El papa hereje en Domingo de Soto
Respecto de la
hipótesis del papa herético, en su momento explicamos por qué -en nuestra
opinión -nos parece mejor seguir a la escuela dominicana que sostiene que si el Papa cayera en herejía (formal y notoria) sería
necesaria una sentencia de la Iglesia que así lo declarase, al menos como precondición
para la pérdida del pontificado. La cuestión es disputada y como es sabido hay
dos posiciones en torno a la relación entre herejía y potestad de jurisdicción.Dentro de la tradición dominicana, cabe mencionar a la Escuela Española que, en sus miembros más
insignes, supo ser ortodoxa sin “papolatrías”, especialmente en las figuras de sus
célebres teólogos-juristas. En esta entrada buscamos dar a conocer la opinión de Domingo de Soto sobre la hipótesis del papa herético.
El
texto latino original puede consultarse aquí. No es de fácil lectura y carecemos
de una edición moderna. Por lo cual transcribimos la explicación del p.
Venancio Carro, OP con textos de Soto en las notas al pie. Un aporte importante del maestro segoviano a
las exposiciones de otros dominicos es la integración del derecho natural en sus reflexiones sobre el tema. En
efecto, señala que un papa imputado de herejía tiene derecho
natural a defenderse.
La condena de un inocente es
contraria a la ley jurídica natural, de la cual Dios mismo es Autor, por
lo cual, si se declarase que un Papa ha perdido automáticamente el
pontificado por herejía, sin derecho a defenderse, se cometería una
grave injusticia, y si el condenado no fuera hereje formal, no habría
pérdida del pontificado. Además del derecho a la defensa del pontífice
acusado, apunta Soto que también la Iglesia tiene derecho natural a defenderse de un papa hereje así como la comunidad política tiene el mismo derecho respecto de un tirano.
Por
último, agreguemos a esta pequeña introducción dos méritos adicionales
de Soto -que comparte con el resto de su escuela-: primero, logra dar
solución a
la hipótesis del papa herético como persona particular (nunca en
definiciones ex cathedra) sin
incurrir en los errores del conciliarismo; segundo, concibe a la Iglesia como un
cuerpo armónico, no reducida sólo a su cabeza, el Romano Pontífice.
«Examinando luego la
doctrina de nuestro teólogo, al tratar de la excomunión, nos confirmamos
en estas ideas. Se pregunta
Domingo de Soto si es posible excomulgarse a sí mismo (182). Surge
luego el caso del Papa, cabeza de la Iglesia, subordinada a Cristo,
verdadera cabeza y piedra angular. Si
la fuerza coercitiva que incluye la excomunión no puede ejercerse sobre sí
mismo, el Papa no podrá ser excomulgado por nadie, siendo él la autoridad
suprema. Con esto vuelve a plantearse la enojosa ("molesta")
controversia sobre la superioridad del Concilio sobre el Papa, que
—escribe Soto— defendió Almain (183). Aparte de esto, tenemos el caso del
Papa hereje. ¿Qué debe hacer la Iglesia en esta circunstancia? Desde
antiguo, los mismos defensores exagerados del Papado eran rigurosos con
él, en caso de herejía particular. Es más, no reparan demasiado en
procedimientos. Nuestro teólogo expone la solución de Almain y la
contrapone a la de Torquemada y Cayetano. Para el primero, a fuer de
conciliarista, el Concilio puede citar a juicio al Papa, sentenciar,
condenar y deponerlo. Los dos cardenales dominicos conceden la
intervención, no por ser superior, pero sí per potestatem ministerialem
Ecclesiae, al decir de Domingo de Soto. ¿Qué solución da nuestro
teólogo?
