jueves, 4 de julio de 2019

GUERRA ABIERTA A LA IZQUIERDA

Un Perón apesadumbrado llega a la sede central de la CGT donde se velan los restos de Rucci. A la izquierda, de barba, su custodio Rodolfo Almirón (Imagen: "La Prensa")

Perón no daba crédito a lo que había sucedido y como el general Iñíguez, estaba convencido que los autores del atentado habían sido militantes del ERP. Sin embargo, había un dejo de duda en su fuero interno y necesitaba confirmar la versión. La tarde anterior, el jefe de Policía había ofrecido una breve conferencia de prensa en el Departamento Central confirmando con falsa seguridad que la agrupación guevarista era la responsable.
Presionado por Perón, Lastiri llamó a su despacho al verborrágico Julio Bárbaro y a la poco agraciada militante Nilda Garré, diputados nacionales ambos y en presencia de otros legisladores allegados a los montoneros, les manifestó la preocupación del conductor. 
-Compañeros –dijo el primer mandatario- los llamé porque el General está muy preocupado y nos pide que invitemos a los diputados más vinculados a Montoneros para que vayan al velatorio de Rucci y así se demuestre públicamente que el asesinato no fue obra de ellos. 

Era una manera elegante y astuta de tantear a los miembros de la Tendencia, es decir, los militantes de las agrupaciones izquierdistas ligadas al peronismo.

-¿El General sospecha de algún grupo en particular? – preguntó Bárbaro.

-Él espera que haya sido obra de un enemigo externo al Movimiento – fue la tajante respuesta.

Se produjo entonces un breve aunque profundo silencio y menos de media hora después de haber ingresado en el despacho, los emisarios partieron en busca de la militancia, representada por Carlos Kunkel, Armando Croatto, Aníbal Iturrieta, Rodolfo Vittar, Riberto Vidaña, Diego Muñiz Barreto y otros activistas, muchos de ellos legisladores provinciales. 
Veinte minutos después, estaban de vuelta con la respuesta.

-Vamos a tener que ir solos – dijo Bárbaro.

Era la prueba que Perón necesitaba. Sin perder tiempo, en su calidad de líder del movimiento y presidente electo, convocó a todo el gabinete, a los integrante del Consejo Superior Peronista y a representantes de la dirigencia sindical a una reunión fuera de protocolo en la Casa de Gobierno, esa misma tarde a las 16:30, antes del acto en el que López Rega pensaba presentar la maqueta del Altar de la Patria5.
Llegaron todos puntualmente, medio centenar de personas que se ubicaron en el Salón Blanco de la Casa Rosada en esperar a su jefe. Éste se demoró más de la cuenta y eso les sirvió para conversar, sacar conclusiones y especular, emitiendo sus propias opiniones. 
Coincidían todos en que el magnicidio debía ser condenado pero discrepaban sobre la identidad de los autores. Para la mayoría, se trataba sin duda del ERP dada la reciente proscripción que había sufrido; para otro habían sido sectores sindicales ligados a Lorenzo Miguel o a López Rega cuyo poder en vida de Perón ha sido siempre sobredimensionado; los más delirantes hablaban de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos e incluso del Mossad, por medio del ministro Gelbard y su asesor David Graiver en tanto los menos, temían que los mismos fuesen los montoneros.
Cuando Perón apareció en el recinto, se hizo un silencio profundo, apenas roto por su saludo. Se lo veía demacrado y furioso, tanto, que muchos de los presentes se sintieron intimidados.
Las reverencias y salutaciones duraron varios minutos pero esta vez se realizaron en un clima diferente, circunspecto, nada adulador. No había sonrisas, ni alegría, ni euforia. 
Cuando llegó el turno de saludar al teniente Julián Licastro, María Estela Martínez tuvo palabras de elogio para él.

-Muy valiente su actitud, muy bueno lo que dijo frente a la casa de Rucci. El General se emocionó mucho.

Licastro, fundador de los Comandos Tecnológicos Peronistas, una agrupación dedicada a la difusión del ideal justicialista y la formación de dirigentes, había declarado ante la prensa que los montoneros no eran peronistas y que el asesinato de Rucci había sido un atentado contra el propio Perón. El sorprendido oficial agradeció esas expresiones y cuando se disponía a decir unas palabras, López Rega, encargado del ceremonial, lo apuró sin ningún tipo de protocolo.

-Teniente circule, está atascando el paso.

Algo incómodo, Licastro se dirigió hacia donde se encontraba José Humberto Martiarena, aquel que fuera interventor federal de Tucumán en 1955 y le comentó que había notado a Perón muy apenado.

-Es evidente que el General ha llorado, se le nota en los ojos. Me llama la atención porque no es frecuente que llore.

-Es que quería a Rucci como a un hijo – le respondió el abogado jujeño.

Cuando el líder justicialista comenzó a hablar, los allí presentes comprendieron en seguida que la Argentina estaba inmersa en una guerra civil.

