Ni Chicha ni Carlotto: la mentira del “plan de robo de menores”.
28
diciembre, 2015 Nicolás
Márquez
8 Comentarios Abuelas
de plaza de mayo mentirosas,
Curro de los Derechos Humanos,
Ernestina Herrera de Noble y sus hijos,
Estela Carlotto,
inexistente plan sistemático de robo de menores,
La Mentira Oficial,mentira
setentista,
Ni chicha ni Mariani,
Nicolás Márquez,
Prensa Republicana
Horas
atrás, los diarios y medios de todo el país informaron que María
“Chicha” Mariani, fundadora de Abuelas de Plaza de Mayo (organización
devenida en rentable firma empresarial cuyo
CEO encarna Estela Carlotto), había “recuperado” a su nieta, la cual,
tal como suele suceder en el grueso de todos estos casos, había quedado
en situación de desamparo en 1976 tras un allanamiento militar en una
casa operativa del terrorismo Montonero (el
hijo de Chicha, Daniel Mariani y su nuera Diana Teruggi estaban allí
integrando la banda homicida), en la cual se produjo un enfrentamiento
que derivó en la muerte de cinco terroristas. En la guarida, yacía una
bebé de tres meses llamada Anahí (nieta de Chicha
Mariani), la cual fue salvada de la situación de riesgo a la que la
habían expuestos sus delincuentes progenitores y habría sido otorgada en
adopción o resguardo de un tutor.
Al
enterarse que su nieta fue rescatada, Chicha desde entonces intentó
conocer el paradero de la niña, aunque sin éxito, y fue recién esta
semana (casi 40 años después) cuando corrió como
reguero de pólvora la noticia de la aparición de la nieta, aunque al
rato se confirmó que los datos genéticos rechazaron el parentesco y la
expectativa volvió a foja cero.
Este
episodio obró para que se siga desinformando, y se insista en la ficción
propagandística que de que durante la dictadura (no la que quisieron
imponer los Montoneros sino la cívico-militar)
hubo un “plan sistemático de robo de menores” y que dentro de tan macabro propósito, “fueron
robados 500 niños”. Episodio y cifras que no poseen respaldo
argumental ni documental alguno, pero que al igual que tantos otros
embustes y desmanejos numéricos, han sido instalados rabiosamente como
slogan publicitario por parte de las organizaciones
rentísticas vinculadas al gobierno saliente y al terrorismo de otrora.
Si bien esta temática ya la he desarrollado in extenso en mi libro
La
Mentira Oficial, consideramos oportuno repasar mi tesis sobre este permanente engaño.
Chicha
Mariani y la nieta que no fue.
Origen del mito:
El mito del “Plan Sistemático de robo de menores” promocionado por la desacreditada Carlotto y sus accionistas asociados,
se apoyó fundamentalmente en que “las Abuelas” afirman haber “recuperado 120 niños”
(dato inflado puesto que al día de la fecha el site oficial de Abuelas sólo confirma 103[1])
los cuales hoy ya son jóvenes cuyas edades oscilan en derredor de los 40 años), y que dicha fantasiosa
proyección estadística ascendería “a 500 casos”.
¿Y cómo llegan las “Abuelas” a la cifra de supuestas 103 “recuperaciones”?.
Pues cuando las
fuerzas legales durante la guerra antiterrorista efectuaban operativos y
los delincuentes eran detenidos o abatidos, en muchas circunstancias (y
con motivo de la actividad delictiva de
sus padres) quedaban sus niños en situación de orfandad o total
desolación. Pero como los terroristas poseían nombre de guerra,
documentación falsa y mudaban permanentemente de casa, barrio, ciudad o
Provincia, con frecuencia era muy difícil identificar a
los abuelos o parientes cercanos de las desdichadas criaturas. Por
ende, la acción de las fuerzas legales ante el desamparo de los menores
se efectuaba en el siguiente orden:
1) Entregarlo a la familia (abuelos, tíos, etc.) si había conocimiento de su existencia y localización fehaciente.
