miércoles, 10 de agosto de 2016

Si perdemos el dogma, perdemos nuestra alma – P. Nicholas Gruner

Si perdemos el dogma, perdemos nuestra alma – P. Nicholas Gruner


 

  San Juan Eudes explica que los castigos más terribles que Dios puede enviar a su pueblo son para los malos sacerdotes (lo que obviamente incluye a los malos obispos, Cardenales e hasta incluso a un Papa). He aquí lo que dice San Juan Eudes:

“La marca más evidente de la ira de Dios y de los castigos más terribles que el puede infligir al mundo se manifiestan cuando El permite a Su pueblo caer en manos de un clero en el que hay sacerdotes más en el nombre que en los hechos, sacerdotes que practican la crueldad de los lobos feroces más que la caridad y afecto de los pastores devotos...

“Cuando Dios permite tales cosas, es una prueba positiva que Él está profundamente enfadado con Su pueblo, y está (descargando) Su más espantosa cólera sobre ellos. Por eso El pregona incesantemente a los cristianos, Volved, oh vosotros, hijos rebeldes... Yo os daré pastores según Mi corazón. (Jer. 3:14,15). Por eso, las irregularidades en la vida de los sacerdotes constituyen un flagelo sobre el pueblo a consecuencia del pecado”.

  Como está documentado en La última batalla del diablo  y en algunos otros lugares, nosotros tenemos la infiltración de toda clase de gente corrupta dentro del sacerdocio. Es obvio que Dios está muy enfadado con Su pueblo a causa de todos los malos sacerdotes que nosotros vemos en la Iglesia, más visiblemente por los escándalos clericales.

  Debemos recordar que Dios nos envía castigos y expiaciones y advertencias en esta vida, como apunta San Alfonso, para que prestemos atención a sus advertencias mientras aún haya tiempo, antes que sea demasiado tarde para nosotros. Los escándalos en el clero son signos claros que Dios alcanzó sobradamente el límite de sus advertencias. Ese tiempo ha llegado a su fin; nosotros al menos debemos tenerlo en cuenta haciendo penitencia por nuestros pecados y rezando muy fervientemente pidiendo a Dios gracia y misericordia en este tiempo, para nosotros al igual que para todos aquellos encomendados a nuestro cuidado. Pero esos escándalos no están limitados a los sacerdotes y obispos corruptos. Peor aún es la corrupción de nuestra Fe Católica por los supuestos “defensores de la Fe”. Aquellos que pretenden que el “Magisterio viviente” tiene prioridad sobre las definiciones dogmáticas infalibles, inmutables, y están descarriando incontables almas hacia el infierno.

  La perversión de sacerdotes, obispos y Cardenales que nos dicen que no hay necesidad de convertir a los no creyentes a Fe Católica8  es una perversión mayor que la pedofilia – tan horrible como es la pedofilia. La herejía – incluso si es promovida por Cardenales del Vaticano, incluso si ésta fuera implícita o explícitamente respaldada por el Papa – no cambia un ápice la perversidad de tales enseñanzas. Aquellos quienes defienden esas enseñanzas del “Magisterio viviente”, o bien ha perdido su Fe, o han sido completamente ignorantes de todos esto durante todas sus vidas. Pero su ignorancia no necesariamente los excusa del pecado grave en esta materia. 

  La Fe Católica – el depósito de la Fe transmitido a nosotros por Jesucristo en el que todos los católicos deben creer para salvar su alma – nos enseña entre otras cosas que:

    1) Dios es el autor de nuestra Fe.

    2) Se debe creer en Dios porque Él nos enseña la Verdad.

  – Como Dios es omnisapiente, Él no puede equivocarse o o tener solo una parte de la
Verdad;

  – Como Dios es todo santo, Él no nos puede mentir. Él puede permitir que seamos engañados porque nosotros no amamos la verdad, pero Él no puede mentirnos.7

    3) Desde que Dios nos dice la verdad y como todos y cada uno de los artículos de la Fe son ciertos porque Dios los ha revelado, se sigue que:

    a) Lo que fue cierto en el 33 aD. es también es cierto en el 2003 a.D.

    b) Lo que fue definido como verdadero por la Iglesia

    • en  325 a.D. en Nicea
    • en  1438-45 a.D. en Florencia
    • en  1545-1565 a.D. en Trento
   • en  1870 en el Vaticano I

todavía es cierto hoy.

  Eso es, que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y para siempre. Así, cuando el Concilio de Florencia define que ni los judíos, ni los herejes, ni los cismáticos entrarán en el Reino de Dios a menos que se arrepientan de su error antes de morir, luego eso es verdad para todos los tiempos.

