La respuesta de Irán al dictamen acusatorio del fiscal Alberto Nisman
ha puesto sobre el tapete un tema que nunca se ha debatido serena y
objetivamente en nuestro país: el sionismo, su significado y naturaleza,
su vinculación y sus diferencias con el judaísmo, su real influencia
en la Argentina.
En contraste con lo que ocurre en EE. UU. y Europa, lugares donde la
“cuestión sionista” ha sido analizada en los ámbitos académicos y
políticos con relativa libertad y aceptable profundidad y extensión, en
la Argentina parece un tema tabú. Y no debería serlo, dada la
importancia e influencia de la colectividad de argentinos de religión
judía que hay en nuestro país. Basta para demostrarlo la estruendosa
algarabía (todo un escándalo) que se desató al conocerse el Memorando de
Entendimiento Argentino-Iraní, y su posterior aprobación
parlamentaria.
En una inusualmente dura declaración oficial, Irán acusó al fiscal Nisman de ser sionista.
Dado el historial y carácter sionista de ese fiscal (Nisman), nosotros no damos ninguna importancia a sus afirmaciones”,
fue la frase usada por el Ministerio de Relaciones Exteriores iraní
en su comunicado oficial para descalificar al Dr. Nisman como fiscal del
caso AMIA.
En esta serie de notas trataré, pues, de desentrañar y explicar
objetivamente esta espinosa cuestión. Para ello, abordaré distintos
tópicos: Qué es el sionismo, su relación con el judaísmo, sus vínculos
con el Estado de Israel, el fiscal Nisman y sus vínculos con el
sionismo, su calidad de activo militante sionista y no sólo como simple
adherente o simpatizante pasivo, sus funciones como fiscal e “instructor
delegado”, la unilateralidad o unidimencionalidad de sus
investigaciones en el caso AMIA, y alguno más que podría surgir a medida
que desarrolle esta serie de notas.
Qué es el sionismo
“Sionismo” fue el nombre elegido por Teodoro Herzl, para denominar al
movimiento político que acababa de crear en Europa, a fines del siglo
XIX, cuyo objetivo central era lograr un “hogar nacional para los
judíos”. Su argumento, ante propios y extraños, fue total y
exclusivamente pragmático (nada mesiánico o religioso): los judíos, afirmaba, estaban
vistos como un “estorbo” por el resto de la sociedad y ello hacia
imposible una vida digna para ellos y perjudicaba a todos. Lo mejor,
sostuvo el ateo señor Herzl, era comprar un territorio donde pudieran
vivir los judíos y fundar su propio Estado: el tan mentado “hogar
nacional judío”. La mayor e intransigente oposición la recibió de parte
de los rabinos más ortodoxos y devotos.
Herzl confunde nuestra fe en la Jerusalén celestial, mística, con
la capital de un proyecto político de poder. Eso perjudicará al
judaísmo, que es ante todo una religión, argumentaron.
Aún así, Herzl siguió adelante con su proyecto, respaldado por
algunos capitales judíos. En su primer intento, le propuso al zar de
Rusia comprarle una parte de territorio para fundar ahí el Estado
sionista. Ante la negativa del zar, tentó suerte en Uganda y también
fracasó. Pensó entonces (alrededor de 1896) en Palestina y en la
Argentina (especialmente en la Patagonia, que los centros de poder de
Europa consideraban un “territorio vacío”, una “res nullia” o tierra de
nadie). Luego se descubrió el valor estratégico y económico del petróleo
de Medio Oriente, y ni la imperial Gran Bretaña, ni el soñador Teodoro
Herzl tuvieron más dudas: el Estado sionista deseado por el segundo se
fundaría en las tierras palestinas dominadas e invadidas por la primera.
El resto es historia conocida.
Sionismo y judaísmo
Lo que interesa en esta nota es dejar bien en claro que el sionismo
es una doctrina y un movimiento o partido político, cuyo principio
básico es la creación y sostenimemto del Estado de Israel. Mientras que
el judaísmo es una religión; la más antigua de las tres religiones
monoteísta que existen.
