martes, 2 de julio de 2019

26 DE JULIO DE 1953. ASALTO AL CUARTEL MONCADA


El 26 de julio de 1953, mientras Ernesto realizaba su segundo gran viaje por América Latina, un grupo de combatientes al mando de Fidel Castro, llevó a cabo el primer ataque contra el régimen de Fulgencio Batista, un intento por capturar el Cuartel “Guillemón Moncada” en Santiago de Cuba y el destacamento “Carlos Manuel de Céspedes” de Bayamo, importantes unidades del Ejército de Oriente.
El Moncada era la segunda fortaleza militar del país, asiento del Regimiento Nº 1 “Antonio Maceo” y de la antigua Guardia Rural de Oriente, con 1000 a 1200 efectivos entre oficiales, suboficiales y soldados. Se hallaba situado a 900 kilómetros de La Habana y eso lo convertía en un objetivo ideal por su lejanía y aislamiento. Por otra parte, la ciudad se hallaba rodeada por el macizo montañoso de la Sierra Maestra y se recostaba sobre una bahía, cuyo relieve irregular hacía que sus calles y avenidas ascendiesen y descendiesen de acuerdo a su topografía.
Desde el 10 de marzo de 1952, fecha del incruento golpe de estado de Fulgencio Batista1, la situación en Cuba se degradaba rápidamente, ya que si bien no se trataba de una dictadura excesivamente brutal, encarnaba un gobierno personalista que perseguía a la oposición, y fomentaba una corrupción a gran escala, que comenzaba a hacer estragos, posibilitando el enriquecimiento de funcionarios y amigos del poder, con su presidente a la cabeza.



En 1953, el 50% de la producción cubana era controlada por corporaciones norteamericanas, principalmente las industrias del azúcar, el café, la fruta y el tabaco, que representaban los principales ingresos de la nación junto a la actividad pesquera, que también era importante. Además, los estadounidenses manejaban el 90% de la producción eléctrica y las líneas telefónicas, el 70% de las refinerías de petrolero, el 100% de la explotación del níquel y el 25% de la elaboración de alimentos, sin contar el usufructo de hoteles, casinos, clubes nocturnos y casas de juego, todos en manos de la mafia italoamericana.
Lo que más dolía a los cubanos en aquellos días, era ver a su isla convertida en un gigantesco prostíbulo internacional, un casino de lujo regido por hampones y grupos de poder de dudosa procedencia que no manifestaban ningún reparo a la hora de sacar provecho.
Abundaban los lupanares y las casas de tolerancia, la trata humana, tanto de mujeres como de jóvenes mancebos estaba a la orden del día; a través del juego drenaba el dinero de los asalariados y por unos pocos dólares se podía acceder a perversiones de todo tipo, sexo en vivo en teatros y clubes nocturnos, fiestas negras con droga y alcohol, pedofilia con niños de ambos sexos y relaciones homosexuales que turistas extranjeros buscaban en diferentes punto de la isla, en especial, su capital.
Decidido a acabar con todo ello, el grupo revolucionario encabezado por Castro trazó planes para poner en marcha un golpe revolucionario tendiente a derrocar al régimen. 
Escogieron como fecha el centenario de José Martí, el héroe nacional cubano, que para más datos, coincidía con el carnaval y elaboraron su estrategia en el más absoluto secreto. 
La dirigencia del grupo organizó dos comités de dirección, uno militar, a cargo del propio Fidel Castro y otro civil, al mando de Abel Santamaría, director del órgano clandestino “El Acusador”, quien puso a disposición del movimiento su apartamento, para concentrar allí a los jóvenes combatientes que se iban reclutando, casi todos obreros, campesinos, estudiantes y modestos empleados.
De esa manera, la organización llegó a conformar un batallón de 1200 efectivos a los que se proveyó uniformes militares, equipo y armamento, adquirido por donaciones y contribuciones de los propios involucrados e incluso de sus allegados, totalizando 165 piezas entre fusiles calibre 22, escopetas de caza, pistolas y revólveres.
En los días previos al asalto, los subversivos llevaron a cabo prácticas de combate que incluían ejercicios físicos, adoctrinamiento y pruebas de tiro. Para ello alquilaron una granja en las afueras de Santiago, a la que denominaron “Siboney”2 y concentraron allí sus fuerzas para lanzarlas al ataque.
Tropas regulares
toman posiciones