  Sin embargo se alza la objeción: Pero si un Papa posterior dice algo diferente, dice lo opuesto, ¿no es él también Papa? ¿No tiene la misma potestad que un Papa anterior? ¿Cómo entonces puede ir usted por mal camino siguiendo a un Papa posterior que contradice a un Papa anterior?

  Por supuesto, lo primero que debemos hacer es determinar si el Papa posterior o incluso el Papa actual, dicen algo que contradice explícitamente la enseñanza solemne infalible de un Papa anterior. Pero si en realidad es así, el Papa posterior está equivocado. La razón es que la función del Papa no es inventar nuevas doctrinas, no enseñar nuevas doctrinas, sino transmitir el Depósito de la Fe revelado por Dios, y defender y explicar el Depósito de la Fe. El Concilio Vaticano Primero enseña:

“Los Romanos Pontífices, por su parte, según lo persuadía la condición de los tiempos y las circunstancias, ora por la convocación de  Concilios universales o explorando el sentir de la Iglesia dispersa por el orbe, ora por sínodos particulares, ora empleando otros medios que la divina Providencia deparaba, definieron que habían de mantenerse aquellas cosas que, con la ayuda de Dios, habían reconocido ser conformes a las Sagradas Escrituras y a las tradiciones Apostólicas; pues no fue prometido a los sucesores de Pedro el Espíritu Santo para que por revelación suya manifestaran una nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, santamente custodiaran y fielmente expusieran la revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el depósito de la Fe.”  (Dz. 1836; D.S. 3069-3070)

  Así, una vez que un Papa ha enseñado que algo es parte del depósito de la Fe, nosotros sabemos que es verdaderamente la Verdad que Dios mismo ha revelado.

  Y como la primera cualidad de la verdad es que no puede contradecirse, entonces nosotros sabemos que un Papa posterior no puede venir y enseñar una nueva doctrina. Si él lo hace, la nueva doctrina no puede ser verdadera, porque es contraria a lo que Dios enseñó y confirmó por una definición anterior.

  Por eso, no puede haber un “Magisterio viviente” que pueda venir y enseñar una nueva doctrina en nombre de Dios. Porque Dios es el autor de la Verdad y no de la falsedad. Y Dios no puede y no podría enseñar una mentira en lugar de la verdad, no podría Dios mandar a alguien creer una mentira. Ni Dios podría autorizar, o incluso imaginar autorizar a alguien a enseñar una mentira como si esta fuera la verdad.

  Por lo tanto, tal “Magisterio viviente” está intentando apoderarse de la autoridad de Dios para enseñar, usurpando el verdadero, real y auténtico Magisterio.

  Ahora, el verdadero escándalo es que hoy hay hombres de Iglesia, altamente ubicados incluso en el Vaticano, que enseñan herejía y que pretenden falsamente que esa es la verdad y claman que eso es lo que la Iglesia Católica oficialmente, magistralmente enseña. Pero ellos, sin embargo, están enseñando herejía. Nosotros conocemos eso porque sabemos por la Fe Católica y divina que incluso un Papa no puede cambiar el Dogma Católico. Nosotros sabemos eso porque tenemos la definición solemne, infalible del Concilio Vaticano Primero que dice:

“Así, pues, Nos, siguiendo la tradición recogida fielmente desde el principio de la fe cristiana, para gloria de Dios Salvador nuestro, para exaltación de la fe católica y salvación de los pueblos cristianos, con aprobación del sagrado Concilio, enseñamos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que el Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra – esto es, cuando cumpliendo su cargo de pastor y doctor de todos los cristianos, define por su suprema autoridad apostólica que una doctrina sobre la fe y costumbres debe ser sostenida por la Iglesia universal – por la asistencia divina que le fue prometida en la persona del bienaventurado Pedro, goza de aquella infalibilidad de que el Redentor Divino quiso que estuviera provista su Iglesia en la definición de la doctrina sobre la fe y las costumbres; y, por lo tanto, que las definiciones del Romano Pontífice son irreformables por si mismas y no por el consentimiento de la Iglesia. Y si alguno tuviere la osadía, lo que Dios no permita, de contradecir a esta nuestra definición, sea anatema.”  (Dz. 1839-1840; D.S. 3073-3075)

  Desde que las definiciones dogmáticas son infalibles – esto es, desde que estas no pueden fallar al enumerar lo que la verdad precisa que Dios mismo está aprobando, garantizando – luego tales definiciones no pueden ser cambiadas, no pueden ser reformadas. Estas son irreformables. Estas no pueden ser reformadas por un sacerdote, un obispo, un Cardenal, todo un Concilio o incluso por el mismo Papa, el presente o cualquier Papa futuro. Esto es lo que la Iglesia enseña. Si una persona no cree esto, ya no es más católica – ya ha sido separada, excomulgada, puesta fuera de la Iglesia por su herejía.

