PERON AL PODER
Perón luciendo uniforme. Otra señal para los montoneros |
El
miércoles 26 de septiembre, la ciudadanía seguía a través de los medios
informativos las vicisitudes del sepelio de Rucci y las investigaciones
que se llevaban a cabo para dar con sus asesinos.
Ese
día, pasadas las 14:00 horas (2 p.m.), un automóvil Rambler color azul
se detuvo frente al edificio de Blanco Encalada 3422, pleno barrio de
Belgrano “R”, y de él descendieron cuatro sujetos jóvenes, correctamente
vestidos, quienes se dirigieron sin prisa, hacia la puerta.
Actuando siempre con tranquilidad se detuvieron en el palier y uno de ellos oprimió el botón “B” del tercer piso, en espera de ser atendido.
Enseguida se escuchó una voz masculina preguntando quién era. El sujeto dio un nombre y su interlocutor le dijo entonces que aguardara un momento.
-Sí, enseguida bajo.
Actuando siempre con tranquilidad se detuvieron en el palier y uno de ellos oprimió el botón “B” del tercer piso, en espera de ser atendido.
Enseguida se escuchó una voz masculina preguntando quién era. El sujeto dio un nombre y su interlocutor le dijo entonces que aguardara un momento.
-Sí, enseguida bajo.
Menos de un minuto después, salió del ascensor Enrique Grynberg, militante del Ateneo Evita de la 16ª circunscripción de la Capital Federal1, perteneciente a la JP. Grynberg era argentino, casado, tenía 32 años, era padre de dos hijos pequeños y se desempeñaba como profesor de matemáticas y director de los Centros Piloto de Investigación Aplicada de la Universidad de Buenos Aires. Ajeno a cualquier sospecha, avanzó por el hall luciendo una camisa clara y pantalón gris obscuro y al llegar a la puerta abrió, mirando un tanto extrañado a los hombres que lo esperaban. Antes de que pudiera decir nada, uno de ellos extrajo un arma y apuntándole al pecho disparó dos veces, hiriéndolo de muerte. Grynberg cayó al suelo envuelto de sangre y allí quedó tendido, sin moverse; entonces otro de los atacantes se le aproximó, le apuntó directamente a la cabeza y efectuó otras dos descargas, destrozándole el cráneo.
Enrique Grynberg |
-¡Enrique…, Enrique…, soldado de Perón, caíste por la patria, ni olvido ni perdón!
Entre los que encabezaban la columna se encontraban Juan Carlos Dante Gullo, Miguel Lizaso, Alberto Ahumada, Enrique Maratea y otros dirigentes de la Regional I de la JP. Sus restos fueron depositados a las 16:00 horas en un nicho de la calle 16, en tanto la concurrencia entonaba la Marcha Peronista. Esa misma tarde, la JP organizó una reunión de emergencia para analizar los asesinatos de Rucci y Grynberg y como siempre sucedía en esos casos, emitió un comunicado con su tan particular visión de los hechos.
…a pesar de las profundas diferencias que
nos separan de ciertos dirigentes, el suceso acaecido en el día de ayer el
suceso acaecido en el día de ayer es un hecho lamentable […] hoy la tarea de
todos los argentinos que están en contra de la dependencia, es atacar de raíz
las causas profundas que motivan sucesos de esta naturaleza. Desde el 25 de
mayo último, cuando asume el gobierno popular, se han sucedido una serie
ininterrumpida de hechos de violencia que son la expresión clara de cómo todavía
el enemigo principal no ha sido derrotado definitivamente. Con los asesinatos de
los compañeros leales, las tomas a punta de pistola de dependencias oficiales,
la masacre de Ezeiza y el accionar de minúsculos grupos que atentan contra la
voluntad popular proponemos como únicas tareas que debemos asumir en esta
etapa, volcar todos nuestros esfuerzos, tal como ya lo ha señalado el General
Perón, a la institucionalización del movimiento para desterrar definitivamente
a aquellos dirigentes que no son representativos del sentir revolucionario de
nuestro pueblo. Ofrecer toda nuestra fuerza organizada para llevar adelante las
tareas de reconstrucción nacional, que nos permitirán acumular fuerzas para la
lucha definitiva de la liberación de nuestra patria y del continente americano.
Cuando el 12 de octubre asuma el general
Perón, tenemos que estar en condiciones de ofrecerle a nuestro jefe y a nuestro
pueblo, sediento de justicia social, todos aquellos elementos que permitan
seguir avanzando en la lucha emancipadora. Recién entonces los sucesos como los
de ayer podrán ser desterrados para siempre.
