CATOLICISMO Y PROTESTANTISMO
Por Monseñor de Ségur
Proteo
Proteo era un personaje fabuloso, que tomando todas las formas, se ocultaba á todas pesquisas y esquivaba todos los ataques.
Proteo es el verdadero tipo de eso que se ha llamado el
protestantismo. No se sabe como hacer para definirle y mucho menos se
acierta á cogerle. El es diferente en París que en Londres, en Ginebra
que en Berlín, en Berna que en Nueva-York. Más aún: en cada barrio de
una misma ciudad, en cada templo, en la cabeza de cada uno de sus
ministros; y me atrevería á decir que hasta en la cabeza de cada
protestante, el protestantismo se diferencia de si mismo.
Lo que enseña , lo que dice, lo que quiere aquí, es ¡diametralmente
opuesto i lo que enseña, á lo que cree en otra parte. Sin embargo
siempre es el protestantismo.
¿Qué es pues el protestantismo?
¿Es una religión? No, es una secta.
¿Es una Iglesia o una aglomeración de Iglesias?. No, es una pluralidad de individuos.
¿Es una institución? No, en una rebelión.
¿Es una enseñanza? No, es una negación.
Él protestantismo protesta y aquí acaba su obra. Su nombre es
puramente negativo; y lo dicho explica como en trescientos años, este
nombre no ha variado aunque el encubre infinitas variaciones.
Como el protestantismo no es más que una renuncia de !a antigua fe,
cuanto menos él crea, más protestará y así merecerá mejor el nombre que
lleva. Este nombre se hace cada día más verdadero y subsistirá hasta el
momento en que el protestantismo perezca, cual perece la úlcera cuando
ha devorado el último átomo de carne en que se cebaba.
Sin embargo, se dice que el Proteo de la fábula llegó a ser
aprehendido ; y yo voy á hacer lo posible por lograr otro tanto con el
protestantismo, sorprendiéndole bajo uno de los mil disfraces de que
hace uso. Procuremos arrancarle la máscara, para que le conozcan los
católicos á quienes trata de engañar.
Protestantismo y Protestantes
¿Son una misma cosa el protestantismo y los protestantes?. De ninguna manera.
Los protestantes son como los demás hombres, criaturas de Dios, por
cuya salvación murió nuestro Señor Jesucristo; mientras que el
protestantismo es una rebelión contra la verdad, un crimen que Dios
maldice en la tierra, como maldijo en el cielo la rebelión de Satanás y
sus secuaces.
Es necesario amar á los protestantes como prójimos y detestar el protestantismo, como se ama al pecador y se detesta el pecado.
El protestantismo es malo por naturaleza, pero el protestante puede
ser frecuentemente un buen hombre ; y de todos modos, el protestante es
siempre infinitamente mejor que el protestantismo. Muchas veces no es
protestante sino de nombre; y lo que le falta en materia de religión,
mas bien se debe imputar a su educación y á la atmósfera en que vive,
que a un sentimiento personal y culpable.
En esta obrita lo que yo ataco no es al protestante, sino al
protestantismo; pero al protestantismo le ataco y le denuncio como un
grande enemigo de las almas.
Ante todo me compadezco de los pobres protestantes; muchos de los cuales, lo sé, están en la más perfecta buena fe.
Dios los tratará con misericordia, si estando en esa gran ruina, que
se llama el protestantismo, todavía aman y buscan como mejor pueden, los
vestigios de la verdad.
El protestantismo es una doctrina engañosa.
¡ Guerra al error!
El protestante es un hombre por quien, como por todos los hombres, ha
padecido y muerto nuestro Señor Jesucristo; y es por lo mismo un
próximo, á quien todos debernos amar.
Catolicismo y Católicos
Si protestantismo y protestantes no son una sola e idéntica cosa, tampoco lo son catolicismo y católicos.
El protestantismo siempre es peor que los protestantes.Esto es tan
cierto como fácil de concebir. El pecador vale siempre más que su
pecado: el hombre que se engaña vale siempre más que su error por que el
pecado y el error son absoluta y enteramente malos, mientras que el
hombre que peca o yerra, conserva siempre algo de bueno, algunos restos
de verdad y de pureza de corazón.
El catolicismo, por el contrario, es siempre mejor que los católicos.
Por perfecto y santo que se suponga a un católico, siempre quedan en
él las imperfecciones de la humana naturaleza y los residuos del pecado
original.
