Los elementos religiosos del peronismo (14° parte)
La naturaleza demoníaca de la política divinizada
La consagración de la figura sacral del Rey-Sol tiene un lugar y una
forma cuidadosamente elegidos para cumplir su función sacralizante:
"Así como los pontífices de la Iglesia Católica se consagran en Roma,
"el líder" busca su deificación en la Villa de Luján, donde se alza la
basílica dedicada a la Virgen milagrosa, patrona de la Argentina, del
Uruguay y del Paraguay".
Otro acérrimo opositor a Perón señalaría también este mismo fenómeno de deificación política:
"En Luján, mientras se realizaba la tradicional procesión de la Virgen Epónima, la muchedumbre peronista blasfemaba cantando:
"Perón, Rey, Señor"
"La vida por Perón" fue
precisamente la consigna lanzada por Evita durante una de sus
acostumbradas arengas con ocasión de un aniversario de la fiesta magna
del justicialismo. Algunos testimonios escritos parecen certificarlo.
Una carta del 24 de marzo de 1955mfirmada por Gerardo Caamaño Bravo
expresa:
"Ofrézcole mi vida incondicionalmente a Ud, nuestro "Líder" Gral.
Juan Domingo Perón, como así nuestra Jefa Espiritual, Eva Perón".
Un contenido fuertemente mesiánico caracteriza la figura política del
"conductor" y le confiere un claro sentido visiblemente idolátrico:
Incensado por el humo de la farsa que en ciertos momentos alcanza una
forzada embriaguez emocional, la personalidad del "líder" adquiere
relieve de nuevo Mesías
El liderazgo de Perón se nutría también de una fina intuición para
captar rápidamente en su interlocutor una línea de sintonía y una gran
habilidad para envolverlo en su propio juego, inundando de este modo en
cierta forma la personalidad del otro.
EL JUSTO COMO REDENTOR
Como los antiguos emperadores-pontífices, Perón asume una dimensión
mítico-religiosa de carácter mesiánico que es desglosada también desde
una perspectiva crítica:
Funciones de pontífice, patriarca, profeta, juez, semental, adalid y rabadán
Se subrayarían así los contenidos mágicos del mesianismo carismático que expresaba su singular personalidad política:
Se lo consideró investido de poderes mágicos sobrenaturales y de él se esperaba sencillamente el milagro
Perón fue plenamente consciente y se sirvió de este contenido
carismático de su personalidad para dar a su política un sentido
fuertemente mesiánico. Al sintetizar el sentido de su actuación pública,
expresó:
"Toda la obra de mi gobierno se dirige a la redención del pueblo argentino"
Jacques Lafaye, uno de los estudiosos más importantes de la temática del
mesianismo, ha dejado unas interesantes reflexiones sobre los
liderazgos carismáticos latinoamericanos:
En el siglo XX, líderes como Perón en la Argentina, Vargas en el Brasil y Rojas Pinilla en Colombia han desempeñado, en los mismos años cuarenta y cincuenta, el papel carismático de hombre-justicia y hombre-progreso. El caso de Perón tal vez sea el más interesante en la medida en que -inspirándose
a la vez en el comunismo y en el fascismo mussoliniano- propuso una original ideología de progreso: el justicialismo. Esta doctrina política, pobre en ideas pero que sobrevivió a la caída e incluso a la muerte de su autor, revela la permanencia y la fuerza, como factores políticos, de una creencia típicamente mesiánica. En principio, el justicialismo no es otra cosa que la transferencia a un hombre político (Perón en este caso) del capital de esperanza y de confianza ciega que se había depositado en el mesías (o en los mesías) en el judaísmo y en el cristianismo. Getulio Vargas, Rojas Pinilla y sus émulos no impulsaron tan lejos la elaboración doctrinal de las corrientes mesiánicas que los llevaron, luego los mantuvieron y por último los volvieron a llevar al poder, pero en todos estos casos el progreso era percibido por los pueblos como un don del cielo o del hombre divino, infalible y justiciero, que detentaba el poder político.
Mircea Eliade también ha subrayado el sentido del mesianismo marxista como la reviviscencia de uno de los grandes mitos escatológicos del mundo asiático-mediterráneo, es decir, el papel redentor del Justo. Uno de los mitos primordiales de todas las civilizaciones es la salvación de la humanidad por la acción y sacrificio del Justo, presente como arquetipo a través de las diversas épocas históricas.
Sin embargo, cuando
la política pretende asumir una función redentora intentando
constituirse en una naturaleza divina concluye siendo demoníaca.