jueves, 4 de julio de 2019

EPÍLOGO






“Cesó la lucha y se retiran las tropas” rezaban los titulares de “La Razón” el 15 de junio de 1982; “Cesaron los combates en Malvinas. Se firmó un acta para retirar las tropas ar
gentinas” se leía en “Clarín”. Sin embargo, en Puerto Argentino había alguien que todavía seguía en guerra.
Según refiere el comodoro Rubén Moro en su libro, un agente de los servicios de información del Ejército Argentino llegado al archipiélago en los primeros días de abril, comenzó tareas de espionaje haciéndose pasar por periodista uruguayo.
Siguiendo el relato del autor, caída la capital, aquel héroe anónimo fue uno de los primeros en entrevistarse con el general Moore, obteniendo información vedada a los argentinos. El inglés fue muy solícito y hasta le facilitó un helicóptero con que el espía pudo recorrer los escenarios de las principales batallas, fotografiándolos con lujo de detalles, tomar nota y recoger testimonios. También registró los movimientos británicos, sus posiciones, las instalaciones que estaban levantando en las islas y el tipo de armamento utilizado. Incluso se le obsequió una bolsa de dormir.
En los días posteriores a la capitulación, se produjo un hecho que pudo haber derivado en el reinicio de las hostilidades.
Un grupo de conscriptos, al mando de algunos suboficiales, incendiaron y saquearon varios edificios de la ciudad suceso que los medios de prensa calificaron como “principio de motín”. 

Según Moro, uno de los causantes de aquellos incidentes fue el mencionado agente encubierto, el sujeto disfrazado de periodista uruguayo, quien aprovechando la ocasión, llevó a cabo numerosos atentados y actos de sabotaje. De acuerdo con su versión, fue él quien dio fuego a al menos tres de los edificios que ardieron en esos días, los cuales servían como depósitos de municiones a las fuerzas vencedoras. El agente en cuestión trabó amistad con el periodista John Witherow del “Observer”1 y a través de él supo del accidente aéreo en el “Hermes”, cuando un Sea Harrier averiado se estrelló sobre su cubierta, provocando un incendio. Cumplida su misión, solicitó ser enviado de regreso a su “patria”, Uruguay y de esa manera embarcó en el RFA “Resource” (A480) aunque enterado de que la nave se dirigía a la isla Ascensión, volvió a descender. Corriendo el riesgo de ser descubierto, el desconocido abordó un buque hospital y en él regresó a la Argentina, más precisamente a Puerto Madryn, donde descendió en una fecha posterior al 22 de junio. Según palabras de Moro, aquel comando fue un ejemplo de lo que se debe y puede hacer, sin embargo, varios años después el agente de inteligencia británico Hugh Bicheno echó por tierra esa versión dando a conocer al autor de aquellos actos. El mayor Luis Daniel de Urquiza era jefe de operaciones del Batallón de Logística 10 al momento de estallar el conflicto. Descendiente de quien fuera el hombre más poderoso de la Confederación Argentina tras la caída de Rosas, tuvo una actuación decorosa durante las acciones de Sapper Hill. Durante los tramos finales de la batalla, posicionado en una loma cercana a la usina y el aeropuerto, logró contener e incluso hacer retroceder a los paracaidistas británicos, valiéndose de granadas PAF 62 y PDF 40 hasta que la artillería enemiga concentró su fuego sobre su sección. Fue él quien recuperó la bandera argentina que aun flameaba en la Casa del Gobernador, eludiendo la metralla y disparando a su vez hasta llegar al pie del mástil. En el camino colocó media docena de trampas cazabobos adhiriendo una granada EA M-5 a una carga de trotyl sujeta por cinta adhesiva sanitaria. Para hacerlas detonar unió sus anillas a un cordón verde y las sujetó a su vez a la vegetación. Desde ese punto, con la bandera en su poder, se dirigió a la usina donde al llegar, se introdujo agazapado mientras sus hombres lo cubrían. Allí colocó una nueva granada, muy cerca de la planta motriz, adhiriéndola