¿Igualitarismo religioso?
La neorrevolución igualitaria y amoral, es profunda y radicalmente anticristiana, ideología de una mentalidad igualitaria, de una «psicología enferma» «con carácter de epidemia»
que se difunde a partir de la Revolución Francesa, y que conlleva en sí
muchos componentes diversos, transitando de una igualdad en la esfera
social a una igualdad en la esfera religiosa hasta llegar a una igualdad
entre las diversas religiones. Así, el reciente vídeo de Francisco en
el que expone una intención de oración, ha causado perplejidad y
confusión, ya que coloca a la Verdadera Religión en el mismo nivel de las falsas religiones.
Una imagen vale más que mil palabras. El
vídeo hace pensar que todas las religiones son válidas, de donde se
deduce que no habría por qué practicar ninguna en concreto (indiferentismo religioso).
Incluso entre los obispos ha quedado totalmente confusa la diferencia
entre ecumenismo, diálogo interreligioso y sincretismo, como lo propugna
la ideología pseudo espiritual del New Age, que «es
francamente pagana e incluye las siguientes ideologías y filosofías:
panteísmo, sincretismo, monismo, gnosticismo, teosofía, esoterismo,
ocultismo, relativismo moral y práctico, subjetivismo,
reencarnacionismo, idolatría, misticismo oriental, materialismo y
hedonismo, igualación de las religiones» [1]
En la encíclica «Quanta Cura» y en el «Syllabus»,
el Papa Pío IX condenó la libertad religiosa según el enfoque liberal y
masónico de la Revolución Francesa, que conduce al indiferentismo, la
igualdad de todas las religiones, y la igualdad moral del hombre para
elegir la religión que quiera.
El sincretismo –como sabemos- es una
ofensa a Dios, porque se pone al Dios verdadero a la altura de los
ídolos, y la razón humana que busca la Verdad, sabe que no todas las
religiones son iguales y que es injusto equiparar a la Verdad con el
error.
El Papa Pío XI definió como «ignominiosa» la colocación de la religión verdadera de Jesucristo «en el mismo nivel de las falsas religiones».[2] De igual modo, el Papa León XIII enseñó que «es contrario a la razón que el error y la verdad deberían tener derechos iguales».[3] Para S. Francisco Javier, siguiendo a S. Pablo, todas las invocaciones a los ídolos «son abominables para Dios». Para S. Ignacio de Antioquía, «El que camina con un sentir distinto al de la Iglesia no tiene parte en la Pasión del Señor». [4] S. Agustín declara que «Sólo la Iglesia Católica es el Cuerpo de Cristo»,[5] por eso dice San Pablo: «¿Qué
concordia hay entre Cristo y Belial? ¿Qué parte del creyente con el
infiel? ¿Qué conformidad entre el templo de Dios y el de los ídolos?…
Por tanto salgan de ellos y apártense, dice el Señor…».[6] «Cuando
los paganos ofrecen un sacrificio, el sacrificio va a los demonios y
no a Dios. Y no quiero yo que ustedes tengan parte con los demonios. No
pueden beber el Cáliz del Señor y el cáliz de los demonios».[7]
El Papa Pío XI, en su encíclica «Mortalium animos»,
afirma respecto del ecumenismo, que ese espíritu llamado ecuménico,
mismo que busca la unión sobre la base de características comunes y no
hacia la Única Iglesia fundada por Cristo «es un resbaladero hacia el indiferentismo y el modernismo».
El annus horribilis de 1517 «marca la fecha de la división de la Europa cristiana: en eso radica el significado esencial del siglo XVI –dice el P. José de Sainte Marie-, la
afirmación del hombre, la ruptura entre el cielo y la tierra por la
negación de las mediaciones que los unan, Cristo, María y primero que
todo la Iglesia. Tal es el comienzo de la rebelión de los tiempos
modernos contra Dios».
Lutero limitó su rebelión al campo
religioso, la Revolución Francesa franqueó el paso siguiente en este
movimiento, quedándose con un Dios etéreo y vaporoso, el Ser Supremo, el
Gran Arquitecto[8], pero la Revolución había comenzado mucho antes de 1789, «subvirtiendo primero el orden de las ideas».
Plinio Correa de Oliveira lo explana amplia y exactamente en Revolución y Contra-Revolución:
«Dos nociones concebidas como
valores metafísicos expresan bien el espíritu de la Revolución: igualdad
absoluta, libertad completa. Y dos son las pasiones que más la sirven:
el orgullo y la sensualidad».
Recuerda Don Plinio que el orgulloso
-sujeto a la autoridad de otra- odia ese yugo, así odia genéricamente
todas las autoridades y todos los yugos, y más aún el propio principio
de autoridad, considerado en abstracto. Y porque odia toda autoridad,
odia también toda superioridad, de cualquier orden que sea. En todo esto
hay un verdadero odio a Dios, orgullo que puede conducir al
igualitarismo más radical y completo.[9]
Mentalidad igualitaria que
conduce a una profunda distorsión del orden natural: «Así, en las cosas
naturales, las especies parecen haber sido ordenadas por grados. Por
ejemplo, las cosas mixtas son más perfectas que los elementos que las
componen, las plantas prevalecen sobre los minerales, los anima – les
sobre las plantas, los hombres sobre los anima – les, y en cada uno de
estos órdenes de criaturas se encuentra una especie que vale más que
otras. Es por eso que la divina Sabiduría habiendo sido la causa de la
distinción entre los seres, a fin de que el universo fuese perfecto,
Ella ha querido por la misma razón que existiera la desigualdad entre
las creaturas. Porque el universo no sería perfecto si hubiese en los
seres un solo grado de bondad en las cosas».[10]
Mentalidad igualitaria que enceguece ante la Revelación y la gracia, y «lleva en sí una sorda exigencia de eliminar lo sagrado, lo distinto, lo superior, lo que manifiesta autoridad…».
