Cuba es culpable. Por Carlos Alberto Montaner
John Bolton, el Consejero
de Seguridad de Donald Trump, ha declarado que van a apretarles las
clavijas económicas a Cuba por el apoyo que le da La Habana a la
dictadura de Nicolás Maduro. ¿Por qué esta furia renovada? Según su twitter: “el
papel de Cuba en la usurpación de la democracia y el fomento de la
represión en Venezuela es claro. Es por eso que los EE.UU continuarán
ajustando las restricciones financieras a los servicios militares y de
inteligencia de Cuba. Las democracias de la región deben condenar al
régimen cubano.”
Como parte de esa estrategia de castigo,
Trump firmó el Artículo III de la Ley Helms-Burton. Ese artículo les
permite la utilización de los tribunales norteamericanos a todos los
ciudadanos americanos perjudicados por las confiscaciones de los
primeros años de la revolución, incluidos los cubanos que se
“naturalizaron” muchos años después de los hechos, de manera que puedan
demandar a las empresas extranjeras que se hayan favorecido con esas
propiedades. Desde 1996, cuando se aprobó la ley bajo la Administración
de Bill Clinton, ningún presidente estadounidense se había atrevido a
abrir esa “caja de Pandora”.
La más visible consecuencia de esta
medida es predecible: prácticamente ningún inversionista serio se
acercará a Cuba si corre el riesgo de empantanarse en el costoso sistema
judicial norteamericano. Nadie en sus cabales quiere ese tipo de
problemas. Se impondrá el viejo dictum: “no hay animal más cobarde que un millón de dólares”.
Rusia puso el grito en el cielo ante la
declaración de Bolton. Alexander Schetinin, Director del Departamento de
América Latina de la Cancillería rusa, afirmó que era “absolutamente
inaceptable” y atribuyó sus palabras a la voluntad norteamericana de
moldear a los países latinoamericanos a su imagen y semejanza. Ni
siquiera trató de desmentir las razones que alegaba el alto funcionario
de Estados Unidos.
Tal vez no podía. Rosa María Payá, la líder de Cuba Decide, transfirió
a la opinión pública una denuncia muy preocupante que le hicieron
algunas madres cubanas sobre el inmediato traslado a Venezuela de sus
hijos sujetos al servicio militar obligatorio.
Venepress, agencia venezolana
independiente de noticias, se hizo eco de la información y aportó las
razones: las Fuerzas Armadas venezolanas no quieren salir a las calles a
reprimir, y Maduro y sus usurpadores han tenido que recurrir a los
delincuentes presos y a los colectivos (los delincuentes sueltos) para
realizar esa sucia tarea. Sin embargo, Maduro y sus cómplices no están
nada felices con la decisión, especialmente tras el asesinato de varios
indios pemones, lo que agrega el “genocidio” al impresionante catálogo de crímenes del chavismo.
Irresponsablemente, Raúl Castro y su
pupilo Miguel Díaz-Canel se han jugado la carta venezolana a fondo y se
han lanzado a salvar a cualquier costo a Nicolás Maduro, pese a que
Estados Unidos dispone de todas las pruebas de que ese régimen es una
especie de inodoro en el que caben todas las inmundicias humanas: desde
el robo descarado de los tesoros públicos, hasta la colusión con los
terroristas islámicos, pasando por el narcotráfico directo o indirecto,
la extorsión y los asesinatos.
El senador Marco Rubio llegó a declarar
ante el senado que las FFAA venezolanas les cobraban a los
narcotraficantes un canon por dejar pasar sus avionetas por el espacio
aéreo del país. Si no pagaban serían derribadas. Parece que la denuncia y
las pruebas las aportó el general Hugo Carvajal, ex jefe de los
servicios de inteligencia del ejército, tras su reciente deserción.
Estados Unidos tiene la capacidad
potencial de hundir económicamente a Cuba como ha hecho con Venezuela.
El 70% de las transacciones internacionales son en dólares y pasan por
el sistema bancario norteamericano. Puede prohibir las remesas de los
cubanos o continuar atacando quirúrgicamente a las empresas controladas por el Capitalismo Militar de Estado y
a sus dirigentes. Incluso, puede revitalizar el expediente de Raúl
Castro cuando, desde la Jefatura del Ejército, manejaba el narcotráfico
en los años ochenta, y retomar esa línea de ataque, abandonada durante
las administraciones demócratas, cuando Washington decidió que “en Cuba
el comunismo caería por su propio peso, como sucedió en el Bloque del
Este”.
Ya se vio que no fue así. Washington retoma la ofensiva.
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