La Universidad de La Habana, el Club de Cazadores, depósitos abandonados y propiedades particulares de la capital y la provincia de Pinar del Río fueron otros puntos en los que la brigada agrupó a sus cuadros y llevó a cabo ejercicios.
Al momento de planificar las acciones, Fidel Castro tenía sobre sus hombros una vasta experiencia como agitador. Hijo de un acaudalado terrateniente de la región de Holguín3, había nacido en Birán, el 13 de agosto de 1926, criándose junto a sus hermanos Angelina y Raúl al amparo de la fortuna familiar. A la edad de siete años, fue enviado a Santiago de Cuba para continuar el ciclo primario en el prestigioso colegio lasallano y en 1939 ingresó en el aristocrático Colegio de Dolores, fundado y dirigido por los jesuitas, donde completó el ciclo básico. En el mes de septiembre de 1942 se recibió de bachiller.
El 4 de septiembre de 1945, Fidel Castro comenzó su carrera universitaria en La Habana, matriculándose en tres diferentes disciplinas: Derecho, Relaciones Exteriores y Ciencias Sociales. Lo motivaban varias cosas, la principal, obtener una beca para estudiar en el exterior.
Fue en ese período que dio comienzo su actividad política al ser electo delegado de curso en 1946 y presidente del Comité Pro Democracia Dominicana de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), al año siguiente.
Ese mismo año, trabajó activamente para derrocar al dictador dominicano Rafael Trujillo, que gobernaba con mano de hierro desde 1930 y el 29 de septiembre tomó parte en la fracasada invasión de Cayo Confites que se pensaba llevar a cabo contra ese país. 
Estando a punto de partir hacia el objetivo, unidades navales cubanas4 interceptaron su embarcación cuando la misma se desplazaba por la bahía de Nipe5 y él, junto a otros tres expedicionarios, salvaron sus vidas al arrojar por la borda una balsa de la embarcación en la que se desplazaban y saltar sobre ella para ganar la costa, llevando consigo varias armas escondidas en bolsas de nylon.
Cerca de Cayo Saetia, se les aproximó la lancha del práctico del Puerto de Antilla, circunstancia que Fidel aprovechó para extraer una de las ametralladoras y forzar a la nave a aproximarse a ellos y abordarla.
Cerca del muelle, los sorprendió la presencia del ejército, razón por la cual, los cuatro rebeldes se arrojaron al agua y comenzaron a nadar en dirección a los cayos, donde tocaron tierra para dispersarse en dirección a Birán, con la ayuda de los pobladores.
En 1948 Castro fue enviado en calidad de delegado de la Federación Estudiantil Universitaria, a la IX Conferencia Interamericana que se iba a desarrollar en Bogotá, génesis de la Organización de Estados Americanos, oportunidad en la que fueron aprobados el Tratado Americano de Soluciones Pacíficas y la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre.
Sería una experiencia imborrable para el futuro líder de la Revolución Cubana porque eso lo convirtió en testigo directo del “Bogotazo”, una ola de protestas que tuvo lugar tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, candidato liberal a la presidencia (con quien tenía planeado una reunión fuera de protocolo), que finalizó en un verdadero baño de sangre.
En 1950, de regreso en Cuba, se casó con Mirta Díaz-Balart, hermana de su gran amigo y compañero de estudios universitarios, Rafael Díaz-Balart, ambos miembros de una acaudalada familia de la capital y poco después obtuvo su diploma de abogado.
En 1951 tuvo lugar otro hecho que marcaría a fuego su vida. Su máximo referente, Eduardo Chibás, fundador y dirigente del Partido Ortodoxo o Partido del Pueblo Cubano, se quitó la vida.
Al año siguiente, integró la lista de esa agrupación, como candidato a diputado por una circunscripción de La Habana pero al producirse el golpe de Estado de Batista y con ello la caída del presidente Carlos Prío Socarrás, las elecciones fueron anuladas y su posibilidad de acceder al Congreso se frustró.
Castro denunció a Batista por violar la Constitución pero el Tribunal de Urgencia en el que radicó la imputación acabó por rechazarla, forzándolo a buscar justicia por medio de la lucha armada. Llegaron los días de julio cuando, al frente de la Juventud del Partido Ortodoxo, comenzó a gestar un golpe destinado a desencadenar la guerra civil y derribar a Batista.
Los planes, elaborados en el más absoluto secreto por la dirigencia revolucionaria, contemplaban la toma coordinada de dos unidades militares y algunos edificios contiguos, a saberse, los cuarteles “Moncada”, en Santiago de Cuba y “Carlos Manuel de Céspedes” en Bayamo, el Hospital Civil “Saturnino Lora” y el Palacio de Justicia, próximos al primero, desde cuyas azoteas los atacantes debían cubrir la acción.
En la madrugada del 26 de julio de 1953, los 135 efectivos seleccionados por la dirigencia para llevar a cabo el ataque se dividieron en tres grupos e iniciaron su avance hacia los objetivos6.
El primer pelotón, a cargo del mismo Fidel Castro, debía atacar la gran fortaleza, el segundo, al mando de Abel Santamaría, el Hospital Civil y el tercero, al comando de Raúl Castro, el Palacio de Justicia, sede de la Audiencia, en cuyas azoteas debían ser apostados piquetes de francotiradores, apuntando al vecino cuartel.
Era noche cerrada (04.00) cuando los cuadros se formaron junto al edificio principal de la granja y entonaron el Himno Nacional. Ni bien terminaron, Fidel miró hacia donde se encontraba parado Raúl Gómez García, joven poeta revolucionario que había sumado su concurso a la causa y este se adelanto, para recitar el célebre “Manifiesto a la Nación” que había redactado especialmente para la ocasión. Decía el mismo:


