domingo, 14 de julio de 2013

CONFUSIONES DE INVIERNO

 
El invierno es obvia­mente una fría esta­ción en la cam­biante ruta del año, pero es tam­bién para muchos un estado de ánimo.
Las incle­men­cias del tiempo inver­nal pre­dis­po­nen mal a muchos, y hacen fuer­tes a otros. Des­ani­ma­dos y opti­mis­tas se repar­ten en las calles los pre­mios inver­na­les sobre los esta­dos de ánimo.
Y ante el invierno acude la metá­fora obvia, aun­que la moder­ni­dad ha ido tro­cando con sus neo­lo­gis­mos las for­mas de poe­sía en el hablar del día a día. Sí, que­dan tam­bién en los rin­co­nes del decir, metá­fo­ras que nos acer­can a la poe­sía aun­que nos alien­ten el lamento tales como: “es invierno en mi cora­zón”, u otras opti­mis­tas y espe­ran­za­do­ras, como: “no hay invierno que pueda enfriar un cora­zón enamo­rado”.
Cur­sis o no, con­ven­ga­mos que al menos se asoma en ellas un algo de poe­sía. Un esfuerzo que vale la pena.
Arjona tam­bién tiene su lado cursi cuando habla del invierno can­tando: “Y aun­que he pagado los impues­tos, de esta ban­ca­rrota que es vivir sin ti, ya no me queda pre­su­puesto, para otro invierno sin que estés aquí”. Reco­noz­cá­mosle al hom­bre su capa­ci­dad sublime para triun­far con poco.
Claro que uno siem­pre pre­fiere echar mano a la poe­sía mayor para con­tras­tar por el absurdo lo cursi con lo sublime. Echar mano a Don Manuel Machado en su “Can­ción del Invierno” nunca está de más: “cae la llu­via sucia de las nubes de plomo… / Y la ciu­dad no sabe lo que le pasa, / como el pobre cora­zón no sabe lo que quiere. Cerre­mos la ven­tana a este cielo de cobre./ Encen­da­mos la lám­para en los pro­pios alta­res … /y ten­ga­mos, en estas horas cre­pus­cu­la­res, /una mujer al lado, en el hogar un leño … ”
Gus­tos son gus­tos… dijo una señora que se vis­tió de negro y se rodeó de secuaces.
Cuando yo era chico mi abuela, que eran tan pero tan pesi­mista que jamás se espe­ranzó ni siquiera con diez pla­nes quin­que­na­les de pero­nismo (con eso les digo todo), para estas fechas repe­tía la misma leta­nía cruel: “A los vie­jos, Julio los pre­para y Agosto se los lleva”. Por eso no fal­taba un pri­mero de agosto en que no se empi­nara un vaso de caña con ruda en ayu­nas, como sor­ti­le­gio pri­mi­tivo y ances­tral para sobre­vi­vir al des­pia­dado mes.
Abuela murió ensi­mis­mada en sus creen­cias. Los tiem­pos cam­bian. Ahora vacu­na­mos a nues­tros vie­jos cada invierno. Es menos poé­tico, y tal vez la Pacha­mama rezon­gue gemi­dos cre­pus­cu­la­res de iden­ti­dad, pero es mucho más efec­tivo para las garras de ese Agosto que arras­traba abue­los hacia las fau­ces des­al­ma­das de la parca.
Los tiem­pos han cam­biado, claro que sí. En ver­dad creo que siem­pre “los tiem­pos cam­bian”. Por suerte. Y lo vien­tos mutan… o rotan. Y eso está bueno para quien sabe hacia dónde va. Para los que no lo saben, nunca serán bue­nos los vientos.
Yo era chico y ya escu­chaba a mi abue­lita, que murió espe­rando “tiem­pos mejo­res”, decir “¡¡cómo han cam­biado los tiempos!!”.
Lo decía cuando veía a sus hijas más chi­cas salir con mini­fal­das y pla­ta­for­mas. Ella no podía enten­der seme­jante des­ver­güenza en su pro­pia sangre.
Tam­bién mi abuela decía en los 70 que “invier­nos eran los de antes”, y me hablaba de saba­ño­nes y bol­sas de agua caliente meti­das entres las sába­nas. Mi abuela lo decía en tiem­pos de la frisa sin ima­gi­nar siquiera el polar.
Los tiem­pos cam­bian… siem­pre cambian.
En algu­nas cosas para mejor, y en otras para peor. Y ahí está enton­ces el Hom­bre y su tiempo haciendo una socie­dad a su ima­gen y seme­janza. Y el Hom­bre y su tiempo luchando para cam­biar la His­to­ria. Y el deve­nir de la his­to­ria hacia otros tiem­pos modernos.
