«Se
levantó un fuerte vendaval, y las olas se echaban sobre la barca, de suerte que
ésta estaba ya para llenarse» (Mc 8, 37). Mateo escribe: «las olas
cubrían la nave» (8, 24). Y Lucas: «el agua que entraba los ponía
en peligro» (8, 23).
La
Iglesia está a la deriva en el mar impetuoso de este mundo, en un grave
peligro. No hay nadie que la gobierne, que sepa poner el rumbo cierto, que
tenga la fuerza necesaria para luchar en contra de la corriente que la arrastra
y la lleva al precipicio.
La
Jerarquía se ha hecho cómplice del mal en la Cabeza, incapaces de conducir a
las almas por la senda de la verdad, temerosos de predicar a Cristo, la Verdad.
Ellos constituyen un ejemplo diabólico que no puede ni imitarse ni seguirse en
la Iglesia Católica. Ellos se han convertido en el estercolero de la humanidad:
no están llenos del Espíritu de Cristo, sino atiborrados del espíritu mundano.
El
Señor está «a la popa durmiendo» (Mc 4, 38), sin ocuparse de Ella,
porque la Jerarquía se ha vuelto altanera, orgullosa, ya no cree más en las
verdades de la fe, ni en los dogmas, ni en la tradición ni en el magisterio
auténtico e infalible. Sólo buscan lo que encuentran en su cerrada mente
humana: las ideas heréticas y erradas que se han sucedido a lo largo de toda la
historia humana. Ellos las recuerdan y las manifiestan con palabras nuevas,
pero ambiguas, oscuras y llenas de maldad. Ellos sólo persiguen lo que en su
corazón, muerto a la vida de la gracia y a la verdad de la fe, han erigido como
bastión de su necia vida humana.
Jesús
es la Cabeza Invisible de la Iglesia, «el Buen Pastor» que conoce a sus
ovejas, que da la vida por ellas (cf Jn 10, 14.15), que siempre las guía
a pesar de los hombres, aunque ellos intenten, por todos los medios, llevarlas
por otros caminos. Pero, Él duerme, deja que la Iglesia camine a la
deriva, sin rumbo, poniendo en peligro todo. La Iglesia está desprovista del
Espíritu de Cristo, porque el Espíritu Santo la ha abandonado a su destino.
Es
el abandono de Dios para purificar a Su Iglesia, para hacer una selección, para
dividir el trigo de la cizaña.
La
Iglesia está en alta mar, rodeada de pensamientos y obras humanas que la
cubren, que la llenan hasta poder hundirla.
La Iglesia está amenazada por la misma Jerarquía que la conduce hacia el mal,
que la pone bajo las cuerdas, en situaciones extremadamente peligrosas (=
renuncia del verdadero papa, usurpación del gobierno de la Iglesia,
establecimiento de un gobierno horizontal, falsas doctrinas, falso Sínodo de la
familia, falsa reforma del derecho canónico, falso año de la misericordia… ).
Desde
la renuncia del Papa Benedicto XVI al gobierno de la Iglesia- no al Papado-,
muchas almas han perecido en este gravísimo peligro; muchas son engañadas -cada
día- por los falsos pastores; muchas han preferido irse a otros barcos,
refugiarse en otras iglesias, perdiendo así la fe en el Señor que todavía
duerme «apoyado sobre un cabezal» (Mc 8, 38).
«El
oro se prueba en el fuego, y los hombres gratos a Dios, en el crisol de la
tribulación»
(Ecle 2, 5): hay que amar a Cristo por ser Cristo, aunque permanezca dormido,
indiferente a todo lo que pasa. Este es el fuego, la tribulación por el que
debe pasar cada alma que aspira a la santidad de la vida: no ames a Dios por
los dones que te ofrece, sino porque es Dios, aunque te deje desnudo de todo.
Aunque
Jesús deje Su Iglesia a la deriva, sin gobierno real, con un gobierno usurpado,
lleno de mentiras, de maldades, de iniquidades, hay que permanecer en la
Iglesia de Cristo sólo porque es la Iglesia que Cristo ha
fundado. A pesar de que se vea que el barco se hunde, hay que seguir en el
barco, no hay que tirarse a alta mar, no hay que buscar otros barcos.
