domingo, 16 de junio de 2013

ANTE EL CASO CHÁVEZ, EL TRATADO CON IRÁN Y EL PAPA FRANCISCO

Carta a los peronistas para que la lean todos los argentinos
peron-chavez
Hace tiempo que los peronistas nos debemos un sinceramiento, quizás un “mea culpa”.
Regresó Perón  en 1973, y dos bandas autodenominadas peronistas, para “homenajearlo”, se mataron sin misericordia en Ezeiza.
Triunfó Perón ese año, y una de las bandas le “cortó las patas” al asesinar brutalmente a su mano derecha en el gremialismo.
Murió Perón y la escena fue copada por las dos bandas que, en nombre del peronismo, se dedicaron a regar con sangre argentina el suelo patrio y a desestabilizar –conscientemente o no- a nuestro gobierno constitucional.
Durante el Proceso llamado de Reorganización Nacional, hubo varios peronistas que se anotaron en alguno de los dos o tres proyectos políticos que ciertos militares montaron para auto-sucederse en el poder… con  votos peronistas.
Concluido el Proceso, la cúpula de la dirigencia del Partido Justicialista no trepidó en suscribir un acuerdo con los militares para que éstos le entregaran el poder, a cambio de cubrirles la retirada a los dictadores, mientras ambos suscriptores de ese acuerdo de fulleros dejaban inhabilitada a la ex presidente Isabel Perón para que no interfiriera el indecente pacto logrado.
En el lapso en que al Dr. Alfonsín le fueron bien las cosas, algunos conspicuos peronistas aceptaron militar en el “Tercer Movimiento Histórico”, y hasta hubo un “apresurado” que se anotó como vicepresidente en una futura fórmula presidencial “mixta”, con la que los radicales buscaban la reelección de Alfonsín, reforma de la Constitución Nacional de por medio. El triunfo peronista en las elecciones parlamentarias de 2007 abortó el engendro.
En la década de los años ’90, la gran mayoría de los dirigentes del PJ fueron “derechistas” neoliberales y aceptaron con jolgorio el Consenso de Washington y las relaciones  carnales; también la desaparición inhumana de la justicia social y la destrucción de nuestra industria nacional, dos de las joyas del abuelo Juan Domingo.
A partir de 2003, muchos se rebautizaron como “izquierdistas”, o “progresistas”, y cambiaron las 20 verdades por un par de dislates neomarxistas-gramscianos.
Pero nuestra crisis de identidad no termina ahí: entre los peronistas que se han mantenido alejados del experimento kirchnerista-progresista-izquierdista también se cuecen las habas de la desorientación ideológica.

Los Kirchner
En estos diez años de gobierno matrimonial, el kirchnerismo ha tenido una borrascosa relación con los peronistas. Por un lado, ha intentado monopolizar una insólita “advocación” de Evita –una Evita zurda-, hecha a imagen y semejanza de los K, y separada de Perón (intento bastante absurdo y anti-histórico, además). Mientras, por el otro lado, trataba de ningunear al General por quien, todo kirchnerista que se precie de tal, debe sentir esa rara mezcla de envidia y odio que delatan sus ojos y sus palabras, e inspiró a los “izquierdistas” autores de la ópera “Evita”.
Aparte de ello, el kirchnerismo ha hecho cosas buenas, regulares y malas. Desde mi personal punto de vista, el balance es fuertemente negativo. No vale la pena detallar las pocas luces y las muchas sombras de la década K.
Lo real es que no ha sido un gobierno peronista, ni dio resultados peronistas, porque los olmos no dan peras. Simplemente, los Kirchner nunca fueron ni quieren ser peronistas. Al contrario, quieren destruir al peronismo o, en todo caso, reemplazar su conducción y su doctrina. Algo semejante, aunque no igual, a la ingenua y “agrandada” propuesta que el grupo Montoneros le hizo a Perón a fines de 1973: transformar la Jefatura del Movimiento en una conducción bicéfala: Perón-Firmenich, o quizás Firmenich-Perón…
Años antes, el General había definido, con socarronería, algunos intentos similares:
“Me vienen a proponer hacer una sociedad para vender vacas y gallinas: Yo debo poner las vacas, y ellos una gallina”.
