jueves, 4 de julio de 2019

ATAQUE A LA GUARNICIÓN MILITAR DE AZUL


1974 comenzó de la peor manera. El 19 de enero, una brigada del ERP, comandada por Enrique Gorriarán Merlo y Hugo Irurzún atacó la Guarnición Militar de Azul, una de las unidades más poderosas del país, en cuyos cuarteles tenían su asiento el Regimiento de Caballería de Tanques 10 “Húsares de Pueyrredón” (C-10) y el Grupo de Artillería Blindado 1 “Coronel Martiniano Chilavert”.
La acción sirvió para mostrar a la opinión pública y sobre todo al gobierno que la guerrilla no había depuesto su actitud y lo más importante, tenía capacidad para acometer acciones cada vez más arriesgadas.
La unidad distaba a 250 kilómetros de la Capital Federal, la conformaban 2000 efectivos y disponía de un poderoso arsenal que incluía dotaciones de fusiles FN FAL y FAP, ametralladoras ALAM calibre 7,65 mm, Browning y MAG calibre 7,62 mm; ametralladoras pesadas Browning M2 calibre 12,7 mm, morteros Brandt de 81 y 120 mm, cañones Oerlikon de 20 mm y Czekalski sin retroceso de 105 mm., además de los modernos tanques AMX-13 de origen francés con los que se reemplazaron a los M4 Sherman que operaban en nuestro país desde 1947 y habían intervenido en las acciones militares de 1955, 1962 y 1963.
La unidad se he hallaba ubicada al sudoeste de la ciudad y abarcaba unas 40 hectáreas distribuidas a lo largo de 5 cuadras de frente por 40 de fondo, con su acceso principal sobre Av. General Güemes 65.

 
Previo a la operación, tuvieron lugar otros hechos que evidenciaban una escalada mayor por parte del terrorismo.
La noche del 8 de enero de 1974 un Renault Dauphinue circulaba por la avenida Ovidio Lagos de Rosario, en dirección sur, llevando a bordo cuatro individuos, uno de ellos de sexo femenino.
Al pasar frente a la fábrica de almohadones Rex el conductor aminoró la marcha y al llegar a la intersección de Cagancha, pocos metros antes de las vías del ferrocarril, se detuvo y apagó las luces.
La mujer y el hombre que viajaba en el asiento trasero se bajaron y caminaron resueltamente hasta el portón de entrada, ubicado al 4140 de la mencionada arteria, vereda oeste, donde al llegar tocaron timbre y golpearon.
Como eran las 23:30, sólo se encontraba el sereno, Esteofón Lugo, quien al sentir que llamaban se dirigió hacia la entrada para ver de quién se trataba. Al abrir una de las hojas metálicas del acceso, los desconocidos le dieron un violento empujón y lo introdujeron en la propiedad, justo cuando sus compañeros llegaban corriendo.
La mujer golpeó a Lugo con el aerosol de pintura que llevaba en la mano y lo dejó inconsciente. Los asaltantes pintaron leyendas alusivas al ERP en el frente del edificio y se encaminaron a las cajas donde se guardaba el dinero.
Unas personas que pasaban ocasionalmente por la vereda opuesta advirtieron los movimientos y llamaron al Comando Radioeléctrico para informar que algo raro sucedía en la planta. Cuatro jeeps cargados de efectivos policiales partieron hacia el lugar desde diferentes sectores, en tanto los desconocidos recorrían nerviosamente el establecimiento intentando dar con el botín.
Para entonces, Lugo había vuelto en sí y luchaba con uno de sus captores. En plena pelea, apareció la perra del establecimiento, una ovejero alemán especialmente entrenada para vigilar, la cual, al ver a su amo forcejeando con un desconocido, se abalanzó sobre aquel, mordisqueándole con furia su brazo izquierdo y otras partes del cuerpo.
En ese preciso instante llegó el primer jeep. Sus cuatro ocupantes saltaron a tierra y tras dar la voz de alto, se trabaron en combate. En pleno tiroteo llegaron las demás patrullas, con lo que el enfrentamiento arreció considerablemente. Un policía del Comando Radioeléctrico recibió un disparo en el hombro y uno de sus compañeros otro en la pierna, generándose un momento de confusión que permitió a dos de los atacantes darse a la fuga. Un tercer agente, en este caso de la Guardia de Caballería, también recibió un disparo, aunque al igual que sus colegas, las heridas que presentaba eran leves.
El terrorista atacado por la perra yacía herido en el piso, en tanto su compañera seguía resistiendo detrás de unas cajas, sin embargo, dada la situación, viendo que no tenía escapatoria, arrojó su revólver 38 al piso y emergió de los fondos con los brazos en alto. 
Los guardias se acercaron a ella muy cautelosamente y siempre apuntándole con sus armas, la rodearon y la redujeron. Lugo retiró a la perra y eso permitió esposar al sujeto herido, que sangraba abundantemente.
Los agentes revisaron cuidadosamente a los detenidos, los palparon de armas y viendo que estaban “limpios” los condujeron a uno de los jeeps mientras uno de ellos solicitaba una ambulancia para asistir al sereno.
Los detenidos resultaron ser Jorge Carlos Baiza, de 22 años, domiciliado en Murature 83, Punta Alta y Elba Calamante, de 25 años, oriunda de Villa Constitución, ambos solteros y militantes del ERP.
Al día siguiente, tuvo lugar otro enfrentamiento en Córdoba, cuando efectivos del Comando Radioeléctrico de la ciudad rodearon una propiedad situada en la calle 12 Nº 15, del barrio Mariano Fragueiro.
Antes de llamar a la puerta, el oficial a cargo miró su reloj -eran las 4 a.m.-, les hizo un par de señas a sus hombres y llamó a la puerta, anunciándose como policía.
Sin mediar palabra, desde el interior del inmueble partieron numerosas descargas, forzando a los guardias a ponerse a cubierto.
Cuando los agentes del orden respondieron la agresión, se generó un enfrentamiento que se prolongó varios minutos, conmocionando al vecindario que como es de suponer, a esas horas se hallaba entregado al sueño.
Un proyectil alcanzó al agente Roberto Roldán (chapa Nº 7122), arrojándolo de espaldas sobre la vereda. Al verlo caer, sus compañeros redoblaron su esfuerzo, para que lo retirasen de la línea de fuego.
Cubiertos por sus colegas, dos agentes corrieron hasta donde se encontraba tirado y tomándolo de los brazos lo sacaron a la rastra, regando la vereda con su sangre. Una bala le había perforado el abdomen y sangraba abundantemente.
Los moradores de la casa ofrecieron una resistencia vigorosa pero al agotar las municiones, terminaron por entregarse.
Conducidos a dependencias del Comando, se procedió a establecer su filiación, resultando ser Mirtha Esther Fidman, Norma Bustamante de Juárez, José Félix Juncos, Ramón Alberto Coronel y Alberto Ortiz Torres1.
Ese mismo día, cerca de las 12 a.m., un sujeto bien vestido, de aproximadamente 40 años, se presentó en las oficinas de la empresa aérea Halcón, en el Aeroparque Metropolitano, para alquilar uno de sus aviones privados. Según manifestó en la administración, debía volar hasta Tostado para traer desde allí a tres empresarios madereros.
Tramitada la solicitud, el jefe de operaciones de la compañía, de apellido Aspe, llamó al piloto Eduardo Britos y le dijo que preparase el aparato Aero-Commander matrícula LV-MEH, recientemente adquirido por la firma, para realizar el vuelo.
Cuando todo estuvo listo, tanto Britos como el pasajero abordaron la aeronave y partieron con destino a Santa Fe.

