jueves, 4 de julio de 2019

LA SITUACIÓN EN CUBA


El 1 de noviembre de 1954 se llevaron a Cabo en Cuba, nuevas elecciones presidenciales a las que había llamado el gobierno de Batista intentando “legitimizar” el golpe de estado de 1952.
Fulgencio Batista
Dada la falta de garantías por parte del gobierno en cuanto a la legalidad del acto plebiscitario, el ex mandatario Carlos Prío Socarrás optó por retirar su candidatura e intentó sabotear los comicios.
De esa manera, el candidato opositor con más posibilidades pasó a ser otro ex presidente, el Dr. Ramón Grau San Martín, prestigioso médico fisiólogo que había gobernado la isla en dos oportunidades entre 1933 y 1948, quien renunció en medio de la campaña denunciando fraude.
Batista se alzó con el triunfo y eso le permitió a los Estados Unidos afianzar su control, política quedó al descubierto durante la visita protocolar que el vicepresidente Richard Nixon hizo a la isla, en enero de 1955.
Tres meses después, el que desembarcó en la capital caribeña fue el director de la CIA, Allen Dulles, para tratar el urticante asunto del avance comunista en la región. De resultas de ello, surgió la Agencia de Represión de Actividades Comunistas de Cuba, asesorada y sostenida económicamente por el Departamento de Estado norteamericano.
Como por entonces Fidel Castro no era considerado una amenaza y mucho menos un activista de izquierda, en el mes de mayo fue dejado en libertad, lo mismo su hermano Raúl y otros activistas, todos ellos veteranos del asalto al Moncada.
Con esa medida, Batista intentaba captar las simpatías de la oposición y fortalecer su imagen ante el resto de la nación pero lejos de lograr ese cometido, la situación comenzó a convulsionarse.

Una vez fuera de prisión, Castro, que fue recibido en triunfo por parte de sus adeptos, hizo fuertes declaraciones asegurando que la democrática era la única solución válida y que el gobierno era el único que se oponía a ella. Cuatro días después, luego de una entrevista periodística que le realizara la emisora radial CMKC de Santiago de Cuba, la estación fue tomada por asalto por las fuerzas policiales, su director arrestado y toda la documentación que hallaron terminó secuestrada. Lo mismo ocurrió al día siguiente en la casa de Pedro Miret, uno de los asaltantes del Moncada, a la que revisaron de una punta a otra revolviéndolo todo y destruyendo parte del mobiliario.
El mismo 20 de mayo de 1955, el ejército cercó a un grupo de alumnos de la Universidad de La Habana que se disponían a homenajear a los recientemente liberados asaltantes del cuartel y disparó sobre ellos.
La multitud se hallaba reunida en las escalinatas que daban acceso a la alta casa de estudios, convocada por José Antonio Echeverría, presidente de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU), cuando las fuerzas del orden la rodearon. En los días previos, el mencionado dirigente había hecho circular miles de octavillas impresas por toda la ciudad, en las que se leía: “Hacemos un llamamiento a todo el pueblo para que se movilice y asista a este acto en el que hablarán presos políticos, exiliados y dirigentes estudiantiles. Será invitado el doctor Fidel Castro para que haga el resumen de este evento patriótico que no tendrá paralelo con otros que se han celebrado”1.
Como en su intento por impedir el acto, las autoridades le cortaron el suministro eléctrico a la universidad, los organizadores conectaron un pequeño generador y de esa manera, hicieron funcionar el micrófono y los parlantes que habían conectado en torno a la explanada. A través del mismo, Echeverría lanzó una serie de denuncias que involucraban al régimen, exhortando a los estudiantes para que iniciasen la lucha. Eso provocó la reacción de los uniformados, quienes no dudaron en abrir fuego, generando una violenta estampida.
El 22 de mayo el coronel del ejército Alberto del Río Chaviano hizo graves acusaciones radiales que involucraban a los asaltantes del 26 de julio. La respuesta de Castro, no se hizo esperar y el 29 de ese mes salió a la calle una nota la revista “Bohemia” en cuyas tapas se leía “Mientes Chaviano”2.
Sin hacerse esperar, la FEU sacó un comunicado en el que manifestaba su apoyo al recientemente liberado militante: “Ni Fidel ni los que junto a él se batieron dignamente frente al régimen, están solos y sin respaldo (…). Si por decir la verdad se amenaza y se provoca a un hombre valiente y honrado, nosotros en nombre de la juventud y el pueblo de Cuba nos responsabilizamos enteramente con la actitud asumida por Fidel y junto a él estamos dispuestos a correr su suerte”3.
Fidel Castro

