Si no le dan la eximición de prisión, Jaime podría hablar
El juez Claudio Bonadío concedió a Ricardo Jaime la posibilidad de
apelar su decisión de rechazar el pedido de eximición de prisión que
presentó su defensa. El futuro del ex secretario de Transporte quedará
ahora en manos de los jueces de feria de la Cámara Federal. Eduardo
Freiler y Jorge Ballestero serán quienes intervengan en caso de que haya
una resolución esta semana, mientras que, si se posterga para la
próxima, la responsabilidad será de Eduardo Farah, Horacio Cattani y
Martín Irurzun. En el gobierno ya hay pocas dudas acerca de que, si
Ricardo Jaime no obtiene el beneficio de la eximición de prisión,
optaría por mantenerse prófugo y tal vez encender el ventilador. La
lista de eventuales damnificados abarcaría no sólo al ex presidente
fallecido y a la presidente sino a unos cuantos ministros y ex
ministros. Y para prueba basta un botón: el senador Aníbal Fernández
dijo que debe resolver la justicia pero reconoció que le tiene afecto
personal a Jaime. En cambio, el ex jefe de gabinete Alberto Fernández
acusó al juez federal que dispuso la detención de Jaime, Claudio
Bonadío, como un magistrado sin probidad. También reconoció haberle
aconsejado en su momento a Néstor Kirchner la remoción como juez del ex
subsecretario de Carlos Corach cuando éste era Secretario Legal y
Técnico. Resultaron muy extraños estos dicho en un reportaje de Daddy
Brieva en el cual Alberto Fernández se cuidó muy bien de atacar a Jaime.
Señalan algunas fuentes que él le presentó el ex Secretario de
Transporte a los hermanos Claudio y Mario Cirigliano, que después
pasaron a ser los mayores receptores de subsidios al transporte y
canalizadores de retornos. Los conocía por su participación en la
compañía de seguros Lua. Por ese entonces (1991-95) Fernández era
Superintendente de Seguros del gobierno de Carlos Menem. Luego impuso a
su sucesor, Carlos Moroni. Ambos son responsables de no haber ejercido
el control suficiente para impedir que los hermanos Cirigliano llevaran a
la quiebra a Lua. Hecho, este último, que originó una causa judicial
que sigue radicada en el juzgado federal de Rodolfo Canicoba Corral.
Con pies de plomo
Volviendo al actual prófugo de la justicia, resulta por lo menos
extraño que los Fernández (Aníbal y Alberto), que están uno marginado y
el otro enfrentado con CFK, le enviaran señales de paz y amistad. Daría
la impresión de que los dos estarían abriendo el paraguas tratando de
que Jaime no los castigue. Los Fernández estaban en la Casa Rosada
cuando él llevaba valijas o portafolios repletos de euros de los
retornos de los subsidios a los concesionarios de transporte, tema harto
denunciado. Pero además, los subsidios se pagaban de acuerdo a las
disposiciones que firmaban, como jefes de gabinete, primero Alberto y
después Aníbal F. Tal como están las cosas, Miriam Quiroga, una
funcionaria menor, aunque de la confianza de Kirchner, vio claramente a
Jaime y su marroquinería política, pero el jefe de gabinete, en cambio,
nada sabía de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. No es muy
distinta la situación de riesgo para Carlos Zannini y Julio de Vido
(sobre todo para éste, que era el superior de Jaime). Ambos se llevaban
mal con el ex Secretario de Transporte desde los días de éste en Santa
Cruz a principios de los ’90. Por ese entonces era ministro de educación
y tuvo que renunciar por un problema de polleras. Éste le tenía un
especial afecto, que explica por qué le ofreció en los primeros días de
su mandato una caja tan importante como la Secretaría de Transporte. La
gestión de Jaime duró seis años, hasta que en el 2009 varios
procesamientos hicieron que la presidente, que nunca lo quiso, le
pidiera la renuncia. Hay fuentes del gobierno que sostienen, bastante
preocupadas, que sólo Cristina parece no admitir ahora el peligro de que
Jaime se convierta en el Bárcenas argentino y ponga al descubierto algo
aún más grave que un caso de corrupción: el financiamiento ilegal de la
política en la década ganada.