La confusión entre judaísmo y sionismo, así como el antiguo
cesaropapismo en los países cristianos, y los casos similares dentro del
islam, es decir, la confusión entre religión y política, ha traído las
más sangrientas guerras y los más crueles sufrimientos a los seres
humanos. Y ello, porque en esa mixtura perversa el odio y las guerras de
exterminio de unos contra otros adquieren la categoría de un mandato
divino, algo tan inhumano como falso, además de ser blasfemo.
De modo que confundir judaísmo con sionismo es tan peligroso y
nefasto como confundir cristianismo con cualquier grupo o sistema
político, sea la monarquía como la república, el peronismo como el
liberalismo o el socialismo. Son dimensiones y planos (o “mundos”)
distintos.
Es normal y aún saludable que los movimientos políticos se inspiren
en los valores que emanan de la religión mayoritaria en cada pueblo,
porque religión y cultura son inseparables. Es el caso del peronismo,
cuya doctrina se inspira y adopta los valores del humanismo cristiano,
como fue la enseñanza y la voluntad expresa de su fundador. Pero mezclar
promiscuamente religión y política es altamente perjudicial. La
experiencia histórica así lo demuestra.
Israel, sionismo y judaísmo
El problema en el caso de Israel es que, desde siempre, sus
dirigentes políticos han pretendido que sionismo y judaísmo sean una
sola y misma cosa. Al principio, como dije, los rabinos más ortodoxos y
devotos se opusieron a tal confusión. Pero, a medida que el poder de
Israel aumentó y llegó incluso a dominar la política norteamericana,
como es hoy conocido e inocultable, la resistencia de los grupos
religiosos fue amenguando. El punto de inflexión se produjo, al parecer,
en 1967 debido al triunfo israelí en la llamada Guerra de los Seis Días
que volcó a numerosos rabinos ortodoxos al seno del sionismo
gobernante. Los ejemplos más notorios, aunque no los únicos, son: el
grupo Gush Emunin y el ahora más poderoso de los Jabad Lubavitch.
Hoy, objetivamente hablando, las dos organizaciones de la
colectividad de argentinos de religión judía, la AMIA y la DAIA,
muestran una total dependencia respecto del Estado de Israel.
En realidad, esta situación de control y dominio sobre las
organizaciones judías de la “diáspora” por parte de Israel no es casual
ni nueva, sino que responde a un plan perfectamente trazado desde el
principio, y ejecutado con precisión.
En efecto, el 24 de noviembre de 1952, cuando el Estado de Israel
tenía apenas cuatro años de vida, su Parlamento (Knesset) aprobó un
Acuerdo con la Organización Sionista Mundial-OSM, cuyo texto fue
publicado oficialmente en la Session of the Zionist General Council 1067-109 (July 21-29, 1954).
Dicho acuerdo, a su vez, tomó estado público en nuestro país, gracias
al esfuerzo del profesor Saad Chedid, que lo transcribió en su libro
“Palestina o Israel” (Ed. Canaan, Buenos Aires, 2004). De dicha obra
extraigo lo fundamental del Acuerdo entre Israel y la Organización
Sionista Internacional:
La OSM cumpliría las siguientes funciones (entre otras):
1.- Organizar la migración judía en el extanjero y enviar a los migrantes a Israel, sus propiedades y sus fondos.
2.- Cooperar en la absorción de los migrantes en Israel.
3.- Lograr la emigración hacia Israel de la juventud judía.
4.- Adquirir y mejorar las tierras a colonizar en Israel (en realidad, en el territorio que las Naciones Unidas habían asignado a Palestina).
5.- Estimular la inversión de capitales privados en Israel.
6.- Movilizar recursos para financiar actividades culturales y educativas en Israel.