Avión Aero-Commander matrícula LV-MEH secuestrado por piratas aéreos
(Imágen: "La Razón")

El viaje transcurrió sin inconvenientes pero al pasar sobre Sauce Viejo, 22 kilómetros al sur de la capital provincial, el desconocido extrajo un arma y apuntó directamente al piloto, ordenándole iniciar el descenso.
Britos se vio obligado a efectuar un arriesgado aterrizaje en un camino de tierra, levantando una espesa nube de polvo. Cuando la misma se disipó, pudo ver que se hallaban en un área deshabitada y a un costado de la huella un camión cisterna junto al que se encontraban tres sujetos. Ni bien apagó los motores, los desconocidos se aproximaron y comenzaron a reabastecer de combustible al avión.
Mientras tenía lugar la operación, los captores despojaron a Britos de los $100.000 que llevaba encima y le ordenaron subir a bordo y ubicarse en uno de los asientos traseros.
El aparato volvió a decolar con rumbo norte, sobrevolando Recreo, Laguna Paiva, Llambí Campbell y Emilia. A la altura de Nare, comenzó a descender y al cabo de un momento, se posó en otro paraje solitario, lejos de las zonas pobladas.
Ya fuera del aeroplano, los captores le indicaron al prisionero no hablar con nadie y lo amenazaron con buscarlo y asesinarlo si los llegaba a delatar. Entonces, uno de ellos propuso asesinarlo ahí mismo para evitar cualquier riesgo pero sus compañeros se opusieron terminantemente y el quedó en libertad.
El Aero-Commander partió con rumbo desconocido dejando a Britos abandonado a su suerte. Solo, en medio de la nada, intentó buscar ayuda y al no encontrarla, comenzó a caminar hacia San Justo, a donde llegó exhausto, luego de una marcha extenuante al rayo del sol.
Una vez en el pueblo, se dirigió a la comisaría y tras radicar la denuncia se comunicó con la empresa para informar lo sucedido.
Sin perder tiempo, Aspe envió otro aparato en busca del infortunado piloto2. La nave partió a las 7 a.m., al comando de Carlos López Muñiz y Jorge Ledesma y a las 09:15 estuvo de regreso con Britos, quien ni bien pisó tierra fue demorado y conducido a la ex Dirección de Coordinación Federal, para ser interrogado. Se lo veía nervioso y según manifestó Ledesma a la prensa, no había querido relatar su odisea.
Otro aviador de la compañía aseguró a los reporteros presentes en la estación, que los piratas aéreos eran delincuentes comunes pero una serie de indicios llevaron a la suposición de que se estaba ante un operativo extremista.

El jefe de operaciones de la empresa aérea "Halcón", Sr. Aspe (centro)
junto a los pilotos López Marín (izq.) y Ledesma luego de traer a Britos

(Imágen: "La Razón")

El 14 de enero Perón pronunció el célebre discurso en el que después de ofrecer un panorama de la situación mundial, hablar del problema energético a nivel global y efectuar un análisis de la economía nacional, fustigó duramente a los “desviacionistas”, advirtiéndoles sobre las consecuencias de sus acciones.
Mientras tanto, continuaban los operativos para dar con el brigadier Crespo, secuestrado desde el 7 de noviembre del año anterior, llevándose a cabo allanamientos e interrogatorios en diversos sectores de la Capital Federal, el Gran Buenos Aires, La Plata y las localidades de Ignacio Correas y Arana.
El mismo día, se produjo el ataque al destacamento policial del Barrio Saladillo, en Rosario, donde los terroristas acribillaron a un agente de guardia e incendiaron el inmueble con el personal de guardia dentro3.
El hecho se produjo a las 18:30, cuando el cabo primero José Ernesto Pereyra le entregó el servicio al agente José Villanueva, ello en presencia del oficial ayudante (R.) Carlos Rodríguez, quien se encontraba de paso en la dependencia.
Justo en ese momento, irrumpieron cuatro sujetos armados quienes después de desarmar a los policías les indicaron que se mantuvieran quietos. Se los veía visiblemente nerviosos y sumamente inseguros.
Inmediatamente después entró una mujer joven que ante un brusco movimiento de Pereyra (se dio vuelta al verla aparecer), alzó su arma y le descerrajó cinco disparos que le perforaron el tórax y el abdomen.
Los atacantes extrajeron varios cócteles molotov y los arrojaron en el interior, para luego darse a la fuga, encabezados por la joven guerrillera que, como se supo más tarde, resultó ser un hombre disfrazado.
Ya en la vereda ametrallaron el frente del edificio y corrieron hacia dos automóviles que aguardaban estacionados frente al destacamento, un Torino verde con una franja amarilla en el capot y el techo y otro de la misma marca, color marrón, donde esperaban otros cinco desconocidos provistos de pistolas 45, ametralladoras y fusiles FAL.
Con las instalaciones envueltas en llamas, Villanueva y Rodríguez retiraron a Pereyra, quien se encontraba completamente inconsciente por la pérdida de sangre. Lo arrastraron hasta la vereda y una vez fuera, corrieron hasta lo de un vecino para pedir auxilio.
Apenas pasaron unos minutos cuando varios móviles policiales se hicieron presentes, seguidos inmediatamente después por los bomberos y una ambulancia en la que el malherido efectivo fue evacuado al Hospital Municipal Central.
Investigaciones posteriores arrojaron como resultado que el grupo atacante era el mismo que dos días antes había intentado copar la comisaría de Funes pues según pudo determinarse, su proceder y apariencia eran los mismos. En aquella ocasión, trataron de tomar la estación por asalto pero la fuerte resistencia que ofrecieron los uniformados, los obligó a desistir y retirarse apresuradamente.
Tres días después, un agente de la custodia de López Rega se tiroteó con varios sujetos cuando salía de su domicilio en Villa Galicia, Témperley, partido de Lomas de Zamora.
En aquella ocasión, el agente de la Policía Federal Víctor Anualdo, salía de su casa, situada en Hipólito Yrigoyen, entre Cangallo y Rivadavia, cuando cerca de las 3 a.m., se le acercaron cuatro extraños que sin mediar palabra, abrieron fuego, hiriéndolo de consideración. Aún así, Anualdo extrajo su arma y repelió la agresión, poniendo a los atacantes en fuga4.
El escolta fue recogido por una ambulancia y derivado al hospital zonal en tanto la policía se negó a brindar información a la prensa.

