Publicado por Revista Cabildo Nº115
Meses Noviembre/Diciembre 2015-3era.Época
NACIONALES
Carlos José DÍAZ
Acerca del egoísmo militante de los liberales
NO de los rasgos más característicos de las sociedades 'liberales y democráticas es el individualismo. Este fenómeno desemboca en uno de las peores tendencias de la concupiscencia humana: el egoísmo.
No se puede entender de otra manera los reclamos de las llamadas clases media-alta. Si se quejaran por la inseguridad (personal y nacional), por la entrega de recursos nacionales o por la educación naturalista que reciben sus hijos, estaríamos de acuerdo.
Pero las quejas van
apuntadas a la compra de dólares, a la posibilidad de viajar al extranjero
(igualmente lo hacen), a la perentoriedad por acceder a mercancías importadas,
y sobre todo a algo muy injusto, el impuesto sobre los salarios, pero
argumentado de la peor manera posible; esto es, contraponiéndolo con la función
subsidiaria del Estado, por ejemplo: con las jubilaciones y la ayuda a los
pobres. Que se utilicen de manera ilícita esas ayudas no anula la licitud de
las mismas.
Cuántas veces hemos
escuchado la frase "a cuántos negros mantengo yo". Ojalá se pudiera
cumplir con el principio cristiano de que el más fuerte ayuda al más débil,
fuera negro o blanco. El problema es que nuestros mantenidos gozan de
privilegios que les están negados al ciudadano de a pie, y que una parte gruesa
de esa manutención se la llevan los gobernantes.
La única vez que
muchos representantes de ese egoísmo de clase se movilizaron con vehemencia fue
cuando le confiscaron los ahorros que no pudieron salvar, a pesar de que muchos
estaban avisados por Cavallo y su banda de ladrones y se llevaron nomás los
dólares. Pero no se movilizaron cuando el futuro de la patria se diluía en
manos de los privatizadores de los bienes públicos. Es para mirar sorprendidos
a estas almas carcomidas por el egoísmo, y que tienen una inmediatez alarmante
en su pensamiento; mas allá de que son manipulados por los medios económicos a
través de las redes de comunicación, y por el régimen partidocrático.
Los grandes
movimientos nacionalistas tenían una clara impronta orgánica y social. Aquellos
hombres que amaban a sus patrias veían indignados el avance del marxismo y del
liberalismo, de la injusticia social tanto como de la lucha de clases. ¿Qué
pensarían hoy estas personas egoístas, que se dicen cristianas, ya no por
cierto de las propuestas en pro de los más necesitados de la Falange o del
Fascismo, si no de los círculos obreros católicos? ¿Qué pensarían de Julio
Steverlynck y su constante ayuda a los obreros?
Este egoísmo liberal
es un peligro para todos y gana fácilmente las almas. No podemos olvidar que muchas
cosas que predicamos nosotros, como la función social de la propiedad privada,
el corporativismo o la lucha contra los plutócratas y usureros, son banderas
propias arrebatadas por marxistas, para publicidad ideológica, no para dar
soluciones a los más necesitados. Si no se reacciona ante es falsa disyuntiva,
el saqueo extranjero se llevará a cabo sin problemas. Incluso será con alegría;
si hasta la revolución de la alegría la llaman, aquellos que identifican a la
política con el individualismo,' con la gestión eficiente pero descreída del
Bien Común. Si el Estado no cumple su fin, en tanto persona de bien, la
política no tiene sentido.
Intentemos crecer en
las virtudes, para ser fieles a Jordán Bruno Genta que decía que la esencia de
la actividad política y económica "tiene que ser la voluntad de servir y
el espíritu de sacrificio". Nadie morirá por el mercado o la bolsa de
valores, ni por un dólar más barato, las acciones o los bonos, o la última
tablet. Pero siempre es bueno predicar que vale la pena combatir el egoísmo y a
dar la vida por Dios y por la Patria. •