La iglesia católica, que le conduce en los caminos de Dios, le
presenta la verdad pura de toda mezcla y absolutamente buena, le propone
la santidad perfecta; y por lo mismo, la maestra es siempre superior al
“discípulo.
Frecuentemente sucede que los ministros protestantes, en los
reproches que dirigen á la iglesia católica, confunden a los católicos,
con el catolicismo, al discípulo siempre imperfecto, con la doctrina en
sí perfecta.
De ahí proceden las recriminaciones injustas ; de ahí deriva, muchas
veces, una irritación infundada; y de ahí en fin, nacen obstáculos que
son quiméricos, pero bastantes fuertes para impedir que el extraviado
vuelva a la verdad.
Católicos y Católicos — Protestantes y Protestantes
Hay leños y leños, decía un cortador de madera, en cierta comedia. Digámoslo aquí y distingamos bien.
Hay católicos y católicos ; verdaderos católicos y católicos de
contrabando : católicos serios que conocen su religión, la practican con
sinceridad y procuran darse a la oración, a la penitencia, a las obras
de caridad y a la unión intima con Nuestro Señor; y católicos, al
contrario, que solamente lo son de nombre, pues viven en la indiferencia
religiosa, no oran ni frecuentan los sacramentos y descuidan el
servicio de Dios. Es necesario no confundir los unos con los otros; y
sobre todo, es justo e indispensable no tomar al mal católico como tipo
de los católicos en general.
Diferencia que hay entre una conversión y una apostasía
La conversión es un deber, la apostasía es un crimen.
Cuando un protestante entra en el seno de la Iglesia, se convierte ;
pero cuando un católico deja la Iglesia para afiliarse a una secta
protestante, apóstata.
¿Por qué esta diferencia? Voy a explicarla.
La fe católica invariablemente enseñada por la Iglesia, hace diez y
ocho siglos, se compone de un número cierto de dogmas positivos, tales
como la unidad de Dios, la Trinidad, la Encarnación, la presencia real,
el Papado, etc. etc. Para tener un número redondo, supongamos por un
momento que esos dogmas sean cincuenta. Admitiendo esta hipótesis, todos
los cristianos creían, pues, cincuenta dogmas, hasta principios del
siglo décimo , época en la cual no había más que una sola fe en la
cristiandad. En el décimo siglo la Iglesia griega negó que el espíritu
Santo procede tanto del Padre como del Hijo, y negó también la
supremacía del Papa, por lo que de cincuenta dogmas no le quedaron a esa
Iglesia cismática mas que cuarenta y ocho.
Así se ve que nosotros los católicos, creemos siempre todo lo que ha
creído la Iglesia; mientras que, los cismáticos griegos, por el
contrario, niegan dos verdades que nosotros creemos.
En el siglo décimo sexto las sectas protestantes llevaron las cosas
más lejos, negando otros dogmas. De los cincuenta algunos de ellos
negaron veinte, otros treinta, y otros apenas conservaron unos pocos.
Pero pocos o muchos, los que ellos retuvieron, nosotros los católicos
los conservamos con todos los otros. La Iglesia católica cree todos los
dogmas verdaderos que creen los protestantes ; y además está enriquecida
con los que éstos han rechazado. Este punto es incontestable.
Estas sectas, de consiguiente , no son religiones, porque sólo se
forman negando tal o cual dogma; y así no son más que negaciones, es
decir, nada por sí mismas, pues la negación es la nada. De esto se
deduce una consecuencia, con la mayor evidencia; y es la de que el
católico que entra en una secta protestante, apóstata verdaderamente,
porque abandona dogmas y niega hoy lo que ayer creía. Por el contrario,
un protestante que pasa á la Iglesia católica no abdica ninguna verdad,
no niega nada de lo que creía si era cierto, y sí cree la verdad que
negaba, lo cual es muy diferente. Este razonamiento, que no tiene
réplica, es del conde de Maistre.
El Señor de Joux, pastor protestante de Ginebra y después presidente
del Consistorio reformado de Nantes, decía en 1813: “Yo condenaría a un
católico que se hiciera protestante, porque no es permitido al que
posee lo más dejarlo por buscar lo menos; pero no podría censurar a un
protestante que se hiciese católico, porque es muy permitido a quien
tiene lo menos, buscar lo más.