Perón en los jardines de la Quinta Presidencial de Olivos junto al coronel Carlos Alberto Corral, José López Rega, su edecán y detrás el oficial se servicio del cuerpo de Granaderos a Caballo (Imágen: "La Razón")

El 19 de enero de 1974 fue un día gris y lluvioso en la provincia de Buenos Aires, con vientos fuertes y mucha nubosidad. Para Manuel Rodríguez, casero de la quinta del doctor Miguel Ángel Inza, no fue una jornada de mucha actividad porque el clima no era el propicio para ningún tipo de tarea.
El propietario, médico caracterizado de la localidad, había fallecido hacía unos meses y dado el estado del tiempo, era obvio que su familia se iba a quedar en la ciudad.
Caía la tarde cuando Rodríguez decidió prepararse unos mates. Afuera llovía y el viento sacudía las ramas de los árboles, inquietando al perro que le hacía compañía.
En esos momentos, tres vehículos se detuvieron frente a la vivienda y apagaron los motores.
La quinta de Inza se hallaba sobre una calle de tierra, frente a las vías del Ferrocarril Belgrano (ex Provincial de Buenos Aires)5, a metros del la Ruta 51 que conduce a Tapalqué. Se trataba de un predio cerrado por alambrados, con una entrada para autos, rodeado por un cerco de ligustros, alto y tupido, reforzado por especies arbóreas que impedían la vista desde el exterior. En medio del parque se alzaba la vivienda principal, un edificio blanco, de una sola planta, con las ventanas pintadas de azul al que se accedía por una huella; la casa del casero se encontraba junto a la entrada, rodeada de árboles y había una pileta que daba a los fondos.
Rodríguez escuchaba la radio cuando en la puerta creyó sentir unos ruidos. Como el perro comenzó a ladrar, bajó el volumen y se asomó a la ventana para ver que ocurría. Fue entonces que varios desconocidos irrumpieron en el interior, encañonándolo con sus armas.

-¡Agarrá el perro y metete en el baño! – le gritó uno de ellos.

El hombre obedeció y allí quedó bajo llave mientras los asaltantes recorrían la casa y franqueaban el acceso a otros individuos. Cuando comprobaron que no había nadie, sacaron nuevamente a Rodríguez y lo obligaron a correr la tranquera.
Al salir fuera, el atribulado casero vio a otras personas que aguardaban en la entrada, varias de ellas portando armas y cajas.
Los guerrilleros obligaron a Rodríguez a abrir la vivienda principal y una vez dentro, lo encerraron en una de las habitaciones. Inmediatamente después procedieron montar el hospital de campaña y mientras el grueso de ellos alistaba el equipo y se colocaba los uniformes militares con los que pensaba confundir al enemigo, otros grupos comenzaron a llegar y a prepararse para el asalto.
Mientras seguía llegando gente, tres camiones Mercedes Benz con sus cajas cubiertas por lonas, se desplazaban por la calle Escalada en dirección al portón de acceso Nº 3, llevando a bordo numerosos combatientes.
El último grupo se presentó en la casa a las 21:45 y cuando todo estuvo listo, su jefe estableció contacto radial con Enrique Gorriarán Merlo para informar que tenía todo listo para iniciar la acción. 
El ERP había planificado muy bien la operación. Sus objetivos eran:

1- Copamiento de la unidad.
2- Sustracción de armamento.
3- Captura de los jefes del destacamento.

La acción le fue encomendada a la Compañía “Héroes de Trelew”, la cual estaba integrada por:

1) Grupo de aniquilamiento y postas.
Tenía por misión capturar y en caso de ser necesario, aniquilar los tres centros de guardia, a saberse la Guardia Central, los tanques y la herrería, así como los puestos 1, 2, 3, 4, 5 y 8, los cuales mantendría dominados durante toda la operación.

2) Grupo Carga
Debía copar las Baterías y asaltar el arsenal para apoderarse del armamento.

3) Grupo Secuestro Su misión era reducir los puestos de guardia 6 y 7 y asaltar las casas de los jefes de la unidad para hacerlos prisioneros.

El dispositivo estaría reforzado por:

4) Grupo de vehículos
Tendría a su cargo los vehículos en el punto de partida (la casa copada).

5) Grupo de contención Tal como su nombre lo indica, debía contener y rechazar cualquier intervención exterior en apoyo de la unidad atacada -en especial la policía-, y mantener despejadas las vías de escape.