-Esto es como la rabia: siempre hay que matar al perro para acabar con la rabia, pero dentro de la ley. No podemos cometer el error de ponernos a la altura de ellos. Esta violencia es parte de una enfermedad que también afecta a otros países y no sólo en nuestro continente. Si hasta en Francia e Italia pasan estas cosas. Rucci fue un compañero leal y el sindicalismo es la columna vertebral del Movimiento.

Acto seguido, le dedicó fuertes palabras a los montoneros, calificándolos de asesinos y extraviados.

-Sabemos que tenemos enemigos afuera del Movimiento Nacional Justicialista, que responden a otros intereses. Pero, también sabemos que existen sectores que se dicen justicialistas pero que nada tienen que ver con el justicialismo. Nosotros sabemos bien lo que somos: somos lo que dicen nuestras Veinte Verdades, ni más ni menos. Por ejemplo, somos decididamente antimarxistas y estamos contra los dos imperialismos que quieren dividirse al mundo.

Quienes estuvieron presentes en aquella reunión fueron testigos de un hecho inaudito, pocas veces mencionado por quienes han abordado la vida de Perón. López Rega estaba impaciente porque deseaba fervientemente dar comienzo al acto del Altar de la Patria, algo que había preparado con muchísimo esmero. El paso de los minutos lo tenía inquieto y por esa razón, en un momento determinado, se atrevió a hacerle un gesto a Perón, señalándole con el índice su reloj.
Al verlo, el líder reaccionó molesto, elevando notoriamente la voz.

-Pero, Lopecito ¿usted cree que es el momento para hacer ese acto sobre los muertos de la Patria? Usted sabe cuál es mi pensamiento. Creo que no hay que hacer ese monumento…

Y luego, morigerando un tanto el tono, continuó:

-…durante el día Lavalle, Urquiza, Rosas, San Martín se van a portar bien porque los vamos a estar mirando, pero por la noche Lavalle le va a pegar a Rosas, y juntos la van a correr a Evita. Es nuestra historia, son nuestras divisiones: los muertos de la historia argentina por ahora están definitivamente peleados. Lamentablemente, deberán pasar años todavía para que puedan convivir todos juntos y en paz.

Los presentes apenas daban crédito a lo que escuchaban. Perón hablaba de las eternas divisiones de los argentinos y de que iba a correr sangre. Muchos recordaron la alusión a Cuba que había hecho al diario “Il giornale d’Italia”, tiempo atrás, la cual fue comunicada al Departamento de Estado por el embajador estadounidense en la Argentina, John Davies Lodge, a través de un cable cifrado.
Era evidente que la guerra recrudecería y que se avecinaba una ola de violencia que tendría a los sectores de izquierda como blanco principal1


Con la muerte de Rucci, los montoneros intentaron decirle a Perón que sus avances tenían un límite.
Desde su salida de España y antes aun, cuando la destitución de Galimberti, el líder del movimiento, quien en su momento los había incentivado y hasta considerado su “juventud maravillosa”, no hacía más que mostrar abiertamente su intención de deshacerse de ellos. 
El golpe palaciego contra Cámpora, la designación del general Iñíguez al frente de la Policía Federal, la de su par Alberto Morello en el SIDE2, la proscripción del ERP y el haber escogido al mismísimo López Rega para mediar con la JP, eran pruebas suficientes; Perón les había soltado la mano y mostraba abiertamente que no los necesitaba.
El ERP fuera de la ley
(Imagen: "La Prensa")

Como dicen Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó en Perón y la Triple A, en la lucha que se desató abiertamente el 20 de junio de 1973 “…y que continuó en los años siguientes con un grado de sadismo y violencia desconocidos para la sociedad argentina, Perón tomó partido por una de las facciones, la que representaba a la extrema derecha vinculada con los sindicatos y con el coronel Jorge Osinde”3.
Tanto los montoneros como la JP estaban desorientados y no encontraban explicación a los desaires y las humillaciones de los que eran víctimas. El ridículo que hicieron el sábado 21 de julio cuando organizaron una multitudinaria marcha en apoyo de la fórmula Perón-Perón, a pesar de su rechazo a la candidatura de Isabel Perón, fue la mejor prueba.
Ese día, más de 80.000 personas marcharon hacia Olivos, encabezadas por los delegados de la Regional I de la JP Juan Carlos Dante Gullo, Carlos Lizaso, Alberto Ahumada y Juan Carlos Añón. Llegaron a la Quinta Presidencial cantando, saltando y enarbolando carteles, a la vista de una férrea custodia policial, así como de efectivos militares y guardias civiles fuertemente armados.
Hubo una explosión de júbilo cuando Perón los mandó llamar y los delegados traspasaron la gran puerta que da sobre la Av. Maipú, sonriendo orgullosos con los brazos en alto, mientras hacían la “V” de “vuelve” o de la “victoria” (a esa altura no se sabía bien a cuál de las dos aludían).
El jefe del movimiento los recibió con su característica sonrisa y los invitó a pasar a un salón. Su sorpresa fue mayúscula al ver allí a López Rega y Lastiri pues creían que la reunión iba a ser a solas.
Tras los correspondientes saludos tomaron todos asiento y comenzaron a conversar. Cuando dos o tres horas después, salieron a la calle, la multitud los recibió en triunfo, segura de haber alcanzado las metas para hacer de la Patria Socialista una realidad. Lizaso manifestó que la charla había sido altamente positiva y que hubo coincidencias con respecto a las prioridades de la JP; Añón habló de un “muy lindo diálogo”, en el cual se aclararon muchas cosas y Dante Gullo dijo que Perón garantizó una relación directa con ellos.