En 1825, el Señor de Joux abjuró el protestantismo y se convirtió a la fe católica.
Porqué se hacen unos católicos y otros protestantes
Con raras excepciones que siempre se explican por una profunda
ignorancia de la religión católica que se deja, y del protestantismo que
se abraza; yo afirmo que nunca un católico se ha hecho protestante por
motivos honrosos y de que él no tuviera que avergonzarse.
He conocido a algunos católicos, de nombre, que querían hacerse
protestantes. Uno de ellos era un joven amable e inteligente, pero
perdidamente enamorado de la hija de un ministro protestante, de donde
le nacía un deseo ardiente de hacerse protestante, no una convicción la
más desinteresada de la excelencia del protestantismo.
Otro era un sacerdote que había abandonado todas sus obligaciones y
vivía en el desorden. El obispo de su diócesis había tenido que
recogerle las licencias y ahora él es cura protestante.
Otra prosélita era una joven alemana, que daba lecciones en una
familia extraña, en cuya posición se creía humillada; y como los
protestantes la ofrecían una buena posición, con tal de que renegase de
la fe católica, ella me escribía a mí lo siguiente, para hacerme saber
que aceptaba la propuesta:”Cueste lo que costare, quiero tener casa
mía.”
Estas no son mas que unas muestras de lo que todos los días sucede.
Es tan conocido el carácter de estas pretendidas conversiones al
protestantismo, que los mismos protestantes leales las lloran. Uno de
sus escritores decia: “El protestantismo le sirve de albañal ( Albañal
es Canal o conducto por el que van y salen las aguas sucias–nr) al
catolicismo.”
Y el Dean Swift. protestante también, añadía: “Cuando el Papa limpia su jardín, echa las malas yerbas al nuestro.”
Estas palabras se han convertido en un adagio inglés.
“Mientras que la Iglesia Católica, dice un diario protestante de
Suiza, atrae a sí continuamente a los protestantes más instruidos, más
ilustrados y más distinguidos por su moralidad, nuestra Iglesia
reformada está reducida a tomar por reclutas a los frailes apóstatas,
lascivos y concubinarios.”
Ciertamente desde Lutero y Calvino, Zwinglio, Ecompaladio, Bucero,
etc., todos los cuales fueron eclesiásticos, suspendidos por vicios,
frailes apóstatas ó malos sacerdotes, algunos perversos individuos del
clero católico, siguiendo la huella de aquellos, se arrojan como por
instinto, en brazos del protestantismo, donde encuentran simpatía y
protección. Ellos eran el oprobio y la hez del catolicismo; lo cual no
obsta, para que, sin transición, los protestantes los hagan ministros
del puro Evangelio.
Los escuchan, los honran y los aplauden; y lo que es más aún, hacen
gala de su apostasía, de modo que las sectas protestantes ostentan como
un trofeo, lo que arroja la Iglesia católica como una ignominia. En
Inglaterra ha sido llevado en triunfo el fraile apostata Achilli,
lanzado de su convento y hasta de su país, por su infame libertinaje; y
otros miserables, parecidos a él, han hallado buena acogida y lucrativos
empleos entre los protestantes de Ginebra y de París. Guarde la Reforma
estas conquistas. Se la cedemos con mucho gusto.
Hace poco tiempo que una señora prusiana, habiéndose hecho católica,
ocho o diez años antes, era requerida con seductores ofrecimientos por
su familia, para que volviera al protestantismo. Exhortándola un
eclesiástico amigo mío a no ceder, ella le respondió con triste
franqueza: “Me hice católica por amor de Dios; ahora voy a hacerme
protestante por amor a mí misma. He aquí perfectamente resumida la
cuestión.
Uno es pobre y quiere salir de ese estado; otro tiene pasiones y no
quiere reprimirlas: otro es orgulloso y no quiere someterse; otro es
ignorante y se deja seducir. . . .
He aquí por qué algunos se hacen protestantes.
De muy distinta manera muchos protestantes se hacen católicos.
Desde luego concedo, que a veces puede suceder, que ciertos motivos
humanos, induzcan a un protestante a entrar en la comunión de la Iglesia
; pero estas no son, ni pueden ser otra cosa, que excepciones
imperceptibles. Los protestantes que se hacen católicos, como hemos
visto por confesión de los mismos protestantes, son los más honrados
sabios y virtuosos que hay en el seno del protestantismo. Este hecho es
más palpable que nunca en nuestros días.