Según “Estrella Roja”, la Guarnición Militar de Azul, no solo era una de las unidades más aguerridas el “enemigo”, sino la más preparada para la lucha contrainsurgente, tanto por su equipamiento como por su trayectoria de alzamientos y combates. Sus cuadros tenían entrenamiento especial y permanente; la disciplina era en extremo rigurosa hasta el momento de la baja y la disposición de los grupos de guardia en diferentes puntos de la guarnición, extremadamente fuerte, unos 50 o 60 hombres provistos de fusiles FAL distribuidos en tres centros y ocho puestos de vigilancia.

El plano muestra la ubicación de la casa copada por los guerrilleros
y su recorrido hasta la guarnición militar

(Imagen: "Estrella Roja")

Como dijimos al comienzo, allí tenían su base el Regimiento de Caballería de Tanques 10 (C-10) “Húsares de Pueyrredón” y el Grupo de Artillería Blindada 1 y con ellos, los poderosos tanques AMX-13 franceses, adquiridos en 1947.
Haciendo un poco de historia, la unidad fue creada por el brigadier Juan Martín de Pueyrredón como milicia de caballería durante las Invasiones Inglesas y participó en todas las contiendas que tuvieron lugar a partir de 1810.
El 29 de abril de 1948, durante el primer gobierno de Perón, fue reorganizada como unidad de caballería blindada destinándose a ella los tanques M3 y M4 Sherman que vinieron a reemplazar a los Nahuel DL-43 de producción nacional.
En 1951 pasó a componer la Agrupación Blindada 1, sufriendo con el paso de los años una serie de variantes hasta que en 1961 se le dio la denominación definitiva y por asiento, la guarnición de Campo de Mayo.
En septiembre de 1962 y abril de 1963 el regimiento, tuvo activa participación en el alzamiento militar de Azules y Colorados, sobre todo el último año, cuando el día 3 tomó parte en el asalto a la rebelde Base Aeronaval de Punta Indio junto a unidades del Regimiento de Caballería de Tanques 8 (C-8) con base en Magdalena.
En 1967 el destacamento fue trasladado a Azul, en el corazón de la provincia de Buenos Aires y tres años después (octubre) fue epicentro de un alzamiento que se propagó a la vecina Olavarría. El mismo fue fácilmente dominado y le permitió al general Alejandro Agustín Lanusse purgar la cúpula el Ejército y fortalecer su imagen.
De acuerdo con el relato del general Horacio Guglielmone6, que con el rango de subteniente tomó parte en el enfrentamiento, el número de atacantes (incluyendo los grupos de apoyo que no participaron en el intento de copamiento llegaba a 240 hombres. Por el lado del Ejército, ese día solo se encontraban 60 efectivos en la guarnición, por ser sábado y por consiguiente, día de franco además del período de licencias anuales y cambios de destino. El objetivo de los atacantes era, efectivamente, robar armamento, municiones, uniformes y sobre todo, causar un profundo impacto en la sociedad y el gobierno.


A las 22:15 salió de la casa de Inza el primer grupo, seguido por el resto y al amparo de la noche y el tiempo inclemente, se deslizó por la calle tierra hasta los fondos de la unidad militar, situada 200 metros al noreste. Portaban fusiles FAL, granadas antitanque, pistolas de diverso calibre e incluso bazookas y estaban dispuestos a usarlas con determinación.
Al llegar al perímetro del cuartel se agazaparon para ingresar y una vez dentro, comenzaron a avanzar en fila india buscando el Polígono de Tiro. Debían alcanzar los objetivos rápidamente porque los camiones con el resto de la tropa avanzaban por la calle Escalada y estaban a punto de llegar7.
Al tiempo que se iniciaba el ataque, otros grupos subversivos operaban en distintos puntos de la ciudad. A las 23:00, uno de ellos detuvo en la calle Guaminí a Remigio Torchia, joven de 20 años que se dirigía a la confitería de Humberto 1º y Colón y le robó su Fiat 800 color rojo; cerca de allí otra sección hizo lo propio con un Renault 4L y con un Ford Falcon gris que condujeron velozmente a la casa copada.
Con el Polígono de Tiro a la vista, los subversivos se toparon con el primer obstáculo, una alambrada de postes que se extendía desde los límites del cuartel hasta el edificio, por lo que a una señal de Irurzún, hicieron un alto y se pegaron al terreno. El encargado de efectuar el corte se aproximó con una pinza-tenaza y al cabo de unos segundos logró abrir un tramo por el que sus compañeros se deslizaron cuerpo a tierra hasta alcanzar el objetivo.
De acuerdo con el plan, al traspasar el polígono, la columna se dividió en tres: el Grupo Secuestro tomó hacia la derecha, pasó entre dos barracas y siguió hasta la calle interna que conducía a las casas de los oficiales, distantes a unos 1300 metros del comando. El Grupo Carga tomó por el centro, buscando la Plaza de Armas y el de Aniquilamiento y Postas lo hizo en la misma dirección para subdividirse en otros tres pelotones: el que tenía por objetivo tomar el tanque de agua, el que debía capturar la Guardia Central y el encargado de apoderarse del Casino de Oficiales.
Justo en ese momento, irrumpieron en el cuartel los camiones Mercedes Benz, derribando el portón de acceso y avanzando a gran velocidad rumbo a la Plaza de Armas.
El ataque se inició a las 23.40, con los guerrilleros corriendo hacia el tanque de agua, la Guardia Central y el Casino de Oficiales. Justo en ese momento, fueron detectados y desde diferentes puntos se abrió fuego contra ellos, quebrándose el factor sorpresa. Aun así lograron llegar a los objetivos y apostarse frente a ellos.
Un proyectil de bazooka destruyó el depósito de kerosene que YPF tenía dentro de la guarnición y otro dio en la usina, cortando la energía eléctrica. La explosión sobresaltó a los vecinos que al escuchar la balacera, subieron a los techos y las azoteas de sus domicilios para ver lo que ocurría.

