jueves, 6 de junio de 2013

HOMENAJE AL TERRORISMO EN UN COLEGIO DE CÓRDOBA

A través de nuestros amigos de la Prensa Popular tomamos conocimiento de la imperdible investigación del periodista rosarino David Rey.
Ingresamos en su blog y su trabajo de investigación periodística nos muestra que la ideología del terrorismo continúa su trabajo de infiltración y seguramente captación de las mentes juveniles, al mejor estilo de Joseph Goebbels y otras prácticas de neto corte antidemocrático.


A continuación les dejamos la nota del autor, acompañada de un vídeo muy explicativo y de corta duración, allí está toda la prueba de lo investigado por David Rey.
Sinceramente,
Pacificación Nacional Definitiva
por una Nueva Década en Paz y para Siempre
LA MALA COSTUMBRE DE HOMENAJEAR ASESINOS EN ARGENTINA
1 JUNIO, 2013
El director de un colegio secundario de Córdoba rechazó dar explicaciones sobre la colocación de una placa que conmemora al terrorista del ERP que entregó al Coronel Larrabure. <>
<>, fueron las palabras de Jorge Daniel Agusto, director del IPEM 289 – “Dr. Ramón Pico”, colegio secundario de la ciudad de Oliva, en la provincia de Córdoba. Quien subscribe simplemente lo llamó para saber por qué ese establecimiento educativo rendía homenaje, mediante placa, al terrorista del ERP Mario Eugenio Pettigiani.
En efecto, la institución señalada, desde el año 2008 conserva una placa en la pared para “recordar” a “Quico”. Y que dice: “Nuestros sueños florecerán en tu nombre y en la memoria de tu generoso ejemplo”. Una bazofia, pues. Sobre todo si tenemos en cuenta que el mentado Mario Eugenio Pettigiani, mientras que realizaba el Servicio Militar, en el año 1974, también formaba parte de la organización guerrillera Ejército Revolucionario del Pueblo. Sobre todo si pensamos que fue el que permitió el ingreso del ERP, en Agosto de ese año, a la Fábrica Militar de Villa María. Sobre todo si por culpa suya fue posible otra de las tantas masacres terroristas, con el consiguiente secuestro del Coronel Argentino del Valle Larrabure, quien se entregó “para que dejen de matar”. Y sobre todo si sabemos que el simpático “Quico” le disparó a su compañero de guardia (su amigo), Daniel Fernández, dos tiros en la cabeza y uno en el pecho, conminándolo a 28 años de cuadriplejia.
No obstante, el señor Agusto ha sido amable conmigo (fuerza es decirlo). Me atendió el teléfono y me dispensó su tiempo para que yo pueda realizar mi trabajo. Pero todo su palabrerío se reduce a un balbuceo escurridizo.  Es francamente imposible entrevistar a una persona que dice, por un lado, que la placa en conmemoración a un homicida está puesta para “olvidar el pasado” y por el otro dice que es para “mantenerlo presente”. Mucho más no se le puede preguntar. Es imposible entrevistar a alguien que venera a un terrorista. Me hubiera gustado preguntarle qué le diría a los familiares de Larrabure, Fernández y  otros tantos más… pero, honestamente…  ¿qué iba a ganar con ello? Simple: seguir insultando a esas familias que hoy no son recordadas en los colegios ni en ningún otro lugar. Los rufianes que asesinaron a sus familiares, homenajeados cual héroes y cuál víctimas. Yo no quiero participar de un insulto superior a ése, por favor.
<>, me dijo quien sacó la foto aquí consignada. <>. También entrevistado por teléfono, el doctor Mariano Ludueña, me dice: <>. Nadie se anima. Eso es lo que han conseguido con tanta hipocresía: que la gente tenga miedo de contar la verdad. Y peor: que sientan vergüenza de “tener” la verdad.  Pero, a pesar de todo, ésta gente al menos no balbucea cuando encuentra en quién confiar. En contraste con los que hoy no temen y que han aprendido a “tapar” la vergüenza… pero que no pueden hilar una sola frase coherente, y que sencillamente no tienen en qué confiar más que en una ilusión vaga y mentirosa.
Sería facilista de nuestra parte, no obstante, “agarrárnoslas” solamente con el director o la comisión directiva del IPEM 289 por semejante falta de respeto y consideración para con las víctimas del terror. Claramente, si el mismo director no puede responder a una pregunta por falta de “autorización”, queda al descubierto el clima antidemocrático que rige la estructura institucional de nuestro país. Pongámonos en el lugar del director, por ejemplo, y hagamos de cuenta que nos oponemos a la “ucase” de rendir homenaje a un terrorista; no debería resultarnos sorprendente la olímpica patada en el trasero que recibiría por parte de sus “superiores”, como él mismo los ha ponderado en la entrevista. Es, pues, la forma más compasiva que tenemos para comprender la situación.
Lo cierto es que hace tiempo ya que está de moda ponerles nombres de terroristas o pro terroristas a instituciones preferentemente relacionadas con el ámbito educativo. Lo celebran – la película siempre es la misma – como a un “logro” más que se consigue en pos de seguir apedreando a un Goliat imponderable aunque ficticio. Muchos hay que, sin embargo, tienen razones reales para celebrarlo, como es el caso del hermano del aquí referido Pettigiani, quien habría cobrado la jugosa suma de 250 mil dólares, en concepto de indemnización, y que gracias a lo mismo tiene la suerte de vivir holgadamente en Europa.

372 días pasó el Coronel Argentino del Valle Larrabure en una de las “cárceles del pueblo” (dos en realidad; muy poco tiempo en la primera –donde habría recibido un buen trato–, y todo el resto en una celda de un metro y medio por un metro, donde fue salvajemente torturado para finalmente ser asesinado por sus captores). Desde allí rogaba a su familia que no odiara a sus captores y que aprendieran a perdonarlos; desde allí escribía poesías y resolvía problemas matemáticos para matar tanto tiempo muerto; desde allí entonó las estrofas del himno nacional argentino, como un último suspiro de lucha, antes de caer muerto por el maltrato recibido. Señales de haber sido torturado con picana eléctrica consignan los peritajes; los terroristas querían obtener información, querían aprender de la ciencia de Larrabure (fue subdirector de la Fábrica de Pólvora y Explosivos de la Fábrica Militar de Villa María, Córdoba).
Y hoy los padres de los alumnos, calladamente, tienen que soportar que sus hijos asistan a un colegio que homenajea el nombre de la persona que hizo posible todo eso: Mario Eugenio Pettigiani. <>. En Argentina hay dos clases de personas: las que callan, y que esperan el advenimiento insobornable de la Justicia; y los que parlotean fétidamente todos los días de su vida, y por la sencilla razón de pretender “tapar” la vergüenza de ser cómplices de la peor injusticia que tiene lugar en nuestro país. Para unos, la Justicia es la esperanza que protegen “puertas adentro”; para otros, la horrible amenaza de la que –lo saben– no podrán seguir escapando durante mucho tiempo más.
NOTA: Las negritas y no todas las imágenes pertenecen a la nota original.