En Inglaterra, durante los quince o veinte últimos años, ha abjurado
la herejía un número considerable de ministros anglicanos, que eran lo
más florido de las Universidades inglesas y los maestros de las
ciencias, bastando citar los nombres de Newman, Manning, Faber y
“Wilberforce, para tapar la boca a toda contradicción. Cada día los
diarios ingleses publican, con despecho, nuevas conversiones ocurridas
en el clero protestante, en la nobleza, en la magistratura, o en el
ejército.
Uno de los hechos más notables en este género es la conversión del
ilustre hijo de Lord Spencer, caballero inglés de la más elevada
aristocracia, el cual, hecho católico, entró en el humilde y severo
orden de los pasionistas, bajo el nombre de Padre Ignacio.
Cuando todavía era protestante, excitaba a sus correligionarios de
todas las sectas, a orar por la conversión de la Inglaterra, a lo menos
condicionalmente; esto es, les decía, que pidiesen a Dios, que si la
Iglesia Católica era la verdadera esposa de Jesucristo, se dignase hacer
que la Inglaterra volviese al gremio de esta Iglesia.
Convertido al catolicismo y ordenado de Sacerdote, él ha continuado
promoviendo con celo esta Cruzada de oraciones la cual ha traído sobre
su patria tantas gracias del Cielo.
La Alemania ha dado también los mas ilustres ejemplos de converciones
a la fe católica, especialmente en las familias de soberanos y
príncipes. Desde el año de 1817 , el Duque de Sajonia Gotha, pariente
próximo del rey de Inglaterra, volvió al seno de la Iglesia ; y por su
viva piedad, llegó a ser la edificación tanto de los católicos como de
los protestantes. En 1822 tuvo lugar la conversión del Príncipe Enrique
Eduardo de Schoemburgo: en 1826 la del Conde Ingenheim , hermano del rey
de Prusia: la del Duque Federico de Mecklemburgo: la de la Condesa de
Solms Bareuth: la de la Princesa Carlota de Macklemburgo, esposa del
Príncipe real de Dinamarca, etc. etc. A estas conversiones de príncipes,
debe añadirse la del hermano del actual rey de Wurtemberg, verificada
en París el año de 1851.
Pocos serán los que no hayan oido hablar del famoso conde de
Stolberg, que era uno de los hombres mas eminentes al principio de este
siglo. Convertido a la religión católica por un estudio serio de la
Sagrada Escritura, de los Santos Padres y de las obras de controversia,
sacrificó la mas brillante carrera por abrazar la verdad ; y Dios le dio
el consuelo de ver seguido su ejemplo por su familia, que toda entera
se hizo también católica.
En pos del conde Stolberg y casi en la misma época, se reconciliaron
con la Iglesia muchos escritores, filósofos y jurisconsultos alemanes
de primer orden.
Muéstrenos el protestantismo sus conquistas para compararlas con las
que ha hecho el catolicismo en esto grandes hombres. No le pediremos
hombres ilustres, hombres que por el brillo de su talento y la nobleza
de su carácter, puedan hacer contrapeso a los que acabamos de citar, y
otros muchísimos que se omiten. Es evidente que el protestantismo no los
tiene, pues si los tuviera los publicaría a voz en grito. Pero
muéstrenos por lo menos, muéstrenos algunos católicos instruidos y
prácticos, que hayan abandonado a la Iglesia, estrechados por la
necesidad de una creencia mejor, y que hayan edificado a sus nuevos
correligionarios con el espectáculo de una vida ejemplar y cristiana.
Los apóstatas que se pasan al protestantismo, casi siempre son
individuos que esperan, por el cambio de religión, mejorar de fortuna; o
corazones ulcerados, que quieren vengarse, por medio de un escándalo.
Los que salen de las sectas protestantes para entrar la Iglesia de
Jesucristo, vienen a buscar, y efectivamente encuentran en ella la fe
sólida, clara y precisa, el consuelo, la paz, la santidad y el amor.
La ignorancia, las malas pasiones, y el olvido de la justicia divina, arrastran las almas al protestantismo.
La rectitud de conciencia, la ciencia verdadera, el amor de la verdad
y el santo temor de Dios, atraen las almas a la Iglesia católica.
Sáquese la consecuencia.
Conversaciones sobre el protestantismo actual, 1876.