TRABAJANDO PARA LA HISTORIA


Es la rema­nida y esca­pista frase que sue­len repe­tir los fun­cio­na­rios ofi­cia­lis­tas cuando enfren­tan dis­yun­ti­vas a las cua­les no le encuen­tran res­pues­tas cohe­ren­tes. Y en reali­dad tie­nen parte de razón. Algún día los alum­nos de la cáte­dra “His­to­ria de las Ins­ti­tu­cio­nes Polí­ti­cas Argen­ti­nas” ten­drán a su dis­po­si­ción abun­dante biblio­gra­fía y volu­mi­no­sos tra­ta­dos que ver­sa­rán exclu­si­va­mente sobre el aná­li­sis de los tiem­pos actua­les. Podrán enton­ces ente­rarse del por­qué una cono­cida legis­la­dora pata­gó­nica de los ‘90, firme opo­si­tora a la desin­te­gra­ción del Con­sejo de la Magis­tra­tura, a la amplia­ción del número de miem­bros de la Suprema Corte de Jus­ti­cia, a la pró­rroga de la Ley de Emer­gen­cia Eco­nó­mica, al otor­ga­miento de super­po­de­res, deve­nida luego en pri­mera dama y final­mente en Pre­si­dente de la Nación, segu­ra­mente con­si­de­rando su pos­tura como un “pecado de juven­tud”, giró 180º y se volcó deci­di­da­mente a la posi­ción con­tra­ria. No iba a ser el ùnico cam­bio, tal vez la madu­rez le hizo reca­pa­ci­tar y su ante­rior pen­sa­miento de que la Jus­ti­cia tenìa que ser inde­pen­diente fue reem­pla­zado por el obse­sivo deseo de some­ter el Poder Judi­cial a los desig­nios del Ejectivo.
Sabrán, entre otras cosas, cómo un ciu­da­dano, ejer­ciendo el cargo de Vice­pre­si­dente de la Nación, esquivó las múl­ti­ples denun­cias pro­ba­das de corrup­ción sin que se le borre su sar­dó­nica son­risa pese a ser abu­cheado y humi­llado cada vez que aso­maba por la vía pública. Tam­bién en una de esas lle­ga­rán a ente­rarse de quie­nes eran los ciu­da­da­nos res­pon­sa­bles de ejer­cer una de las tareas más impor­tan­tes que cual­quier Nación sobe­rana tiene ante sí: La impre­sión de bille­tes y acu­ña­ción de moneda.
Podrán inclu­sive los futu­ros estu­dian­tes des­en­tra­ñar mis­te­rios inso­lu­bles para noso­tros. Por ejem­plo cómo un Minis­tro de Jus­ti­cia, apar­tado de su cargo ante abru­ma­do­ras prue­bas de incom­pe­ten­cia a nivel de abso­luto fra­caso de misio­nes antár­ti­cas, fue reem­pla­zado por un fun­cio­na­rio sin ante­ce­den­tes ni cono­ci­mien­tos para ocu­par la car­tera, salvo su reco­no­cida y abso­luta obe­dien­cia, quien al momento de asu­mir el cargo ase­guró que su ante­ce­sor había hecho “las cosas bien y en forma correcta” y que no iba a “revi­sar nada” de su actua­ción, razón por la cual es del caso pre­gun­tarse sobre el por­qué de su reemplazo.
Otro ítem impor­tante de futu­ras cáte­dras deberá indu­da­ble­mente ver­sar sobre las rela­cio­nes inter­na­cio­na­les. Resul­tará tal vez inen­ten­di­ble que nues­tra Nación haya tenido Can­ci­lle­res del nivel de don Car­los Saa­ve­dra Lamas y de don Héc­tor Timerman.
Y real­mente envi­dio a los futu­ros estu­dian­tes. Es pro­ba­ble que ellos com­pren­dan por­qué una ins­ti­tu­ción tan anti­gua como los recur­sos pro­ce­sa­les y las medi­das cau­te­la­res, con­si­de­ra­das en todas las legis­la­cio­nes de los paí­ses demo­crá­ti­cos como un dere­cho (inclu­sive, des­pués del dere­cho a la vida, uno de los más impor­tan­tes dere­chos huma­nos) mediante el cual los ciu­da­da­nos pue­den pro­te­gerse de los abu­sos del Estado, se trans­for­ma­ron en la Repú­blica Argen­tina de un día para otro y sin fun­da­mento alguno en un arma letal uti­li­zada por la per­versa ciu­da­da­nìa con­tra el inde­fenso Estado Nacio­nal y sus cán­di­dos funcionarios.
A esta altura de mi vida, segu­ra­mente par­tiré sin des­en­tra­ñar seme­jan­tes misterios.
Créanme que lo lamento.
Autor: Juan Manuel Otero