a unos tambores de aceite y se retiró con el tiempo suficiente como para no ser alcanzado por la explosión. El edificio quedó envuelto en llamas y mientras las detonaciones se sucedían, lanzando objetos en diversas direcciones, siguió con su gente hasta el centro de la ciudad. Al pasar frente al puesto de mando del general Parada reparó en el jeep Mercedes Benz que el alto oficial tenía signado y un camión militar en perfecto estado. Carente ya de explosivos apuntó con su FN FAL y les descerrajó numerosas ráfagas hasta dejarlos inutilizados. Regía el alto el fuego cuando Urquiza, al frente de un grupo de suboficiales y conscriptos, colocó otras cazabobos en diferentes puntos de la localidad, saboteando otras instalaciones. Cuando Menéndez y el comando británico acordaban encontrarse, incendió la casa de George Butler, en el extremo oeste de la capital; de ahí se encaminó al edificio de Obras Públicas, frente al puerto, cuyo garaje también servía de depósito de municiones y lo convirtió en hoguera. Luego enfiló hacia un tercer arsenal en el campo de squash, próximo a la escuela y la estación de radio, que como en los casos anteriores fue pasto de las llamas.
En su camino al Globe Store, en la intersección de las calles John Street y Philomel, Urquiza disparó contra desprevenidos efectivos británicos en un vano intento por reiniciar las hostilidades (al parecer los ingleses no pudieron determinar quien había abierto fuego y desde donde). Inmediatamente después procedió a saquear el mencionado local, reduciendo su edificio a cenizas. Su propietario, Ernesto Rowe, era un argentino que residía en el archipiélago desde hacía muchos años, cuyo hijo Carlos llegó a ser gerente de un banco en Buenos Aires.
Los incendiarios tomaron por Philomel hacia el este de la ciudad y en el cruce con David Street, doblaron hacia Glasgow Road. Ya en la esquina de Hebe Street, torcieron rumbo al norte y se detuvieron frente a un tinglado de escaso valor arquitectónico, donde también se guardaban municiones, desencadenando un nuevo siniestro. Es probable que algunos de sus hombres hayan llegado allí por Fitz Roy Street, subiendo por la calle Heeb en dirección oeste pero lo cierto es que aquella acción pudo haber desencadenado un desastre.
Hubo otros edificios destruidos además de los que acabamos de mencionar, algunos al oeste de la población, sobre la avenida costanera Ross Road, sin contar los que fueron alcanzados por el cañoneo naval británico y los fallidos disparos misilísticos argentinos2. Finalizadas esas acciones, Urquiza y su gente procedieron a destruir el armamento y arrojarlo a las aguas, poco después fueron hechos prisioneros y tras sortear numerosos controles embarcaron para ser repatriados, llevando el jefe de la sección la bandera escondida entre sus prendas.

El 15 de junio a las 21.30 horas, el presidente Galtieri habló por la Cadena Nacional de Radio y Televisión para informar a la ciudadanía que la guerra había llegado a su fin. Su error fue hacerlo en tono de amenaza, advirtiendo que el derrotismo y cualquier tipo de incitación en contra de las autoridades iban a ser considerados traición.
Autoconvocados en parte por aquella actitud y por lo inesperado de la noticia, centenares de personas se dieron cita en la histórica Plaza de Mayo con el objeto de manifestar su repudio e indignación.
Mientras Galtieri informaba desde la Casa de Gobierno que la batalla por Puerto Argentino había finalizado, mencionaba a los caídos y se refería a la “comprometida situación de Gran Bretaña”; mientras hablaba de mantener la unidad nacional mantener la calma para seguir la lucha desde otros ámbitos, los manifestantes, fuera de sí, gritaban consignas en su contra, en contra de la Junta y de las Fuerzas Armadas en general.
Dice Hugo Gambini que su discurso fue espontáneo y directo pero imprudente y falto de realismo porque Galtieri no parecía comprender cuál era la situación real.