Pero, sin olvidar ni minimizar las enormes y profundas diferencias que nos separan del tan particular “izquierdismo” kirchnerista (también de la “derecha” anti-kirchnerista), es necesario comprender que lo suyo no es despreciable y desechable en bloque, “in  totum”.
Al margen del elevado grado de corrupción oficial y oficializada y de la pretensión de  eternizarse en el poder destruyendo a todos los que se oponen a ello (sean políticos, jueces, sindicalistas, medios de comunicación, empresarios o simples ONG), el kirchnerismo ha encarado ciertas soluciones de fondo que coinciden con nuestra posición. A su muy particular manera, es cierto, pero las ha encarado.
En política exterior, por caso, la creación  de la UNASUR, la oposición al ALCA, el apoyo a una coalición sudamericana (o iberoamericana) que intente liberarse de la tutoría de EE. UU., y otras iniciativas semejantes, aún con sus errores y horrores y sus ditirambos de adolescentes caribeños o rioplatenses, están en la dirección que buscamos desde siempre los peronistas.
Lo razonable, entonces, es apoyar o al menos no boicotear esas iniciativas, sin dejar de denunciar y oponernos a los excesos, actos de corrupción, atropellos, y gatopardismos de los K.
En este punto es necesario decir que el peronismo tiene diferencias y coincidencias (obviamente parciales) tanto con la “izquierda”, como con la “derecha”. Y ello porque ambas ideologías cargan con un doble pecado original: surgieron entre los siglos XVIII y XIX de elucubraciones de cenáculos intelectuales que poco y nada de contacto tenían con sus respectivos pueblos, y surgieron  en países lejanos muy distintos al nuestro. Ambas son trasnochados productos europeos. Nuestra ideología, ya lo dijo su creador, surgió de la observación e interpretación de las necesidades, ideales, anhelos y vocación de nuestro pueblo. Por eso es nacional.
Querer imponer una de las arcaicas ideologías europeas a la situación argentina de hoy, necesariamente lleva a tergiversar o mutilar la realidad. Quienes lo intentan imitan a Procusto, aquel posadero bandido de la mitología griega que tenía una cama corta: cuando llegaba un viajero alto, le cortaba las piernas para que “entrara” en su cama, pero jamás cambiaba la cama.
Con cualquier “izquierda”, siempre que sea auténtica y no la de Puerto Madero, coincidiremos y podremos buscar apoyos y aún alianzas para encarar los problemas sociales: pobreza, marginación, exclusión e injusticias sociales, etc. En cambio, difícilmente podremos acordar nada importante con ella en el terreno de la cultura y de la identidad nacionales, y de los valores del humanismo cristiano que inspiran al peronismo.
A su vez, con la “derecha”, en la medida en que tenga algo de sensibilidad humana y de sentido nacional, podremos encontrar puntos de coincidencias en los temas que nos separan de la “izquierda”.
Si la cuestión se analiza con detenimiento, tales características están ratificando lo ya sabido: el peronismo es realmente una tercera posición ideológica y política: ni “derecha” ni “izquierda”. Nacional y popular.
Si, hipotéticamente, existiera una “izquierda” que respetara los valores del humanismo cristiano y tuviera sentido verdaderamente nacional,  sería peronismo y no “izquierda”. A su turno, si hubiera una “derecha” que pusiera en primer plano la justicia social y no el lucro y la concentración egoísta de la riqueza, no seria “derecha” sino peronismo.
He ahí, muy resumidamente, el fondo de la cuestión.
 Irán, Chávez y el papa Francisco
El asunto es que, en sólo un par de meses, han sucedido tres acontecimientos que actuaron como la prueba del ácido para los peronistas y para todos los argentinos: primero, la presidente firmó un Tratado con Irán para arreglar el entuerto que su propio gobierno (aunque no sólo él) había armado en el caso AMIA; luego, se murió Hugo Chávez, y para rematarla… un argentino fue elegido papa y tuvo al “extraña” idea  de llamarse Francisco, como “il poverello d’Assisi”.