Plano del ataque a la Guarnición Militar de Azul
(Imagen: "Estrella Roja")

Desde los barracones ubicados detrás del puesto de vigilancia Nº 4 los militares abrieron fuego contra los grupos de Carga y Secuestro, sin lograr detenerlos. Sí lo hizo la sección apostada en el tanque de agua, cortando el avance hacia la Plaza de Armas y Baterías.
Los hombres del Ejército mostraron determinación y obligaron al Grupo de Carga y la sub-sección T del pelotón de aniquilamiento a aferrarse al terreno y mantenerse estáticos.
Las secciones que debían tomar la Guardia y el Casino corrieron por el amplio predio que se abría a la izquierda de la Plaza de Armas y se detuvieon a 50 metros de ambas posiciones.
En esos momentos, la Guardia Central se hallaba a cargo de un cabo, dos soldados apostados y otros seis reclutas destinados a los relevos, provistos todos de fusiles FAL. El encargado de copar la primera ordenó abrir fuego y sus hombres acribillaron la estructura del edificio con disparos de ametralladoras y fusiles FAL.
Inmediatamente después, se incorporó e intimó al personal a deponer las armas.

-¡Tienen tres segundos para rendirse porque el regimiento está tomado!

La respuesta que recibió fueron varias descargas, generándose un fuerte tiroteo que finalizó cuando los guerrilleros arrojaron dos granadas antitanque. Una cayó sobre la radio y la otra en la entrada del edificio, provocando grandes destrozos. El encargado del grupo de ataque hizo una nueva intimación y ante el silencio que obtuvo como respuesta, ordenó tirar dos granadas más al tiempo que los cuatro hombres se lanzaban a la carrera dividiéndose en dos, un par de hombres por la derecha y otro por la izquierda, rodeando el edificio para irrumpir por el frente. 


Un disparo proveniente del puesto Nº 1 hirió al jefe del pelotón a la altura del pecho; el subversivo cayó de rodillas junto a un árbol y allí permaneció varios minutos, con el cuerpo temblando y la vista nublándose. Sus compañeros intentaron cubrirlo tirando hacia la guardia y eso le permitió incorporarse y seguir a su gente hasta el interior del edificio, disparando numerosas ráfagas.
Los soldados a cargo se rindieron y los seis restantes fueron reducidos pero el cabo logró evadirse para unirse a la resistencia.
Los asaltantes se apoderaron de los ocho FAL del personal y las municiones mientras uno de ellos destrozaba la alarma y el tomacorriente.
Desde allí intimaron al puesto Nº 1 pero la respuesta, una vez más, fueron varias descargas, reanudándose así el intercambio de disparos. Los jóvenes reclutas ofrecieron resistencia pero al cabo de 15 minutos abandonaron la posición y salieron el cuartel por la puerta de Av. Güemes.
La gente que tenía a su cargo la captura del Casino de Oficiales se hallaba empeñada en combate; desde el interior los militares lograron mantenerlos a distancia pero al cabo de media hora evacuaron el edificio, perdiéndose en la obscuridad.
Desde el puesto Nº 1, los guerrilleros establecieron contacto para informar que el objetivo se había logrado. Dadas las heridas recibidas, su jefe tuvo que delegar el mando y ser evacuado. Sus hombres lo cargaron hasta un auto que llegó en ese momento, conducido por uno de ellos y así partió hacia una de las postas sanitarias que se habían montado en la ciudad, antes del ataque.
Para ese momento, el Grupo Secuestro, encabezado por Guillermo Pascual Altera y Santiago Juan Carrara había reducido el puesto Nº 6 y después de atravesar el puente sobre el arroyo Azul, alcanzó las viviendas de los jefes. Al desembocar en los jardines, se dividió en dos e inició la aproximación hacia los objetivos, rodeándolos por la parte posterior. Una sección lo hizo por la arboleda y la otra en paralelo al paredón de la costanera Catriel, hasta llegar al puesto de vigilancia Nº 4 donde degollaron al conscripto Daniel Osvaldo González, que se hallaba de guardia. Inmediatamente después tomaron posiciones detrás de los árboles y los cercos e intimaron a sus moradores a entregarse.
El coronel Camilo Arturo Gay hacía solo 15 días se había hecho cargo de la unidad, por lo que ni él ni su familia se hallaban aclimatados a la nueva vida. Al momento de producirse el ataque se encontraba en su morada junto a su esposa Nilda Irma Cazaux, su hija Patricia de 14 años, su hijo Juan Carlos de 9 y Enrique Alejandro Paradelo, un amigo que vacacionaba con ellos.
Al sentir los gritos, el jefe del regimiento tomó su arma reglamentaria y después de indicarle a los suyos que se mantuviesen a cubierto, salió al exterior, decidido a repeler cualquier ataque. Ni bien apareció en el alero, recibió un disparo en la cabeza que acabó con su vida en el acto. Su segundo, el teniente coronel Jorge Roberto Ibarzábal, jefe del Grupo de Artillería Blindado 1, hizo lo propio justo en el momento en que los subversivos abatían a su superior.
Al ver a Gay tendido en la entrada de su vivienda y a los atacantes dentro de la propiedad, Ibarzábal abrió fuego con su pistola pero encontrándose la familia de aquel en poder de sus captores, desistió de toda acción y se entregó.
Para entonces, yacían gravemente heridos el cabo primero Raúl Jesús Puyó y el teniente primero Alejandro Domingo Carullo8.
Los prisioneros fueron conducidos a la herrería, atravesando del extenso predio que se abría frente a los polvorines y allí se encerraron todos, captores y cautivos, los primeros muy nerviosos, intentando establecer comunicación con sus superiores.
Para entonces la situación era la siguiente:

-Guardia central tomada.
-Puestos 3, 6 y 7 capturados.
-Puestos 1, 2, 4, 5 y 8 evacuados por la tropa.
-Casino de oficiales reducido y bloqueado
-Herrería tomada.
-Tanque de agua en poder del Ejército.

Los militares se movieron aceleradamente y cerca de las 12 p.m., el general Albano Harguindeguy tenía instalado su puesto de mando en la cercana comisaría9. Lo primero que hizo fue establecer comunicación con el Comando en Jefe del Ejército, en la Capital Federal, y después de ponerlo al tanto de lo que estaba sucediendo, llamó a las autoridades militares de Tandil y Olavarría para solicitar refuerzos. De manera inmediata, fueron despacharon efectivos del Escuadrón Logístico Nº 1, del Regimiento de Tiradores de Caballería Blindada 2 y de la Base Naval Comandante Azopardo, distante a 40 km. al sur de Azul, al tiempo que la policía bloqueaba los accesos y establecía retenes en las rutas.

