Una clamorosa (y bendita) marcha atrás
En
su intervención de hoy en la Rota romana, el Papa Francisco ha dado un
paso que, inmediatamente, ha sido relanzado a los medios por su impacto
en la actualidad: “En el camino sinodal sobre el tema de la familia, que el
Señor nos ha concedido realizar en los dos años pasados, hemos podido
cumplir, en espíritu y estilo de efectiva colegialidad, un profundo
discernimiento sapiencial, gracias al cual la Iglesia ha indicado al
mundo –entre otras cosas– que no puede haber confusión entre la familia
querida por Dios y cualquier otro tipo de unión”.
Inmediatamente, ha sido relacionado con la discusión del Parlamento italiano sobre la unión civil y con el próximo Family Day.
De por sí, estas palabras del Papa aún podrían ser interpretadas en
sentido ambiguo; pero, el momento escogido induce a dar la mejor
interpretación, esto es: contra la ley Cirinnà[1].
Pero estamos esperando la confirmación de los hechos.
Se espera, de parte del Papa, o el apoyo explícito al Family Day (que sería lo deseable) o que, al menos, dé vía libre a la CEI[2] de Bagnasco[3] (que pone fin al poder excesivo del bergogliano Galantino[4], contrario al Family Day.
Evidentemente, el pueblo cristiano se ha rebelado contra la (ley)
Cirinnà de manera tan masiva que induzca al Papa Bergoglio, fino
calculador político, a escuchar bastante más a Bagnasco que a Galantino.
O bien, las abundantes oraciones han obtenido la gracia de la iluminación de los pisos superiores del Vaticano… ¡Un milagro!
Hay otro punto destacable en la intervención del Papa, que ha pasado
desapercibido, pero que me parece de gran importancia, porque corrige
uno de los pasos más ambiguos y peligrosos del motu proprio sobre la
anulación matrimonial. Entre otras cosas, el Papa ha dicho:
“Se debe reafirmar, claramente, que la calidad de la fe no es una
condición esencial del consentimiento matrimonial, el cual, de acuerdo
con la doctrina de siempre, puede ser minado solamente a nivel natural
(cfr. CIC, can. 1055 § 1 y 2). De hecho, el habitus fidei se
infunde en el momento del bautismo y sigue teniendo un misterioso
influjo en el alma, incluso cuando la fe no se haya desarrollado y
psicológicamente parezca estar ausente. No es raro que los novios,
empujados al verdadero matrimonio por el instinctus naturae, en
el momento de la celebración tengan un conocimiento limitado de la
plenitud del plan de Dios, y sólo después, en la vida familiar,
descubran todo lo que Dios, Creador y Redentor ha establecido para
ellos. Las deficiencias de formación en la fe y también el error
relativo a la unidad, la indisolubilidad y la dignidad sacramental del
matrimonio vician el consentimiento matrimonial solamente si determinan
la voluntad. Precisamente por eso los errores que afectan a la
naturaleza sacramental del matrimonio deben sopesarse con mucha
atención”.
Se trata, me parece, de la doctrina católica de siempre pero es
sorprendente, hoy, oírle decir estas cosas al Papa Bergoglio; y en la
sede más solemne porque, me parece, que esto corrige su motu proprio o,
al menos, limita las posibles y devastadoras consecuencias, es decir,
aquellos limites de la “anulación” por “falta de fe” que habrían sido
verdaderos y propios “divorcios”.
Sin embargo, esto sólo es mi opinión, que no estoy agregado a los trabajos. Puedo equivocarme.
Por lo tanto, espero leer las opiniones de los expertos. Porque en
este campo, muy delicado y complejo, todas las palabras tiene un peso
enorme. La evaluación debe ser ponderada con prudencia y
responsabilidad.
También porque el motu propio y el resto de rescriptos,
siguen siendo, los que crean enormes problemas organizativos y de
aplicación. En conclusión: si son rosas deben florecer llevando una
modificación sustancial al motu propio y del rescripto.
Antonio Socci
[Traducción de Gabriello Sabbatelli. Artículo original]
[1]
Ley propuesta por la senadora Monica Cirinnà (de quién toma el
nombre), para regular la situación de las parejas homosexuales. (N. de la C.)
[2] Conferenza Episcopale Italiana. (N. de la C.)
[3] Cardenal Angelo Bagnasco, cardenal arzobispo de Génova y presidente de la CEI. (N. de la C.)
[4] Secretario general de la CEI. (N. de la C.)