Hay
que permanecer en la Verdad que Cristo ha enseñado a Sus Apóstoles por ser la
Verdad, la única Verdad que el hombre tiene que seguir, aunque un Papa haya
renunciado a gobernar la Iglesia. Su renuncia al gobierno no es la renuncia a
la verdad del Papado. Benedicto XVI sigue siendo fiel a Cristo, que lo ha
elegido como Vicario Suyo en la Iglesia hasta la muerte.
Las
almas tienen que permanecer fieles a esta verdad, a este dogma del Papado,
defendiendo al Papa que ha puesto Cristo en Su Iglesia, hasta que él muera,
sufriendo las humillaciones de tanta Jerarquía y de tanto católico, que son
necios (= carecen de la sabiduría divina) en sus corazones, estúpidos (= obran
sin sabiduría humana) en sus mentes humanas e idiotas (= viven en sus propias
ideas profanas, mundanas, alejadas de la verdad) en sus vidas; y que prefieren
comulgar y obedecer a un hombre que no es capaz de enseñar ni de gobernar con
la verdad.
La
Jerarquía no ha permanecido fiel a la verdad del papado, obligando a un papa a
renunciar, y poniendo su falso papa, su hombre, su ídolo para que lo aplaudan y
lo sigan las masas.
La
imagen de la Iglesia, que la Jerarquía está mostrando, es la de una máquina de
fango: suciedad, pecado por todas partes, culto a la personalidad, apego al
dinero y al poder, combatiendo constantemente contra los que permanecen fieles
a la doctrina católica.
Hay
que seguir siendo fieles a Cristo aunque la Jerarquía hable de falsas
excomuniones e imponga falsas obediencias a la doctrina que enseña Bergoglio.
«…
tenemos que comprender bien “la violencia física” porque algunas veces,
también, las palabras son rocas y piedras, y por lo tanto creo que alguno de
estos pecados, también, se extienden mucho más de lo que podemos pensar»:
Monseñor Rino Fisichella tenemos que comprender los términos de la ley canónica
que sólo excomulga a los que claramente obran una desobediencia
al Papa.
Nunca
el “lenguaje duro” contra un Papa ha sido crimen canónico. Sólo la violencia
física hacia la Jerarquía de la Iglesia es puesta en la ley. Y expresamente, en
ese canon, se excluye la violencia verbal.
Los
cánones deben ser comprendidos según el significado de sus propias palabras, es
decir, hay que leerlos estrictamente, no según interpretaciones de cada mente
humana. Por eso, no tenemos que seguir su burdo razonamiento humano que juzga
al que critica, al que se opone a su ídolo Bergoglio, como excomulgado en la
Iglesia. Usted hace eso sólo porque no tiene una ley en la mano para excomulgar
oficialmente a los que atacan a Bergoglio. Por eso, recurre a la manipulación,
a infundir miedo, temor, dudas, a dejar caer que es mejor callar la herejía de
ese hombre y aceptarlo como papa, que hablar mal de él y oponerse a él.
La
Jerarquía que obedece a Bergoglio ya no sabe qué hacer para que la gente siga a
ese hombre.
«Cuando
el Papa apoya esto, no es simplemente porque la mayoría diga que la opinión
científica piensa así, esta ya no es sólo una opinión; sino que es parte del
magisterio,… no es dogma e infalible, pero exige un nivel de obediencia»:
Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo debe recordar que Jesús otorgó la autoridad en
la enseñanza cuando envió a los Apóstoles a predicar el Evangelio, quedando
obligados todos los hombres a prestar su asentimiento porque estaba en juego la
salvación eterna del alma. Esto usted lo puede leer en San Mateo 28, 18-20 y en
San Marcos 16, 15.
Por
lo tanto, ningún Papa, ningún Obispo, ningún sacerdote posee autoridad en la
Iglesia sobre cuestiones científicas, no pueden hablar en materia de ciencia
con una autoridad que exija asentimiento de la mente de los católicos.