Acceso principal de la Guarnición Militar de Azul por la Av. Güemes

En pleno copamiento, los agentes del orden llegaron a la casa del Dr. Inza, provocando la fuga del reducido grupo sanitario que la custodiaba. Al irrumpir dentro, encontraron armas y equipo quirúrgico de alta complejidad, así como indumentaria militar y municiones. Frente a la propiedad quedaron abandonados un Ford Falcon 1973 patente B-998072, un Fiat 800 azul chapa B-031820 y un Peugeot 504 blanco placa B640211, robados en diferentes puntos antes del ataque.
A esa altura, era evidente que los asaltantes no habían logrado el cometido; su ofensiva comenzó a perder vigor y la resistencia de los defensores se fue tornando cada vez más vigorosa. Los objetivos principales, a saberse, el Patio de Armas, las Baterías y el Arsenal no pudieron ser tomados y su posición se vio muy comprometida cuando las secciones atacantes perdieron comunicación.
Al ver a dos de sus camiones en llamas, Gorriarán Merlo entró en pánico y completamente desorientado ordenó la retirada, sin dar el correspondiente aviso a los grupos restantes. Según explicaría después, “hubo una falla en las comunicaciones” y eso dejó a 17 guerrilleros dentro de la guarnición, a merced del enemigo.
A las 3 a.m. los terroristas iniciaron el repliegue tratando de retirarse por las mismas rutas por las que habían llegado, pero como la casa del Dr. Inza se había perdido, debieron mimetizarse entre los árboles de la guarnición y saltar los cercos para escapar a campo traviesa. Otros salieron por la entrada principal y ganaron la calle donde abordaron los autos robados y escaparon.
Los vecinos al otro lado de la Av. Catriel y los que residían frente a la calle Escalada y la Av. Roca trataban de distinguir algo desde los techos y las terrazas de sus moradas pero el clima no ayudaba. Aún así, uno de ellos alcanzó a divisar al Fiat 800 de Torchia acercándose al puesto Nº 1 – lo conducía una mujer-, detenerse frente a la puerta y escapar a toda prisa llevando a varios compañeros dentro.
Al verse acorralados y con pocas probabilidades de huir, los terroristas trataron de negociar.
Para ese momento, las tropas regulares, comandadas por el mayor Osvaldo Antonio Larroca habían rodeado la herrería cortándoles a sus ocupantes todas las vías de escape. Desesperados, Altera y Carrara exigieron la presencia de un juez, así como de varios diputados, senadores y periodistas amenazando con ejecutar a los rehenes en caso de no dar cumplimiento a esa demanda. En el interior del edificio, Nilda Cazaux intentaba mantener la calma para no alterar a los pequeños; se hallaba sentada en la parte posterior del edificio, con la cabeza de su hija apoyada sobre su regazo, mirando con temor el fusil FAL con el que Carrara les apuntaba. Afuera ya amanecía y era evidente que  los terroristas se ponían cada vez más nerviosos.
Pasadas las 7 a.m. la situación era en extremo tensa y todo hacía prever un desenlace fatal. Para entonces, Larroca había recibido del teniente general Anaya la orden de accionar contra los subversivos y para ello, había escogido a dos tiradores que fueron apostados en lugares estratégicos, fuera de la vista de aquellos.
Altera y su compañero sabían que estaban perdidos; se habían metido en una ratonera y necesitaban negociar para lograr la huida por eso, a las 07:30, al ver que las personas que había mandado llamar no llegaban, Altera volvió a asomarse para preguntar que sucedía. Y entonces, ocurrió la tragedia. Al ver al guerrillero asomarse, Larroca hizo la señal y los francotiradores dispararon, abatiendo al terrorista de un certero disparo en la frente. Carrara recibió un impacto del lado derecho en la cintura y otro más arriba, que lo arrojaron pesadamente al suelo, sin embargo, aun podía moverse y en esa situación, le apuntó a la señora de Gay y le descerrajó dos disparos, uno de los cuales le perforó el pecho y salió por el omóplato derecho. La esposa del oficial se inclinó hacia adelante, cubriendo con su sangre parte del rostro de su hija y cayó a piso cuando aquella, aterrorizada, se incorporó.
Como es habitual en estos casos, varios años después, los guerrilleros se descolgaron con sus típicas versiones según las cuales, los propios militares se mataron entre sí y al disparar a mansalva, asesinaron a la señora de Gay a quien “trataban de proteger”, una táctica que pusieron en práctica entonces y potenciaron a partir de 1983 cuando la democracia les permitió asaltar el poder, adueñarse de los medios, fundar sus publicaciones y lanzar su bibliografía al mercado.

Coronel Camilo Arturo Gay (izq.). Teniente coronel
Jorge Roberto Ibarzábal, el primero abatido, el segundo secuestrado

Siempre que de sus crímenes se trate, salvo el de las hijas del capitán Viola, en Tucumán, por lo evidente que fue, buscarán la manera de endilgárselos a las Fuerzas Armadas y de Seguridad, a las formaciones de derecha y los gobiernos de turno. Así lo han hecho con el teniente Berdina, de quien ahora dicen fue víctima del “fuego propio”, el asalto al Arsenal “Domingo Viejobueno”, donde un descarado, a través de un libro, trata de liberar a los terroristas de toda la responsabilidad, acusando a sus adversarios de ser los violentos, los homicidas y torturadores, o de victimizar a los atacantes del Regimiento de Infantería Mecanizada 3 de La Tablada, convirtiéndolos en “mártires de la represión” y “víctimas de secuestros, torturas y desapariciones”.
En el caso de la Guarnición Militar de Azul, los insurgentes y sus apologistas llegaron a insinuar que Gay murió al tirotearse por error con Ibarzábal y que la esposa del coronel pereció víctima de las balas de los militares que habían cercado la herrería. La versión fue rechazada por Silvia Patricia Ibarzábal, hija del teniente coronel secuestrado y testigo presencial de los hechos, quien confirmó que Nilda Cazaux fue ejecutada por los terroristas y que su padre cesó toda resistencia al ver a la familia Gay amenazada.
Tal como sostiene el coronel Guglielmone, pese a superioridad numérica y el factor sorpresa, el ataque fue un fracaso. Sus jefes se desorientaron, los principales objetivos no fueron alcanzados y al toparse con una resistencia que no esperaban, se desmoralizaron.
En su huida, los guerrilleros abandonaron gran cantidad de armas, municiones y equipo y como se ha visto, no dudaron en asesinar y degollar a la hora de alcanzar sus metas.
A las 3 de la mañana la batalla finalizó pero una hora después todavía había extremistas cercados en inmediaciones del Casino de Oficiales y la herrería; a esa hora los disparos eran esporádicos y se hablaba con insistencia de dos terroristas abatidos de entre 16 y 18 años. 
Pasadas las 4 a.m., el general Harguindeguy dio una breve conferencia de prensa en la que fue evidente el rígido control al que se hallaba sometida la información.
Para entonces, el ulular de las ambulancias y los patrulleros era constante y desde las 6, los pedidos se sangre se hicieron sentir con insistencia tanto en las radios locales como en las de Tandil, solicitándoles a los dadores presentarse lo antes posible en el Hospital Municipal “Dr. Ángel Pinto”10.
Los guerrilleros se dieron a la fuga por diferentes rutas, llevándose cautivo al teniente coronel Ibarzábal11.