-¡Urgente, urgente, Perón presidente! – gritaba la muchedumbre mientras saltaba y hacía flamear banderas.

-¡Si Evita viviera, sería montonera!

Acto seguido, se leyó una carta firmada por el líder justicialista y tras varios minutos de cantos y euforia, se produjo la desconcentración, la cual se hizo en forma pacífica, seguros todos de haber alcanzado los objetivos, el más importante, una aplastante victoria del ala izquierda.
Ese era el clima que se vivía cuando al día siguiente los medios de prensa trajeron una novedad que descolocó a la dirigencia montonera por completo. Sobre una fotografía en la que se veía a un Perón sonriente junto a los cuatro delegados de la JP, se anunciaba que el jefe del movimiento había designado a López Rega como enlace directo y exclusivo entre ellos y su persona.
La noticia los tomó con la guardia baja, desconcertando a la militancia por completo. 
¿Cómo era posible semejante cambio de rumbo después del diálogo mantenido? ¿A qué jugaba Perón?
El martes 24 tuvo lugar un acto en la fragata “Sarmiento”, encabezado por el ministro de Bienestar Social y esa fue la ocasión para acercarse a él y consultarlo al respecto.

-Así es –les respondió López Rega con absoluta seguridad–, el General me ha designado intermediario.

Cuando los delegados le plantearon sus dudas, el funcionario les dio a entender que si no les gustaba, se la tenían que aguantar.

-Si la Juventud Peronista no quiere hacer sus gestiones por intermedio mío, que las hagan donde ellos quieran […]. Tienen el derecho de hacer lo que les dé la gana. Yo obedezco una orden del General, y si mañana el General me dice que ocupe otro lugar, lo ocuparé, porque acepto la verticalidad del movimiento.

La Tendencia, es decir, el ala izquierda del peronismo, era consciente del papelón que acababa de hacer y necesitaba urgentemente justificar lo ocurrido ante la opinión pública. La ciudadanía entera comentaba el asunto y sus cuadros más jóvenes comenzaban a recriminarle a sus mandos el discurso de los últimos años.
La salida fue la teoría conspirativa, una fábula ridícula donde Perón, anciano y débil, se encontraba cercado e incluso amenazado por los personeros de la derecha, en especial López Rega, a quien atribuían capacidades que no tenía, la más risible, la de manejar al líder a su antojo y gobernar a través de él. Aún hoy, a casi medio siglo de los hechos, hay quienes siguen repitiendo ese absurdo, tratando de justificar a la conducción y sobre todo las actitudes de quien señalaban como su líder.
Negándose todavía a admitir que Perón los estaba traicionado, los montoneros y la Tendencia en general (JP, FAP, FAR) se abocaron a la redacción de un documento, intentando explicar su posición y el proceder del futuro presidente. En esas circunstancias se encontraban cuando el 23 de julio, un grupo de tareas de la UOM asesinó a Benito Miguel Spahn, concejal municipal de San Nicolás de los Arroyos y secretario de prensa de la JP de aquella localidad4.
En una conferencia organizada por la JP en su local partidario -Chile 1467, Capital Federal-, se dijo que el autor de los disparos había sido Tomás Roberto Cardozzo, escolta de Rucci y miembro de la Juventud Sindical Peronista y luego se le pidió a Ricardo Morello, militante de la denominada Columna Sur de Montoneros, dar lectura a una extensa declaración en la cual se explicaban las intenciones de la reunión de Olivos y lo ocurrido después, cuando la Secretaría de Prensa difundió la noticia de López Rega como intermediario.
Según el escrito, redactado con mucha prolijidad, el futuro presidente en ningún momento habló de terceros y mucho menos pronunció el nombre de López Rega “…por quienes los 80.000 compañeros que se encontraban en la calle se habían pronunciado en contra”; el diálogo entre las partes iba a ser directo y se habían logrado acuerdos sustanciales. Por consiguiente, no se aceptaría ningún tipo de mediador y mucho menos al ministro de Bienestar Social a quien se acusaba de ser el promotor de la ola de ataques que padecía la izquierda en los últimos tiempos.
De la lectura de la declaración se desprendía claramente que tanto el comunicado como la designación del mediador eran obra de López Rega y su "yerno" presidente, algo imposible de imaginar cuando Perón leía detenidamente los diarios y toda la documentación emitida. 
Así transcurrió aquella jornada donde después de darle vueltas y vueltas al asunto, se volvió sobre los mismos temas, utilizando diferentes palabras.
El 25 de septiembre López Rega recibió en su despacho a los representantes del ala derecha de la juventud. Se trató de un encuentro a puertas cerradas que salió publicado al día siguiente en los diarios y emitido por programas de televisión. El mismo transcurrió en un clima cordial, donde el medio centenar de asistentes, entre los que se encontraban Adrián Aquiles Fariña, Enrique Mario Geréz y Adrián Carlos Amodio, departieron amigablemente con un López Rega accesible que al finalizar el cónclave, manifestó a la prensa su satisfacción por el diálogo “con los representantes juveniles del movimiento”, alusión directa a los miembros de la Tendencia, que no estuvieron presentes.
Como dicen Bufano y Teixidó, “Salvo que Perón no leyera los diarios ni viera televisión [cosa que hacía frecuentemente], cuesta creer que estuviera ajeno a la maniobra de su secretario general y ministro. Apenas cuatro días después de la promesa de Perón —según Gullo y los demás delegados- de que no habría intermediario alguno entre él y la juventud, su secretario privado y ministro de Bienestar Social recibía a los adversarios principales de la Tendencia. Era un desaire y una humillación difícil de digerir”5.
Pero la cosa no terminó ahí. El 2 de agosto tuvo lugar en la Quinta de Olivos una reunión con los gobernadores y una vez más, Perón habló de infiltrados y condenó enérgicamente a la subversión. Dijo en esa ocasión:

Yo ya dejaré de ser el factótum, porque no es necesario que haya factótums. Ahora es necesario que haya organizaciones; crear un Consejo Superior, que será el verdadero encargado de la dirección y de la conducción del Movimiento Peronista.
……………………………………………………………………………....................
Tenemos que educar a un pueblo que está mal encaminado, y debemos encaminar una juventud que está, por lo menos, cuestionada en algunos graves sectores. Lo ocurrido en Ezeiza es como para cuestionar a la juventud que actuó en ese momento. Esa Juventus está cuestionada. Tenemos una juventud maravillosa, ¡pero cuidado con que ella pueda tomar un camino equivocado. Y esa es obligación nuestra, es tarea nuestra.
No se trata de limitar las aspiraciones ni los pensamientos del hombre. Se trata de educar al hombre, y de darle el sentido de equilibrio sin el cual nosotros no iremos a ninguna parte.
Tenemos que volver a la Grecia de Pericles, donde en cada frontispicio había una leyenda que decía: Todo en su medida y armoniosamente.

Y luego, recurriendo a su característico doble discurso, agregó:

Nosotros somos un movimiento de izquierda. Pero la izquierda que propugnamos es una izquierda justicialista por sobre todas las cosas; no es una izquierda comunista ni anárquica. Es un izquierda justicialista que quiere realizar una comunidad dentro de la cual cada argentino tenga la posibilidad de realizarse; no más allá. 

El tramo clave de su disertación llegó luego de referirse a los diálogos que había mantenido o tenía programados con los líderes de la oposición:

Incluso con el Partido Comunista, que si se coloca dentro de la ley y acciona dentro de la ley, será amparado y defendido por nosotros. Pero dentro de la ley. Cuidado con sacar los pies del plato, porque entonces tendremos el derecho de darle con todo.
No admitimos la guerrilla, porque yo conozco perfectamente el origen de esa guerrilla. Los partidos comunistas que en otros países han visto que dentro de la ley iban a su destrucción, han querido salirse de la ley para defenderse mejor. Eso no es posible. No es posible dentro de un país donde la ley ha de imponerse. Porque la única manera de no ser esclavos, es ser esclavos de la ley; y eso nosotros tendremos que imponerlo, de cualquier manera.
Yo conozco el origen de todo esto. He estado en París, precisamente en las barricadas, y he conversado y participado con mucha gente que estuvo allí; y que estuvo para eso, para las barricadas. Y sé bien cuáles son los procedimientos que quieren poner en marcha, y que se han puesto en marcha en eso que llamaron Segunda Revolución Francesa, el 30 y 31 de julio de 1968, en París, cuando colocaron en el frontispicio de la Sorbona un gran letrero que decía: "Ustedes son las guerrillas que han de liberarnos de lo que nos quieren vender: la muerte climatizada con el nombre de porvenir. El orden industrial debe desaparecer. El mercado de consumo debe morir de muerte violenta. Buscamos un gobierno que sea capaz de poner la imaginación de por medio". Así rezaba el letrero. Pero la finalidad era formar las guerrillas. Guerrillas que después hemos visto funcionar en todas partes.
Bien: eso es un asunto que la ley no tolera, y que en consecuencia nosotros no podemos tolerar. Nosotros no le ponemos ningún inconveniente, si ese partido político -se llame Comunista, se llame E.R.P. o se llame Mongo Aurelio, cualquiera sea el nombre que tenga- quiere funcionar dentro de la ley, como estamos nosotros. Tampoco le temeríamos fuera de la ley, pero no es lo correcto para un gobierno; ya eso se ha visto funcionar en otras partes, y no es lo correcto. En lo que sea fuera de la ley, es la Justicia y la Policía las que deben entender. 