2) Si no se tenía
datos acerca de parientes y consanguíneos, el menor era llevado entonces
a disposición el juez de la jurisdicción o autoridad competente, quien
seguidamente lo derivaba a la Casa Cuna
o institución pertinente.
Vale decir, en la
medida en que el estado de guerra civil lo permitía, se actuaba dentro
del principio de razonabilidad y legalidad (tal el caso de la orden de
Operaciones del Comandante de la Zona 1
o la orden emanada del Ministerio del Interior a la Policía Federal
cuya autenticidad fueron avaladas por la fiscalía en la Causa 13). De
este modo, se llevaron adelante 227 devoluciones de menores desamparados
a familiares o autoridades pertinentes, lo que
demuestra que por parte de las fuerzas legales, el único “Plan Sistemático” que hubo fue la devolución conforme a derecho (el listado completo de las devoluciones puede
verse en mi libro sobre el particular).
Posteriormente,
muchas de estas criaturas, una vez destinadas y alojadas en
instituciones oficiales, eran adoptadas por diferentes familias o
matrimonios que le brindaron su amor y educación, tal como
suele ocurrir en la actualidad con menores en situación de adopción.
Pero ocurre que las “Abuelas de Plaza de Mayo”,
posteriormente se dedicaron a efectuar una labor de rastreo con
auxilio estatal, consistente en tratar de contactar algún pariente
biológico de esos menores (hoy adultos). De esta manera, lograron en
ciertos casos conectar, por ejemplo, a determinados jóvenes con algún
tío, abuelo o pariente de cualquier grado. Una vez
localizado efectivamente el vínculo, se produce el televisado
encuentro, y las “Abuelas” salen con “bombos
y platillos” a arengar “recuperamos al número X”.
Hasta aquí, la labor de la empresa “Abuelas de Plaza de Mayo” lejos de ser criticable, resulta encomiable. Sin embargo,
es dable efectuar la siguiente aclaración: de los casos “recuperados” por las “Abuelas”,
la mayoría absoluta de ellos obedeció ni a “robo” ni a “plan sistemático” alguno.
Efectivamente, de esas “103 recuperaciones”, las “Abuelas” meten en la bolsa circunstancias
que por muchas veces rayan en lo tragicómico.
Cuando todavía la cifra de “recuperados” rondaba los 66 casos, las Abuelas publicaron un libro titulado “Niños
desaparecidos – Jóvenes localizados – En la Argentina desde 1976 a 1999“.
(Edición de diciembre de 1999) en el cual, se detallan caso por caso
los 66 episodios a través de los cuales ellas dicen arribar a esa cifra.
Y del texto en cuestión, involuntariamente
las “Abuelas” dan a conocer no sólo que el “Plan Sistemático de robo” no existió,
sino que a efectos de abultar las cifras, colocan a “la marchanta”
cualquier dibujo que eventualmente les resulte funcional a la sumatoria
de coeficientes: el método usado
por las Abuelas para acomodar sus números tiene el mismo rigor
científico que el que usaba Guillermo Moreno para medir la inflación.
La
empresaria paraestatal Estela Carlotto, festiva y a los besos con el delincuente Amado Boudou, en los albores del kirchnerimo.
En efecto, de esos 66 casos contabilizados por las “Abuelas” (y según consta en el libro de su propia autoría),
29 fueron niños devueltos a sus familiares o entregados a la Justicia de Menores (no hay “robo” alguno ni “recuperación”);
6 son casos de niños apropiados ilegalmente por otros integrantes de las bandas terroristas o vecinos (en este caso hay “robo”
pero cometido por los terroristas y aliados);
11 son niños desamparados que estuvieron incomunicados como producto de
situaciones anormales por causas totalmente ajenas a la guerra civil
(tampoco existe “robo”
y eso
lo confirma el libro de Abuelas); 6 corresponden a cuerpos N.N.
