Por Agustín Laje (*)
Restando pocos días para la asunción de Juan Domingo Perón a su tercera y última presidencia, el gobierno
de Héctor Cámpora desplegó en 1973 el llamado “Operativo Dorrego”, que
puso en las calles bonaerenses a 4 mil efectivos del Ejército y 800 integrantes
de organizaciones de superficie de Montoneros,
en el marco de tareas conjuntas de reconstrucción barrial.
Las hipótesis esbozadas respecto de los verdaderos objetivos
de la actividad en cuestión han sido de lo más variadas. La historia oficial
enseña que se trató de un intento de “reconciliar a las Fuerzas Armadas con la
Juventud Peronista”, pero interpretaciones más ajustadas a los
documentos secretos de la época sostienen que la intención de fondo consistía
en inyectar nuevas perspectivas ideológicas en las Fuerzas Armadas. Tal es el
caso del escritor Juan Bautista “Tata” Yofre, quien en su libro El Escarmiento cita la confidencial “Biblia
Montonera” en la que la organización terrorista se refirió al Operativo Dorrego de la siguiente forma: “Se
alternan tareas manuales con las intelectuales, y en los momentos de descanso
prolongado se organizan reuniones de grupos mixtos, de civiles y militares,
alrededor de los fogones del vivac, produciéndose de esta forma un intercambio
de opiniones y una comunicación más fluida que durante las tareas cotidianas,
posibilitando y facilitando la captación ideológica”.
Tras asumir Perón
la presidencia, el Operativo Dorrego
quedó en el olvido y la carrera del coronel
Juan Jaime Cesio y del teniente
general Jorge Carcagno –hombres del Ejército que impulsaron la actividad
junto a dirigentes guerrilleros– se vino en picada. Perón ni siquiera concurrió al cierre del operativo el 25 de
octubre de 1973, donde el Ejército hizo desfilar a sus tropas mientras las organizaciones
de base de Montoneros también hacían desfilar a sus grupos militarizados: “Brigada Pablo Maestre”, “Brigada de Reconstrucción Eva Perón”, “Brigada Capuano Martínez”, “Brigada Fernando Abal Medina”. Cámpora terminó siendo virtualmente
destituido por su propio jefe partidario, y pronto vería morir su carrera
política en México, completamente solo y aislado de la Argentina.
A cuatro décadas del Operativo
Dorrego, la historia se evidencia circular, redundante, repetitiva. Héctor Cámpora ya no gobierna el país,
pero sí lo hacen quienes se dicen sus herederos políticos. La organización Montoneros fue exterminada, pero las
llamadas “organizaciones de derechos
humanos” recogieron el legado ideológico de aquélla. Las Fuerzas Armadas ya
no tienen el poder de antaño, pero sí padecen una crisis moral similar a la que
las aquejaba en 1973, cuando el aludido operativo tuvo lugar. Y en el marco de
este anacronismo setentista que caracteriza los tiempos que corren, el kirchnerismo vuelve a la carga con el
objetivo que jamás pudo cumplir Cámpora:
adoctrinar a las Fuerzas Armadas con
arreglo a ideas de izquierda.
Así las cosas, los recientes cambios en el gabinete del
gobierno reflejan una nueva etapa en la estrategia kirchnerista respecto de las Fuerzas
Armadas. Del año 2003 a esta parte, la destrucción moral e ideológica de
las fuerzas fue la meta que guió a Néstor
y Cristina en el trazado de sus
políticas de defensa. El hombre clave de ese período se llamó Horacio Verbitsky, quien puso a la ex
montonera Nilda Garré en el gobierno como ministra de Defensa primero, y como ministra de Seguridad
después. De esta parte a lo que se viene, en cambio, es la reconstrucción de
las fuerzas en virtud de una nueva ideología funcional al kirchnerismo lo que guiará al régimen. El hombre de esta renovada
etapa sería el nuevo ministro de Defensa,
Agustín Rossi, quien ya anunció que
la estructura de las Fuerzas Armadas será utilizada para efectuar “tareas sociales” en pleno año
electoral, apoyadas por los militantes de La
Cámpora. ¿Un nuevo “Operativo Dorrego” está en marcha?
Lo cierto es que las intromisiones de La Cámpora en sectores vinculados a las Fuerzas Armadas han sido moneda corriente en los últimos días. El
desembarco de la agrupación neomontonera en el área de defensa ya
está en marcha. El caso más visible es el del dirigente camporista Santiago Rodríguez, que estuvo al frente de Fabricaciones Militares –totalmente
cooptada por militantes– junto a su
novia Bárbara Grané, y que ahora estará a cargo de la secretaría de Ciencia, Tecnología y Producción para la Defensa.
Otros tantos camporistas, al igual que Rodríguez,
han asumido puestos administrativos que los ponen en contacto con miembros de
las fuerzas, permitiéndoles efectuar ese trabajo en el que se muestran
expertos: el adoctrinamiento.
Fuentes que por razones obvias me solicitaron mantenerlas en
el anonimato me aseguraron que el personal
civil de los Casinos de Oficiales y Suboficiales de la Fuerza Aérea Argentina
con base en la Guarnición Aérea Córdoba son militantes de La Cámpora, que
cobran cerca de $5.000 mensuales. Según estas mismas fuentes militares, “el personal civil proveniente de La Cámpora se ha infiltrado totalmente
dentro de nuestras Fuerzas Armadas,
con conocimiento de la alta oficialidad encargada de los Institutos Militares”. Llamativamente, la preocupación se
manifiesta en los cuadros más jóvenes, que advierten los esfuerzos por desvirtuar
aquellos valores por los que decidieron incorporarse en las Fuerzas Armadas, tras un largo proceso de previa desmoralización.
La preocupación se fundamenta, en concreto, sobre dos
cuestiones: el adoctrinamiento que ya están empezando a sufrir los miembros de
las Fuerzas Armadas por un lado, y
el contacto con el arte y la técnica militar que están teniendo los militantes
de La Cámpora por el otro, de lo
cual pueden aprender mucho.
Adoctrinar niños de jardín de infantes y presos en las
cárceles ha sido, hasta el momento, una actividad relativamente sencilla para
La Cámpora. ¿Pero cómo terminará esta
nuevo “Operativo Dorrego” versión
siglo XXI?
(*) Es autor del libro Los
Mitos Setentistas, y director del Centro
de Estudios LIBRE. En agosto publicará nuevo libro sobre el kirchnerismo, en coautoría con Nicolás Márquez.
agustin_laje@hotmail.com
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NOTA: Las imágenes y negritas, no todas corresponden
a la nota original.