domingo, 21 de julio de 2013

PROTEGER A JAIME

  Proteger a Jaime 
 
Una de las refle­xio­nes posi­bles ante gran­des casos de corrup­ción es decir “con esa plata se podría haber hecho…” tal obra. Pero no es la única, se podría pen­sar en los efec­tos bené­fi­cos de que la gente no hubiera sido des­po­jada de recur­sos para ella misma apli­car­los a sus nece­si­da­des. Sin embargo los polí­ti­cos de la opo­si­ción o quie­nes comen­tan estos pro­ble­mas en los medios jamás, ni una sola vez que yo lo haya visto al menos en la última década, pien­san en el mal lla­mado “con­tri­bu­yente” con­ver­tido en un siervo de la gleba cuya bille­tera está al ser­vi­cio de la bon­dad de los polí­ti­cos (todos sabe­mos que lo que carac­te­riza a los polí­ti­cos a dife­ren­cia de a nues­tros veci­nos, ami­gos y cono­ci­dos, es la bon­dad ¿no?) y los opinadores.
La víc­tima del des­falco público no es el pro­pio público según el dogma gene­ral, sino el estado, el dios omní­modo de la Argen­tina. Por eso en su momento el señor De Vido inventó aque­llo de que el caso Skanska era un pro­blema de corrup­ción “entre pri­va­dos”. Por­que ¿a quién le impor­tan los privados?
Sin embargo con el kir­ch­ne­rismo tene­mos una cues­tión de mag­ni­tud que cam­bia la física de la cues­tión. Si com­pa­ra­mos los más de dos años de pri­sión efec­tiva que le toca­ron a María Julia Also­ga­ray por­que se con­si­deró que no pudo jus­ti­fi­car 500 mil dóla­res (en un pro­ceso con la carga pro­ba­to­ria inver­tida), a que se la sigue men­cio­nando como el este­reo­tipo mismo de la corrup­ción y se observa como casi todos los que la con­si­de­ra­ban la enemiga pública número uno o están con este gobierno o han estado en algún momento o estu­vie­ron dur­miendo la siesta mien­tras se cons­truyó un estado para­lelo com­pleto al ser­vi­cio del patri­mo­nio de una fami­lia que ya tenía ante­ce­den­tes com­pa­ra­bles a los de Idi Amín Dada. Si como ya sabe­mos un ex pre­si­dente cuyo nom­bre se le pone hasta a las mace­tas era un recau­da­dor de bol­sas de millo­nes de euros de empre­sas ente­ras adqui­ri­das mediante la extor­sión del estado ¿Enton­ces cuál es el hilo con­duc­tor entre la anti­co­rrup­ción de la década del noventa y la pro corrup­ción de esta década mise­ra­ble? ¿Será la misma que existe entre estar mirando de afuera o estar mordiendo?
Hoy hasta los jar­di­ne­ros de los Kir­ch­ner supe­ran a cual­quier posi­ble impu­tación a María Julia Also­ga­ray. Hasta los “artis­tas popu­la­res”, los ser­vi­do­res fas­cis­tas de la pro­pa­ganda ofi­cial, recau­dan más a la luz del día que los cucos del pasado y lo hacen de manera des­ca­rada mien­tras se tatúan la cara del Che Gue­vara en las nalgas.
En la década del 80 y las ante­rio­res había una side­ral corrup­ción estruc­tu­ral, cuya solu­ción era el cam­bio de reglas de juego eco­nó­mi­cas. En la década del 90 la corrup­ción estuvo en los nego­cios del estado, pero muchos de esos nego­cios eran bené­fi­cos en el sen­tido de des­mem­brar a la corrup­ción sis­té­mica que exis­tía por ejem­plo en las empre­sas esta­ta­les. En la década K, que juntó al autor de “Robo para la Corona” con su pro­ta­go­nista, el estado argen­tino por com­pleto es una caja per­so­nal para enri­que­cerse, enri­que­cer a los pro­pios y per­se­guir a los extra­ños, asal­tar al sec­tor pri­vado y repar­tirlo entre una pequeña oli­gar­quía. Es decir, de la corrup­ción estruc­tu­ral de los 80 nos hemos pasado por com­pleto a la corrup­ción como sis­tema polí­tico. Un tota­li­ta­rismo basado en el latrocinio.
En los 80 no había rin­cón del estado en el que no hubiera nego­cios tur­bios. Hoy el estado es un patri­mo­nio cap­tu­rado que está al ser­vi­cio de una banda que es mucho mayor que él, donde hasta los gober­na­do­res, inten­den­tes, el Con­greso y la Jus­ti­cia se ven chi­qui­ti­tos. El Tesoro, la ANSES, la AFIP, la Aduana y el Banco Cen­tral son como la tar­jeta de cré­dito per­so­nal de la pre­si­dente y casi todos los gran­des nego­cios del país están a su ser­vi­cio cuando direc­ta­mente no les per­te­ne­cen bajo cuerda.
Así debe­mos obser­var este pro­blema por­que no es que le han robado al estado, sino que se han robado al estado entero.
Así es tam­bién como nos encon­tra­mos frente al caso del señor Ricardo Jaime, pro­te­gido por el sis­tema judi­cial hasta que se eno­ja­ron con la dueña. Den­tro del éxito del sis­tema de pro­pa­ganda pare­ciera que este señor fuera el María Julia Also­ga­ray del momento, a pesar de que ella no le podría seguir el tren de gas­tos ni a él ni a los secre­ta­rios pri­va­dos de la señora en jefe, ni a su chofer.
Jaime no es pro­ta­go­nista de nada, es un actor de reparto de una obra en la que reci­bió bue­nas pro­pi­nas. Ricardo Jaime es mucho más valioso por lo que tiene para con­tar que por lo que merece ser cas­ti­gado. Y nues­tro pro­blema es como saca­mos al estado y a la eco­no­mía extor­sio­nada del mone­dero de los K. Esa es la mag­ni­tud de la cues­tión, no las fojas del expe­diente de uno solo de estos soldaditos.
Es aquí donde entiendo que esto requiere una media polí­tica, más que una solu­ción judi­cial par­ti­cu­lar. El estado (como lega­li­dad) tiene por prio­ri­dad salir de ese mone­dero como en los fina­les de la década el 80 había que des­ba­ra­tar la corrup­ción estruc­tu­ral. Jaime enton­ces, como otros pro­ta­go­nis­tas secun­da­rios de la década mise­ra­ble debie­ran reci­bir pro­tec­ción de una ley para hablar, bajo la con­di­ción de devol­ver las miga­jas del botín que ellos mis­mos conservaron.
Lo quie­ran ver o no los ánge­les caí­dos de la caja que están pen­sando en here­dar este pro­blema, hoy es impo­si­ble ima­gi­nar cómo se mane­ja­rán las rien­das del gobierno sin que­brar  a este sis­tema hasta en sus más recón­di­tos rin­co­nes. No hay pacto posi­ble con la banda, por­que la banda se apo­deró del país entero.
Nadie podrá mane­jar a un gobierno ence­rrado en una bóveda, el pro­blema es aquí el sis­tema y sus due­ños y no tanto la gerencia.
Fuente: No Me Parece
Autor: José Benegas