Perón o muerte. Viva la Patria.
DANTE GULLO-JUAN CARLOS AÑÓN-MIGUEL LIZASO-ALBERTO
AHUMADA-ENRIQUE MARATEA- CARLOS CAFERATTA
Con motivo del asesinato de Grynberg, la Universidad de Buenos Aires decretó una jornada de duelo acompañada por un cese de actividades en todas sus dependencias, la cual se prolongó durante todo el jueves 27. En referencia a su asesinato, la agrupación (JP) volvía a la carga con las bandas de ultraderecha enquistadas en el movimiento, interesadas en impedir la marcha de la revolución social y el triunfo del pueblo, pero no explicaba cómo era posible que el gobierno las tolerase sin siquiera pronunciarse, ni adoptase medidas para combatirlas. Ese mismo día, se cometieron atentados incendiarios en dos instituciones de la UBA, el primero en la Facultad de Odontología donde a las 6 p.m., cuatro encapuchados fuertemente armados redujeron al personal de maestranza y descendieron al subsuelo para rociar con combustible dos kisocos donde se vendía bibliografía izquierdista. Casi a la misma hora se produjo un suceso similar en la Facultad de Bioquímica, donde otro local de material didáctico fue pasto de las llamas2.
En
La Plata, grupos de estudiantes pertenecientes a la derechista
Concentración Nacional Universitaria, destruyeron carteles de la
Juventud Trabajadora Peronista y tacharon leyendas que decían “Osinde
traidor” mientras pintaban sobre ellas “Rucci leal, te vamos a vengar”,
“ERP y compañía, igual a la anarquía”, “Ya van a ver cuándo venguemos a
José” y “Guerrilla, traidora, ya te llegó la hora”. Al mismo tiempo, la
JSP arrojaba panfletos desde varios vehículos, acusando a las
organizaciones marxistas de la ola de violencia y amenazando con tomar
represalias.
Sepelio de Enrique Grynberg. La JP sigue el vehículo fúnebre a pie (Imagen: "La Razón") |
Lo
mismo ocurrió en Córdoba y otras capitales provinciales donde
agrupaciones juveniles recorrieron las arterias céntricas entonando
estribillos antiizquierdistas.
En
respuesta a ello, en Corrientes fue asesinado el agente de policía Raúl
Narciso González, de 25 años, cuando circulaba en su bicicleta cerca de
la estación ferroautomotor, ubicada en Av. Maipú a la altura del
kilómetro 5. La
víctima acababa de finalizar su servicio en la comisaría 2ª y regresaba
a su domicilio cuando fue interceptada por un Dodge amarillo con
patente de la Capital Federal, que circulaba por la misma vía en
dirección al centro de la ciudad.
Repentinamente,
sin mediar palabra, desde su interior partieron al menos seis disparos
que dieron de lleno en el uniformado. González cayó sin vida sobre su
bicicleta y media hora después, un llamado anónimo a la redacción del
periódico “El Litoral”, atribuyó la acción al ERP3.
El
mismo 27 de septiembre, fue muerto en un confuso episodio Marcelo
Luciano Montero, de 38 años de edad, domiciliado en Av. Belgrano Norte
1466, Santiago del Estero.
Según
declaraciones vertidas a la prensa por vecinos del lugar, un
desconocido se hizo presente en los accesos del cuartel militar ubicado
sobre la calle Patagonia y solicitó ingresar a la unidad para saludar a
su hijo conscripto (al parecer, ese día cumplía años). Cuando se le
indicó que no podría entrar, comenzó a increpar al personal de guardia,
en especial al suboficial a cargo quien, dado el estado de alteración en
el que entró el sujeto, ordenó su detención.
Al
ver que iba a ser arrestado, el hombre echó a correr hacia la calle
Gorriti, seguido por dos o tres soldados. Fue en esas circunstancias que
un proyectil dio en un Fiat 600 que pasaba por el lugar, hiriendo de
muerte a su conductor.
Los
primeros informes mencionaron un caso de imprudencia y exceso de
autoridad pero investigaciones posteriores llevaron a la presunción de
que se había tratado de una frustrada intentona subversiva.
Al
otro día, un grupo comando ingresó en la redacción del diario “La
Capital” de Mar del Plata, situada en Hipólito Yrigoyen al 2600 y tras
amenazar a los empleados, arrojó tres bombas molotov sobre las rotativas
que en esos momentos imprimían la edición del día. Antes de desaparecer
efectuaron varios disparos que afortunadamente no hirieron a nadie.
