martes, 12 de enero de 2016

El mito de Perón como “la barrera” al comunismo. Por Nicolás Márquez.












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El mito de Perón como “la barrera” al comunismo. Por Nicolás Márquez.


Dentro de la eterna discusión acerca del legado de Juan Perón (de quien el mes que viene se cumplen 70 años de su primer triunfo electoral), una de los méritos que se le atribuyeron siempre (tanto detractores como afectos) es el concepto aceptado de que Perón por sobre todas las cosas logró “frenar la penetración comunista en Argentina”. Y en lo aparente esto sería así, puesto que Perón vivía obsesionado en combatir el comunismo y para tal fin él sostendría que este tipo de sistemas de economía intervencionistas como el que él aplicó consistentes en una compulsiva transferencia de recursos en favor de los asalariados y a expensas de las clases superiores, serían su “antídoto” y así el propio Perón lo explicitaba: “yo no soy comunista ni mucho menos” agregando que “la solución de este problema hay que llevarla adelante haciendo justicia social a las masas. Ese es el remedio que al suprimir la causa suprime también el efecto” y refiriéndose a las clase altas también decía “Es indudable que eso levantará la reacción y la resistencia de esos señores que son los peores enemigos de su propia felicidad, porque por no dar un 30 por ciento van a perder dentro de varios años o de varios meses todo lo que tienen, y además las orejas”[1].
 
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Los partidarios de Perón, ya desde antes de que este se consagre Presidente, siempre se caracterizaron por su desatado fervor antes que por su mesurado criterio. 

Una necesaria aclaración: cuando aquí subrayamos el carácter anticomunista de Perón no lo hacemos buscando la crítica, puesto que aunque pequemos de reiterativos, insistimos en decir que no nos parece desafortunado en absoluto el anticomunismo sino todo lo contrario, es un muy sano y noble sentimiento. Pero el problema radica en que Perón era un anticomunista en un país donde objetivamente no había un peligro comunista, o mejor dicho, en donde los comunistas de los años ´40 eran apenas un puñado de militantes política y electoralmente insignificantes. Consideramos entonces que Perón no salvó a la Argentina del comunismo, entre otras cosas porque el comunismo no era una amenaza para el país en ese entonces y además, ha sido confirmado por la historia que los dirigismos estatistas no han sido los antídotos más eficaces contra el marxismo sino su caldo de cultivo.
Ocurre que al fantasma del comunismo Perón lo había visto en otro contexto y a destiempo, cuando él fue agregado militar en Europa en los tiempos en los cuales él ganaba viajes oficiales por su calidad de alcahuete del gobierno conservador. Pero la amenaza comunista Perón no la vio sólo en la Italia fascista de los años 30´(de la cual él volvió encandilado) sino también en España en los tiempos de la guerra civil, pero cuyas realidades no tenían absolutamente nada que ver con el de la Argentina de los avanzados años ´40, país que desde hacía décadas exhibía una evidente movilidad social ascendente que seducía a gran parte de la inmigración mundial y el comunismo era visto como un mal ajeno y lejano a nuestra cotidianidad.
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El entonces Capitán Perón acompañando al General José F. Uruburu el 6 de septiembre de 1930´, en pleno derrocamiento del radical Hipólito Yrigoyen
En efecto, durante los años ´30 y ´40 los sectores populares gozaban de un estándar de vida por lejos superior al del grueso del concierto de las naciones y de los tres grandes partidos políticos existentes: uno era el conservadorismo, el otro la UCR y el tercero, el Partido Socialista. El primero era un partido de derecha con sesgo liberal, el segundo un partido de centro imprecisamente progresista y el tercero una fuerza reformista que promovía leyes sociales pero sin menoscabar en absoluto la propiedad privada ni la moneda sana. En cambio, el Partido Comunista Argentino desde su creación en 1918 jamás había logrado efectuar ni una sola marcha multitudinaria ni mucho menos colocar un mísero Diputado Nacional ysu deletérea influencia ideológica sólo infectaba círculos sociales políticamente discretos y marginales.
Con notable agudeza, en 1970, la organización católica Tradición Familia y Propiedad (a la sazón dirigida por Cosme Beccar Varela) publicó un estupendo libro en el cual, respecto del tema aquí abordado expresaba lo siguiente: “El carácter igualitario era mucho más ostensible en el peronismo que en el nazismo y el fascismo, de modo que lo que en éstos era más una realidad que un ´leit motiv´ de propaganda, en cambio en el peronismo era el ´leit motiv´. Porque un movimiento como el nazi o el fascista o el peronista no puede desarrollarse sin un tema fundamental de propaganda. En Alemania ese tema era el combate al comunismo, la cancelación de los efectos de la humillación de Versailles y la dominación mundial del Reich. En Italia era el combate al comunismo y la restauración del dominio italiano sobre el ´Mare Nostrum´ Mediterráneo.
En la Argentina esa problemática internacional no existía. Por otro lado, el peligro comunista de ningún modo se había tornado tan evidente para las masas como en Alemania e Italia. Perón entonces tuvo que escoger otro ´leit motiv´, que fue exactamente la ascensión del proletariado y el rebajamiento de las clases altas bajo la égida del principio revolucionario de la igualdad (…) la posición del peronismo frente al comunismo no fue tanto la de un adversario que quiere entablar una lucha a ultranza, sino más bien de un contemporizador que procura, por medio de concesiones al instinto nivelador, tomar el liderazgo de la revolución igualitaria”[2].