Afirma Chedid que tales funciones otorgadas por Israel le permitieron a la OSM actuar como una estructura supranacional. Por ello, Ben Gurion, al explicar el Acuerdo en la Knesset, dijo:
La autoridad soberana del Estado está confinada a los límites de
sus propias fronteras, es aplicable sólo a sus propios ciudadanos,
mientras que el 80% del pueblo judío debe aún ser buscado -¿y quién sabe
por cuánto tiempo?- más allá de las fronteras del Estado de Israel.
El Estado de Israel no puede intervenir en la vida interna de las
comunidades judías en el extranjero, no las puede dirigir ni puede
exigirles nada.
(Por ello) La Organización Sionista Mundial será la encargada de
alcanzar lo que está más allá de la competencia y del poder del Estado
de Israel, y ésta es la ventaja que tiene la OSM sobre el Estado de
Israel.
Por lo tanto, la OSM verá agrandada incalculablemente su
responsabilidad y misión. El Estado de Israel y el Movimiento Sionista
se complementan recíprocamente, se necesitan el uno al otro y, con su
esfuerzo conjunto, podrán y deberán movilizar al pueblo judío para que
realice el ideal de la redención (se refiere a la “redención de la tierra prometida”).
Posteriormente, en 1965, este acuerdo fue reelaborado en los llamados
“Principios básicos del nuevo programa del Gobierno de Israel”,
publicado en el “Israel Government Year Book”, 5726 (1965/1966). De
estos “Principios”, el profesor Chedid menciona, entre otros, los
siguientes objetivos acordados por el Estado de Israel con el Movimiento
Sionista, es decir, con la OSM:
a)- Apresurar la emigración judía desde todos los países y todas las clases, especialmente de los países prósperos.
b)- El Gobierno trabajará por el establecimiento colonial en Israel de todas las comunidades judías de la diáspora.
c)- El Gobierno de Israel cooperará con el Movimiento Sionista
para ahondar la devoción del pueblo judío por su hogar nacional
histórico: el Estado de Israel.
d)- El Gobierno dará ayuda constante para el fortalecimiento y
expansión del Movimiento Sionista y para el cumplimiento de sus tareas,
especialmente para incentivar a la gente joven de la diáspora a venir a
Israel para su entrenamiento y educación, y para asegurar una mayor y
voluntaria ayuda financiera.
e)- El Gobierno ayudará al Movimiento Sionista en su tarea de
fomentar la devoción del judío de la diáspora por el Estado de Israel,
oponerse a toda indiferencia hacia la nacion judía, oponerse a la
asimilación y al abandono de su condición de judío, y preservar el apoyo
de la diáspora a Israel en sus esfuerzos por consolidar su posición en
el ámbito internacional.
Israel, sionismo, AMIA y DAIA
Como dije anteriormente, la mayor y más intransigente oposición al
naciente sionismo de Teodoro Herzl provino de los devotos rabinos
ortodoxos.
En ese aspecto, el doctor Norberto Ceresole, el primer y más profundo
investigador del accionar del sionismo en nuestro país, recuerda que el
escritor judío Ahad Ha’am se enfrentó con Teodoro Herzl ya en el Primer
Congreso Mundial Sionista (Basilea, Suiza, 1897). Un día después del
Congreso, siempre según Ceresole, Ha’am escribió:
Ayer, en Basilea, me encontré solitario entre mis hermanos… Este
nuevo entusiasmo es artificial. La salvación de Israel (del pueblo
judío) se realizará por los profetas y no por los diplomáticos. Hemos
destruido más de lo que hemos construido.
Años después, cuando Ha’am vivía en Palestina y viendo los
sangrientos resultados obtenidos por los sionistas, envió dos cartas
abiertas al diario Haaretz, en las que decía:
¡Judíos y sangre! ¿Existe mayor contradicción que ésta? ¿Qué
hemos rescatado de nuestra destrucción, sino las enseñanzas de nuestros
profetas? Nuestra sangre fue derramada en todos los rincones del mundo a
lo largo de miles de años, pero nosotros no derramamos la sangre de
nadie. ¿Qué debemos decir ahora que estamos asesinando árabes inocentes
por venganza? ¡Dios mío! ¿Es éste el final? ¿Es éste el sueño de un
retorno a Sion, manchar su tierra con sangre inocente? Y ahora Dios me
hace sufrir de haber vivido para ver con mis propios ojos que estaba
equivocado… Si éste es el Mesías, entonces no quiero ver Su llegada.
