CFK pierde su última batalla antes de la elección
El relato de la democratización de la justicia fue la última gran batalla instalada por el kirchnerismo antes de las elecciones 2013. Ante una situación de gobierno para la cual no tienen soluciones, buscaron recobrar popularidad desde una nueva batalla épica.
La certeza absoluta de que estaban sancionando leyes inconstitucionales demuestra que lo que trataron de hacer fue una pulseada de poder con la Corte Suprema. Y volvieron a fracasar.
Quizá el kirchnerismo no haya sabido leer el nuevo escenario popular, que mostraba desde meses atrás la disolución de los apoyos de 2011.
Probablemente hayan subestimado la importancia de las protestas sociales que vienen in crescendo desde septiembre de 2012, a la fecha.
Cuando las masas exigían república y respeto a la Constitución, el kirchnerismo apenas veía conglomerados destituyentes. Pero tanto la Corte Suprema de Justicia como los políticos opositores leyeron correctamente el mensaje, y supieron de inmediato que estaban recibiendo un aval de independencia.
Hay que decir que el kirchnerismo es antiguo. Y es tan antiguo, que la juventud maravillosa encanecida de la que se rodeó Cristina Kirchner, pretendió llevar adelante las ideas de 1959, nacionalizadas en 1970, pero 13 años dentro del Siglo XXI.
En un mundo que, acaso como nunca antes, requiere de pericia y eficiencia antes que de utopías.
Ningún proyecto populista se sostiene sin poder exhibir vastas mayorías de su lado. El gobierno sabe que está a un mes y medio de perder el único estandarte que podía levantar desde el año 2011, el 54% de los votos.
No hay legitimidad para un populismo que no pueda alcanzar en las elecciones 2013 al menos un 45% de apoyo a nivel país. No hay populismo valedero que no ostente, de mínima, una cercanía a la representación de la mitad de la gente, porque significa que no representa a la mayoría del pueblo.
No pueden exhibir un solo candidato medianamente serio para la elección, y hablan de la continuidad del modelo con Amado Boudou. Tómele el peso a semejante autocombustión.
Pierden en sus batallas contra la república, y están cerca de perder su legitimidad populista en las urnas. Les aguardan dos años muy complejos. Un final que nunca soñaron para este proceso.
Cristina Kirchner deberá mutar de líder a presidente, y volverse repentinamente democrática y republicana. Suena complicado.
Y todo eso para, apenas, poder alcanzar Diciembre de 2015 dentro de los cánones normales del sistema; entregar el poder, y retirarse, acaso, a una senaduría que le otorgue los imprescindibles y preservativos fueros parlamentarios.
Ya hay varios que se están probando sus ropas.
Fabián Ferrante
El relato de la democratización de la justicia fue la última gran batalla instalada por el kirchnerismo antes de las elecciones 2013. Ante una situación de gobierno para la cual no tienen soluciones, buscaron recobrar popularidad desde una nueva batalla épica.
La certeza absoluta de que estaban sancionando leyes inconstitucionales demuestra que lo que trataron de hacer fue una pulseada de poder con la Corte Suprema. Y volvieron a fracasar.
Quizá el kirchnerismo no haya sabido leer el nuevo escenario popular, que mostraba desde meses atrás la disolución de los apoyos de 2011.
Probablemente hayan subestimado la importancia de las protestas sociales que vienen in crescendo desde septiembre de 2012, a la fecha.
Cuando las masas exigían república y respeto a la Constitución, el kirchnerismo apenas veía conglomerados destituyentes. Pero tanto la Corte Suprema de Justicia como los políticos opositores leyeron correctamente el mensaje, y supieron de inmediato que estaban recibiendo un aval de independencia.
Hay que decir que el kirchnerismo es antiguo. Y es tan antiguo, que la juventud maravillosa encanecida de la que se rodeó Cristina Kirchner, pretendió llevar adelante las ideas de 1959, nacionalizadas en 1970, pero 13 años dentro del Siglo XXI.
En un mundo que, acaso como nunca antes, requiere de pericia y eficiencia antes que de utopías.
Ningún proyecto populista se sostiene sin poder exhibir vastas mayorías de su lado. El gobierno sabe que está a un mes y medio de perder el único estandarte que podía levantar desde el año 2011, el 54% de los votos.
No hay legitimidad para un populismo que no pueda alcanzar en las elecciones 2013 al menos un 45% de apoyo a nivel país. No hay populismo valedero que no ostente, de mínima, una cercanía a la representación de la mitad de la gente, porque significa que no representa a la mayoría del pueblo.
No pueden exhibir un solo candidato medianamente serio para la elección, y hablan de la continuidad del modelo con Amado Boudou. Tómele el peso a semejante autocombustión.
Pierden en sus batallas contra la república, y están cerca de perder su legitimidad populista en las urnas. Les aguardan dos años muy complejos. Un final que nunca soñaron para este proceso.
Cristina Kirchner deberá mutar de líder a presidente, y volverse repentinamente democrática y republicana. Suena complicado.
Y todo eso para, apenas, poder alcanzar Diciembre de 2015 dentro de los cánones normales del sistema; entregar el poder, y retirarse, acaso, a una senaduría que le otorgue los imprescindibles y preservativos fueros parlamentarios.
Ya hay varios que se están probando sus ropas.
Fabián Ferrante