sábado, 2 de enero de 2016

Seis días de furia y negociaciones secretas con tres "paranoicos"


Seis días de furia y negociaciones secretas con tres "paranoicos"


Preguntas sin respuesta sobre los prófugos

La intimidad de las horas más calientes del caso.Los contactos de Ritondo con el abogado de los prófugos. El temor que los fugados le tienen a Aníbal Fernández.
A las cuatro y diez de la mañana del 31 de diciembre Cristian Ritondo recibió una noticia que era en sí misma una contradicción: la novedad podía ser vista como positiva, pero también como negativa para sus intereses, los del Gobierno, y los de la sociedad. El ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires fue informado en ese momento que habían aparecido, aunque sea por un momento, los tres fugados de la cárcel de General Alvear, buscados desde hacía cinco días, en vano, por un ejército de más de 600 agentes de diferentes fuerzas de seguridad. Martín y Cristian Lanatta, y Víctor Schilacci, pasaban por el kilómetro 100 de la ruta 20 cuando tres agentes de la policía bonaerense los detuvo, dicen las fuentes oficiales, que sin reconocerlos. 


Más allá de eso, se trataba de primera pista concreta que se obtenía sobre ellos. La imagen de lo que pasó, sin embargo, aterrorizó a las autoridades. Se lo ves en un video que publicado Clarín por la mañana y que circula desde entonces por las redes:
lo negativo es que habían parado frente a la policía solo por catorce segundos. Es lo que tardaron en lanzar una ráfaga de violencia breve contra sus coyunturales "enemigos": dos de los buscados se bajaron de una camioneta Ford Ranger gris, y dispararon al menos seis balazos con profesionalismo temible desde dos fusiles distintos. Dos de los policías fueron heridos de gravedad. Quienes los habían enfrentado de modo casi mortal eran profesionales de la violencia armada. Martín Lanatta, por ejemplo, es instructor de tiro. Antes de caer preso, solía pegar adonde apuntaba. Ratificó esa cualidad.
Ritondo y el jefe de la Policía Bonaerense, Pablo Bressi, llegaron a la misma conclusión: "Hay que encontrarlos vivos. Pero con esto demuestran que están dispuestos a matar o morir antes de volver a la cárcel".
Esa mañana se desplegó sobre la zona un operativo que incluyó el sobrevuelo de helicópteros sobre el pueblo más cercano, Ranchos. Incluso viajaron al lugar los dos grupos de elite policiales, envío el Halcón y el GEOF.
La ruta en la que los tres condenados del caso efedrina habían aparecido es un intercomunicador con diferentes caminos de tierra, el acceso además a campos de grandes extensiones, que detrás lindan con lagunas casi intrasitadas.
Más allá de eso, Clarín pudo confirmar al mediodía del 31 que los jefes del operativo que buscaban a los tres fugados sabían que el trío escapado habían vuelto a sus barrios de origen: Quilmes, de donde son los Lanatta; y Berazategui, el distrito en el que crecieron los Schilacci.
Hoy se sabe que el operativo para encontrarlos había fallado desde un inicio, después de generar un shock en el Gobierno. Según el relato de familiares de los fugados, el mismo domingo en el que escaparon de su encierro en General Alvear, Martín Lanatta había pasado ayer mismo por la casa de su ex suegra para quitarle su camioneta Kangoo, sabiendo que la Ranger en la que se movía con sus cómplices ya había sido reconocida.
La versión de la familia política de Lanatta asegura también que el mismo día de su fuga había pasado por allí para exigirle que le entregue dinero. ¿Por qué las autoridades bonaerenses nunca supieron de esos hechos si la ex suegra de Lanatta afirmó que quiso hacer la denuncia sobre el tema?
Quienes llevan adelante el operativo de su búsqueda dicen que estaban tras sus pasos desde hace días, pero que los puestos que controlaban dependen de órdenes judiciales, y de información de la ex SIDE, por ejemplo, de la que esperaban mayor colaboración.
Clarín puede reconstruir, gracias a fuentes inobjetables, que la búsqueda de los fugados se movió al menos por otro variable a las partir de las 13:20 de ayer. El abogado Hugo Izacati, defensor de uno de los prófugos, Schilacci, logró transmitirle a Ritondo –a través de un interlocutor que trabaja en la prensa- que los tres prófugos buscaban llegar a un diálogo con los jefes policiales: "Se quieren entregar, pero tiene mucho miedo. La verdad –dijo Izacati a su nexo con Ritondo- que quieren tener algún tipo de seguridad porque dicen que si van de nuevo a la cárcel podrían ser atacados por gente que responda a ya sabés quién". El abogado hacía referencia al principal denunciado por Lanatta: Aníbal Fernández.
En la prisión de General Alvear, el abogado de Quilmes, ex funcionario municipal, Antonio Solivaret, se había presentado frente a los prófugos con una supuesta propuesta de liberación vinculada a la política impulsada por Fernández, algo que el ex funcionario negó. Hay un video sobre el tema.
- ¿Quiere matarnos?-, le pregunta uno de los Schilacci a ese abogado cuándo éste le dice que llegó allí para hablar en nombre del ex jefe de Gabinete.
Ritondo, con cautela, le comunicó al abogado, de nuevo a través del interlocutor en común, que todo preso tiene derecho a tener una custodia adecuada. La información generó cierta esperanza gubernamental. Las autoridades supieron pronto que quienes estaban presionando a los Lanatta y los Schilacci eran los familiares de éste último.
Los jefes del operativo policial, mientras parte del periodismo estaba aun en Ranchos, con helicópteros aun volando sobre la zona, ya tenían conocimiento que los tres fugados debatieron qué hacer durante horas, mientras manejaban su Ranger.
Ritondo decía a esa altura del día, por los medios, que la policía ,os tenía cercados. El funcionario sabía que lo que pedían los fugados, a través de su abogado, era que se les garantizara una entrega sin violencia y una estadía en una cárcel federal. Para el Gobierno el pedido era, y es, aceptable.
Pero, pasadas las siete de la tarde de ayer, todo cambió.
El abogado Izacata aseguró a las autoridades que había perdido contacto con los fugados.
Ritondo sabía en ese momento que ellos se movía de otro modo: "Están usando otra camioneta".
El ministro endureció su discurso por los medios pensando en una posible trampa tendida por el abogado: "No vamos a negociar con prófugos Los queremos presos, sin tiroteos. Están solos".
Un ministro nacional repetía ayer que sabía dónde estaban los fugados el 31 a medianoche: "Era muy peligroso actuar".
Y así llegó del 2016.
Los Lanatta, y su amigo Scilacchi, pasaron ese instante único escondidos en el conurbano sur.
Libres. Y a la vez "paranoicos".