mayo 31, 2013
Por Guillermo Cherashny
El acto de inauguración de un centro de protección urbana en Lomas de
Zamora fue ayer el escenario para que la presidente se mostrara casi
fuera de control. Los motivos son diversos. Para empezar, días atrás le
entregaron una encuesta nacional realizada por una empresa ligada al
gobierno, que le da al Frente para la Victoria el 29%, pero con
tendencia al descenso. En las primarias del 14 de agosto del 2011, el
oficialismo obtuvo el 51%. Y si comparamos con las últimas elecciones de
medio término, las del 2009, el escaso 32,6% obtenido entonces sería
difícil de alcanzar hoy por el gobierno. Si esta tendencia se consolida,
el sueño de un tercer mandato presidencial bien puede desvanecerse.
Como dato positivo para CFK, la oposición peronista y el PRO, igual que
en el 2011, parecen cada vez más lejos de llegar a un acuerdo electoral.
No sólo Mauricio Macri y Roberto Lavagna enfriaron sus contactos, sino
que José Manuel de la Sota dijo que si tuviera que optar entre votar a
Cristina o a Macri lo haría en blanco. Coincidentemente, en la provincia
de Buenos Aires, De Narváez y Macri no se ponen de acuerdo para armar
listas, mientras el tiempo se agota.
Otra causa de la exasperación presidencial sería que la inminencia de
nuevas y resonantes denuncias de corrupción, en este caso el escándalo
tendría relación con el anuncio que realizó la semana pasada el ministro
del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, sobre la puesta en
marcha de la compra a la empresa china SCR de 300 nuevos coches de
trenes para la línea Roca por un monto de 327 millones de pesos.
Furia, negación, impotencia
Pero el blanco central de la furibunda retórica presidencial fue ayer
Daniel Scioli, a quien tácitamente le recriminó por no defenderla.
También se refirió a los dirigentes que tienen protección mediática, una
categoría en la que entran por igual Macri, Sergio Massa y por qué no
de Narváez. Lo cierto es que el lenguaje verbal y gestual que Cristina
usó ayer revela el estado mental en el que se encuentra. Actuó, además,
como una asumida heroína que lucha contra las grandes corporaciones.
Hace un tiempo comentamos que la presidente sería fanática de la
biografía de Isabel I de Inglaterra, que interpretó magistralmente Cate
Blanchett, en la cual ésta se consagra a la unión con su pueblo. Así las
cosas, critica justamente a los dirigentes que tienen más intención de
voto, algo que para ella empieza a escasear. En su discurso autista, no
advierte que ni remotamente Scioli, Macri y Massa tienen denuncias de
corrupción de la gravedad de
las que jaquean a su gobierno. Tampoco se les descubren docenas de
bóvedas ni redes de lavado de dinero. Ayer Cristina también remarcó que
no está cansada de gobernar. Pero los indicadores de la realidad
convergen en que si Jorge Lanata sigue descubriendo la ruta del dinero k
y la justicia le voltea al gobierno la ley que regula las cautelares
contra el Estado y la elección popular del Consejo de la Magistratura,
ella puede quedar acorralada en cuestión de semanas más. Entonces, sin
salida, habrá que ver cuál es su reacción.
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