La
opinión de Bergoglio sobre el calentamiento global no es materia de fe, no
pertenece al Evangelio de Jesucristo, no es un tema de una encíclica papal, no
está incluida en el magisterio ordinario de la Iglesia.
La
opinión de un hereje, como es la de Jorge Mario Bergoglio, no es parte del
magisterio, sino que pertenece al magisterio herético, que está fuera de la
Iglesia Católica.
Además,
la ciencia ha demostrado que no existe el cambio climático como se enseña en
esa falsa encíclica, sino que es un burdo engaño de los científicos, un invento
de la élite que gobierna el mundo que los ayude a llevar a cabo su plan
mundial. Esta falsa encíclica se hace cómplice de esta mentira y quiere aportar
credibilidad sobre los peligros de una falsa crisis ambiental, creada por gente
que no se preocupa en lo más mínimo del medio ambiente y que, además, son
enemigos acérrimos de la Iglesia, de Cristo y de la Verdad Revelada.
¿Cómo
es posible tomar en consideración a un hombre que dice que «la humanidad ha
defraudado las expectativas divinas» por no apagar el aire acondicionado,
porque no escucha el gemido de la tierra? Tantas barbaridades de orden moral
como tiene lugar por todo el mundo y que claman al cielo, que conducen a la
condenación de las almas, y que un hombre se dedique a hacer un llamado mundial
hacia una “conversión ecológica”. Esto es una locura y es propio de una mente
que alucina con su necedad. ¿Y se tiene la osadía de pedir obediencia a esta
chalada de Bergoglio?
No
es posible prestar la obediencia a un hombre que no es papa en la Iglesia
Católica. Y no es papa por tres caminos: su herejía, su cisma y su apostasía de
la fe.
Y,
mucho menos, prestar obediencia a una falsa teología de la creación, en donde
se anula el pecado original, y se cree en un dios que no existe en la realidad.
La
creación está maldita por el pecado original, en donde la manipulación genética
de los hombres, de los animales y de las plantas ha producido un caos en todo
el planeta tierra. Además, la obra del demonio está también en todo el
Universo, produciendo que la tierra y sus habitantes vivan esclavizados a la
mente de unos pocos hombres, guiados en todo por el mismo Satanás.
Ante
esta maldición sólo es posible un camino: el de la gracia. Si las almas no
viven en gracia, sino que se dedican a vivir en sus pecados, la misma maldición
se les echa encima y acaban malditas.
Una
Jerarquía que no combata el aborto, que no luche en contra de la clonación
humana, que no enseñe la doctrina de la “humanae vitae” sobre la vida en el
matrimonio y en la familia, que no combata la teoría del género, y que no
enseñe que el matrimonio entre hombre y mujer es una creación de Dios, sino que
se apoye en ideas científicas descabelladas que han sido demostradas como un
engaño global, que esté preocupada por un “planeta frágil” que se echa a perder
con el uso de automóviles y lacas para el pelo, que pretende tomar medidas para
“salvar” a la tierra, al agua, a los insectos de la maldad de los hombres, que
“llora” por las especies extintas, que escucha el “gemido de la hermana
tierra”, que impone apagar los acondicionadores de aire para alcanzar una
sensibilidad ecológica,… esta Jerarquía no es de Dios, no pertenece a la
Iglesia Católica, no hay que seguirla ni obedecerla, sino que hay que atacarla
por los cuatro costados.
La
Apostasía está en curso y la obra la propia Jerarquía de la Iglesia.
Ellos
han puesto al lobo, Jorge Mario Bergoglio, al ladrón que no ha venido «sino
para robar, matar y destruir» (Jn 10, 10). Este hombre ha robado la
Cátedra de la Verdad, que es la Silla de Pedro; mata, con su doctrina llena de
fábulas, los corazones que Cristo ha conquistado con Su Sangre; y destruye todo
lo Santo y lo Sagrado en la Iglesia Católica.
Bergoglio
es «un asalariado» (Jn 10, 11), un negociante de la verdad, uno
que ha puesto su empresa en medio del Vaticano: la moneda del diálogo y del
falso ecumenismo, con la cual la Alta Jerarquía, los poderosos de la Iglesia,
salen de la Santa Iglesia, se alejan de Ella, obran la Apostasía de la Fe, para
ir al encuentro y para hacer camino con los que están lejos, con los que son
del mundo y quieren seguir siendo del mundo.