Así como Perón jamás estuvo en las barricadas de París dialogando con los manifestantes, el movimiento justicialista no era de izquierda, cosa que los cuadros de esa tendencia entendieron perfectamente, de ahí que el “…tendremos el derecho de darle con todo”, se convirtiese en una orden directa a la que muchos de los presentes estaban listos a cumplir. 
Si el ala izquierda no podía justificar las acciones de del líder, mucho menos lo logró con su silencio ante la ola de ataques provenientes de la ultraderecha.
El 29 de julio una turba atacó la residencia de las religiosas que ayudaban a monseñor Enrique Angelelli, en la localidad riojana de Aminga. Los asaltantes apedrearon el edificio y luego de ingresar, destruyeron puertas, ventanas y objetos de valor, generando a continuación un incendio que se propagó al local contiguo, perteneciente al Movimiento Rural Diocesano.
En San Rafael, Mendoza, un grupo de desconocidos secuestró a Osvaldo Cirilo Heredia, joven militante de la JP y después de someterlo a torturas lo arrojaron inconsciente a un descampado. Al día siguiente sucedió lo mismo, con Teresa Jesús Guardia, de 23 años.
Un hecho similar ocurrió en Mar del Plata, durante un acto en apoyo de Bidegain y en Santos Lugares, el C. de O. redujo a cenizas el Ateneo “Heroica Resistencia” perteneciente al ala juvenil6.
El 23, militantes de la JSP destruyeron el Ateneo de Estudios “Juan Pablo Mestre” de la Capital Federal y al grito de “¡Este lugar está lleno de boches!”, hicieron añicos un cuadro del subversivo así como material bibliográfico, útiles y mobiliario.
El 21 de agosto, una fuerza de choque sindical, integrada por una treintena de matones, irrumpió en el Sindicato de Obreros Ceramistas de Villa Adelina y asesinó a Juan Carlos Bache, simpatizante de montoneros. Según versiones que circularon en días posteriores, los agresores respondían a un sujeto de apellido Quiroz, integrante de una facción desplazada.
El 5 de septiembre Osinde visitó la residencia de Gaspar Campos, invitado especialmente por Perón.
En la reunión que mantuvieron ambos hablaron del acto en Ezeiza, de la acción de los grupos de izquierda y del ERP. Eso al menos fue lo que trascendió porque, según fuentes no oficiales, se habría abordado un tema muy secreto y delicado.
Tres días después tuvo lugar la gran reunión con las agrupaciones juveniles, única oportunidad en la cual se reunieron bajo un mismo techo enemigos mortales; el agua y el aceite en un mismo recinto como acertadamente afirman Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó. 
Con la venia de Perón la ultraderecha sindical
se suma a la ola de violencia