En un enfoque igualitarista, se
tergiversa la doctrina de tal forma, que hasta se atribuyen a las
desigualdades los males sociales, siendo que la verdadera causa de éstos
es el pecado.
«La moderna tendencia al igualitarismo
está estrechamente unida con el vicio de la envidia. Nos parece genial
la expresión de Victor Hugo: “Egalité, traduction polítíque du mot envie“. Bien ha escrito Vega Letapié: “Si la libertad desenfrenada se deriva del pecado de soberbia del non serviam
de Lucifer, podemos encontrar el origen del principio de igualdad
absoluta en el pecado de envidia en que cayeron nuestros primeros padres
en el paraíso, al dejarse seducir por el pecado de la serpiente: Aperientur oculi vestri et eritis sicut dii (se abrirán vuestros ojos y seréis como dioses)”.»[11]
«También la Revolución soviética se
propuso concretar el proyecto igualitario, pero en un gran hormiguero
social. Si antes el burgués intentó rebajar al noble poniéndolo a su
nivel, ahora el proletario buscaría lo mismo, haciendo que el burgués
descendiese a su rango. Siempre un movimiento que tiende hacia abajo. El
trasfondo ideológico de lucha de clases, del combate del proletariado
contra la burguesía, no es sino la expresión de un marcado complejo de
inferioridad. La clase “explotada” busca su liberación, y a la envidia
humillada sucede el orgullo de clase. “Nada somos, seámoslo todo”, canta
la Internacional, resumiendo en un sólo verso el proceso ideológico de
la dictadura del proletariado.
En el fondo, esta desembozada
tendencia a igualarlo todo tiene no poco que ver con la propensión al
facilismo. En vez de subir uno, hacer bajar a los demás». [12]
Mentalidad igualitaria que desconoce el orden jerárquico establecido por Dios en su Iglesia:
«Pues en la Iglesia Dios puso en primer lugar a los apóstoles; en segundo lugar, a los profetas, en el tercero, a los maestros, después, los milagros, después, el carisma de curaciones, la beneficencia, el gobierno, la
diversidad de lenguas. ¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son
profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don
para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan? »[13]
«La diversidad de estados y oficios en la Iglesia obedece a tres razones. En primer lugar, para la perfección de la misma Iglesia,
dado que, del mismo modo que, en el orden natural, la perfección, que
se halla en Dios de un modo esencial y uniforme, no puede encontrarse en
las cosas de un modo disforme y múltiple, así también la plenitud de la
gracia, que está unificada en Cristo como cabeza, se reparte de
diversos modos en sus miembros para que el cuerpo de la Iglesia sea
perfecto. Esto es lo que dice el Apóstol en Ef 4,11-12: “El constituyó a
unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros
pastores y doctores, para la perfección consumada de los santos”. En segundo lugar, para la
realización de las acciones necesarias en la Iglesia es preciso emplear
personas distintas si se quiere que todo salga bien y sin confusión.
Esto mismo dice el Apóstol en Rom 12,4-5: “Asi como en un mismo cuerpo
tenemos muchos miembros, y no todos los miembros realizan las mismas
acciones, así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo”. En tercer lugar, esto es necesario para la dignidad y belleza de la Iglesia, la cual consiste en un cierto orden. Por
eso leemos en 3 Re 10, 4-5 que la reina de Saba, al ver toda la
sabiduría de Salomón, las habitaciones de sus servidores y el orden de
sus oficios, quedó fuera de sí. Y el Apóstol dice, en 2 Tim 2, 20, que
en una casa grande no sólo hay vasos de oro y plata, sino también de
madera y de barro». [14]
La ideología igualitarista es la peor de las injusticias por violenta y contraria a la naturaleza.
Germán Mazuelo-Leytón
[1] ISABEL VIDAL DE TENREIRO, ¡Alerta! Ante manifestaciones del New Age.
[2] PÍO XI, Carta Encíclica Quas Primas, sobre la Fiesta de Cristo Rey, 1925.
[3] LEÓN XIII, Carta Encíclica Libertas Praestantissimum, sobre la Libertad y el Protestantismo, 1888.
[4] SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA, Carta a los de Filadelfia, 1.
[5] SAN AGUSTÍN, Carta 185, nº 50, a Bonifacio.
[6] 2 Corintios: 6, 14-17.
[7] 1 Corintios: 10, 20-21.
[8] Cf.: ALFREDO SÁENZ SJ, La Cristiandad una realidad histórica.
[9] cf.: PLINIO CORREA DE OLIVEIRA, Revolución y Contra-Revolución.
[10] SANTO TOMÁS DE AQUINO, Summa Teológica, I, q. 47, a. 2.
[11] ALFREDO SÁENZ SJ, El hombre moderno.
[12] Ibid.
[13] 1 Corintios, 12, 28-30.
[14] SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica, II-II, q. 183, a. 2