Lo que el gobierno no imaginaba, era que uno de los suyos, Waldo Pérez Almaguer, gobernador de Oriente en tiempos del asalto al Moncada, saliese a apoyar a Fidel, confirmando todos sus términos y refutando a Chaviano4.
La reacción de Batista no se hizo esperar y sus acciones fueron tan brutales que ni sus más leales allegados pudieron justificar la torpeza con la que se movió en los días siguientes. 
El 5 de junio, sus guardias del orden detuvieron y golpearon en la vía pública al dirigente ortodoxo Juan Manuel Márquez y al día siguiente asesinaron al activista Jorge Agostini.
Ese mismo día impidieron a Castro hablar en otro programa radial y el 9 de junio se le bloquearon el acceso al Canal 11 de televisión. Dos días después, el gobierno lanzó un edicto prohibiéndole hablar en los medios y el 16 clausuró el periódico “La Calle”, que debería esperar hasta la caída del régimen para volver a aparecer5.
A partir de ese momento, los hermanos Castro comenzaron a bosquejar lo que iba a ser el célebre Movimiento 26 de Julio (M-26), decididos a combatir con las armas a un régimen que consideraban corrupto y delictivo, De esa manera, incentivados por las muestras de apoyo que recibían, comenzaron a delinear la estrategia a seguir.
El 12 de junio, en una reunión plenaria a la que concurrieron todos los milicianos que habían tomado parte en el asalto al Moncada y numerosos simpatizantes, quedó conformado el grupo revolucionario así como su directorio y toda su estructura6.
Durante la asamblea que tuvo lugar en una casa particular ubicada en la calle Factoría 62, se llegó a la decisión de que Fidel Castro debía partir hacia el extranjero para recaudar fondos y organizar una fuerza de combate con la que dar inicio a las acciones. Pedro Miret fue designado responsable bélico, Ñico López y Pepe Suárez jefes de la rama juvenil, Faustino Pérez encargado de las finanzas y Haydée Santamaría, Melba Hernández, Jesús Montané, Armando Hart, Pedro Celestino Aguilera y Luis Bonito, titulares de diferentes áreas.
Castro sabía que los agentes del gobierno se hallaban tras él y que después de haber intervenido su teléfono particular, escuchaban y grababan todas sus conversaciones, de ahí que toda comunicación se hiciese por medio de enlaces y mensajeros.
Poco después, aprovechando un viaje de Raúl para visitar a sus padres en Santiago, se lanzó la acusación de que estaba llevando a cabo acciones de sabotaje en La Habana, e inmediatamente se libró una orden de captura contra él.
Era evidente que los hermanos tenían que abandonar el país y por esa razón, el 24 de junio, el menor de ellos partió hacia el exilio, seguido catorce días después por el mayor, quien antes de partir hizo encendidas declaraciones sobre los sucesos que iban a tener lugar en el futuro inmediato.
Aprovechando la encuesta que la revista “Bohemia” había efectuado en esos días para sondear el ánimo de la población en cuanto al posible regreso de Carlos Prío Socarrás, el extrovertido Fidel sentenció: ¿Lo dejarán hablar a él, lo dejarán comparecer ante algún programa de televisión; le permitirán escribir, le darán oportunidad de realizar actos públicos?”. Y para cerrar su declaración expresó de manera contundente: “Ya no creo ni en elecciones generales. Cerradas al pueblo todas las puertas para la lucha cívica, no queda más solución que la del 68 y el 95”7.
José Antonio Echeverría arengando a miembros de la FEU

Antes de su partida, Castro escribió una declaración para el pueblo cubano que ningún órgano informativo se atrevió a difundir. Según la misma, “Como martiano, pienso que llegó la hora de tomar los derechos y no de pedirlos, de arrancarlos en vez de mendigarlos. Residiré en un lugar del Caribe. De viajes como estos no se regresa o se regresa con la tiranía descabezada a los pies”8.
Jon Le Anderson sostiene que después el asalto al Moncada, Batista se mostró dispuesto a enfrentar a la oposición por medio de escuadrones de la muerte y que, a partir de ese momento, la corrupción oficial y el soborno florecieron con más fuerza que nunca en todo el ámbito nacional9. Eso llevó incluso a la aristocracia y la alta burguesía a incrementar su rechazo hacia el mandatario, a quien desde siempre despreciaron por su condición de mulato y sus humildes orígenes.
Y eso fue así desde el primer momento por lo que, fuera del sector vinculado al gobierno y a aquel otro que sacaba provecho de la explotación de hoteles y casinos, el juego, la droga, la pornografía y la prostitución, el descontento se generalizó y comenzó a extenderse de una punta a otra de la isla.
Con ese as en la manga, confiando plenamente en la gente que dejaba a sus espaldas, Fidel Castro abandonó el país y al día siguiente, 8 de julio, llegó a México, portando un simple visado de turista y una maleta con unas pocas pertenencias. Ni bien echó pie a tierra, se encaminó a la casa de su compatriota, María Antonia González y sin perder tiempo, tomó contacto con el resto de sus connacionales para iniciar los aprestos.
El movimiento estaba en marcha y de esa manera, comenzaba a gestarse la gran revolución.



Imágenes

Carlos Prío Socarrás

Dr. Ramón Grau San Martín

Coronel  Alberto del Río Chaviano


El dirigente anticomunista Eduardo Chibás,
líder del Partido Ortodoxo, de quien Castro
se declaró partidario
Notas
1 Pedro Antonio García, “Cuba 1955. La única solución”, Revistan “Bohemia”, 6 de mayo de 2010. (http://www.bohemia.cu/2010/05/07/historia/guerra-liberacion.html).
2 Ídem.
3 Ídem.
4 Ídem.
5 Ídem.
6 Ídem.
7 Ídem.
8 Ídem.
9 Jon Lee Anderson, op. cit, p. 169

Otras fuentes citadas por “Bohemia”:
Fidel periodista, varios autores, Editorial Pablo de la Torriente Brau, La Habana, 2008; Tiempos precursores, de Mario Mencía; La palabra empeñada, de Herberto Norman, textos de “La Calle” (21 de mayo de 1955) y “Bohemia” (15, 22 y 29 de mayo de 1955).

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