El caso de herejía particular, por
parte de la persona del Papa, era un caso agobiante para todos los
teólogos. Domingo de Soto llega a la solución de un modo gradual. "En primer término —escribe—
debemos suponer, como conceden todos los de sano juicio, que fuera del
caso de herejía y apostasía manifiestas, de ningún modo puede ser
excomulgado el Papa a iure vel ab homine." Prescindiendo de la controversia en
torno a la supremacía del Papa sobre el Concilio, es cierto que el
Concilio, con su potestad ordinaria, no puede dar ninguna ley sin el Papa
que lo preside, como cabeza de la Iglesia, y, por tanto, toda ley del
Concilio imponiendo la pena de excomunión, no ligaría más al Papa que la
dada por él mismo. De esto se infiere que en el caso de caer, como
particular, en herejía, no incurre ipso
facto en la pena de excomunión, y sería necesario que antes se le
condene. En las leyes ordinarias, aunque el Papa debe atenerse a lo
decretado por el Concilio, del cual es cabeza, este deber no se le impone
a sí mismo con fuerza coercitiva, sino como norma directiva, al
modo que se imponen las leyes civiles a los Reyes (184). Que el Papa, como persona particular, puede
errar y caer en herejía, lo admiten casi todos, aunque algunos modernos lo
nieguen. No está libre de caer en pecado, como persona particular, y
tampoco en el error. Es, sí, infalible en cuanto Papa, es decir,
definiendo y estableciendo como artículo de fe una verdad para toda la
Iglesia, pues el Espíritu Santo no permitiría el error en este caso
(185).
Esto supuesto,
concluimos—afirma Soto— que el Papa
puede ser excomulgado en el caso de herejía manifiesta. ¿Qué autoridad
puede hacer esto? He aquí el proceso del razonamiento. Al ser hereje público, no deja de ser
Papa ipso facto, pero sí se hace indigno de ser cabeza de la
Iglesia y debe ser depuesto. Ahora bien: nadie puede ser condenado sin juicio, ni pierde su autoridad por
la existencia de un pecado. De otro modo, se podía dudar de toda la
Jerarquía. Es, pues, necesario
el juicio, en el que el Papa pueda defenderse. La necesidad de no
tolerar al Papa hereje es evidente. El hereje, al perder la fe, deja de
ser miembro de la Iglesia, y menos podrá ser digna cabeza de ella. En este
caso es necesario intervenga el Concilio, como representante de toda la
Iglesia, para deponerlo, si lo merece: no por las armas materiales, sino
con las espirituales y propias de la Iglesia. ¿En qué funda Domingo de
Soto este poder del Concilio? La razón es clara: por derecho natural
toda República puede defenderse del tirano y prescindir de él. En este
caso propuesto puede decirse, como quieren algunos, que el Concilio es
superior al Papa, y, por tanto, puede juzgarlo y deponerlo. De no
admitir esto —como hace Cayetano—, el Concilio ejercería este poder
por ministerio de la Iglesia (186). En suma, Domingo de Soto, sin pronunciarse expresamente sobre la
supremacía del Papa sobre el Concilio, destruye todos los principios y argumentos
de los conciliaristas, y sólo concede el enjuiciamiento y deposición
del Papa en caso de herejía pública y contumaz. Bajo este aspecto
sigue la doctrina común desde siglos anteriores. Las diferencias se cifran
en el procedimiento elegido por unos y por otros y en las razones
teológico- jurídicas alegadas para justificar esta deposición del Papa
hereje.
Domingo de Soto recurre a los derechos de legítima defensa
por parte de cualquier República, pensando, sin duda, en que la gracia no
destruye la naturaleza, ni sus derechos. Notemos, para terminar, que Domingo de Soto
sólo reconoce a los decretos del Concilio el valor de normas directivas,
pero no el de definiciones dogmáticas, intangibles para el Papa. Luego
el Papa es superior al Concilio.
La actitud de Vitoria es muy semejante. Como Domingo de Soto, no
sentencia en la cuestión del Papa y del Concilio; pero de hecho
aniquila los principios del conciliarismo».
