"Inmaculada
Señora y Madre mía, por el grande amor que mostrasteis a los hombres,
dignándote aparecer en una tosca gruta e instruir a la joven y dichosa
Bernardita, os ruego me hagáis merced de alegrar mi corazón con vuestras
influencias soberanas. Y así, Señora, como hicisteis brotar en la gruta
de Lourdes aquel manantial riquísimo de cristalinas y saludables aguas,
para remedio del cuerpo, derramad sobre mi pobre alma las dulcísimas y
fértiles aguas de la gracia, que apaguen mi sed por las cosas de la
tierra, y limpien mi espíritu para que sea digno de los goces purísimos
del Cielo. Amén."