La Segunda Guerra Mundial parecía haber
llegado a su final en 1941, cuando Hitler obtuvo la rendición francesa, y,
transitoriamente, Gran Bretaña se quedó como su única enemiga. Churchill y
Roosevelt deseaban el ingreso de los Estados Unidos en la guerra, pero no
poseían justificativo alguno. Además, la población norteamericana estaba en
contra y ya desde 1936 Roosevelt exhibía como estandarte de campaña electoral
su total oposición al ingreso norteamericano en la Segunda Guerra Mundial. Se
necesitaba declarar la guerra al eje Berlín-Roma-Tokyo, que por un tratado
tripartito se comprometía a considerar enemigo común a cualquier nación que
atacara al menos una de las tres.
Hitler no cayó en la trampa que hábilmente
había tejido Roosevelt para que la Armada alemana hundiera un buque
estadounidense cerca de las aguas de Islandia, pero los máximos esfuerzos del
presidente norteamericano para que el Eje atacara a los Estados Unidos y matara
unos cuantos miles de ciudadanos inocentes rindió frutos con Japón. El gobierno
de ese país toleraba la ayuda norteamericana al general chino nacionalista
Chiang Kaishek, quien estaba en guerra contra Japón, dado que sabían de la
peligrosidad del ingreso de los norteamericanos en la guerra, pues podrían dar vuelta la relación
de fuerzas, y asegurar, tal como ocurrió, el triunfo aliado.
Roosevelt tuvo entonces que redoblar
esfuerzos: trasladó parte de la flota del Pacífico, que estaba segura en la
costa oeste norteamericana, a la bahía de Pearl Harbour en Hawai, mucho más
cerca de Japón. Los nipones soportaron la provocación, por lo que los esfuerzos
de Roosevelt por lograr que lo atacaran tuvieron que redoblarse aún más. El
presidente norteamericano ordenó entonces que algunas naves de guerra
estadounidenses ingresaran en aguas muy próximas al Mar del Japón, lo que
constituía un incuestionable acto de provocación. Sin embargo, tampoco esa vez
los japoneses cambiaron su actitud. Si bien las relaciones entre los dos países
eran muy tensas, no había motivo para el ingreso de los Estados Unidos en la
guerra. Ya antes Roosevelt había sugerido a la Armada realizar un bloqueo
comercial al Japón, cosa que en un principio no logró por la resistencia del
almirantazgo. ¿Qué hizo entonces? Algo sencillo: ordenar la aplicación de un
embargo petrolero y luego uno comercial total contra Japón.
Como ese país no producía petróleo,
rápidamente la situación se tornó insostenible. Ocurre que la economía moderna
no funciona sin petróleo, y mucho menos en tiempos de guerra: ni los ejércitos
ni las naves pueden moverse sin petróleo. El estrangulamiento energético al que
había sido sometido Japón no tenía, en el mediano plazo, otra solución que la
declaración de guerra, que llegó a Washington muchas horas antes del ataque a
Pearl Harbour, del cual Roosevelt estaba también al tanto por fuentes
diplomáticas.
Nada hizo el presidente para evitar o al
menos demorar el ataque japonés. Todo lo contrario, su intención había sido
provocarlo. De esta manera, los buques estadounidenses más modernos fueron
retirados de Hawai, y sólo se dejó una treintena de naves muy antiguas o
averiadas y sus respectivas tripulaciones. En otro oscuro acto de traición a su
propio país por parte del gobierno norteamericano, el comandante de la flota
estadounidense en Pearl Harbour ni siquiera fue notificado por Roosevelt de que
en solo cuestión de horas sería atacado por la aviación nipona, por lo que nada
pudo prepararse adecuadamente y las bajas fueron muy fuertes cuando finalmente
se produjo el ataque el 7 de diciembre de 1941: más de 2.000 norteamericanos
murieron. En cuestión de días Roosevelt obtuvo el consenso interno que
necesitaba para entrar en la guerra, y tras unas pocas semanas hubo acuerdo del
Congreso para el inicio de las operaciones bélicas contra el eje
Berlín-Roma-Tokyo.
A la población norteamericana se le ocultó
prolijamente toda esta información. Los medios de prensa, que ya desde mucho
tiempo atrás eran los más importantes del mundo, nada dijeron al respecto. Sólo
en los años cincuenta y sesenta comenzó a salir a flote la información, en
forma fragmentada. La historia solamente fue contada tal como fue en libros
alternativos o minoritarios de historia.
Cada acto de traición del propio Roosevelt
que se descubría seguía siendo minimizado u ocultado por la propia prensa, que
intentaba seguir manteniendo la verdad amordazada.
Como se ve, los ataques
"terroristas" actuales tienen precedentes en actitudes mucho más antiguas
de los propios gobiernos norteamericanos, que buscaban que su país fuera
atacado a fin de encontrar un justificativo interno para emprender campañas
bélicas con objetivos económicos favorables a su elite empresarial. Sin
embargo, es necesario tener en cuenta que hay una variante en los grandes
ataques terroristas de este nuevo milenio con respecto a los hechos
relacionados con Pearl Harbour. En la actualidad se ha dejado de guardar las
mínimas apariencias, y da toda la impresión de que ya ni siquiera se busca un
ataque enemigo para justificar la guerra. Ahora, directamente se manufactura,
se crea de la nada al enemigo, como casi seguro ocurrió con Al Qaeda. Se trata
de un enemigo "sintético", artificial, fabricado internamente.
Graziano, Walter Gustavo - Nadie vio Matrix.- 6º ed. - Buenos Aires: Planeta, 2010
Nacionalismo Católico San Juan Bautista