Finalmente, el ansiado día llegó. Aquel soleado 12 de octubre de 1973, abigarradas multitudes se concentraron frente al Congreso y la Casa de Gobierno para ver a Perón asumir por tercera vez. El hombre más poderoso de Sudamérica, el que había gobernado la Argentina por más de una década, el que había digitado sus destinos desde el exilio por espacio de dieciocho años marcando a fuego su historia, el gobernante que desafió a las grandes potencias con su Tercera Posición, atrayendo el remanente del Eje nazifascista a nuestras costas para dar forma a un estado poderoso desde el cual dominaría la región; aquel que había acudido en auxilio de las naciones hambreadas de Europa buscado influir sobre ellas, regresaba al poder.
Salón Blanco de la Casa Rosada. Perón asume la presidencia |
En
medio de un impresionante dispositivo de seguridad, que incluyó a miles
de policías, fuerzas militares, gendarmes, bomberos y puestos
sanitarios, la caravana de vehículos oficiales llegó al palacio del
Congreso y de ellas descendieron el flamante mandatario y su esposa,
quienes ingresaron al edificio en medio de ensordecedoras ovaciones por
parte de la gente.
Un
recinto colmado los esperaba. Los aplausos, gritos y cantos se
prolongaron por varios minutos cuando la pareja presidencial apareció
frente a los legisladores y quienes colmaban los palcos.
El primero en hacer uso de la palabra fue Lastiri, seguido por el flamante presidente y finalmente su esposa.
Frente
a ellos, además de los congresistas se encontraban Cámpora, Solano
Lima, los ex presidentes Arturo Frondizi y José María Guido, así como
los representantes de la oposición, encabezados por Ricardo Balbín,
Francisco Guillermo Manrique y Oscar Alende.
Perón
no lucía muy revolucionario enfundado en su uniforme; la señal era
clara y la dirigencia montonera la percibió en el acto, lo mismo quienes
regían a las agrupaciones de izquierda, tanto políticas como
subversivas.
Finalizada
la ceremonia, los flamantes mandatarios subieron a los vehículos
oficiales y fuertemente escoltados, se dirigieron a la Casa Rosada,
donde se produjo el traspaso de mando.
Para
Perón fue el mayor triunfo de su vida y para la izquierda en especial,
los representantes de la Tendencia, la peor de las derrotas.
El
General volvía a desafiarlos luciendo el uniforme que siempre amó y a
un rebosante López Rega sonriendo un par de metros a su izquierda.
Finalizado
el acto, Perón se asomó a la gran plaza para dirigirse al pueblo que lo
aclamaba. Por primera vez en su vida, debió hacerlo detrás de un vidrio
blindado, en prevención de posibles atentados.
Sus
palabras hicieron delirar a la gente que coreó su nombre casi
permanentemente y al finalizar, se asomó fuera del vidrio blindado,
alzando ambos brazos, para que todos pudieran verlo. Grandes pancartas
con la leyenda MONTONEROS eran las únicas consignas que se observaban
desde los balcones, a excepción de una algo más pequeña, a la derecha,
que decía CAÑUELAS.
Mucho
se ha escrito sobre el tercer gobierno de Perón, su triunfo en las
urnas, la ceremonia de asunción y lo que vino después, casi siempre
tergiversando los hechos para despegarlo de toda responsabilidad.
Como
este trabajo no es una historia del peronismo ni de su líder, nos
limitaremos a enumerar las acciones de su tercer mandato antes de
proseguir con la guerra que ensangrentó nuestro suelo por espacio una
década.
