“Muchos
de nuestros contemporáneos, siguiendo las huellas de aquellos que en el siglo
pasado se dieron a sí mismos el nombre de
filósofos, afirman que todo poder viene del pueblo. Por lo cual, los que
ejercen el poder no lo ejercen como cosa propia, sino como mandato o delegación
del pueblo y de tal manera que tiene rango de ley la afirmación de que la misma
voluntad popular que entregó el poder puede revocarlo a su antojo. Muy
diferente es en este punto la doctrina católica, que pone en Dios, como en principio
natural y necesario, el origen del poder político.
Es
importante advertir en este punto que los que han de gobernar los Estados
pueden ser elegidos, en determinadas circunstancias, por voluntad y juicio de
la multitud, sin que la doctrina católica se oponga o contradiga esta elección.
Con esa elección se designa al gobernante, pero no se confieren los derechos
del poder. Ni se entrega el poder como un mandato, sino que se establece la
persona que lo ha de ejercer”
LEÓN XIII, Encíclica Diuturnum illud,
26/06/1881.
Esta encíclica muestra la falacia de la
democracia moderna que atribuye el origen de la autoridad al pueblo, siguiendo al
perverso y acérrimo enemigo de la Iglesia, el revolucionario francés Rousseau.
La posición
del Magisterio de la Iglesia se ve apoyada en la cita bíblica de Juan 19.11: “No
tendrías sobre Mí ningún poder, si no te hubiera sido dado de lo alto…”.
Por eso como señala Fulvio Ramos en su libro “La Iglesia y la Democracia”,
la concepción Roussoniana plantea que
“la autoridad sube desde abajo hacia arriba, mientras que en la Iglesia, el
poder desciende de arriba hacia abajo”.
La concepción moderna de la democracia que hace
al “pueblo soberano” el propietario del poder, permite las aberraciones legislativas
que hoy padecemos como el aborto, matrimonio homosexual y perversión de niños
en las escuelas del mundo, en nombre de la inclusión, respeto a la diversidad y
no discriminación; esto porque como supuesto “propietario del poder absoluto”,
delega el mismo a sus gobernantes, para que estos puedan dejar de apoyarse en
el derecho
natural y el bien común para el ejercicio de sus
funciones, para pasar a estar legitimados por algo mucho más poderoso,
peligroso, caprichoso e irracional: “el voto de las masas”.
Es necesario hacer notar que la ONU en ese
sentido promueve la perversa concepción moderna de poder, aduciendo que todo lo
que se legisle por consenso, no puede ser objeto de revisión, por más
plausibles y razonables argumentos que se esgriman, porque de hacerlo así constituiría
el mayor pecado de la actualidad, SER
ANTIDEMOCRÁTICO.
Entonces la verdad no surge como hecho objetivo
sino del poder otorgado por medio de sufragios, a los gobernantes, que a su
vez, reciben instrucciones de la plutocracia judeo-masónica, que se encarga no
solamente de financiarlos, sino de engañar
con sus medios de comunicación al pueblo que se esclaviza sintiéndose soberano.
No podemos dejar de mencionar que en el primer
acto democrático famoso de la historia el pueblo judío, prefirió a Barrabás,
entregando a Nuestro Salvador a sus verdugos.
Trabajando para que Cristo reine y vuelva pronto.
Augusto TorchSon
Nacionalismo
Católico San Juan Bautista