De
esta manera, se ha iniciado oficialmente una nueva iglesia modernista que
quiere estar cerca de la gente del mundo, que ya no quiere seguir más lo que
Jesús ha enseñado, sino que pretende aunar en el pensamiento de los hombres una
ideología global, una mente dedicada sólo a la mentira, al error, a la duda, al
temor, al vicio y al pecado.
Bergoglio
está dando escándalo público e incitando, pública e imperativamente, a los
fieles católicos a rezar, a unirse con los herejes, apóstatas y cismáticos.
«Deben
rezar con herejes, apóstatas y cismáticos» (4 de julio 2015). Deben:
imperativo categórico, el propio que usan los masones, que no siguen la ley
divina en sus corazones, sino la ley de su mente, lo que su conciencia les
dicta que es bueno y malo, la ley de la gradualidad.
Y
a ese imperativo categórico le añade su apostasía: únete con los que atacan la
verdad, los herejes. Gózate con los que se apartan de la Voluntad de Dios, los
apóstatas; vibra de emoción con los rebeldes y desobedientes a la Palabra de
Dios, los cismáticos.
Esto
es un auténtico escándalo público. Una auténtica enseñanza del infierno por la
boca de Jorge Mario Bergoglio.
Y
la Jerarquía que lo sigue es culpable de este escándalo, son cómplices de la
ruina espiritual que las palabras y las obras de Bergoglio ocasionan en muchas
almas de la Iglesia.
Bergoglio
no es Pastor de las ovejas, no alimenta a las almas con la doctrina de la
verdad, no confirma a la Iglesia en la verdad de la fe; es un lobo que «arrebata
y dispersa a las ovejas, porque es asalariado» (Jn 10, 12), sólo le
interesa su negocio, su diálogo, el quedar bien con todo el mundo, procurando
que su imagen, su gloria, su personalidad, no sea dañada ni dentro ni fuera de
la Iglesia. A Bergoglio sólo le importa su imagen, él mismo, no «el cuidado
de las ovejas» (Jn 10, 13), no la salud de la Iglesia ni sus almas. Se ha
convertido en un ídolo, en un dios, en un gigante de la decadencia y de la
mentira.
Bergoglio
está creando una iglesia que persigue la verdad. Una iglesia que se
autodestruye a sí misma.
«La
luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas la persiguieron (= no la
abrazaron)» (Jn 1, 5).
El
verbo griego que utiliza San Juan significa: echar por tierra, demoler. Κατά (=
contra) – λαμβάνω (= considerar, recibir). Es el mismo verbo que usa San Pablo:
«los gentiles, que no perseguían la justicia, alcanzaron la justicia, es
decir, la justicia por la fe» (Rom 9, 30). Los hombres del mundo que viven sus
vidas echando por tierra la justicia, persiguiendo la injusticia, sin embargo,
alcanzaron la justicia que viene por la fe, se convirtieron. Señal de que sus
corazones no estaban totalmente cerrados, sino todavía abiertos para acoger la
verdad que viene de Dios.
Pero
en los hombres de la Iglesia, Jerarquía y fieles, que han conocido la verdad,
que se saben la teología, viven en medio de las tinieblas de sus errores y de
sus pecados, y se han convertido en la escoria de la humanidad;
ya no pueden considerar el conocimiento de la verdad, ya no lo toman en cuenta,
sino que se dedican a perseguir, a ir en contra de la luz, a demoler la
verdadera Iglesia de Cristo. Sus corazones han quedado cerrados a la verdad
revelada.
La
Jerarquía que ha usurpado el gobierno de la Iglesia no puede abrazar a Cristo,
que es «la luz del mundo» (Jn 8, 12), sino que lo rechaza, lo
persigue, destruye lo que Él ha construido.
La
Iglesia, siendo Santa en su raíz, sin embargo está falsamente representada por
una Jerarquía convertida en estercolero, que la corrompe y la inunda del
espíritu del mundo.