 1.- El Tratado con Irán recibió una andanada ciega y muy superficial de críticas de parte de todo el arco opositor, desde el PRO y los dos diarios “independientes”, hasta los peronistas no kirchneristas, pasando por los radicales y el FAP. Lo realmente preocupante de la crítica de nuestros compañeros supuestamente “ortodoxos”, no es la superficialidad y la cantidad de viejos lugares comunes (falsos) que usaron como argumentos para oponerse al Tratado, sino los motivos de política exterior que adujeron: “significa un nuevo alineamiento internacional de la Argentina”, dijo uno de sus más caracterizados exponentes.
Desde el golpe militar del 24 de marzo de 1976, la Argentina está alineada con la estrategia planetaria de EE. UU. Con Menem, el alineamiento se llamó “relaciones carnales”; con De la Rúa, “relaciones adultas”; Duhalde la continuó sin rebautizarla; y los Kirchner afrontaron una “heroica” resistencia verbal… casi sólo verbal.
Es bueno agregar que, en Medio Oriente y en la Argentina también, el poder dominante no está en las manos de EE.UU. exclusivamente, sino en las del poderoso “lobby” norteamericano-israelí. Liberarse del poder de dicho “lobby” dominante, aunque sea parcialmente, es una bendición del cielo, no una desgracia a lamentar como parecen creer nuestros compañeros peronistas anti-kirchneristas.
Mientras seguimos la investigación del caso AMIA de acuerdo a las “sugerencias” del informe de la CIA y el Mossad, traído a Buenos Aires por Miguel Ángel Toma y Antonio Stiusso durante la presidencia de Eduardo Duhalde, nuestra suerte estaba peligrosamente atada a los intereses del citado lobby norteamericano-israelí.
De modo que, si el Tratado con Irán nos aleja de la órbita de dominación de Israel, hay que festejarlo. Y si, además, amengua nuestra dependencia de la estrategia planetaria de Washington, mucho mejor.
En un mundo multipolar como el que ya vivimos, nuestro camino en política exterior debe ser un delicado equilibrio entre los distintos bloques de poder planetario, ayudados por nuestra alianza regional. No hay otra opción para posibilitar el acrecentamiento del poder nacional que, junto con la felicidad de nuestro pueblo, son nuestros dos objetivos centrales e innegociables.
 2.- Por su lado, la muerte de Chávez agravó los signos de la confusión ideológica que padecemos: nuestros compañeros anti-kirchneristas agradecieron a Dios que, junto con la vida del líder venezolano,  se hubiera terminado también el “socialismo latinoamericano” medio en solfa y medio jolgorio caribeño que representaba Hugo Chávez.
Yo no creo que la verdadera intención  de Chávez haya sido liberar realmente a Venezuela y a Latinoamérica del dominio extranjero como lo hizo Perón, ya que nunca cortó los pingües negocios entre su país y los EE. UU. Aún hoy, la empresa petrolera venezolana, PDVSA, posee más de 600 estaciones de servicio en suelo de EE. UU., que Chávez le compró al grupo de David Rockefeller.
Según un exultante estudio de Ye Xie y Nathan Crooks, difundido el 30 de enero de este año, y que me  ha enviado ayer nuestro compañero José Arturo Quarracino:
Desde que asumió el poder en 1999, Hugo Chávez ha extendido su revolución socialista en Venezuela mediante la incautación de más de 1.000 empresas. Para los tenedores de bonos que se pegaron a él, devolvió rentabilidades que son el doble del promedio de los mercados emergentes.
El 681% de ganancia, equivalente a un 14,7 por ciento anual, ha enriquecido desde los inversores de Oppenheimer Funds Inc. hasta los de Goldman Management LP Sachs Asset, que contaron con la voluntad de Chávez de hacer correr la riqueza petrolera del país para pagar a sus acreedores, frente al crecimiento “arranque-parada” y a la caída de las reservas. Si bien sus políticas alejaron a muchos inversores al mantener costos de endeudamiento de Venezuela de más del 12 por ciento en promedio durante su mandato, o 4 puntos porcentuales más elevados que los de las naciones en desarrollo, él nunca dejó de pagar un bono.
