30.000 Desaparecidos: ¿Verdad o mentira?
por
Estimado
Sr. Presidente Mauricio: La afirmación del secretario de Cultura de la
Ciudad de Buenos Aires, Darío Lopérfido, respecto de que en la Argentina
“no hubo 30 mil desaparecidos” ha generado, como ocurre cada vez que se
cuestiona dicha cifra, la intempestiva reacción, entre otros, de Estela
de Carlotto y de Adolfo Pérez Esquivel.
“Manejamos la cifra de 30 mil
porque los propios depredadores registraron cerca de 45 mil” disparó la
titular de Abuelas de Plaza de Mayo; “le pediría a Lopérfido que se
informe. Soy un sobreviviente de la época de la dictadura” reprochó el
Nobel de la Paz argentino. Todo esto dicho con alto grado de fastidio;
fastidio que no se ajusta a la respuesta chapucera con la que pretenden
desmentir a Lopérfido. Si Carlotto y compañía le dan el crédito a los
“depredadores” (militares que pelearon contra la subversión) que hablan
de 45.000 entonces debieran dárselo también cuando estos declaran en los
juicios en los que son acusados. ¡Qué esperanza! No. Allí corre ese
mamarracho jurídico del “testigo necesario”, según el cual la palabra
(testimonio) de la víctima (ex terrorista, en la mayoría de los casos)
vale mucho más que la del victimario (acusado). Además, ¿Cuándo los
militares dijeron tal cosa? ¿Dónde está ese registro? El General
Reynaldo Bignone declaró en juicio “Acá no hubo más de 8000
desaparecidos”. El general Videla mencionó 7.000. Por otro lado, ¿de
dónde saca Pérez Esquivel que ser sobreviviente de la dictadura le da
autoridad de experto para afirmar concluyentemente sobre el número real?
Es él quién debe informarse y no Lopérfido dado que, al respecto, los
datos oficiales establecidos hasta el último día del gobierno de
Cristina y que están al alcance de cualquiera en la página web de la
Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, aseveran categóricamente
que las “Víctimas de desaparición forzada y asesinato en hechos
ocurridos entre 1966 y 1983” ascienden, exactamente, a 8631 casos desde
el golpe de Onganía hasta la asunción de del Dr. Alfonsín. Véase el link
http://www.jus.gob.ar/derechoshumanos/areas-tematicas/ruvte.aspx).
Para alguien mínimamente informado resulta ostensiblemente falso y
fuera de toda duda de que hayan sido 30.000. De allí que, ante la
demostración palmaria de que no existe el menor indicio para sostener
semejante cifra y si, en cambio, sobrados para estimarla alrededor de
los ocho mil, los deshonestos recurran a la falacia ad hominem; es
decir, pretender refutar el argumento de los ocho mil descalificando a
quien lo esgrime. Así, entonces, se insinúa que Lopérfido quiere
minimizar la represión del gobierno militar motivado por una suerte de
afinidad o complicidad con los “malditos” Videla, Massera y compañía. En
suma, una extorsión pues la verdad no es asunto que se dirima por la
simpatía que tenga a una o varias personas. Y de serlo, lo recomendable
sería seguir al viejo Aristóteles, quien, en circunstancias comparables,
subrayó: “Soy amigo de Platón pero más amigo soy de la verdad”.
Así las cosas, no queda otra que pensar que miente, descaradamente,
la gran mayoría de aquellos que mediana o suficientemente informados
insisten en los 30.000. Comenzando por la ex presidente Cristina
Kirchner y siguiendo por Carlotto, Pérez Esquivel, Bonafini, Verbitsky,
Recalde, etcétera. Lo mismo vale para las ONG de DD.HH. y también para
la política tan celebrada de “Memoria, Verdad y Justicia” y que para el
presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti, tiene el
rango superior de “política de Estado” por el hecho de haber sido
consensuada por los tres poderes. Lo que no aclaró el presidente de la
Corte es si la escandalosa mentira en la que se funda (no es la única)
también surgió del consenso. Mentira que, con la mera diligencia de
contrastarla con los datos oficiales, revienta como un forúnculo
purulento. En este caso, el Estado, que le dice a los argentinos que son
30.000 los desaparecidos (desde el 24 de marzo de 1976 al 10 de octubre
de 1983) mientras tiene efectivamente registrados 8631 (desde 1966 a
1983) además de mentir, delinque.
Señor Presidente de la Nación Mauricio Macri, usted debe, con el
riesgo de ser considerado cómplice, poner fin a esta ignominiosa
situación que abochorna a los argentinos. Solamente consiste en
refrendar los informes que obran en su poder, pues ordenar debidamente
los hechos históricos desde el Estado es propio de los gobiernos probos y
justos. Ubicando las cosas en su lugar hará suyo el lema de ese
gallardo rioplatense que dijo “con la verdad ni ofendo ni temo”.