Ese día acudieron, Mario Eduardo Firmenich, en representación de Montoneros; Roberto Quieto, de las Fuerzas Armadas Revolucionarias; Guillermo Grecco de la Juventud Trabajadora Peronistas, Ismael Salame y Jorge Obeid de la JP, Envar El Kadri de las Fuerzas Armadas Peronistas, Alejandro Quintana y Gustavo Made de las Brigadas de la JP, José Pablo Ventura de la Juventud Universitaria Peronista, Tuli Ferrari de la Juventud Secundaria Peronista, Cristian Caretti, Federico Ocampo y Miguel Rey del Frente Estudiantil Nacional-Organización Universitaria Peronista, Raúl Laiácona de la Escuela de Conducción Política, Rodolfo Galloso de Concentración Nacional Universitaria, Jorge Caterbetti de la de la Juventud Sindical Peronista y varios jóvenes más pertenecientes a organizaciones menores.
Perón los recibió a todos por igual, aun cuando muchos de ellos fuesen apenas “sellos de goma”, sin afiliados ni infraestructura.
Los montoneros y las entidades de la Tendencia pensaban que dada su dimensión y poder de convocatoria iban a llevar la voz cantante, pero prácticamente fueron ignorados; incluso hubo momentos en los que Firmenich habló y Perón ni siquiera lo miró.
El líder se dirigió a los presentes en tono irónico, incluso burlón, dando a entender claramente que había demasiadas divisiones dentro del movimiento juvenil y para desagrado de los izquierdistas, les prestó a sus enemigos más atención de la que imaginaban.
Dio algunos consejos, por momentos habló en tono paternalista y a toda costa indicó que el camino a seguir era el que se había puesto en práctica entre 1946 y 1955.
La reunión finalizó con los representantes de la Tendencia extremadamente molestos y con las agrupaciones de derecha visiblemente eufóricas7.
Como afirman Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó, “Perón no los había avalado [a los montoneros] como ellos esperaban, había despreciado la capacidad de movilización y festejado y felicitado a sus enemigos mortales. Por su parte, los representantes de la ortodoxia habían dicho lo que Perón quería escuchar: acatar las decisiones partidarias…”. Tensando más la situación, el dueño de casa reivindicó a la conducción sindical, así como a su ministro de Bienestar Social y al mismo Lastiri.
“Cada grupo abordó sus automóviles, recogió sus armas y se preparó para vivir un futuro que no prometía nada bueno”8.
Como si eso fuera poco, por esos días reapareció Juan Queraltó, aquel que en los días gloriosos del peronismo había dirigido a la temible Alianza Libertadora Nacionalista. El antiguo dirigente hizo su aparición en una conferencia de prensa que ofreció en La Plata, donde expuso su idea de reorganizar la agrupación para combatir frontalmente al marxismo en la provincia de Buenos Aires. Dijo en la ocasión: “…si el enemigo nos lleva al terreno de la violencia, encontrará la respuesta que corresponda”.
En consonancia con ello, el 14 de septiembre fue ametrallado el Ateneo “20 de Junio” de la capital provincial, perteneciente a la JP; tres días después fue dinamitado el comedor universitario en la misma ciudad y el 18 del mismo mes manos anónimas colocaron una bomba en un cine donde se exhibía Estado de sitio, la película del director griego Costa Gavras, que mostraba la lucha de los tupamaros en el Uruguay.
El 28 de agosto, otro grupo de tareas atentó contra el abogado Roberto Raúl Catalá. El letrado estacionaba su auto en un garaje de Rosario cuando tres desconocidos se le acercaron y le dispararon a quemarropa, hiriéndolo gravemente en el rostro y otras partes del cuerpo. Creyéndolo muerto los desconocidos se retiraron, no sin antes dejar en el parabrisas del vehículo un mensaje firmado por un Comando de Represión “Teniente Coronel Duarte Ardoy”, donde se hacía alusión al asesinato de Rucci.
El mismo día, otra patota sindical amenazó al personal de Automóvil Club Argentino de Mar del Plata, obligándolo a cumplir el paro dispuesto por la central obrera en repudio al atentado contra su máximo dirigente. Las oficinas de la institución fueron tiroteadas, resultando herido Alfredo Gómez, empleado de 45 años.
Juan Queraltó en 1973
Ante tamaña ola de ataques, el 8 de septiembre la Regional I de la JP emitió un comunicado firmado por Dante Gullo, Miguel Lizaso y Roberto Ahumada, al que se le dio lectura en un encuentro de agrupaciones juveniles que se llevó a cabo en Buenos Aires. Se trataba de la misma perorata de siempre, con alusiones al “enemigo enquistado en el movimiento para atentar contra la voluntad popular” y volver nuevamente sobre el inconsistente cuento de que el General estaba con ellos, del entorno siniestro armado por López Rega y otras patrañas.
En Salta, tras la misa que se ofició en memoria de Rucci el 26 de septiembre, una turba convocada por la conducción sindical tomó por asalto la Casa de Gobierno y al grito de “¡Fuera comunistas!”, irrumpió en el despacho del gobernador Miguel Ragone, para interrumpir la reunión que aquel mantenía con el jefe de la policía local Miguel Fortuny, el ministro de Gobierno Enrique Pfister Frías y otros miembros de su gabinete. Los manifestantes exigieron a gritos la renuncia de Ragone, la intervención provincial y pidieron que el coronel Martín R. Vivanco, comandante de la guarnición local, se hiciese cargo provisoriamente del Ejecutivo.
El argumento que los delegados esgrimían era simple: el gobierno salteño estaba lleno de marxistas y debía ser depurado.
La situación se puso tensa cuando la JP y la CGT clasista llamaron a la resistencia y si no pasó a mayores fue gracias a las arduas negociaciones que tuvieron lugar para evitar el enfrentamiento. Aun así, los militantes de izquierda fueron duramente reprimidos en tanto sus adversarios se retiraron del lugar si mayores inconvenientes.
En Santa Fe, grupos dirigidos por el brigadier (RE) Raúl Lacabanne, tomaron por asalto el Banco de la Provincia e irrumpieron en el despacho de su vicepresidente, Ernesto Carreras, buscando a “ciertos elementos subversivos”.
El 1 de octubre Perón volvió a reunir a los gobernadores, esta vez en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, para hablarles de la descomposición política a la que estaban conduciendo al país las agrupaciones subversivas. Se encontraban presentes en el recinto Raúl Lastiri, José López Rega y José Humberto Martiarena, este último en calidad de secretario general del PJ, así como otros representantes del movimiento y la conducción sindical.
En la oportunidad, fue distribuido un documento reservado, que fue leído por Martiarena. Según lo expresado en su texto, el gobierno se hallaba en guerra contra los grupos de izquierda y necesitaba combatirlos de manera abierta.
El escrito traía, además, una orden taxativa: antes del 12 de octubre, los gobiernos provinciales debían estar constituidos, prescindiendo de funcionarios que tuviesen algún tipo de vínculo con el marxismo o ideologías afines. Se dejaba en claro que la administración federal solo iba a respaldar a quienes se ajustasen a esta norma y que no se tolerarían infiltraciones de ningún tipo9.
Los representantes de la Tendencia no dieron crédito a lo que leyeron al día siguiente, cuando los diarios “Crónica” y “La Opinión” publicaron el documento. Su desconcierto fue absoluto y se vio reflejado en un artículo de “El Descamisado” aparecido en la edición del 9 de octubre, bajo el título “¿Y esto que es?”.