Afuera, en la plaza, en las calles adyacentes y los alrededores de la Casa de Gobierno, la multitud incrementaba su furia incitando a seguir la lucha, pidiendo ser enviada al frente en tanto los insultos arreciaban y el clima se iba tornando cada vez más violento. En la zona céntrica de la ciudad, las fuerzas del orden anunciaron que no podían garantizar la seguridad, en tanto aumentaba el descontrol y comenzaban a producirse desmanes.
“Traidores”, “El pueblo unido jamás será vencido” y “La Junta Militar, la vergüenza nacional” eran los cánticos que más se escuchaban mientras en torno a la Casa Rosada, las autoridades se apresuraron a formar un cordón policial fuertemente armado, listo para reprimir cualquier intento de alcanzar el histórico edificio.
Gente fuera de sí comenzó a pugnar por acercarse a los accesos; un periodista norteamericano fue brutalmente agredido a golpes de puños y puntapiés al tiempo que la turba le recriminaba la actitud de su país. Y mientras la policía intentaba rescatarlo, un automóvil que se retiraba del lugar conduciendo a reporteros extranjeros fue apedreado con inusitada violencia.
El corresponsal norteamericano fue retirado en muy mal estado al tiempo que las fuerzas del orden pugnaban por contener a la muchedumbre. En un momento determinado, los agentes cargaron sus pistolas y dispararon gases lacrimógenos intentando dispersar a la masa pero, lejos de amilanarse, esta se enardeció aún más.
Los insultos contra la prensa local comenzaron a tomar cuerpo, en especial contra el corresponsal de guerra Nicolás Kasanzew cuya labor en el frente fue censurada por los militares y el periodista televisivo José Gómez Fuentes, del noticiero “60 Minutos” de ATC, quien había sido en extremo complaciente con el gobierno. Al cabo de una hora, los destrozos se generalizaron.
Gran número de automóviles, incluyendo patrulleros y motocicletas policiales, fueron incendiados; se arrojaron bombas molotov contra edificios y fuerzas del orden, se volcaron colectivos y la ciudad se transformó en un caos de corridas, golpes, gases, pánico y escenas de pugilato.
La policía debió reprimir con dureza y al final, hubo decenas de detenidos y heridos de diversa consideración que debieron ser evacuados a distintos nosocomios.
En los días posteriores a la caída de Puerto Argentino, el brigadier Lami Dozo, representante del arma más prudente de la Junta, abandonó el gobierno, seguido inmediatamente después por el almirante Anaya. En cuanto a Galtieri, presionado por sus compañeros y sus propios subordinados, tuvo que ceder y también dimitió. “Me voy porque el Ejército no me dio el respaldo político para continuar como comandante y presidente de la Nación”. Lo reemplazó interinamente el ministro del Interior, general Alfredo Oscar Saint Jean, ex secretario general del Ejército y hermano de Ibérico Manuel Saint Jean, que fuera gobernador de la provincia de Buenos Aires entre 1976 y 1981. Al frente del Ejército fue designado el general Cristino Nicolaides, un cordobés de ascendencia griega que hasta el momento se había desempeñado como jefe del Batallón de Inteligencia 601 y director del Instituto Militar de Campo de Mayo. El flamante funcionario pasó a formar parte de la cuarta Junta Militar junto al almirante Rubén Franco y el brigadier Augusto Jorge Hughes, quienes el 1 de julio, eligieron presidente de la Nación al general Reinaldo Benito Antonio Bignone.
Con Galtieri también se alejó el canciller, Nicanor Costa Méndez, previa firma de un acuerdo comercial con la república de Ecuador, a quien sucedió el Dr. Juan Ramón Aguirre Lanari, que se hizo cargo de sus funciones el 2 de julio y se mantuvo en el cargo hasta diciembre de 1983.