Por defender la idea de todos los que han muerto. 
Para arrojar a los malos del histórico Templo 
Por el heroico gesto de Maceo, 
Por la dulce memoria de Martí. 
En nuestra sangre hierve el hado azaroso 
De las generaciones que todo lo brindaron, 
En nuestros brazos se alzan los sueños clamorosos 
Que vibran en el alma superior del cubano 
Ya estamos en combate...... 
En nombre de las madres y de los hijos de nuestra tierra heroica 
En nombre del honor y del decoro que construyó su historia 
Por la estrofa magnífica del himno 
«Que morir por la patria es vivir» 
La libertad anida entre los pechos de los que viven hombres 
Y por verla en la estrella solitaria es un honor luchar 
A la generación del centenario le caben los honores, 
De construir la patria que soñara el Maestro Inmortal. 
Ya estamos en combate...... 
¡Adelante! Adelante hasta el nido superior de la gloria 
Para que nazca en esta nueva aurora 
La república digna y decorosa 
Que fue el último anhelo de Chibás. 
No importa que en la lucha caigan más héroes dignos 
Serán más culpa y fango para el fiero tirano 
Cuando se ama a la patria como hermoso símbolo 
Si no se tiene armas se pelea con las manos. 
Ya estamos en combate...... ¡Adelante! 
De nuestra lucha heroica depende la Cuba verdadera 
La de furia loca de Gómez y Agramonte... 
La de la lucha pura de Mella y de Guiteras... 
Adelante, Cubanos...... ¡Adelante! 
Por nuestro honor de hombres ya estamos en combate 
Pongamos en ridículo la actitud egoísta del Tirano 
Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos 
Sintamos en lo hondo la sed enfebrecida de la patria 
Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria. 
Acto seguido, hizo uso de la palabra el propio Fidel para solicitar con voz firme a aquellos que estuvieran determinados a ir al combate, que diesen un paso al frente: 

Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará. Si vencemos mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la isla. ¡Jóvenes del Centenario del Apóstol! Como en el 68 y en el 95, aquí en Oriente damos el primer grito de ¡Libertado o muerte! Ya conocen ustedes los objetivos del plan. Sin duda alguna es peligroso y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir, den un paso al frente. La consigna es no matar sino por última necesidad7.
Apenas cuatro de los 135 efectivos permanecieron en su lugar, avergonzados, silenciosos y es de imaginar que con la vista clavada en el suelo, sin decir nada. Se les ordenó regresar a sus lugares de origen en tanto al resto se les indicó abordar los doce vehículos del improvisado convoy y tener todo listo para partir hacia los objetivos.
El poeta Raúl
Gómez García
Los relojes marcaban las 05.00 cuando el automóvil de Abel Santamaría transpuso el perímetro de la propiedad y se perdió en la noche, seguido por el Chevrolet negro de Raúl Castro, el Buick de Mario Dalmau, e inmediatamente después, uno tras otro, el resto de la columna, con el médico matancero Mario Muñiz Monroy en último lugar, llevando a bordo a las dos únicas mujeres, Haydee, la hermana de Abel Santamaría y Melba Hernández.
Los vehículos tomaron por la calle de tierra paralela a la propiedad y se encaminaron hacia sus respectivos destinos, con sus ocupantes luciendo uniformes militares y esgrimiendo armas de diverso calibre.
Fidel en persona guiaba el vehículo Nº 5, un Buick último modelo en el que además de él viajaban Reinaldo Benítez, Pedro Miret, Gustavo Arcos, Abelardo Crespo, Carlos González e Israel Tápanes.
A las 05.15 (la “Hora Cero” del operativo), la columna ingresó por la Av. Garzón, y a partir de ahí, cada unidad tomó su camino. Precedido por el automóvil que conducía la vanguardia, al comando de Pedro Marrero, Fidel agarró por la avenida Moncada y enfiló directamente hacia la Posta Nº 3 donde se hallaban apostados los guardias que debían reducir.
Una vez sobre la mencionada arteria, el primer coche aminoró la marcha y Fidel se detuvo para mantener la distancia y darle tiempo a Marrero a que llevase a cabo la acción.
A unos diez metros de la posta la vanguardia se detuvo para dejar salir a Renato Guilert, el único santiaguero de la agrupación, quien una vez fuera del vehículo, alzó la voz solicitando a los soldados franquear el acceso:
-¡Abran paso que aquí viene el general!
La vista de aquellos uniformados no despertó ninguna sospecha entre los guardias quienes, sin imaginar que se trataba de elementos subversivos, procedieron a cumplir la directiva. En ese mismo momento Pepe Suárez, Ramiro Valdés y Jesús Montané, descendieron del rodado y apuntaron al personal con sus armas, ordenándole a uno de los guardias que procediese a quitar las cadenas que cerraban los portones.
Cuando todo indicaba que las cosas marchaban de acuerdo a los planes, el cabo a cargo estiró su brazo derecho y oprimió el botón de alarma. El disparo de Pepe Suárez logró herirlo pero no evitó el cometido. La alarma sonaba cuando por la avenida Moncada apareció un jeep con un sargento y dos soldados que venían de realizar su habitual ronda en torno al cuartel. El automóvil de Fidel les pareció sospechoso y cuando dieron la voz de alto, los atacantes abrieron fuego, generando un violento intercambio de disparos del que Fidel Castro diría años después: 

Temí, puesto que cada uno tenía una metralleta, que los hombres de la patrulla volante se pusieran a disparar sobre nuestros compañeros que estaban ocupados desarmando a los centinelas. En segundo lugar, quise evitar que sus disparos alarmasen al resto del cuartel. Concebí pues la idea de sorprenderlos y de hacerlos prisioneros. Eso parecía fácil, puesto que me volvían la espalda...8
Perdido el factor sorpresa, el plan de tomar la unidad sin derramamiento de sangre se desbarató, dando lugar a un combate de proporciones.
Dos ametralladoras 50, una desde el polígono y la otra desde las azoteas del cuartel, barrieron el sector de la posta 3, abatiendo a Renato Guitart, Pedro Marrero, Carmelo Noa y Flores Betancourt.
Para empeorar las cosas, los 42 hombres del grupo de reserva que debían cubrir a los atacantes extraviaron el camino y de esa manera, sin proponérselo, sustrajeron el grueso de las armas largas que llevaban consigo, sellando con ello la suerte de la operación.
Cuartel Carlos Manuel Céspedes
Fidel intentó agrupar a sus 45 combatientes con la intención de lanzar un ataque frontal pero la confusión hizo imposible sincronizar los movimientos. Aún así, parte de la vanguardia rompió la línea de fuego e ingresó a la unidad, alcanzando a contener a un centenar de soldados que pugnaban por salir, pero a los pocos minutos, la falta de apoyo los obligó a replegarse.
Mientras tanto, en Bayamo, los veinte combatientes de Raúl Martínez Arará, dejaron el hotel en el que habían pasado la noche y en plena obscuridad se aproximaron al Cuartel “Carlos Manuel de Céspedes”, encabezados por Antonio “Ñico” López, Gerardo Pérez Puelles, Orlando Castro y Pedro Celestino Aguilera. Intentaban confundir a las fuerzas de represión y de ese modo facilitar el ataque al objetivo principal.
Llegaron por la parte posterior, atravesando dos cercas con alambres. A la primera la atravesaron por debajo, sin inconvenientes, no así a la segunda, donde había apilado un montículo de latas de conserva que hicieron mucho ruido al tropezar con ellas.
Perdido el factor sorpresa, los atacantes se vieron forzados a retirarse, acosados por los disparos que les hacían desde el edificio principal y los puestos de vigilancia. Durante la acción, cayeron abatidos José Testa Zaragoza, Rafael Freyre Torres, Lázaro Hernández Arroyo, Pablo Agüero Guedes, Hugo Camejo Valdés, Pedro Véliz Hernández, Rolando San Román de la Llana, Ángelo Guerra Díaz, Mario Martínez Arará y Luciano González Camejo, algunos de ellos, según versiones posteriores, ejecutados después de finalizado el combate9.
Al ver que no quedaba nada por hacer, Fidel llamó a retirada, despachando a un mensajero para decirles a Abel Santamaría y Raúl en el Hospital Civil y Palacio de Justicia respectivamente, que hicieran lo propio. El correo salió a la carrera pero a mitad de camino, fue capturado y la orden nunca llegó.
Debido a que los dos bandos utilizaban el mismo uniforme, la confusión se hizo total. Los atacantes perdieron contacto entre sí y presas del desconcierto se dispersaron en distintas direcciones en tanto las fuerzas regulares, enardecidas, se lanzaron en su persecución, descendiendo por las calles hacia el centro de la ciudad. En su avance, mataron a un niño de corta edad que jugaba en el frente de su casa y a su padre cuando corría desesperado para socorrerlo.
Otras personas cayeron en diferentes puntos de Santiago, algunas de ellas combatientes y otras, víctimas inocentes.