La llegada del líder a la presidencia fue el golpe de gracia para los sectores de izquierda. La derecha se encaramó aún más en el poder y la violencia recrudeció cuando Perón confirmó a los ministros del gabinete y designó a otros colaboradores ligados con ella. Entre sus principales decisiones, figurarán el envío al Congreso de una ley sindical para dejar fuera a los gremios clasistas, identificados con la JP y la Tendencia; la reforma del Código Penal introduciendo leyes mucho más severas, destinadas a reprimir las huelgas organizadas por los sindicatos que no respondían a sus lineamientos, así como a toda agrupación tildada de subversiva. No olvidemos que la Constitución de 1949 no contemplaba el derecho a huelga, cosa que introdujo la Revolución Libertadora cuando volvió a instaurar la de 1853. A corto plazo, esas medias tendrán consecuencias. Funcionarios identificados con la izquierda, entre ellos jueces, gobernadores, intendentes municipales y legisladores, presentarán sus renuncias o serán forzados a hacerlo; artistas e intelectuales deberán emigrar o llamarse a silencio y los activistas deberán llamarse a sosiego o pasar a la clandestinidad. La situación fue cobrando cuerpo a medida que pasaban los días. El 21 de diciembre el flamante mandatario pondrá en marcha del Plan Trienal para la Liberación Nacional destinado a estimular el crecimiento económico, incrementar la participación del sector productivo nacional -en especial la industria-, abrir nuevos mercados para la exportación y aumentar la calidad de vida optimizando la distribución del ingreso. Buscará favorecer con nuevas leyes el incremento de las exportaciones y las inversiones extranjeras, estableciendo tratados comerciales con naciones europeas, incluyendo las del este; brindará apoyo y protección al campo, la minería y la industria; enviará al Congreso la Ley de Promoción Industrial, creará la Corporación para el Desarrollo de la Pequeña y Mediana Empresa, intentará desacelerar la inflación, lanzará un plan para incrementar las reservas, firmará la Ley de Contrato de Trabajo y de Seguro de Vida Obligatorio, suspenderá por dos años las negociaciones colectivas y establecerá un rígido control de precios. El 13 de enero de 1974 entró en funcionamiento la Central Nuclear de Atucha, primera en América Latina, construida en tiempos de Juan Carlos Onganía e inaugurada por Lanusse. En materia de política exterior, se establecerán tratados con Paraguay para la construcción de la represa Yacyretá-Apipé y Corpus y con Uruguay por la construcción de la represa de Salto Grande; se incentivará la expropiación de algunos bancos privados y la nacionalización de los depósitos bancarios; se concretará la firma del Pacto Social entre la Confederación General del Trabajo y la Confederación General Económica; se creará el Impuesto al Valor Agregado (IVA), se realizarán sustanciales modificaciones en la legislación impositiva para facilitar el otorgamiento de créditos y se organizará la convocatoria para la Gran Paritaria Nacional. Perón intervendrá varias provincias, entre ellas Buenos aires, Córdoba, Mendoza, Salta y Santa Cruz y ante la escalada de violencia que azotaba al país, endurecerá las penas para los delitos cometidos por las agrupaciones sediciosas. Pero lo que golpearía más fuerte a los sectores de izquierda, serían las medidas adoptadas por el flamante presidente en materia social. La modificación de la ley de Asociaciones Profesionales iba a extender los mandatos de las autoridades sindicales de dos a cuatro años, concediéndoles la facultad de incidir en las seccionales nacionales, anular los reclamos de los delegados independientes e impedirles el acceso a puestos de dirección. De ese modo, la potestad de los representantes fabriles quedaba neutralizada e incluso, eran pasibles de expulsión (de los sindicatos), argumentando "inconducta gremial"4. Por otra parte, la ley de Prescindibilidad facilitaría el despido de empleados estatales y la de Conciliación Obligatoria, con la que se restablecía un decreto-ley de la época de Onganíal5, terminaba por atándole las manos a la dirigencia clasista. ¿Quién podía imaginar semejante proceder en los sectores de izquierda? Nadie. ¿Quiénes estaban dispuestos a admitirlos? De momento, muy pocos, pero los sucesos inmediatos a la toma del mando, no dejarían lugar a dudas. Perón seguía siendo el líder fascista que el mundo había conocido y en poco tiempo lo probaría con creces.
Imágenes
La policía retira los restos de Enrique Grynberg para trasladarlos a la morgue judicial (Imagen: "La Razón") |
Militantes de la JP se congregan frente al domicilio de Grynberg al conocer la noticia (Imagen: "La Razón") |
Otra vista del cortejo (Imagen: "El Descamisado") |
Luego de jurar como presidente, Perón recibe la banda y el bastón |
El escribano Jorge Garrido acaba de tomarle juramento al nuevo presidente |
Perón aborda el automóvil que lo llevará del Congreso a la Casa de Gobierno. Juan Esquer le abre la puerta |
Perón de corre del blindex para saludar al pueblo (Imagen: "El Descamisado") |
Notas
1 Se hallaba ubicado en
Amenábar 2375, a pocas cuadras del domicilio de Grynberg.
2 Los bomberos trabajaron
arduamente para sofocar las llamas.
3 Peritajes efectuados por
personal de balística permitieron determinar que los proyectiles que mataron a
González pertenecían a pistolas de 9 mm.
4 Andrea
Robles, "La Triple A y la política represiva del gobierno peronista
(1973-1976)", Insurgencia Obrera en la Argentina 1969-1976, Instituto
del Pensamiento Socialista Karl Marx, Buenos Aires, 2007, p. 498.
5 Ídem, p. 500.
Publicado 27th June 2016 por Alberto N. Manfredi (h)