Moshe Menuhin, al comentar ese texto de Ha’am en su libro Jewish critics of Zionism (Críticas judías al sionismo), agrega:
Desde la Declaración Balfour de 1917 (se refiere al compromiso británico ante la banca Rothschild de dar a los judíos “un hogar nacional” en Palestina) no
ha habido jamás ninguna base común sobre la que sionistas y críticos
judíos del sionismo hayan podido encontrarse a intercambiar sus
pensamientos. La máquina sionista difama, denigra y reprime a
cualquiera que se atreva a criticar las acciones sionistas en la Israel
sionista y fuera de ella; pero los críticos judíos del sionismo,
realmente honrados, siguen atacando frontalmente las injusticias e
hipocresías del sionismo político. Su número es, trágicamente, pequeño.
Los judíos se casan en su mayoría entre ellos y están asimilándose a su
“nacionalización”; están, con sus cerebros lavados, soportando la
horrible causa el nacionalismo “judío”.
Pero, desde entonces pasó mucha agua bajo el puente. En la
actualidad, los datos de la realidad demuestran que existe una total
dependencia de las organizaciones judías de la diáspora respecto de
Israel y el sionismo.
Efectivamente, hay abundantes y categóricas pruebas que demuestran,
sin dejar lugar a duda alguna, la adhesión incondicional de la AMIA,
de la DAIA y de la menos conocida OSA (Organización Sionista Argentina) a
las posiciones y a las directivas políticas que emanan del Estado de
Israel y de las autoridades internacionales del Movimiento Sionista (World Jewish Committee, American Jewish Committee y el American Israeli Public Affairs Committee-AIPAC, entre otros).
En aras de la brevedad y dada su importancia central, me limito a
transcribir dos testimonios definitorios e irrebatibles de la
dependencia directa y total de dichas organizaciones argentinas respecto
del Estado de Israel y del sionismo.
Ello son:
1.- La Agencia Judía de Noticias-AJN, en su despacho del 23-6-2008,
publicó las sorprendentes declaraciones de un alto directivo de la OSA,
el cual afirmó sin tapujos:
La diáspora debe converger hacia el Estado de Israel, que es el
centro de la vida judía” (del titular de la Organización Sionista
Argentina, Silvio Rossjansky, en declaraciones a AJN).
2.- La propia DAIA, en el Informe sobre antisemitismo 2006,
preparado por su Centro de Estudios Sociales-CES, y refrendado por la
Comisión Directiva en pleno, en una nota inicial titulada “DAIA: Misión y
objetivos”, afirmó categóricamente que:
La tarea de la DAIA es esencialmente política y educativa, para lo
cual lleva adelante su gestión interactuando con todos los poderes
públicos y con todos los sectores de la sociedad civil argentina, y/o
entes representativos judíos del mundo, enfatizando en forma permanente
sus vínculos con el Estado de Israel, centro espiritual de la vida
judía.
Conclusiones ineludibles
Con lo expuesto y probado en esta primera nota podemos concluir, sin temor a equivocarnos ni caer en exageraciones, que:
1.- El sionismo es una doctrina y un partido político.
2.- El judaísmo, en cambio, es una religión milenaria.
3.- Es erróneo y muy peligroso asimilar sionismo y judaísmo.
4.- La confusión entre sionismo y judaísmo fue deliberadamente
provocada por el Estado de Israel y por la directiva internacional del
sionismo, con el objeto de controlar a la diáspora judía y ponerla al
servicio de sus objetivos políticos.
5.- Todas las organizaciones sociales de la colectividad de
argentinos de fe judía están controladas y dominadas por el Estado de
Israel y el sionismo, a los cuales sirven acríticamente.
Del Viso, 7 de junio de 2013.
Dr. Juan Gabriel Labaké