¿QUÉ
JUSTICIA QUERÍAN LOS QUE CONDENARON A RUDOLF HESS?
Un caso especial
de los tratados por los mercaderes de Nüremberg fue el de Rudolf Hess. Para él,
cita la acusación el documento USA 474 y afirma: “Yendo a la página 8 de esta
publicación, en la línea 2 tenemos el nombre de «Hess, Rudolf», seguido de la
nota «Por autorización del Führer, con derecho a vestir el uniforme de Obergruppenführer
de las SS»”. O sea, para poder enlazar a Hess tuvieron que imputarle ¡“el derecho
al uso de uniforme”!, ya que Hess estuvo prisionero de los británicos prácticamente
durante toda la guerra, al volar a Escocia el 10 de mayo de 1941, para intentar
un acuerdo que pusiera fin a la guerra entre Alemania y el Reino Unido. De modo
que estuvo ausente de su país durante el período más cruento de la contienda.
Hoy diríamos que Hess fue condenado por “portación de autorización para el uso
de uniforme”, delito grave, si los hay. Nada dice la acusación acerca del objetivo
de la misión de Hess, ningún crimen concreto se le atribuye. A la fecha del vuelo
no había “cámaras de gas”, “cámaras diesel”, “cámaras eléctricas”, “máquina rompe
nucas”, “mini bomba atómica”; nada del arsenal conque la acusación deslumbró al
tribunal.
El juicio a Hess
fue patético. Sufría una manifiesta amnesia
y síntomas paranoicos que hubieran impedido llevarlo a juicio. Se intentó presentar
a Hess como un farsante y decir que su dolencia era simulada; ello a fin de validar
el juicio llevado adelante en tan irregulares condiciones. Sin embargo, todos
los estudios psiquiátricos coincidieron en la existencia real de la patología.
De hecho, a instancias de la defensa, el tribunal determinó tres pericias médicas
sobre el imputado: una por los médicos británicos, otra por los americanos y finalmente,
una por los rusos.
Conforme lo explica
el inglés J. Bernard Hutton, en su obra “Hess, el hombre y su misión”, los médicos
ingleses sostuvieron: “…Su pérdida de memoria… afectará a su capacidad para defenderse
y para comprender detalles del pasado que surjan durante el proceso… Firmado:
Drs. Moran, J. R. Rees y George Riddoch”. Los americanos afirmaron: “…la naturaleza
de esta pérdida de memoria… afectará a sus respuestas a preguntas relacionadas
con su pasado y también al desarrollo de su defensa… Firmado: Drs. Ewen Cameron,
Jean Delay, Paul L. Schroeder y Nolan E. C. Lewis”. A su turno, los rusos confirmaron: “…Su amnesia
afectará a su capacidad para desarrollar su defensa y para comprender detalles
del pasado que aparezcan como datos de hecho”. Nada de esto fue tenido en cuenta;
el tribunal determinó que Rudolf Hess se encontraba en condiciones de atender
su defensa y el juicio prosiguió en su contra.
Airey Neave, oficial
inglés a cuyo cargo estuvo la entrega del acta de acusación a Hess, refiere:
“Los veredictos fueron pronunciados, por turno, el 30 de septiembre de 1946 por
los jueces de las Cuatro Potencias. El de Hess fue leído por el general Nikitchenko,
el juez ruso. El tribunal… halló a Hess culpable de crímenes contra la paz y no
culpable de crímenes de guerra ni de crímenes contra la humanidad. En algún momento
del intervalo de veinticuatro horas que medió entre este veredicto y la pronunciación
de la sentencia, el Gobierno soviético, posiblemente el propio Stalin, intervino
y expresó su más violenta oposición. El 1º de octubre, Nikitchenko, abochornado,
leyó un fallo disidente, aludiendo al trato dispensado a los polacos en territorio
ocupado y declarando a Hess culpable de «crímenes contra la humanidad». La pena
debía ser de muerte. Se produjo un atónito silencio en la sala del Tribunal de
Nüremberg. Nadie dudaba de que este cambio había sido ordenado por Moscú. Constituía
una burla a las concepciones occidentales
de un «proceso justo». Desde
aquel día los rusos han mantenido su implacable odio a Hess como un elemento de
su política internacional”.