Quedaban atrás momentos terribles de la historia nacional y hechos de incuestionable repercusión internacional. Los cañones habían dejado de tronar en el Atlántico Sur y la calma renacía lentamente en América. Pero al mismo tiempo, un odio exacerbado comenzó a aflorar en la sociedad argentina. De nada valdría recordarle lo sucedido, que ella misma había sido partícipe y responsable de lo acontecido, que lo había aprobado, vitoreado y hasta instigado. Tampoco que había vivado a los militares no solamente al estallar el conflicto sino cuando la crisis del Beagle y en especial, cuando la dudosa obtención del campeonato mundial de fútbol en 1978. El pueblo argentino había sido engañado, sin duda, pero también se prestó al juego y tuvo parte de la responsabilidad. Pero siguiendo su costumbre, demostrando una vez más su falta de compromiso, salió a buscar culpable y se plegó a la horda de oportunistas que aparecieron a sacar provecho. Y así, de ese modo, comenzó a transitar el camino de la desmalvinización iniciado por las mismas autoridades castrenses, cobrando un odio anómalo a las Fuerzas Armadas, a las instituciones, a todo lo que representase autoridad y lo que tuviese que ver con la patria y sus símbolos.  Atrás quedaron el heroísmo de los pilotos, la abnegación de los conscriptos, el valor de las tripulaciones de submarinos, la decisión de los comandos, el coraje y la perfecta sincronización de las fuerzas británicas, su caballerosidad para con los vencidos, la torpeza y falta de ideas del alto mando argentino y los centenares de muertos, heridos y mutilados de ambos bandos. Otra verdad que mostró el conflicto fue la inexistente unidad latinoamericana, la posición de los EE.UU., la pusilanimidad de algunas naciones y la vergonzosa actitud del periodismo argentino que optó por la mentira, el engaño y la complicidad. En ese sentido, sólo basta detenerse en los periódicos porteños (a excepción de “La Prensa”), para tener una idea aproximada de lo que fue su accionar. Ni que hablar de los informativos televisivos y radiales o los semanarios de la laya de “Siete Días”, “La Semana”, “Tal Cual” y, por sobre todos, “Gente”, que llegó al colmo del descaro con artículos titulados “¡Estamos Ganando!”, “Seguimos Ganando”, “Ahora están acorralados”, “La Flota de Hunde”, “Ahora ellos también son argentinos” (por los malvinenses) o “Diálogo con un valiente. Ultimo momento” aparecido en la edición del 29 de abril de 1982 donde los redactores reproducían una inexistente conversación con Los Lagartos mientras combatían en las Georgias, antes de destruir sus equipos de comunicaciones. Ahí nació la leyenda de la heroica y desigual resistencia de varios días del reducido grupo naval y la avería del destructor “Exeter”, puesto fuera de combate por un misil disparado desde tierra. “Estamos volviendo locos a los ingleses”, se podía leer en la nota.
El daño ocasionado por esas revistas fue enorme. De nada valdría explicar a la opinión pública que sí hubo resistencia en las Georgias y que la guarnición argentina estaba completamente rodeada por una fuerza inmensamente superior.
El colmo de la desfachatez llegó en la edición del 6 de mayo, con la fabula de Jukic destrozando al “Hermes” a bordo de su Pucará, nota ilustrada con dibujos sensacionalistas a todo color y diálogos que nunca existieron, lo mismo cuando números después, se insinuó que el almirante Woodward se habría suicidado poniendo, incluso una fecha: 20 de mayo.
Otra burda mentira fue el hundimiento de la fragata “Brilliant” por el capitán Carballo, versión que el mismo piloto se encargó de desmentir: “Tuve dos días en los que decayó mi ánimo, uno fue el 1 de mayo cuando por defectos de información ataco a un barco propio [el “Formosa”]…y el otro, cuando salí en la tapa de una revista en la que se me atribuía el hundimiento de un buque que yo ni siquiera había atacado”3.