______
(182) Domingo de Soto, op.
cit., dist. 22, q. art. 2. La respuesta es negativa, porque excomulgar
implica "vim coercitivam", que no se ejerce sobre sí mismo.
(183) Ibíd. "Haec autem quaestio aliam non minus
prolixam, quam molestant submovet, de comparatione Papae et
Concilii, utrius sit maior potestas." Ya antes, dist. 20, q. I, art.
4, escribió: "Nihil hic dicere molimur de illa molesta lite, utrum
Concilium sit supra Papam, quoe causa est, ut nunquam Concilia eo candore
fceliciter celebrentur, quo antiquitus."
(184) Ibid. "Attamen
alterutra pars (conciliaristas y anticonciliaristas) teneatur, omnes fatentur
Papam saltern in casu, quo vehementer haeresis laboraret infamia,
excommunicari posse. " Almain y demás conciliaristas, por
reconocer superioridad al Concilio, Torquemada y Cayetano dicen que
"id non posse nisi per potestatem ministerialem Ecclesise. Hie autem in
primis supponendum confessionem esse omnium sane loqucntium prccter casum haeresis
et apostasiae nullatcnus excommunicari posse, vel a iure, vel ab
homine. Nam quidquid sit de auctoritate Concilii supra Papam quando inter
ambas potestates dissidium aliquod existit, tamen cum Concilium potcstatc
ordinaria millain ferat legem, nisi Papa, qui supremum est Ecclesioe
caput, presidente, quamquam Concilium legem edat sub excommunicationis
censure, nulla tamen potest Papam ligare, magis quam ilia, quae ab
ipso Papa conderetur. Quapropter licet esset haereticus,
non ¡ncurrere et ipso facto sententia excommunicationis, sed opus esset,
ut prius de haaresi condemnaretur. Nam in legibus ordinariis quamvis ipse,
ut pars Concilii, nam caput pars est, tenetur stare legibus Concilii per
vim directivam, sicut Princeps tenetur stare suis legibus: quia ratio
eum ad id dirigit, non tamen per vim coactivam".
(185) Ibid. "Veruntamen
quamvis nonnulli doctores nostri temporis «intendant Papam nullatenus posse
esse haereticum, nihilominus communis sententia a parte contraria Stat.
Quamvis enim in quantum Papa errare non possit, hoc est, statuere
errorcm nequcat tanquam articulum fidei, quia Spiritus Sanctus id
no» pcrmittet, tamen ut singularis persona errare in fide
potest, sicut alia peccata committere. quia non est impecabilis."
(186) Ibid. "Hoc autem
supposito palam hoc discursu colligitur, quod possit excommunicari. Papa
eo ipso, quod est hsereticus, non est depositus, et est indignus qui sit
caput Ecclesise : ergo est deponendus... " " Depositio enim et
privatio sententiam praeriquirit..." "Quod autem sit deponendus
sic constat. Caput est membrum, imo excellentissimum membrum corporis :
ergo qui non est membrum, indignus est, ut sit caput : per amissionem
antem fidei homo prsescinditur a corpore Ecclesise, et desinit eius
esse membrum : ergo fit dignus ut declarctur non esse
caput..." "Hinc deducitur assertio nostra Papa tunc est
deponendus, et non vi et armis, sed ordine et iudicio : ergo aliquis
est, qui facultatem habeat ad eius depositionem procedendi: hoec autem
potestas non est nisi in tota Ecclesia, qaam Concilium roepresentat: ergo
potest..." "Sive hoc sit quia in illo peculiari casu Concilium
sit superius, sive quod hire naturoe unaquoeque Respublica potest se a
tyranno dejendere. illumque a se praescindere : sive quod
Concilium, ut ait Caietanus, ministerium Ecclesiae, atque adeo tunc
Pontificis exerceat, quod quidem ministerium non potest tunc Pontifex a
Concilio divellere. Non
tamen vacat nunc locus haec pressius disserendi."
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