En efecto, el desmesurado temor e importancia que Perón le adjudicaba al peligro comunista lo impulsó a llevar adelante un sinfín de concesiones políticas y económicas a un enemigo imaginario arrastrando a la postre al país a una situación semi-revolucionaria que paradojalmente él decía querer evitar. Justamente, entre los años 40 y 50, con su demagogia obrerista, su estatismo económico y su verborrea igualitaria Perón pretendió generar respuesta a un mal virtualmente quimérico para la Argentina, sin advertir que a la postre su sistema de gobierno compartiría con sus enemigos marxistas la misma idolatría hacia el Estado y la misma desconfianza hacia el mercado y las libertades individuales, principios estos que en definitiva demostraron ser las herramientas más eficaces de freno al comunismo y que tan exitosamente había llevado adelante la Argentina hasta principios de los años ´40.

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 Eva Perón repartiendo paquetes de yerba con el mismo espíritu clientelar como si estuviese en el zoológico regalando galletitas. Eva fue pionera del clientelismo humillante y mendicante en la Argentina

Por otra parte, el confusionismo ideológico promovido por Perón tanto en sus discursos como en sus acciones, abrió las puertas para que posteriormente dentro de su propio partido numerosos activistas y terroristas de izquierda intentaran llevar adelante una revolución comunista aprovechando el ascendiente que este mantenía sobre las masas. Lo expuesto no significa en absoluto que peronismo y comunismo fuesen lo mismo ni mucho menos, pero sí cuestionamos que la receta pretendidamente superadora al comunismo que Perón ofreció, no sólo no lograba ser cabalmente antagónica al comunismo sino apenas un insuficiente mal menor que, sin advertirlo, le concedió gratuita e infantilmente al marxismo vernáculo un montón de pretensiones que este no estaba en condiciones de exigirle ni por la fuerza ni por los votos a absolutamente nadie en la pujante Argentina de primera mitad de siglo XX.
Finalmente, a quienes desde una perspectiva histórica han querido ver en Perón una suerte de “antídoto contra el comunismo”, vale recordarles que la única vez que la Argentina estuvo en peligro real de caer bajo las garras de este sistema fue en los años ´70, pero justamente por culpa de Perón, quien alentó con tanta irresponsabilidad como inmoralidad no sólo la presidencia de Héctor Cámpora sino a las guerrillas castristas de la época.
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 Perón apoyando y alentando la candidatura presidencial pro-montonera de Héctor Cámpora. Una inmoralidad política que la historia jamás debería perdonarle.

Seguidamente, tras encomiar, alentar e impulsar al terrorismo montonero, fue el propio titiritero Juan Perón quien al advertir que la situación se le escapaba de las manos tardíamente combatió a sus ex muchachos de una manera irregular, inaugurando lo que luego se conoció como “la represión ilegal” en el marco de la denominada guerra sucia, de la cual ni los peronistas ni los terroristas nunca rindieron cuentas por sus crímenes y siempre se cargó la culpa de manera exclusiva y selectivamente sobre los militares, es decir sobre quienes fueron llamados por el propio gobierno peronista en 1975 para atacar las consecuencias de una guerra revolucionaria que Perón no vaciló en fomentar cuando esta le fue funcional a sus mezquinos intereses personales de coyuntura: 
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El ubicuo Juan Perón coqueteando y fotografíandose con el entonces joven Horacio Verbitsky, ex oficial de inteligencia del terrorismo Montonero.
“Los guerrilleros son fenomenales, la juventud que viene tiene la obligación de imitar al Che Guevara, yo estoy con ellos, con Fidel y con todos los que representan esa causa”[3] sostuvo cínicamente Perón en 1968, declaración entre tantas tantas otras que tira por la borda el inexistente o paródico “macartismo” que sus desinformados feligreses siempre le adjudicaron a este desdichado lider populista.
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Notas referenciadas:

[1] Discurso del 25 de agosto de 1944 en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, citado en Juan José Sebreli, los deseos imaginarios del peronismo” Ed. Legasa, BsA, 1983, pág. 37.

[2]  El Nacionalismo una incógnita en constante evolución. Comisión de estudios de la Sociedad Argentina de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad. Colección TFP, Cosme Beccar Varela Presidente, Carlos Ibarguren, Jorge Storni, Miguel Beccar Varela, Ernesto Burini. Segunda edición, agosto de 1970. BsAs. Pág. 78.

[3] PERON dice FIDEL CASTRO es Justicialista!. Ver video completo en el siguiente link:

 

https://www.youtube.com/watch?v=JhnTE4zgTaQ