Las palabras y los ejemplos sobran, por lo que sólo agregaremos que la mayoría de esas notas estaban firmadas por una tal Gabriela Cociffi, integrante de la redacción que, al momento de escribir estas líneas, se desempeña como directora adjunta de la revista y directora editorial de Infobae.
Ellos se burlaron descaradamente de los muertos, de sus deudos y de todos los combatientes.
Lo peor es que todas esas publicaciones, con “Gente” a la cabeza, siguieron saliendo a la venta, y la mayoría lo sigue haciendo aún, con grandes tiradas, cuando sus directores deberían haberlas hecho desaparecer y no volver a publicar nada más en su vida.
La bravura de nuestros combatientes evitó que artículos como esos acabaran por ridiculizar a nuestro país. Evidentemente, el periodismo argentino vivió otra guerra.
La otra gran leyenda a la cual se le dio una dimensión desproporcionada, tanto desde los servicios de inteligencia británicos como la “prensa especializada” de nuestro país fue la de los mentados gurkhas, de la que el enemigo supo sacar provecho.
Una versión inglesa dice que los argentinos vieron a los nepaleses como los franceses a los alemanes durante la Primera Guerra Mundial. Se los tenía por una suerte de bestias sanguinarias, extremadamente despiadadas que degollaban y decapitaban a sus víctimas y marchaban al combate drogados, escuchando música a todo volumen con sus minicascos japoneses dotados de auriculares. Esas cobraron proporciones con el libro Los Chicos de la Guerra de Daniel Kon, donde se reproducen relatos de aterrorizados jóvenes conscriptos quienes temerosos de regresar al frente, contaron hechos inexistentes acerca de esos mercenarios. Incluso es de recordar un viejo vendedor de diarios de la estación terminal Retiro del Ferrocarril Mitre intentando vender las últimas ediciones de “Crónica” al grito de “¡Extra, extra! ¡Los ingleses asesinan a decenas de soldados argentinos! ¡Fueron todos degollados, extra! ¡Los mataron con los gurkhas, extra!”. Imbéciles como esos ayudaron a difundir el derrotismo de la posguerra.
La realidad fue otra, completamente distinta, pues aquellos orientales casi no entraron en acción porque su batallón se limitó a efectuar una poco trascendente marcha de apoyo a los guardias escoceses en Tumbledown y ocupar una parte de Monte Williams cuando la lucha finalizó. Una vez allí se les dio la orden de suspender el ataque, perdiendo así la oportunidad de efectuar una acción conjunta. Según los autores de La Guerra de las Malvinas (The Flaklands War), fue el único regimiento que no pudo librar, ni una sola vez, el tipo de combate para el cual había sido entrenado. Fuera de lo que se acaba de mencionar, su accionar se limitó a llevar a cabo algunas patrullas en la península de Lafonia, al sur del istmo de Darwin y tareas de guardia y vigilancia.
Combatientes argentinos describieron a los gurkhas como muy obedientes y un sacerdote apostado en las islas, el padre Fernández, observó que se trataba de individuos muy callados, inexpresivos, silenciosos, capaces de permanecer bajo la lluvia y la nieve, soportando el frío y los rigores del clima durante horas, sentados a la intemperie, sin moverse, con sus fusiles apoyados sobre las rodillas en espera de órdenes.
Las cifras oficiales británicas sólo arrojan un gurkha muerto, el sargento riflero Budhaparsad Limbo, y sus versiones consignan diez heridos y que la única distinción recibida por el batallón fue una citación del teniente Chandrakomar Pradham, por un acto menor. Sin embargo, dado que el lema de estos mercenarios es “Antes morir que pasar por cobarde” (Kap har hunnu bhanda marnu ramro), mal se deben sentir por lo poco que hicieron.
Durante los meses que siguieron al fin de la guerra, la ciudadanía argentina se sumió en la indiferencia y el derrotismo. Versiones absurdas de conscriptos argentinos masacrados como corderos por los ingleses y víctimas de malos tratos y torturas por parte de sus oficiales, ganaron velozmente la calle. Y con la llegada de Raúl Alfonsín al poder, el gobierno hizo campaña para desacreditar a las Fuerzas Armadas, utilizando a Malvinas como herramienta principal. Por el contrario, en el extranjero (siempre en el extranjero), el reconocimiento a lo actuado por nuestros combatientes ganaba cada vez mayor fuerza.