Nilda Cazaux de Gay
abatida
Efectivos policiales interceptaron a varios en caminos alternativos, cuando intentaban eludir los puestos camineros. El Fiat 128 patente B-090295 fue detenido a las 02:00 en la Ruta 51, camino a Tapalqué, luego de un intenso tiroteo. De sus cuatro ocupantes, dos fueron reducidos y los restantes retirados sin conciencia de su interior. La policía halló en el rodado proyectiles 11,25, indumentaria y documentos a nombre de Juan (o Julio) Gauna que permitieron iniciar las primeras pesquisas.
En la misma arteria fueron detenidos un taxi Rambler y un Fiat 1500 sustraídos en Azul; un Fiat 128 color gris, chapa B-044802, a nombre de una persona de apellido García Guerra con domicilio en Pozos 1200 de la Capital Federal y otro 1500 gris patente B-044802, en cuyo interior fueron halladas bombas incendiarias y ametralladoras.
El Fiat 128 gris iba detrás de una camioneta desde la que partieron varios disparos antes de escapar. La policía tiró a las llantas del Fiat 1500 y de esa manera, logró detenerlo. Sus ocupantes lo abandonaron a toda prisa y huyeron por el campo dejando en el vehículo un fusil FAL, una pistola, municiones, un casco y uniformes12.
También en la Ruta 51 se produjo otro enfrentamiento cuando un Torino blanco de techo vinílico y un Fiat 1600 intentaron evadir los controles. Tras una breve persecución, ambos fueron interceptados y sus ocho ocupantes arrestados y conducidos a la seccional de Tapalqué, donde quedaron a disposición de la justicia.
Sobre la Ruta 205, camino a Roque Pérez, la policía intentó detener a un segundo Torino, el cual logró eludir las barricadas y darse a la fuga, luego de un breve aunque violento intercambio de disparo.

Los guerrilleros se retiraron por las mismas vías por las que habían llegado, a saberse, las rutas 3, 51 y 226, además de caminos alternativos por donde intentaban eludir los controles. La policía no descartaba que los guerrilleros hubiesen contado con ayuda de los lugareños y creía que algunos de ellos habían guiado a los incursores hasta el cuartel y durante el escape.
Uno de los terroristas, Santiago Juan Carrara, fue abandonado en la huída por hallarse herido. Los agentes lo apresaron y condujeron de regreso a Azul para someterlo a interrogatorio. Sin embargo, una vez frente a las autoridades, solo aseguró que apenas tenía trato con uno de sus compañeros pues según explicó, los mandos subversivos solían conformar las compañías de ataque con cuadros que no se conocían entre sí.
La mañana encontró el operativo de búsqueda a pleno, con retenes y puestos en las rutas, patrulleros recorriendo los accesos y helicópteros sobrevolando el área, aún con viento, lluvias y nubes bajas.
En horas de la mañana, llegó a la ciudad el gobernador, Bidegain nacido y criado en Azul, quien solicitó entrevistarse con Harguindeguy para ponerse a su disposición.
Su presencia causó profundo malestar entre los militares, lo mismo la de su primo, el coronel ingeniero Ademar Orlando Bidegain, jefe de la policía bonaerense, pues los responsabilizaban por la ola de violencia que padecía el primer Estado argentino e incluso de incentivar el accionar subversivo.

Soldado Daniel Osvaldo González
Degollado

Para ese momento, los cuerpos del coronel Gay y el del soldado González habían sido retirados de la guarnición y conducidos a la morgue judicial.
El cuerpo de la señora de Gay fue derivado al Hospital Regional de Azul donde llegó sin vida en tanto su asesino, fue atendido primeramente en la enfermería de la unidad militar y luego en el mencionado nosocomio, donde se lo sometió a una delicada intervención quirúrgica.
En cuanto a los heridos, el cabo primero Raúl Jesús Puyó, el cabo Manuel Caballero y el más grave de todos, el teniente primero Alejandro Domingo Carullo también fueron trasladados al hospital local donde el último fue sometido a una intervención de urgencia.
En tanto el juez de Azul Dante Ippolito, tomaba a su cargo la causa, la Unidad Regional de Lanús, a cargo del inspector mayor Rodolfo de Souza y la Policía Federal, encabezada por el general Miguel Ángel Iñíguez montaban operativos conjuntos en Avellaneda, Lanús y Lomas de Zamora bloqueando accesos, rutas, avenidas y caminos laterales.
Dado el cuadro que presentaba, el teniente primero Carullo, se decidió su envío a la Capital Federal a efectos de ser sometido a una intervención quirúrgica. A las 11 a.m. fue conducido hasta el aeródromo de Azul, situado sobre la Ruta 3, al sur de la ciudad y desde allí fue trasladado en helicóptero a Buenos Aires, donde llegó una hora y media después. Una ambulancia lo recogió en el Aeroparque Metropolitano y desde allí lo condujo al Hospital Militar Central “Dr. Cosme Argerich”, en el barrio de Palermo, donde ingresó en muy grave estado.
El mismo día, a las 20:35, aterrizó en el Aeroparque Metropolitano el avión del Ministerio de Bienestar Social que traía los cuerpos del coronel Camilo Gay y su esposa. Los precedió con más de una hora de antelación (19:25), otro helicóptero de la misma dependencia en el que viajaban los hijos del matrimonio, bajo la supervisión de un oficial de la Guarnición atacada.