“Al ‘Niño Cala’ que iba para su casa con un cartucho de pan en las manos, lo balacearon sin mediar palabra. Sería interminable referir los crímenes y atropellos que se cometieron contra la población civil. Y si de esta forma actuaron con los que no habían participado en la acción, ya puede suponerse la horrible suerte que corrieron los prisioneros participantes o que ellos creían que habían participado; porque así como en esta causa involucraron a muchas personas ajenas por completo a los hechos, así también mataron a muchos de los prisioneros detenidos que no tenían nada que ver con el ataque; éstos no están incluidos en las cifras de víctimas que han dado, las cuales se refieren exclusivamente a los hombres nuestros. Algún día se sabrá el número total de inmolados10.

Según la versión que dio la revolución cubana al hacerse del poder, avergonzado por haber sufrido el triple de bajas que los atacantes, Batista ordenó la muerte de diez prisioneros por cada soldado abatido. De esa manera, habrían sido ejecutados varios revolucionarios y algunos otros civiles, elevando el total de muertos a 89, incluyendo los de las fuerzas regulares11.
Fidel Castro logró escapar pero a los pocos días fue hecho prisionero y enviado a prisión, donde permanecería encerrado hasta el mes de octubre, en espera de ser sometido a juicio junto a otros 27 rebeldes. Abel Santamaría murió durante el asalto, no así su hermana Haydee, que después de ser capturada fue sometida a tratos brutales.
Durante su encierro, quien sería líder y máxima autoridad de la Cuba comunista escribió su célebre alegato de autodefensa La historia me absolverá, en el que expuso de manera clara y contundente los males que aquejaban a Cuba y el programa revolucionario que era necesario implementar para corregirlos.
Manos clandestinas lograron sacar el texto de la cárcel y lo difundieron por toda la población para que el mundo lo conociera. Mientras tenían lugar esos hechos, un flamante médico argentino recorría el continente por segunda vez.