Cita Hutton un comentario
hecho al respecto por Winston Churchill: “Al reflexionar sobre este asunto, me
alegra de no ser responsable de la forma en que Hess ha sido y está siendo tratado. Cualquiera que sea la culpabilidad moral de
un alemán que se mantuvo al lado de Hitler, Hess, en mi opinión, la había expiado
con su acto de total entrega y el fanatismo de su lunática buena intención. Vino
a nosotros por su propia y libre voluntad y, aunque no facultado para ello, poseía
en cierto modo la calidad de un enviado. Era un caso médico, no un caso criminal,
y como tal debería ser considerado. Winston Churchill”. Sin embargo, mister
Churchill, el juez inglés, que no era ajeno a sus directivas, no se hesitó al
firmar la condena.
Aun con sus padecimientos,
al tiempo de hacer uso de la palabra por última vez en Nüremberg, tuvo Hess la
lucidez necesaria para pasar lista a muchos de los hechos vergonzosos que había
anticipado: “Algunos de mis camaradas aquí presentes pueden confirmar el hecho
de que, ya en los comienzos del proceso, predije lo siguiente: 1) Aparecerían
testigos que prestarían bajo juramento declaraciones falsas y, al mismo tiempo,
podrían crear una impresión de absoluta veracidad y serían tenidos en muy alta
estima. 2) Era de esperar que el Tribunal recibiera declaraciones falsas formuladas
por escrito bajo juramento. 3) Los acusados se verían asombrados y sorprendidos
por algunos de los testigos alemanes. 4) Algunos de los acusados se comportarían
de forma extraña. Harían desvergonzadas manifestaciones sobre el Führer, se incriminarían
unos a otros y falsamente. Quizás, incluso, se incriminarían a sí mismo y falsamente.
Todas estas predicciones se han cumplido, por lo que a los testigos y a las declaraciones
escritas se refiere, en docenas de casos; casos en los que las declaraciones bajo
juramento de los acusados se encuentran en oposición con las anteriormente juradas
por ellos… No me arrepiento de nada. Si hubiera de empezar de nuevo, actuaría
como he actuado, aunque supiera que al final tendría que correr el riesgo de
una muerte despiadada. No importa lo que cualquier hombre pueda hacer; algún
día compareceré ante el Eterno para ser juzgado. Yo le responderé a Él, ¡y sé que Él me declarará
inocente!”
Hess fue condenado
a prisión perpetua, nadie creyó en el ámbito del tribunal que la pena tendría
esa extensión efectiva, la conciencia de los jueces necesitaba expiarse con un
indulto o conmutación de pena. Sin embargo,
nada ocurrió. Todos los intentos por que Hess fuera liberado, uno de ellos encabezado
por el mismo oficial inglés que le impusiera de la acusación, fueron sistemáticamente
desoídos.
El 17 de agosto de
1987, autoridades aliadas anunciaron que Rudolf Hess había muerto en la prisión
de Spandau, la cual sólo se encontraba abierta para alojar al anciano alemán de
93 años. Al día siguiente se dijo que se había estrangulado con un cable, lo
cual no fue confirmado. El cirujano británico Hugh Thomas afirmó que Hess fue
asesinado y que la autopsia practicada por el médico James Cameron revelaba que
había muerto de asfixia, pero no mencionaba en su dictamen la palabra “suicidio”. Había sido asesinado un hombre que, pudiendo
perseverar en una cuestionada insania, prefirió dar testimonio de su integridad
hasta el último momento de su vida.
Carlos García