Patricia Gay
Sobreviviente
Ni bien la máquina se detuvo en la plataforma, personal militar procedió a retirar los ataúdes y los condujo hasta dos ambulancias que aguardaban allí.
Los recibió el general Guillermo Ramón Ezcurra, comandante de la X Brigada de Infantería Mecanizada, a quien se vio acompañado por el jefe de la Base Aérea del Aeroparque, comodoro Rodolfo Maurer; el jefe del Regimiento de Granaderos a Caballo, coronel Jorge Felipe Sosa Molina; los coroneles Ovidio Pablo Riccheri y Rodolfo Wehner y familiares del matrimonio abatido.
Efectivos de la Compañía de la Policía Militar Aeronáutica rindieron honores al paso de los féretros los cuales, una vez en las ambulancias, fueron conducidos hasta el Regimiento de Granaderos a Caballo, en Palermo, donde se había montado la capilla ardiente para su velatorio. Inmediatamente detrás se desplazaban en sendos automóviles el general Ezcurra, los oficiales superiores del Ejército y familiares de los extintos, escoltados por dos motocicletas de la Policía Federal.
Mientras tanto, en el Hospital Militar Central el teniente primero Carullo era sometido a una delicada intervención en tanto las autoridades mantenían absoluta reserva de su estado de salud.

Imágenes

Acceso principal a la guarnición (Av. Güemes)
(Imagen: "La Razón")

Uno de los automóviles robados por los terroristas aparece abandonado
y acribillado en una esquina de la ciudad de Azul

(Imagen: "La Razón")

Efectivos del Ejército patrullan los alrededores de la casa de la familia Gay
(Imagen: "La Razón")

Puente sobre el arroyo Azul por el que se ingresa
a la guarnición militar por el este

(Imagen: "La Nación")

Soldados de la guarnición patrullan
los alrededores

(Imagen: "La Nación")

Una ambulancia militar sale de la unidad atacada
(Imagen: "La Razón")
Rodeado de oficiales y soldados, el general Leandro Anaya, comandante
en jefe del Ejército pasa junto al único camión subversivo que no fue destruido

(Imagen: "La Razón")

Soldados montan guardia sobre el puente
(Imagen: "La Nación")
Otra ambulancia se dirige a la guarnición militar
(Imagen: "La Razón")
Jefes militares recorren el predio atacado
(Imagen: "La Nación")

Vecinos de Azul se congregan en los accesos de la morgue y el hospital regional
(Imagen: "La Razón")


José Torcher, a quien los subversivos le sustrajeron el auto
dialoga con la prensa la mañana del 20

(Imagen: "La Razón")
Plano del cuartel y sus accesos. Los camiones subversivos ingresaron
por la entrada de la calle Escalada

(Imagen: "La Nación")

Rutas de escape de los terroristas
(Imagen: "La Nación")

Desde la izq. teniente primero Alejandro Domingo Carullo
cabo primero Raúl Jesús Puyó, cabo Manuel Caballero
heridos en combate

(Imagen: "La Razón"/"La Nación")

Un vehículo intenta ingresar en la unidad militar
(Imagen: "La Razón")
Notas
1 El agente Roldán fue derivado al Hospital de Urgencias, donde quedó internado con pronóstico reservado.
2 Se trataba de un Aero-Commander cedido por otra compañía porque en esos momentos todos sus aviones se hallaban en vuelo.
3 El puesto de policía se encontraba ubicado en Av. San Martín y Muñoz, barrio Saladillo, al sur de Rosario.
4 Escaparon en un automóvil que aguardaba con el motor encendido a metros del lugar.
5 El Ferrocarril Provincial de Buenos Aires, anteriormente denominado Ferrocarril al Meridiano V, partía de la estación terminal Avellaneda, en el partido del mismo nombre (hoy Museo Ferroviario) y continuaba hasta La Plata (Ramal P1), pasando por Ángel Fernández (apeadero), Monte Chingolo, Pasco, San Francisco Solano, Gobernador Monteverde, Kilómetro 40 (apeadero), Kilómetro 36 (apeadero), Ingeniero Allan, El Pato, Arturo Seguí, Gorina, La Cumbre (apeadero), Gambier y La Plata. La línea tenía dos recorridos interurbanos, el que finalizaba en Mira Pampa, localidad limítrofe con la provincia de La Pampa y pasaba por C. Beguerie, 9 de Julio y P. Gamen (con un desvío a Pehuajó), y el que se desviaba en Beguerie, para finalizar en Sierra Chica, con un desvío en Arielque terminaba en Loma Negra, con paradas en Azul y Olavarría. Era de capitales argentinos, franceses y belgas y fue inaugurado en 1909. Los ramales a Loma Negra, Sierra Chica y Mira Pampa se clausuraron en 1961 y el que iba de Avellaneda a La Plata en 1977.
6 El coronel (R.) Horacio Guglielmone integró la Compañía de Comandos 602 que a las órdenes del mayor Aldo Rico combatió heroicamente en Malvinas. Destacó por su arrojo en el combate del cerro Dos Hermanas del 8 de junio, donde pereció el teniente Mario “Perro” Cisnero y en el monte Kent.
7 Según algunas versiones, los camiones venían de la Ruta 51, según otras, llegaron por la costanera Cacique Catriel.
8 En la guerra de Malvinas, Carullo estuvo al mando de la sección de carros blindados Panhard AML H-90 perteneciente al Destacamento de Exploración de Caballería Blindada 181.
9 Según otras fuentes, lo hizo en el cuartel de bomberos.
10 Numerosos voluntarios acudieron al llamado desde hora temprana.
11 Fue conducido a una cárcel del pueblo y ejecutado diez meses después, durante un traslado, al producirse un enfrentamiento en un control caminero de San Francisco Solano. Patricia Gay, hija del matrimonio abatido, nunca pudo superar aquel drama.Víctima de una profunda depresión, se suicidó el 5 de octubre de 1993, a los 33 años de edad.
12 Al ser detenido, el automóvil llevaba el parabrisas destrozado por disparo.


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