Ilustraciones



Las tropas buscan cobertura en el Moncada


Milicianos al ataque



Abel Santamaría


Castro y su grupo en la granja "Siboney" días antes del ataque


Reemberto Abad Alemán Rodríguez,
muerto durante al ataque al Moncada



El Cuartel Moncada en la actualidad, convertido en escuela



Notas
1 Nacido en Veguita, municipio de Banes, el 16 de enero de 1901, Fulgencio Rubén Batista y Zaldivar vino al mundo en el seno de un humilde hogar de mulatos integrado por Belisario Batista y Carmela Zaldívar, de quienes se dice, combatieron junto a los norteamericanos por la indepejndnecia de su país. Tras desempeñar numerosos trabajos en su provincia natal, en 1921 viajó a la capital para ingresar en el ejército, uniéndose a la guardia rural dos años después, donde alcanzó el grado de sargento taquígrafo del Estado Mayor del Ejército.
En 1933 fue uno de los militares que firmaron la proclama contra el presidente Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, solicitando una nueva asamblea constituyente para reempalzar a la de 1901. Ese mismo año fue ascendido a coronel, destacándopse a partir de 1934 en la represión de dirigentes socialistas y comunistas de los sindicatos azucareros. En 1939 se postuló para la presidencia y por esa razón, debió regularizar su situación dado que como sus padres no estaban casados, había sido registrado con el nombre de Rubén Zaldívar. Eso lo obligó a resignar sus aspitaciones hasta el siguiente año, cuando se presentó como candidato por la Coalición Socialista Democrática, resultando electo por mayoría. Durante su primer mandato, logró superar la crisis del azucar generada por ciertos desacuerdos con Estados Unidos y se unió a los aliados declarándole la guerra a las potencias del Eje etre 1942 y 1943.
Finalizado su primer mandato, fue sucedido por Ramón Grau San Martín y este por Carlos Prío Socarras.
En 1952 volvió a postularse pero como las encuestas no lo daban ganador, el 10 de marzo de 1952, faltando cuatro meses para las elecciones, encabezó un golpe de Estado incruento, con el que inauguró un gobierno de facto que se caracterizó por los beneficios que concedió a los capitales norteamericanos y por el alto grado de corrupción que a la larga, precipitaría su caída.
2 Se trataba en realidad, de un criadero de pollos llamado Villa Blanca.
3 Don Ángel Castro Argiz fue un modesto inmigrante gallego, oriundo de Láncara, aldea próxima a Lugo, donde había nacido el 5 de diciembre de 1875. En 1898 fue convocado por el ejército español para combatir en Cuba, contra Estados Unidos y los rebeldes criollos que buscaban la emancipación. Finalizada la contienda y derrotada las fuerzas hispanas, permaneció en la isla para convertirse en un próspero terrateniente y productor de azúcar. Casado en primeras nupcias con María Luisa Argota, una muchacha de buena posición oriunda de Birán (1911), fue padre de dos hijos Pedro Emilio y Lidia (hubo otros tres que fallecieron  a temprana edad).
Después de contratar a un grupo de compatriotas para trabajar en su hacienda, posó su vista en uno de ellos, Lina Ruz González, joven cocinera a la que llevaba 28 años de edad, quien terminó por convertirse en su amante. Fruto de esa relación nacieron Angelina, Fidel y Raúl. Recién contraería matrimonio con ella en 1943, después de enviudar de su primera esposa. Habiendo aprendido a leer y escribir de adulto, don Ángel se preocupó por darles a sus hijos la mejor educación, enviándolos a los establecimientos más prestigiosos del país. Falleció el 21 de octubre de 1956, cuando la revolución que encabezaban sus hijos se hallaba en marcha.
4 Se trataba de las fragatas “José Martí” y “Máximo Gómez”, de la Marina de Guerra cubana.
5 La embarcación en la que viajaba Castro era el “Aurora”.
6 De los 1200 cuadros entrenados, se convocaron a 135 entre los más disciplinados y los que tenían experiencia en el manejo de las armas.
7 Cintio Viter, “La elocuencia en ‘La Historia me Absolverá’”, en “La Jiribilla”, Revista de Cultura Cubana, Año VI, La Habana, 12 al 18 de mayo de 2007 (http://www.lajiribilla.cu/2007/n314_05/314_27.html).
8 Elías Argudín, “Por la dulce memoria de Martí”, en “Tribuna de La Habana”, sábado 20 de julio de 2013, Sección “Historia” (http://www.tribuna.co.cu/historia/2013-07-20/dulce-memoria-marti).
9 Elías Argudín, op. Cit. Gerardo Pérez Puelles resultó levemente herido en el muslo derecho.
10 Fidel Castro, La historia me absolverá. 11 El resto de los atacantes logró escapar con la ayuda de los pobladores. Andrés García Díaz, fue dado por muerto al caer junto a los cadáveres de Hugo Camejo y Pedro Véliz, pero logró evadirse por sus propios medios.