En el recientemente peronizado diario La Opinión aparecía, el martes pasado, un Documento Reservado que supuestamente había sido repartido a los gobernadores provinciales en la reunión que estos mantuvieron con el General Perón el lunes 1° de octubre.
Esta versión dada a conocer por La Opinión fue luego recogida y publicada por los demás diarios y fue así como los peronistas nos encontramos frente a la sorpresa de que los diarios del régimen nos convocaron a una “guerra santa contra los infiltrados en el Movimiento”.
Y acá tenemos las dos puntas de esta madeja: ¿quiénes son los que dan instrucciones al Movimiento Perónista? y ¿cuáles son estas instrucciones?
Hasta la fecha ninguna autoridad del Movimiento —particularmente Perón— ha dado a conocer ningún tipo de instrucciones a los gobernadores, ni delegados provinciales, ni ha anunciado la existencia de documento alguno.
Ha sido en cambio el diario de Jacobo Timerman —hasta el 11 de marzo defensor militante de Lanusse y ahora fervoroso paladín del Pacto Social, de Gelbard, de los burócratas sindicales y hasta de nuestra doctrina— quien informa a los peronistas sobre cuáles son sus deberes.
Y resulta, además, que estos deberes consisten en una modificación sustancial de la forma de operar del Movimiento, cómo es la de denunciar compañeros, controlar militarmente las consignas y los estandartes que el pueblo levanta en sus actos, prohibir la discusión interna en el Movimiento y otros de ese tenor.
Pavada de cosa. Ahora parece que los peronistas debemos dejar de pelear por la Reconstrucción y Liberación Nacional para dedicarnos a cazar brujas. Y que de eso no nos informa Perón, sino Jacobo Timerman.
¿Pero estos a quién le ganaron? Deben pensar que los peronistas somo todos tarados o amnésicos. Que no nos acordamos
que Onganía, Levingston y Lanusse nos convocaban a pelear contra los infiltrados poseedores de ideologías foráneas que atentaban contra nuestro estilo de vida occidental y cristiano. Y que estos infiltrados, para la dictadura de los monopolios, éramos precisamente los peronistas.
Claro, como el 11 de marzo los echamos del gobierno ahora decidieron meterse en el Movimiento —infiltrarse, para usar su mismo lenguaje— para ver si pueden seguir engrupiéndonos desde adentro. Convocándonos a guerras santas, no sea cosa que peleemos junto a Perón para liberarnos del imperialismo yanqui, que es nuestro principal enemigo.
Pero no pueden joder a nadie.
Cuando publicó ese documento, La Opinión decía que la primera aplicación de esas instrucciones la había hecho Perón pidiendo la renuncia del rector Puiggrós. Al día siguiente resultó que Perón decía, esta vez públicamente, que él no le había pedido nada.
Acá está todo claro. Los mismos que acusaban al peronismo de atentar contra el estilo de vida occidental y cristiano antes del 11 de marzo ahora se meten en el Movimiento, escriben un documento absurdo y se lo dan a un diario para que lo publique como instrucciones de Perón para el Movimiento. Y lo demás es fácil. Nunca faltan las agrupaciones inventadas, los traidores de 18 años y los oportunistas de toda la vida que decidan comenzar esa guerra santa. Y el enemigo para ellos es claro: todos los que pelean por cumplir los objetivos que fija el General.
Claro que tienen un problema (el mismo de Lanusse): les falta el Pueblo.
Y esto es así aunque el documento lo hayan escrito Martiarena, Yessi o Adelino Romero. Porque aquí la falsedad es pretender que esa patraña es oficial del Movimiento o cuenta con la firma de Perón10.

¿Se podía ser más negador? La conducción montonera se engañaba así misma y al hacerlo involucraba a su propia gente.
El documento había sido distribuido y leído en una reunión de gobernadores convocada especialmente por Perón en la Casa de Gobierno; ni bien la misma finalizó, sus asistentes entregaron algunas copias a los medios citados e hicieron declaraciones en ese sentido, pero los mandos subversivos seguían negándose a creer lo que era obvio y para superar el trance, acusaron burdamente a Jacobo Timmerman, dueño del golpista “La Opinión” y a José Ber Gelbard (de Héctor Ricardo García no hacían ninguna referencia) de haber redactado el escrito, desligando una vez más a Perón de toda responsabilidad.
Nadie les creyó, ni siquiera los integrantes más combativos de la organización quienes por lo bajo, comenzaban a preguntarse que estaba sucediendo.
El papelón del milenio. José López Rega, Miguel Lizaso, Alberto Ahumada,
Perón, Juan Carlos Añón, Dante Gullo y Raúl Lastiri el sábado 21 de julio,
luego de la reunión. Los representantes de la JP quedaron el ridículo cuando
fuera de la residencia, anunciaron que Perón respaldaba su posición. Al día
siguiente, se enteraron por los diarios que su líder los había traicionado