Sonará muy Hege­liano, pero es en defi­ni­tiva el espí­ritu del mundo, que es lo que en reali­dad dirige las his­to­ria. ¿Alguna vez coin­ci­di­rán en noso­tros el espí­ritu de la de la época con el espí­ritu del pue­blo?… veremos.
Siem­pre cam­bian los tiem­pos. Si hasta el genial Char­les Cha­plin se bur­laba de los nue­vos tiem­pos en la memo­ra­ble pelí­cula “Tiem­pos Moder­nos”, allá en los años 30 del 1900.
Cuando el cine recién se des­pe­re­zaba con imá­ge­nes y música. Sin pala­bras. Cuando los genia­les eran genia­les sin sub­si­dios millo­na­rios saca­dos de los bol­si­llos de los más pobres.
Los tiem­pos y la his­to­ria en nues­tro país, no son nunca una serie casual o aza­rosa de hechos, sino más bien una repe­ti­ción poco casual de un idea­rio pero­nista que varía según los vien­tos de las con­ve­nien­cias de los sin escrúpulos.
Ver un racimo de millo­na­rios ava­lar, en un país lleno de nece­si­ta­dos, una polí­tica que los sub­si­dia con fon­dos de los que menos tie­nen para pelí­cu­las sin taqui­lla, parte el alma.
Los tiem­pos y la his­to­ria en nues­tro país no son nunca una serie casual o aza­rosa de hechos, sino más bien una repe­ti­ción poco casual de un idea­rio pero­nista que varía según los vien­tos de las con­ve­nien­cias de los sin escrúpulos.
Que tras una década ganada en pleno siglo XXI una fun­cio­na­ria nos enseñe la receta del pan para ama­sar en casa, causa náu­seas. He visto muchas cosas y cada vez mi capa­ci­dad de asom­bro vuela mucho más bajo.
Pero que la polí­tica de estado se con­tente con hacer que el kilo de pan cueste 10 pesos hasta las tres de la tarde, no tiene parangón.
Tiem­pos Moder­nos… un rebaño de ove­jas simula hom­bres entrando a una fábrica que los explota con tra­ba­jos auto­ma­ti­za­dos con­tra reloj. El Hom­bre por el Hom­bre y el Hom­bre con­tra el Hom­bre. El Hom­bre que enlo­quece el Hom­bre que se rebela el Hom­bre que va preso y el Hom­bre que a pesar de todo no baja los bra­zos ni pierde las espe­ran­zas en un futuro que hace­mos entre todos.
La Patria no es el otro, pues la Patria no excluye a nadie. La Patria somos todos, aun­que la His­to­ria la escri­ban unos pocos. Escu­cho a un joven ofi­cial del ejér­cito Argen­tino (las minús­cu­las son adrede) hablar en el espa­cio que Radio Gua­le­guay “cede gen­til­mente” al gobierno muni­ci­pal. El ofi­cial bla­blá, habla de la fiesta que habrá este fin de semana, y cuenta cómo a él le gus­taba de chico ver los tan­ques, y los sol­da­dos y los caño­nes y cómo se emo­ciona ahora cuando ve a la gente acer­carse al ejér­cito… “como dijo nues­tra pre­si­denta, hubo en otras épo­cas una dis­tan­cia impor­tante, pero ahora es el ejér­cito de la gente… ”. Parece que al ofi­cial bla­blá lo adoc­tri­na­ron. Le ocul­ta­ron que en la “épo­cas” de la que tanto se llena la boca su pre­si­denta, a él lo hubie­ran matado por la espalda espe­rando un colec­tivo, solo por haber por­tado uni­forme. Eran épo­cas donde el terro­rismo se ensañó con nues­tra Patria para lograr con la muerte, lo que hoy han logrado con la demo­cra­cia: que­darse para siem­pre, sea como sea y caiga quien caiga.
Por la ven­tana se cuela un viento helado. En la radio sue­nan los que me gus­tan: “… Y aun­que a veces me acuerdo de ella, dibujé su cara en la pared. Sola­mente muero los domin­gos… y los lunes ya me siento bien… ”. Son­río. Con­fe­sio­nes de invierno se llama el tema. Y no habla de la presi ni de Lanata. Los tiem­pos cam­bian, pero algu­nas cosas, nunca.
Es el mismo invierno, con otras metá­fo­ras. Afuera hace frío. Y la locu­tora dice en la radio que el día “está bueno para cucha­rear”. Se me apura una mueca. ¡Adiós poe­sía, adiós!

Fuente: El Día de Gualeguay Gualeguay Entre Rios
Autor: Horacio R. Palma