Los hechos se están desarrollando de un
modo tremendo, deteriorando todo a su paso. Ciertos países
en manos del populismo, se degradan moralmente limitando
las libertades individuales y atentando a diario contra
la república.
Frente a ello, la sociedad
civil, suele caer en cierta cuota de desorientación
y pretenden resolver la encrucijada de un modo lineal, creyendo
que la mayoría tiene la misma percepción y suponen
que en un próximo turno electoral podrán revertir
los errores, corrigiendo el rumbo.
Muchas veces
las sociedades son engañadas por algún tiempo.
Es que bajo ciertas circunstancias generales, se puede perder
la perspectiva, y llevar a pensar que alguna disponibilidad
económica de corto plazo es más importante que
los valores, los principios, la dignidad y la república.
Los usurpadores del poder, saben de esta habitual
confusión y apuestan a profundizar esta visión,
recurriendo a comparaciones económicas que muestran
mejoras respecto de otros trágicos períodos del
pasado.
Ellos quieren que la sociedad razone
minimizando las cosas que están mal, porque el oasis
del presente les exhibe progresos respecto del desastre
anterior. La idea es que frente al ";evidente"; éxito
actual, no vale la pena detenerse ante cuestiones irrelevantes
como la república o la libertad.
Pero mientras
tanto, otras personas, lamentablemente los menos, advierten
lo que realmente sucede. Perciben el engaño, la manipulación
del relato, la adulteración de la realidad que busca
ocultar lo inadmisible y destacar lo irrelevante para confundir
mas al electorado.
La historia dice, que tarde
o temprano, las sociedades se despiertan de su letargo.
Pero esa demora no es gratis y no impide que los daños
se hayan producido, y que luego la reconstrucción,
sea mucho más lenta y costosa.
Es importante
no olvidar que siempre se pueden tomar decisiones equivocadas,
lo que no resulta posible es escapar de las inevitables
consecuencias de las mismas. El arrepentimiento, no borra
lo ocurrido, en todo caso, brinda una enorme oportunidad
para volver a empezar.
En ese contexto, algunos
pocos protagonistas del presente, no solo advierten lo que
ocurre, sino que han tomado la decisión individual
de no permanecer como simples espectadores del momento,
y tomar su lugar, ocupar un rol, para cambiar, cuanto antes,
el curso de los acontecimientos.
Se trata de
un número reducido y sería bueno que sean muchos
más. Vienen desde diferentes ámbitos, jueces,
fiscales, legisladores, empresarios, artistas, gente de
trabajo, simples ciudadanos, cada uno desde su lugar hace
su contribución para dejar testimonio y mostrar el
camino.
Ellos resisten desde sus espacios, arriesgando
mucho más de lo que pueda suponerse. No se trata de
posturas simuladas, sino de aquello que nace desde lo más
profundo de sus entrañas, intentando hacer lo correcto,
lo que corresponde, asumiendo los riesgos que se deriva
de esa valiente decisión.
La conducta de
estos héroes ciudadanos, contrasta frente al excesivamente
frecuente proceder de los que claudican a diario, esos que
se arrodillan ante el poder, inclusive cuando ni siquiera
se lo solicitan.
En el marco de esta avalancha
de servilismo y humillación cívica, detectar la
existencia de individuos que ponen lo que hay que poner,
animándose a resistir el embate del régimen, resulta
estimulante de cara al futuro. Hay que tomar nota de esos
gestos y no solo identificarlos como positivos. Se trata
de actitudes osadas, de mucho coraje que deben ser resaltados.
No lo hacen por quedar bien o por no disponer de
alternativas, sino porque sienten que lo deben hacer. Se
trata de un llamado interior, que solo lo pueden comprender
quienes gozan de una profunda vocación ciudadana, republicana
y aman la libertad que los identifica como valor superior.
Sería más cómodo ceder, someterse
y hacerse los distraídos, como si nada ocurriera, para
sumarse a la horda de alcahuetes que adulan al poder.
Algunos quisquillosos e hipersensibles, les señalarán
sus múltiples defectos, historias equivocadas y errores
anteriores. Eso es parte de la descripción de esos
seres humanos, que son solo eso, individuos imperfectos.
Es importante entender que no se trata de juzgarlos por
su sus desaciertos del pasado, sino en todo caso, por el
rol que ha elegido en el presente.
Es tiempo
de reaccionar como sociedad y darse cuenta que no alcanza
con aplaudir en privado. Estos defensores de la república
esperan mucho más que cobardes actitudes de esas que
suelen justificarse afirmando que harían lo mismo si
no fuera por ciertas razones personales que se lo impiden.
Estos adalides de la libertad arriesgan mucho,
en los más de los casos, no solo su trabajo, ingresos
económicos y el sustento para su familia, sino que
apuestan su honor y se exponen a las predecibles venganzas
del sistema.
Cada uno de esos personajes que
se están jugando y mucho, merecen no solo respeto silencioso
y reconocimiento a escondidas, sino que su esfuerzo sea
recompensado con la presencia de más de ellos, desde
cualquier ámbito, porque inducen a hacer lo correcto
y a replicar a diario sus gestos.
Esta es la
mejor ocasión de estimular a los que hacen lo apropiado.
Buena alternativa seria empezar a imitarlos, asumiendo la
inspiración que significan, porque de esa manera se
los honra en serio. Tal vez sea esa la forma más efectiva
y responsable de alentar a los paladines de la república.
Alberto Medina Méndez
albertomedinamendez@gmail.com