Fidel
Castro, insólito aliado de la dictadura militar argentina de Jorge Videla
Por
Claudia Peiró.
El castrismo no sólo calló ante los crímenes
del gobierno que presidía el general Jorge Rafael Videla, sino que le
aportó respaldo diplomático en los foros internacionales, lo que evitó
que la Argentina
fuese condenada por la violación masiva de los derechos humanos. Este
hecho es cuidadosamente ocultado por las izquierdas latinoamericanas, que
se siguen referenciando en la Revolución cubana e idolatrando a su Líder.
Son las mismas que, año a año, compiten por ver quién condena con más
dureza al Proceso
militar argentino de 1976-1983.
Para
desconcierto de estos mismos "antiimperialistas", fue el
gobierno estadounidense, bajo la presidencia de James Carter, el que
llevó la voz cantante en la condena a los atropellos humanitarios del
gobierno de facto que presidía Videla. En aquellos años de dura
represión, el régimen cubano contribuyó, a través de su representante en la ONU, a evitar que la Comisión de
Derechos Humanos del organismo, emitiese una condena contra la Argentina y
organizase una misión de inspección. El favor fue devuelto. El dictador
Videla, que en Argentina decía estar combatiendo al "marxismo
apátrida y ateo", ordenaba a su representante en la ONU votar en contra de
cualquier condena a La
Habana.
En
realidad, todo el Movimiento de Países No Alineados fue cómplice de la
dictadura militar argentina, tal como lo señala Gabriel Salvia,
presidente del Centro para la
Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL):
"Parece escapar a la memoria de varios funcionarios del gobierno
nacional, legisladores, periodistas y activistas de derechos humanos de la Argentina el hecho
de que el régimen cubano de Fidel Castro fue un actor decisivo para
bloquear la condena a la dictadura militar argentina en la Comisión de
Derechos Humanos de la ONU,
para lo cual operó junto a los países del Movimiento de No Alineados y
del extinto Bloque Socialista, evitando la condena internacional
promovida por los Estados Unidos de América".
Salvia
sostiene que quienes estén realmente interesados en "memoria, verdad
y justicia" (leit motiv de los organismos de derechos humanos de la Argentina, entre
otros) "deberían exigirle explicaciones a Fidel Castro, pues si la
dictadura de Pinochet fue condenada en Ginebra, mientras que los
militares argentinos se salvaron de esa condena internacional, ello se
debió a la intervención del régimen cubano". Sin embargo, sucede lo
contrario: a Fidel no sólo no se le piden explicaciones sobre esta
conducta, sino que se lo homenajea y es rutina de organizaciones como la
de las Madres de Plaza de Mayo fotografiarse con el dictador cubano,
cómplice del régimen que aniquiló a sus hijos. "Por un puñado de
rublos" ¿Cómo se explica el hecho de que Fidel Castro en sus
discursos en la Plaza
de la Revolución
de fines de los 70 y principios de los 80 denunciaba todas las dictaduras
que rodeaban a la
Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay, Perú, Bolivia y
Brasil, evitando cuidadosamente nombrar a la primera?
El
sinsentido es sólo aparente. Hay otro dato que la izquierda pro cubana
oculta prolijamente: el indigno sometimiento de Cuba a la entonces Unión
Soviética -un imperialismo "benigno" según el
imaginario del progresismo de entonces. Esto, que fue la clave del
silencio y la complicidad del régimen castrista con los crímenes de la
dictadura argentina, fue recordado recientemente por un sobrino del
propio Ernesto Guevara.
Martín Guevara (foto) es hijo del
menor de los hermanos del Che, Juan Martín. A los 10 años de edad, se
exilió con su familia en La
Habana, donde pasó buena parte de su vida, hasta 1988.
Su testimonio es contundente. Durante su exilio en Cuba, fue testigo
directo de la complicidad de Fidel con Videla como pago por los
suministros de cereales argentinos a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS), un aporte alimentario que fue más apreciado aun cuando Moscú
comenzó a padecer el embargo dictado por Washington tras la invasión de
Afganistán.
En
concreto, fue la
Junta Militar de la República Argentina
(de supuesto ideario anti marxista) la que rompió el boicot que Estados
Unidos impuso a la URSS.
Y esa fue la razón del apoyo de Fidel Castro
al dictador Jorge Rafael Videla. Una verdad muy difícil de aceptar
para quienes ven, en La
Habana, un faro que ilumina el camino
"revolucionario" en el continente. Cuba demostró en esa
conducta que no era más que un satélite soviético, sin el menor margen para
diferenciarse.
A
Martín Guevara le tomó mucho tiempo poder hacer esta denuncia. Recién en
el año 2010 publicó un artículo sobre el tema: "Durante muchos años
y por razones de lealtad familiar, y quizá cierto adoctrinamiento de
izquierda, renuncié a mi derecho a contarlo". No por tardía, su
denuncia es menos lapidaria: "El gobierno de la URSS, presidido por
Leonid Ilich Brezhnev, sin reparar demasiado en los miles de militantes
de izquierdas que se encontraban en campos de concentración, torturados salvajemente
y luego arrojados desde aviones al Río de La Plata, manda a colocar
la medalla de Lenin en la pechera de altos mandos militares argentinos,
por contribuir a la causa de la
Patria de los proletarios". Lágrimas argentinas
Guevara relata el desconcierto que esta conducta generaba en él y en
otros que creían haberse refugiado en el paraíso en la tierra: "Una
y otra vez, los exiliados argentinos en Cuba escuchábamos como su
principal dirigente, Fidel Castro Ruz, en sus extensos discursos, jamás
denunció las prácticas fascistas ni dictatoriales en la tierra de quien
había sido, según él, uno de sus mejores amigos, de sus grandes
guerreros, el Che Guevara". Y todo "por un puñado de
rublos", dice. También describe la confusión de los mismos cubanos:
"(Fidel) jamás denunció siquiera al gobierno de la junta militar
argentina. Tal era así que mis amigos no sabían por qué estábamos
exiliados en Cuba y lo dudaban cuando yo se los explicaba. En realidad
daba la sensación de que no teníamos (en Argentina) un gobierno lo
suficientemente malo como para exiliarnos, ni como para que mi padre
estuviese preso ocho años y medio, ni como para que hubiese 30.000
desaparecidos, más que el doble de la cantidad de muertos en Chile".
"Vi lágrimas en los ojos de hombres duros (recuerda también Martín
Guevara), de militantes de organizaciones de izquierdas argentinas, que
estaban en Cuba, aceptando las migajas de un exilio en absoluto silencio,
como quien da albergue al violador del pueblo. Lágrimas cuando, al
esperar una declaración en el tribunal de la ONU por los derechos
humanos, Fidel a través de sus enviados, bajo apercibimiento de la URSS, calló, haciéndose
cómplice histórico de semejante villanía".
En
su denuncia de este hecho, Guevara roza también, sin decirlo explícitamente,
el espinoso tema de la traición de Fidel al Che, al decir: "Cuando
debió callar, leyó en la
Plaza de la Involución aquella carta de despedida de su
amigo Guevara, que sólo debía ser leída en caso de muerte. Cuando debió
hablar para hacer revolución, para hacerle un honor a su ex amigo con
respecto a su patria, calló".
(Publicado por el Prof. Antonio Romero Piriz-Uruguay)
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