identificados de mujeres embarazadas al morir en tiroteos, en donde
obviamente tampoco hay “robo” ni “recuperación”
(y parece ser que afortunadamente y contrariando su ideología, en este ítems las
Abuelas se muestran
ad hoc a
favor de considerar a la persona desde el momento de su concepción); 2
corresponden al caso de niños accidentalmente muertos en tiroteo entre
sus padres y otros
guerrilleros contra las fuerzas legales (tampoco hay “robo” ni “recuperación”
y
los lamentables accidentes son producto de la irresponsabilidad
delictual de sus padres) y 12 casos más, que son los únicos episodios
puntuales de niños comprobadamente apropiados de modo ilegal, pero de
los cuales en solo dos de ellos hubo repudiable participación
de algún miembro de las FFAA.
Pues, bien andando los años y con este mismo
modus operandi engañoso consistente en rejuntar y acumular casos a todo propósito y fuera de propósito, se completó así la cifra de 103 “niños
recuperados” difundida por multimediáticamente por Abuelas
y todo el periodismo “bienpensante” que siempre le hizo coro: empezando
por Clarín, a pesar de que
al citado grupo mediático le consta de manera fehaciente el modo
inmoral y mentiroso con el que actúa Carlotto y su pandilla, tal como se
comprobó judicial y científicamente al descartarse que Ernestina
Herrera de Noble haya sido “ladrona de niños”, tal como
vociferaban impunemente las Abuelas.
Ernestina
Herrera de Noble junto a sus hijos adoptivos: falsamente acusada por la enriquecida firma empresarial Abuelas de Plaza de Mayo.
Va de suyo que la
reducida cantidad de menores en los que hubo algún deleznable ilícito
imputable a miembros de las FF.AA. (dos casos como vimos) no puede ser
indicio de ningún “plan
sistemático”, en una guerra que duró diez años, en donde
entre terroristas abatidos o desaparecidos hubo 8.400 muertos y con al
menos 227 devoluciones comprobadas de criaturas en situación de
desamparo. Es decir, en todo caso, de haber existido
algún “plan sistemático”, ese fue no el robo sino la devolución, tal
como lo acreditan los fulminantes guarismos. Y todo este fue tan claro,
que a los militares ya les habían imputado haber pergeñado el Plan
Sistemático de Robo de Menores en el ilegal juicio
a las Juntas decretado por el gobierno radical en diciembre de 1983, y
el mismísimo Tribunal alfonsinista exculpó a los Comandantes de esta
manera:
“Como
se viera, del catálogo de delitos que el Tribunal consideró integraban
el sistema, se han excluido: la sustracción de menores, la extorsión, el
plagio y la usurpación. Ello implica la no atribuibilidad de tales
ilícitos”[2].
A pesar de ello, con insistencia y violando el principio jurídico y constitucional del “ne bis in idem”
(nadie puede
ser juzgado dos veces por el mismo hecho), durante el latrocinio
kirchnerista se prosiguieron rearmando causas a los miembros de la ex
Junta Militar o jerarquías inferiores, con la misma seriedad y
neutralidad con la cual durante esos mismos años la “justicia”
determinó que Cristina Kirchner no se enriqueció ilegalmente
Los verdaderos culpables del drama de los niños
En rigor de
verdad, toda la triste problemática y secuelas conexas, tienen por
causa-fuente la irresponsabilidad e insensibilidad en cuanto al manejo,
apropiación ilegal y exposición que de sus
hijos hacían los mismos terroristas subversivos durante el fragor de la
guerra por ellos desatada.
En efecto, los mismos
protagonistas Montoneros reconocen estas y otras circunstancias, tal
como lo relata la guerrillera Marcela Durrieu (actual suegra del
dirigente Sergio Massa) quien cuenta “Todos
te decían que cuando tenías que escapar o dejas a tu hija a salvo en un
lado o te la llevas con vos. Es un dilema de hierro que no se puede
resolver. Yo llevé a mi hija a todos lados. Tuve suerte y zafamos-
recuerda jornadas en las que robaba para comer o
le daba explicaciones absurdas a su hija de por qué dejaban un auto
robado en la calle. ´Lo dejamos Malena porque después vamos a tener otro
mejor´, le decía”[3].