Según Bufano y Teixidó, la disociación manifiesta en el pensamiento de Montoneros era notable. No advertían, o negaban cerrilmente que era el líder del movimiento el que los había convertido en “brujas” y al rechazar las evidencias más explícitas expresadas por Perón, acusaban al director de un diario de ser el responsable de las instrucciones.
En su portada, “El Descamisado” traía como título “Ante el ‘documento reservado’ y otras estupideces”, pero quiénes estaban actuando como verdaderos estúpidos eran ellos.
Lo hechos que tuvieron lugar entonces fueron la prueba. Perón y el Movimiento iniciaron una cacería de infiltrados que se tornaría más agresiva a medida que pasaban las horas. 
Siguiendo instrucciones emanadas de la propia cabeza, el Consejo Superior Peronista prohibió la formación de unidades básicas mixtas y mandó clausurar cuanta organización de la rama femenina estuviese funcionando sin su debida autorización. Aclaraba también que no se reconocería ninguna entidad en ese sentido y que toda inquietud a nivel partidario debía canalizarse a través de las unidades básicas masculinas.
Citando un artículo de Jorge Castro, militante del ERP, Bufano y Teixidó traen a colación un hecho acaecido en la residencia de Gaspar Campos, el 8 de octubre de 1973, con motivo del 78º cumpleaños del General.
En la oportunidad, Perón se llevó a 300 oficiales del Ejército aparte y les dijo que los iba a necesitar para la guerra que estaba a punto de comenzar con la izquierda en general y la Tendencia en particular.

-Lopecito y Osinde les van a decir cómo se van a organizar – les dijo en presencia de los nombrados11.

Por entonces, los atentados de uno y otro bando se sucedían a ritmo vertiginoso, especialmente de parte de la derecha, los cuales parecían mostrar una escalada imparable, de la que ni siquiera la comunidad judía estaba exenta.
Los dirigentes comunistas Jacinto de la Vega, Benito Marianetti y Ángel Bustelo sufrieron atentados dinamiteros en sus domicilios y un autotitulado Comando Anticomunista de Mendoza hizo estallar bombas en el Centro Cultural Israelita de esa capital, en el taller Nuestro Teatro, el local del PC regional, la casa del juez Jorge Marziari Céspedes y el automóvil del ex legislador Eduardo Molina.
En Córdoba, murió Juan Ávila, obrero de la construcción, cuando el 4 de octubre un escuadrón sindical atacó a tiros una reunión de delegados de la CGT y a Francisco Gallardo, secretario general de FOETRA en la misma provincia, lo interceptaron en plena calle, lo molieron a golpes, le rociaron el auto con combustible y después de prenderlo fuego, lo arrojaron con por un barranco con él dentro12
El general Miguel Ángel Iñíguez
asume como jefe de la Policía Federal

(Imagen: "La Prensa")
Notas
1 El cable decía textualmente: “Perón atribuyó la caída de Allende a su sectarismo y a su tendencia a los excesos políticos. Perón destacó que el quiebre en Chile había cerrado la única segura válvula de escape de las guerrillas argentinas”, extraído de Ceferino Reato, Operación Traviata, Sudamericana, Buenos Aires, 2009, p. 57-78.
2 Durante las acciones que tuvieron lugar en el mes de septiembre de 1955, el general Morello estuvo al mando de las fuerzas leales que combatieron contra el general Eduardo Lonardi. Nacido en la capital de aquella provincia el 6 de enero de 1906, pertenecía a la promoción Nº 50 del Colegio Militar de la Nación.
3 Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó, Perón y la Triple A. Las 20 advertencias a Montoneros, Sudamericana, Buenos Aires, 2015, p. 57.
4 Spahn fue asesinato durante una celebración de la Asociación Vecinal “9 de Julio” de San Nicolás de los Arroyos, en un local contiguo a la Escuela Nº 34. Ver “El Descamisado” Año I, Nº 11, 31 de julio de 1973, nota: “Lo mataron por peronista”, p. 26 y ss.
5 Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó, op. Cit., pp. 75-76.
6 Ídem, pp. 86-87.
7 La desgrabación de aquella reunión se encuentra en Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó, op. Cit., pp. 96-121.
8 Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó, op. Cit., p. 119.
9 Ídem, p. 147.
10 “El Descamisado”, Año I, Nº 21, 9 de octubre de 1973, p. 2.
11 Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó, op. Cit., p. 152.
12 Gallardo sobrevivió por milagro.


Fuentes
-Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó, Perón y la Triple A. Las 20 advertencias a Montoneros, Sudamericana, Buenos Aires, 2015.
-Ramón Genaro Díaz Bessone, Guerra revolucionaria en la Argentina (1959-1978), Círculo Militar, Bs. As., 1988.
-“La Razón, “La Nación”, “Clarín”, “La Prensa”, “Crónica”, “La Opinión”, “Estrella Roja”, “El Descamisado”.