Esa
Jerarquía no pertenece a la Iglesia Católica, sino a la nueva iglesia que
Bergoglio y compañía está levantando en el Vaticano. Es una Jerarquía
excomulgada automáticamente por seguir a un hereje dentro de la Iglesia.
La
base de esta nueva iglesia de Bergoglio es la corrupción de la verdad (= la
herejía), la infidelidad a la gracia (= el amor a la obra del pecado) y la
traición a Cristo en Su Palabra (= el culto a la mente y a la voluntad del
hombre). Una iglesia llena de herejías, servidora de los poderes del mundo, en
la cual los pastores se convierten en un gran obstáculo para el pueblo. Por
eso, ya no es posible la obediencia de los fieles a ninguna Jerarquía.
Los
sacerdotes, Obispos y Cardenales no están más en condición de conducir a las
almas a la salvación eterna. Se han transformado en cómplices del pecado:
aplauden, justifican, exaltan a cualquier hombre del mundo que viva en su
pecado. Ya no combaten la blasfemia contra Dios que continuamente se ve en las
palabras y en las obras de la gente del mundo. Ahora, ellos mismos se desviven
por esos hombres, y se agachan para recibir las migajas corrompidas que caen de
las mesas de esos personajes mundanos. Y su vida de pecado es lo que predican
en sus homilías y hacen partícipes a todos en la Iglesia.
La
falta de fe en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es la causa de
todo el mal que hay en el planeta tierra.
Los
hombres ya no esperan a Cristo, ya no viven para Cristo, ya no son de Cristo. Y
quien no cree en Jesucristo está perdido para la vida eterna. Quien no se abra
a la Palabra de Dios poniendo su mente humana a un lado, queda colgado de su
herejía, de su error, de su duda, de sus temores, de sus miedos, y sólo obra en
contra de la Voluntad de Dios.
La
Iglesia seguirá a la deriva y se verán más cosas que van a clamar al cielo. Es
tiempo de lucha, de permanecer bajo la bandera de Cristo. Pero hay que saber
estar en el bando de Cristo, comulgando con el verdadero Papa Benedicto XVI.
Hay
que elegir una bandera: o la de Cristo o la del Anticristo. Quien está con
Cristo no está con Bergoglio. Quien está con el Anticristo no está con el Papa
Benedicto XVI.
Muchos
quieren estar con los dos. Y no es posible: si tienes a Bergoglio como tu papa,
no tienes a Benedicto XVI como papa, no estás en la Iglesia Católica, sino que
estás en la nueva iglesia que ese hombre está levantando.
Muchos,
todavía, no comprenden esto. Y esto es esencial para la vida eterna.
Bergoglio
no tiene intención de convertirse ni tiene intención de ser un sacerdote a
imitación de Cristo. No es un Obispo que continúe y transmita la enseñanza de
los Apóstoles. Está excomulgado. Y, con él, todos los que lo sigan y lo
obedezcan en la Iglesia Católica.
Can.
1364 § 1: «El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en
excomunión latae sententiae». “Latae sententia”, automáticamente, por el
solo hecho de transgredir una ley se incurre, sin más, sin una declaración
oficial, en la pena de excomunión.
En
la Iglesia, el alma se salva o se condena porque sigue o no sigue al papa.
Tener claro quién es el Papa de la Iglesia Católica es una verdad de fe, es
materia de fe, es predicar el Evangelio de Cristo, es indicar el camino de
salvación para las almas.
Quien
todavía ande confundido en torno al dogma del papado, no podrá salvarse por más
que comulgue o se confiese semanalmente.
Tener
como papa a Bergoglio es ir en el camino de la condenación. Combatir a
Bergoglio, defendiendo al Papa Benedicto XVI, es permanecer en la verdad del
papado. Quien combata a Bergoglio, pero no comulgue con el Papa Benedicto XVI,
sigue el mismo camino que conduce al infierno.
Sólo
la verdad libera, salva al alma. La mentira, condena, ata, esclaviza, manipula
la mente del hombre y la oscurece para ver el camino y la obra de la verdad.