domingo, 16 de junio de 2013

LA HISTORIA SE REPITE

¿QUÉ JUSTICIA QUERÍAN LOS QUE CONDENARON A RUDOLF HESS?
  
Un caso especial de los tratados por los mercaderes de Nüremberg fue el de Rudolf Hess. Para él, cita la acusación el documento USA 474 y afirma: “Yendo a la página 8 de esta publicación, en la línea 2 tenemos el nombre de «Hess, Rudolf», seguido de la nota «Por autorización del Führer, con derecho a vestir el uniforme de Obergruppenführer de las SS»”. O sea, para poder enlazar a Hess tuvieron que imputarle ¡“el derecho al uso de uniforme”!, ya que Hess estuvo prisionero de los británicos prácticamente durante toda la guerra, al volar a Escocia el 10 de mayo de 1941, para intentar un acuerdo que pusiera fin a la guerra entre Alemania y el Reino Unido. De modo que estuvo ausente de su país durante el período más cruento de la contienda. Hoy diríamos que Hess fue condenado por “portación de autorización para el uso de uniforme”, delito grave, si los hay. Nada dice la acusación acerca del objetivo de la misión de Hess, ningún crimen concreto se le atribuye. A la fecha del vuelo no había “cámaras de gas”, “cámaras diesel”, “cámaras eléctricas”, “máquina rompe nucas”, “mini bomba atómica”; nada del arsenal conque la acusación deslumbró al tribunal.
   El juicio a Hess fue patético.  Sufría una manifiesta amnesia y síntomas paranoicos que hubieran impedido llevarlo a juicio. Se intentó presentar a Hess como un farsante y decir que su dolencia era simulada; ello a fin de validar el juicio llevado adelante en tan irregulares condiciones. Sin embargo, todos los estudios psiquiátricos coincidieron en la existencia real de la patología. De hecho, a instancias de la defensa, el tribunal determinó tres pericias médicas sobre el imputado: una por los médicos británicos, otra por los americanos y finalmente, una por los rusos.
   Conforme lo explica el inglés J. Bernard Hutton, en su obra “Hess, el hombre y su misión”, los médicos ingleses sostuvieron: “…Su pérdida de memoria… afectará a su capacidad para defenderse y para comprender detalles del pasado que surjan durante el proceso… Firmado: Drs. Moran, J. R. Rees y George Riddoch”. Los americanos afirmaron: “…la naturaleza de esta pérdida de memoria… afectará a sus respuestas a preguntas relacionadas con su pasado y también al desarrollo de su defensa… Firmado: Drs. Ewen Cameron, Jean Delay, Paul L. Schroeder y Nolan E. C. Lewis”. A su turno, los rusos confirmaron: “…Su amnesia afectará a su capacidad para desarrollar su defensa y para comprender detalles del pasado que aparezcan como datos de hecho”. Nada de esto fue tenido en cuenta; el tribunal determinó que Rudolf Hess se encontraba en condiciones de atender su defensa y el juicio prosiguió en su contra.
   Airey Neave, oficial inglés a cuyo cargo estuvo la entrega del acta de acusación a Hess, refiere: “Los veredictos fueron pronunciados, por turno, el 30 de septiembre de 1946 por los jueces de las Cuatro Potencias. El de Hess fue leído por el general Nikitchenko, el juez ruso. El tribunal… halló a Hess culpable de crímenes contra la paz y no culpable de crímenes de guerra ni de crímenes contra la humanidad. En algún momento del intervalo de veinticuatro horas que medió entre este veredicto y la pronunciación de la sentencia, el Gobierno soviético, posiblemente el propio Stalin, intervino y expresó su más violenta oposición. El 1º de octubre, Nikitchenko, abochornado, leyó un fallo disidente, aludiendo al trato dispensado a los polacos en territorio ocupado y declarando a Hess culpable de «crímenes contra la humanidad». La pena debía ser de muerte. Se produjo un atónito silencio en la sala del Tribunal de Nüremberg. Nadie dudaba de que este cambio había sido ordenado por Moscú. Constituía una burla a las concepciones occidentales  de un «proceso justo».  Desde aquel día los rusos han mantenido su implacable odio a Hess como un elemento de su política internacional”.
   Cita Hutton un comentario hecho al respecto por Winston Churchill: “Al reflexionar sobre este asunto, me alegra de no ser responsable de la forma en que Hess ha sido y está siendo tratado.  Cualquiera que sea la culpabilidad moral de un alemán que se mantuvo al lado de Hitler, Hess, en mi opinión, la había expiado con su acto de total entrega y el fanatismo de su lunática buena intención. Vino a nosotros por su propia y libre voluntad y, aunque no facultado para ello, poseía en cierto modo la calidad de un enviado. Era un caso médico, no un caso criminal, y como tal debería ser considerado. Winston Churchill”. Sin embargo, mister Churchill, el juez inglés, que no era ajeno a sus directivas, no se hesitó al firmar la condena.
   Aun con sus padecimientos, al tiempo de hacer uso de la palabra por última vez en Nüremberg, tuvo Hess la lucidez necesaria para pasar lista a muchos de los hechos vergonzosos que había anticipado: “Algunos de mis camaradas aquí presentes pueden confirmar el hecho de que, ya en los comienzos del proceso, predije lo siguiente: 1) Aparecerían testigos que prestarían bajo juramento declaraciones falsas y, al mismo tiempo, podrían crear una impresión de absoluta veracidad y serían tenidos en muy alta estima. 2) Era de esperar que el Tribunal recibiera declaraciones falsas formuladas por escrito bajo juramento. 3) Los acusados se verían asombrados y sorprendidos por algunos de los testigos alemanes. 4) Algunos de los acusados se comportarían de forma extraña. Harían desvergonzadas manifestaciones sobre el Führer, se incriminarían unos a otros y falsamente. Quizás, incluso, se incriminarían a sí mismo y falsamente. Todas estas predicciones se han cumplido, por lo que a los testigos y a las declaraciones escritas se refiere, en docenas de casos; casos en los que las declaraciones bajo juramento de los acusados se encuentran en oposición con las anteriormente juradas por ellos… No me arrepiento de nada. Si hubiera de empezar de nuevo, actuaría como he actuado, aunque supiera que al final tendría que correr el riesgo de una muerte despiadada. No importa lo que cualquier hombre pueda hacer; algún día compareceré ante el Eterno para ser juzgado.  Yo le responderé a Él, ¡y sé que Él me declarará inocente!”
   Hess fue condenado a prisión perpetua, nadie creyó en el ámbito del tribunal que la pena tendría esa extensión efectiva, la conciencia de los jueces necesitaba expiarse con un indulto o conmutación de pena.  Sin embargo, nada ocurrió. Todos los intentos por que Hess fuera liberado, uno de ellos encabezado por el mismo oficial inglés que le impusiera de la acusación, fueron sistemáticamente desoídos.
   El 17 de agosto de 1987, autoridades aliadas anunciaron que Rudolf Hess había muerto en la prisión de Spandau, la cual sólo se encontraba abierta para alojar al anciano alemán de 93 años. Al día siguiente se dijo que se había estrangulado con un cable, lo cual no fue confirmado. El cirujano británico Hugh Thomas afirmó que Hess fue asesinado y que la autopsia practicada por el médico James Cameron revelaba que había muerto de asfixia, pero no mencionaba en su dictamen la palabra “suicidio”.  Había sido asesinado un hombre que, pudiendo perseverar en una cuestionada insania, prefirió dar testimonio de su integridad hasta el último momento de su vida.
   Carlos García