Y para advertir el grado de irracionalidad de las terroristas, Durrieu explica que “A la noche, poníamos la cunita de Malena y las armas al lado (en lo primero que pensábamos era en
cómo salir corriendo con un bebé en brazos). Habíamos hecho una ruta para escapar para la Panamericana.“[4].
La colocación de los niños en situación de riesgo grave era permanente y al respecto confiesa la ex Montonera Susana Sanz “Todavía recuerdo cómo yo trasladé materiales
debajo de mi panza con ocho meses de embarazo. Al mes del parto, yo estaba militando de nuevo“[5].
Como si estas
felonías fueran insuficientes, muchas veces los integrantes de la
guerrilla utilizaban como escudos a sus hijos, tal como lo ha reconocido
la guerrillera Miriam Trilleltesky, la cual al
ser entrevistada la periodista le pregunta “¿Hubo oportunidades en que utilizaban niños para cubrir actos de terrorismo?´ y Trilleltesky respondió “Se
los utilizaban para ir a citas, para hacer tareas, se los llevaba a citas como cubierta”[6].Pero
el grado de inseguridad al que los terroristas sometían a sus niños no
se limitaba al lapso del combate o enfrentamiento, sino a todo el
modus vivendi.
La ex montonera Alicia Pierini (quien fuera beneficiada con suculentos
honorarios como Secretaria de DD.HH. durante la presidencia “neoliberal”
de Carlos
Menem) expresa “Yo
era militante montonera, además mamá de dos nenas chicas. Mariela nació
en el 67 y Bárbara en el 68. Tuve ocho años de clandestinidad viviendo
en casas compartimentadas,
con contraseguimiento de ida y de regreso del colegio: – ¿Qué es una
casa compartimentada? ¿Cómo es un contraseguimiento? (pregunta la
periodista Viviana Gorbato) -Pierini: Compartimentación quiere decir que
pocas personas o casi ninguna saben donde vivís.
Una compartimentación podía ser de dos modelos, una más blanda y otra
más rigurosa. Una compartimentación más blanda es aquella en la que tus
hijos saben volver a la casa por sus propios medios. Tu hogar está
solamente compartimentado para los ámbitos políticos,
organizativos, para los otros militares… Mis hijas iban y venían del
colegio. Tuvimos otras casas más rigurosamente compartimentadas. Ni
siquiera nuestra familia sabía. La gente venía a visitarnos tabicada…por
ejemplo, cuando mi suegra (la mamá de Ernesto
Jaureche, mi compañero de entonces) venía a vernos, primero se la
llevaba a dar vueltas en auto y se le pedía que mantuviera cerrados los
ojos, antes de llegar, para que nunca pudiera reconocer la casa.
También, si se compraban facturas o masas en la panadería
se sacaba el papel de envolver con la dirección. Teníamos fundas para
los sifones. A los almanaques, también se les cortaba la propaganda del
almacenero vecino. El visitante no debía tener el menor indicio de dónde
estaba. Así viví durante ocho año”[7].
Complementariamente, el oficial Montonero Jorge Falcone (mano
derecha del asesino Firmenich y esposo de una de las hijas montoneras
de la comerciante Carlotto) relata que durante la guerra
“hacía tres días que
personal de fuerzas de seguridad estaba preguntando por nosotros… Era a
fines del 77 y respondiendo a la estrategia que la organización
Montoneros había trazado
exitosamente, nos mudamos a barrios fabriles… Allí rescato a mi hija
recién nacida y a mi esposa Susana Estela Carlotto, hija de la
presidenta de las Abuelas de Plaza de mayo“[8].