¿Negocios más que jugosos del venezolano para alimentar buitres? Raro. Muy raro.
Por otro lado, EE. UU., con los Castro de Cuba fue y es muy duro, incluso cruel e inhumano, al mantener el bloqueo de la isla. Con Venezuela, en cambio, y a pesar de toda la parafernalia verbal del finado Chávez, sigue haciendo muy buenos negocios,  silenciosamente por lo  visto. Otro caso raro. Muy raro.
De cualquier forma, hay que recordar a Perón: cuando alguien criticó a Fidel delante suyo, el General le respondió:
“Mi diferencia con Castro es que él abandonó hace rato esto (y sacó de entre su ropa el escapulario de hermano terciario franciscano), mientras yo aún lo conservo. De todos modos, concluyó, apoyo a todos los que tratan de liberar a su pueblo”.
Agrego que atacar al gobierno kirchnerista “in totum”, sin distinguir matices ni aciertos, es plegarse a los opositores seriales y vocacionales de la “derecha” más retrógrada (que expresa el diario La Nación), o a la mas comercial (propia del grupo Clarín).
Acepto que, de esa forma, quedaremos solos como don Quijote de la Mancha: nos atacarán o nos ningunearán los de “derecha” por ser “blandos” con los K, y nos fulminará el gobierno y su aplastante legión de escribas a sueldo por ser sospechosos de ayudar a la “derecha-mediática-destituyente”.
Esa realidad es muy dura, pero no nueva: siempre hemos sido el hecho maldito para los amos de adentro y de afuera, para la “derecha” y para la ”izquierda”; la peor de las rabias, la que no desaparece con la muerte del “perro”. Por eso nuestra prédica es  silenciada por la prensa de ambos lados, mientras los peronistas “políticamente correctos” gozan de los favores de los medios “independientes”, y los que “comprenden” a  los K engordan con el presupuesto oficial.
Para terminar de comprenderlo, conviene recordar que Winston Churchill, el más lúcido de nuestros enemigos, el George Canning del siglo XX, cuando sus amigos derrocaron a Perón en 1955 dijo satisfecho:
“Éste es el acontecimiento más importante para el mundo desde nuestro triunfo en la Segunda Guerra”.
Si no estamos dispuestos a afrontar esa dura realidad, no hagamos política, o al menos no la hagamos en  nombre del peronismo.
 3.- El padre Bergoglio es ahora el papa Francisco
Cada vez que llamaba por teléfono, uno debía reponerse del “shock”.
“Habla el padre Bergoglio”, decía.
Se necesitaban unos segundos de silencio para caer en la cuenta de que era el cardenal primado de la Argentina. Ahora es el papa.
La tentación de comparar esta situación, detonante para nosotros, con  la vivida por Polonia y los otros países comunistas debido a la transformación de Karol Wojtyla en Juan  Pablo II es muy fuerte, pero falsa o equívoca.
Ambas situaciones no son exactamente asimilables, al menos para el peronismo de Perón.
Polonia y sus vecinos eran países dominados por el imperialismo soviético. Un papa polaco ayudó objetivamente a Lech Walesa a liberar su patria del invasor y dominador marxista.
Latinoamérica y, muy especialmente, nuestro país aún están en manos del lobby norteamericano-israelí, que no es marxista si no  crudamente capitalista.
El “milagro” de que un criollo haya llegado a gobernar las tierras vaticanas puede y debe significar una ayuda, también objetiva, para reforzar la alianza liberadora, aún débil y tambaleante, de la UNASUR. Es necesario hacerla más seria y efectiva, no justamente destruirla como sueñan y desean algunos peronistas anti-kirchneristas con la llegada del criollo Bergoglio a San Pedro.
De lo contrario,  el árbol nos tapará el bosque.
 Colofón
Cada día estoy más convencido de que necesitamos, sin falta y cuanto antes, juntarnos todos en un Congreso del Pensamiento Nacional para dilucidar estas cuestiones, antes de que el peronismo ingrese en forma irreversible en su propia Torre de Babel.
 Con un abrazo.
 Juan Gabriel Labaké