miércoles, 19 de junio de 2013

TODOS TUS MUERTOS

(Nos están desalmando, y no lo advertimos)

Hace ya unos cuantos años, un amigo viajó, de visita, a Colombia.
Para el colectivo atorrantil que uno siempre integró, eso era una rareza.
No éramos de acceder a viajes internacionales y ninguno de nosotros conocía, por ese entonces, mucho más allá del Uruguay o algún cercano Brasil.
Pero un asunto puntual, recuerdo, de las conversaciones, al regreso.
-    “Sabés cuánto vale una vida en Colombia?  30 dólares. Los tipos ponen 30 dólares y mandan a matar al que les joda. Así de simple. (Así de demencial).  Aparecen en las calles, los levantan y se los llevan. Ya ni la prensa los nombra”.
No lo podíamos creer. Era impensable que en un país tan cercano se pudiera tener, en democracia, semejante desprecio por la vida humana… Era aquella Colombia, la más cruel, ganada por el narco. Era lo que hoy, con horror, percibimos cuando llegan noticias de Ciudad Juárez, en México. Usted se aterra, yo también.
Y justamente en el valor de las vidas pensaba, al momento de escribir este olvidable artículo.  ¿Cuánto vale hoy una vida en Argentina?
No hablamos de sicariato, ni de narcotráfico (que no nos falta por cierto) sino de la naturalidad y el desapego con que aquí hablamos de los muertos. De los que no debieron morir.
  Uno más – Diez más – Cien más
“Los muertos de Cromagnón”, “Los muertos de las rutas”, “Los muertos del  Indoamericano”, “Los muertos de Once”, “Los muertos de la Inseguridad”,  “Los muertos de los Saqueos”….
¿Usted se dio cuenta que ya hemos pasado a denominarlos colectivamente?
¿Tomamos conciencia que, de no ser por la permanente lucha de las familias y amigos que claman por justicia, ni siquiera les podríamos referir atinadamente sus nombres?
¿Entiende que a los heridos, damnificados, injuriados, ya ni siquiera los tomamos en cuenta?
“Policías y manifestantes internados en grave estado” …..”Uf..se salvaron”, pensamos.
No. No se salvaron. Simplemente no se murieron, pero son vidas que continuarán con daños, muchas veces irreparables, incluso.
En temas como éste, cuando el colectivo excede al individuo, se le llama Tragedia. Y cuando las tragedias se suceden una tras otra a lo largo de los años, se le llama Matanza.
¿Cuántas vidas se ha llevado, por acción u omisión, la última década?
Los muertos de los saqueos
No solamente no individualizamos adecuadamente a las víctimas, sino que ni siquiera las cuantificamos con precisión.
En hechos como los del Parque Indoamericano, que data de, apenas, dos años,  (y parece que fueran veinte), ni siquiera nos hemos tomado la molestia de precisar cuánta gente falleció. Dos, tres , acaso cuatro, luego una persona a la que vimos por TV con la cabeza literalmente destrozada, se decía que lo habían bajado de una ambulancia para balearlo, luego se dijo que estaba sano y tomando mate con la señora en la casa…… 
¿A quién le importó realmente el destino de esa persona?
El aparato comunicacional derivó hacia los culpables de los hechos, pero se olvidó de los muertos.
¿Dónde apareció alguien a informar puntualmente el señor tal y cual está en buen estado de salud y le pasó esto o aquello?  Quién pidió que alguien lo hiciera?. Yo no. Usted, amigo, probablemente, tampoco.
Ahora, apenas dos años después de la locura del Indoamericano, volvemos a una situación similar con la muerte campeando en los saqueos. 
En Villa Gobernador Gálvez murieron dos personas, pero parece que en realidad son cinco, o siete, y habría un muerto en Tucumán…..   No son tal y cual; tienen tanta certidumbre como vida.
“Sí, hay muertos,  ya está. Pueden ser dos, pueden ser ocho, lo mismo”.
A qué le recuerda esta última frase?  No lo diga, a mí también.
Pero pasa a ser más importante si la culpa fue de Moyano, del Gobierno o del fin del mundo.
MURIÓ GENTE, CARAJO! , hay que respetar, hay que informar, esa gente tiene familiares, tiene amigos, allegados, personas que los ha conocido en el pasado….es un deber de bien nacido comunicar a las familias y luego
I-N-F-O-R-M-A-R a la población.
El relato, obsceno,  esconde las cifras, los nombres, los rostros…. y nosotros ya estamos tan acostumbrados que ni siquiera nos importa exigirlas. Eso también es penetración cultural. Nos hace peores. Nos empobrece el alma.
Desalmados
Las sociedades, sin advertirlo, adquieren y exhiben algunos rasgos de quienes los gobiernan. Así como en los ochenta éramos todos demócratas, y en los noventa éramos todos unos piolas bárbaros que de un guadañazo  teníamos el mismo poder adquisitivo de los yanquis, hoy estamos adquiriendo parte de la amoralidad y la indecencia de nuestros gobernantes.
No nos damos cuenta. Simplemente nos ocurre. Nos venimos peores.
Así como Boudou ya lleva un año como sospechoso cuasi culpable de graves delitos, pero sigue siendo nuestro vicepresidente, así como nuestros diputados y senadores son cronistas políticos y no representan a nadie, así como terribles papelones internacionales nos parecen chuscas nimiedades, también estamos empezando a dejar que los muertos les importen solamente a sus deudos. Que sean muertos ajenos. Sin nombre, sin historia, sin importancia. Los muertos como anécdota.
Y hay que decir muy claramente que el modelo nacional y popular, esa “revolución de algunos”, está teñido de sangre.  Mitad por lo que hicieron, mitad por lo mucho que no hicieron.
Y que la ocultan, la licuan, le pintan otro colorido escándalo encima para escurrirla. Inmoralmente. Tal como son.
Mueven los hilos para que todos dejemos de enfocar lo esencial, y nos perdamos en la anecdótica periferia.
En una de esas, para algunos, la Navidad sea un momento piola para reflexionar sobre estas cosas. Otros, quizá, me querrán hasta insultar por lo que aquí se ha escrito.
Véalo de este modo.
La presidente de la Nación no tiene alma. Esto no es nuevo para nadie.
Pero no es buena cosa permitir que nos desalmen como sociedad.
Porque ahí sí que renunciamos a un futuro.
Y lo están haciendo.
Fabián Ferrante