  Por eso, usted puede ver que nosotros necesitamos recuperar las definiciones dogmáticas de la Iglesia Católica. Nosotros debemos recuperarlas en nuestras mentes y en nuestros corazones, en nuestro pensamiento diario, en nuestro lenguaje y en nuestras acciones. Nosotros debemos aferrarnos a nuestra Fe toda e íntegra. Nosotros no debemos permitirnos perder nuestra Fe Católica dogmática, aún si sacerdotes, obispos y Cardenales pretendan que el Papa concuerda con ellos. Aunque un Papa contradijera la Fe, nosotros debemos tomar la actitud que nos enseñara la Iglesia Católica de todas las edades. Nosotros debemos seguir lo que enseñaron los Doctores de la Iglesia. Esos santos fueron convertidos en Doctores porque la Iglesia nos dice que sus doctrinas fueron ciertas; que nosotros podemos estar seguros siguiendo sus enseñanzas.

  San Roberto Belamino, Doctor de la Iglesia, enseñó en su obra sobre el Romano Pontífice, que incluso el Papa puede ser reprendido y resistido si amenaza hacer daño a la Iglesia:

“Tal como es lícito resistir al Pontífice que agrede el cuerpo, también es lícito resistir a quien agrede las almas o quien altera el orden civil, o, sobre todo, a quien intenta destruir la Iglesia. Digo que es lícito resistirlo, no haciendo lo que él ordena y evitando que se ejecute;  no es lícito, sin embargo, juzgarlo, castigarlo o deponerlo, ya que esos actos son propios de un superior.”

  Igualmente, el eminente teólogo del Siglo XVI, Francisco Suárez (a quien el Papa Paulo V erigió como Doctor Eximius et Pius, es decir “excepcional y pío Doctor”) enseñó como sigue:

“Y de esta segunda manera el Papa podría ser cismático, si él no estuviera dispuesto a estar en unión normal con todo el cuerpo de la Iglesia, como podría ocurrir si intentara excomulgar a toda la Iglesia, o como observaron Cayetano y Torquemada, si él quisiera trastornar los ritos de la Iglesia basados en la Tradición Apostólica.  ...si [el Papa] da una orden contraria a las rectas costumbres (a la moral), él no debería ser obedecido; si él intenta hacer algo manifiestamente opuesto a la justicia y al bien común, será legítimo resistirlo;  si él ataca por la fuerza, por la fuerza él puede ser repelido, con una moderación apropiada a una justa defensa.”

  Incluso el Papa puede ser legítimamente resistido cuando emprende acciones que pudieran dañar a la Iglesia. Muy simplemente, como declaró el Papa San Félix III: “no oponerse al error es aprobarlo; y no defender la verdad es suprimirla”. Los miembros del laicado y el clero de bajo rango no están exentos de ese mandato. Todos los miembros de la Iglesia están sujetos a él. Nosotros tenemos, por lo tanto, el deber de hablar claro. 

  Santo Tomás afirmó que si la Fe está en peligro a causa de lo que dice un obispo o incluso un Papa, el prelado debe ser reprendido en público para salvaguardar la Fe. Basándose en la Sagrada Escritura – Galatas 2:11 – Santo Tomás de Aquino, el gran Doctor de la Iglesia, dice:

“Debe observarse, sin embargo, que si la Fe fuera puesta en peligro, un sujeto debe reprender a su prelado, incluso públicamente. Por lo tanto Pablo, quien estaba sujeto a Pedro, lo reprendió en público, a causa de inmimente peligro de escándalo concerniente a la Fe, y, como la glosa de Agustín dice en Galatas 2:11, ‘Pedro dió un ejemplo a los superiores, que si en cualquier momento ellos pudieran estar descarriados del recto camino, ellos no deberían descartar ser reprobados por sus súbditos.’”

  Nosotros debemos preservar el dogma de la Fe. En la Gran Apostasía, un gran número de personas perderán su camino a causa de no preservar el dogma sacrosanto de la Fe en sus mentes, en sus corazones y en sus almas.
  Tampoco olvidemos tener en cuenta las palabras de Nuestro Señor Jesucristo a la Hermana Lucía de Fátima: “Rezad mucho por el Santo Padre”.


Articulo completo: Fatima Crusader

Nacionalismo Católico San Juan Bautista