Otro dato clave que
se suma a la confusión generada, era precisamente la desembozada
práctica de tener hijos (con la misma frialdad de un coleccionista de
estampillas) a efectos de “fabricar
guerrilleros” y agigantar así la familia revolucionaria: “La
tasa de natalidad creció, notablemente entre las militantes con la
primavera democrática de mayo a junio del
73 y volvió a pegar otro salto en el 76 y 77…Este particular instinto
de supervivencia explica por qué muchas mujeres tenían hijos pequeños o
estaban embarazadas en el momento de ser chupadas”[9].
Esta práctica irresponsable es defendida como estrategia de guerra por Mario Firmenich, quien alega:
“han pasado los tiempos en que se pensaba que era correcto evitar tener hijos”
añadiendo que “si hace treinta años los vietnamitas hubieran pensado de esa manera, no habrían tenido a nadie para ganar la guerra” rematando “Los
hijos son nuestra retaguardia“[10].
Guardería
montonera. Los terroristas refugiaban a los hijos de sus camaradas en
el totalitarismo cubano, en donde les infundían adoctrinamiento.1 En la foto, el asesino Mario Firmenich en la Habana con los hijos de sus Montoneros.
El “Plan
Sistemático de Robo de Menores” de la guerrilla
Visto y considerando que por parte de las fuerzas legales el único “Plan Sistemático” fue el de la devolución del
menor, no cabe el mismo mérito respecto del actuar de las bandas terroristas, quienes pergeñaron un “Plan Sistemático de Robo”
de hijos pertenecientes a sus camaradas caídos.
En efecto, dentro de las propias organizaciones subversivas, además de
una política de adoctrinamiento revolucionario para con las criaturas
existía la “apropiación sistemática de
menores”, consistente en quedarse con la criatura y no
devolver el niño a la familia biológica del militante caído y así lo
confiesa la ex montonera Susana Sanz
“La organización
sostenía que ante la baja de unos de nosotros el hijo debía ser criado
por otro compañero. Eso tenía un fin predeterminado. Ese chico debía
crecer en la moral revolucionaria,
con la moral revolucionaria de una familia revolucionaria. Eso era lo
que pensábamos nosotros, la organización”[11] y
confirmando tamaña confesión, Ernesto Jauretche (Oficial Montonero) admitió que “Había
una tendencia en el movimiento en su conjunto de rescatar a los hijos y
ver cómo se podía…No
siquiera entregarlos a sus familias…Había una concepción muy ortodoxa
de que si la familia no contaba con la simpatía de la organización,
tampoco le entregaban a su hijo”[12].
Cuenta la citada guerrillera Susana Sanz que a “los hijos de los compañeros los sentíamos como hijos propios, era una gran responsabilidad colectiva… pero visto desde
hoy los chicos corrían muchos riesgos”[13].La
guerillera Alicia Pierini despersonalizando las tutorías y paternidades naturales explica
“Los hijos eran un poco los hijos de la organización… Era una especie de ´padrinazgo´”[14].
Complementariamente cuenta el ex montonero Jorge Rachid (otro
que fue beneficiado con el rentable cargo de Secretario de Prensa y
Difusión durante el privatista gobierno de Menem, que “Paco
Urondo y Alicia viven juntos y tienen una hija. Pero al poco tiempo los
dos son asesinados en Mendoza. La nena se salva. Se llama Angelita”,
Rachid cuenta que su ex suegra trae a Angelita para Buenos Aires. Pero
aquí la otra hija de Paco Urondo “reclama la
nena para la organización”… Se produce un episodio que hace que mi
cuñado me llame por teléfono a Neuquén pidiéndome por favor que viniera
porque la organización le quería sacar a la nena para que no se criara
en un hogar burgués… Estamos todos muy enfermos.
Acabamos de recuperar la nena. La mamá está muerta. La nena está con la
abuela y viene este apriete… Es de locos”[15].
Conclusión
Pues bien, no nos
queda más que decir que al final la nieta de Chicha Mariani no apareció,
el supuesto plan sistemático de robo de menores vociferado por Carlotto
no existió, y que los principales responsables de la tragedia
acontecida no fueron otros más que los miembros de las organizaciones
terroristas de la época.
|
|
|
|