En aquellos días, apareció una esclarecedora publicación que con el título “Derrotismo Estéril”, ensalza las proezas de la Fuerza Aérea Argentina, :

El 20 de marzo de 1941, 25.000 alemanes sin otro armamento que el que podían llevar consigo, ya que en su mayor parte eran paracaidistas, invadieron Creta, isla del Mediterráneo defendida por 36.000 ingleses y griegos y una población hostil a los atacantes.
El domingo 7 de diciembre de 1941, a temprana hora de la mañana, 350 aviones japoneses atacaron Peral Harbour en momentos en que la guarnición de la base y las tripulaciones de los buques se reponían de los excesos del sábado a la noche. Sorprendieron a los buques amarrados en las dársenas y a los aviones agrupados en tierra perdiendo solamente 50 hombres y 30 aviones. Japón infligió lo que se consideró como “severísimas pérdidas” a la flota estadounidense del Pacífico: 10 buques hundidos (varios de ellos reflotados después) y dos buques averiados.
El 6 de mayo de 1942 se rindieron en Corregidor (Filipinas) 15.000 soldados estadounidenses frente al desembarco japonés que, en una primera oleada, no sobrepasaba los 1000 hombres. Considerada como una fortaleza inexpugnable, defendida por poderosos cañones de 356 milímetros, Corregidor es tomada en dos días.
Cuarenta años después, 12.000 argentinos resisten dos meses el asedio de la tercera flota del mundo, apoyada técnica y logísticamente por la primera potencia mundial y con la presión de la comunidad Económica Europea y la Banca Mundial respaldándola…
Y los argentinos hacen encuestas para investigar porqué una tableta de chocolate no llegó al soldado combatiente.
La prensa europea está plagada de artículos que comentan con asombro la bravura argentina… y el gobierno se avergüenza y dimite.
Las revistas especializadas publican notas que destacan las experiencias recogidas en el conflicto para evitar que otras potencias colonialistas de ultramar sufran, como los británicos, tan cuantiosas pérdidas… y el país se siente frustrado como si en la final del campeonato Mundial de Fútbol su equipo hubiera sido derrotado. Las autoridades militares de las potencias mundiales analizan la acción de las Malvinas y enuncian posibles medidas para resolver, sin grandes pérdidas, conflictos futuros… y quienes fueron los principales trovadores de un triunfo fácil investigan si alguien vendió cigarrillos a precio elevado a un soldado correntino.
En nuestra Cruzada de Redención Malvinense, 120 aviones de la década de 1960 atacaron a una flota con sofisticados equipos, aún desconocidos fuera de un círculo de potencias privilegiadas. A diferencia de Peral Harbour, no la encontraron durmiendo, por el contrario, se hallaba con todos sus medios preparados, perdiendo 55 hombres y 34 aviones, hundieron 6 buques [en realidad se hundieron nueve] y averiaron otros 14.
Un  balance así, tan gravoso para el oponente, no debe ser disminuido por la acción de un derrotismo inútil.

De todas maneras, los sabios de cafetín y las sobremesas continuarían destilando pesimismo por más de una década, destrozando la epopeya de Malvinas.
Para comprender la magnitud del conflicto del Atlántico Sur basta ver las cifras de otras guerras libradas por Gran Bretaña.
El número oficial de 255 muertos suministrado por el Reino Unido no parece ajustarse a la realidad y ha sido puesto en duda aún por especialistas y analistas ingleses y norteamericanos, entre estos últimos el ex marino John F. Lehman, secretario de Marina de los Estados Unidos durante la administración Reagan.
Para el kelper Alexander Betts, los muertos y desaparecidos durante la guerra podrían ascender a 3204. Periodistas como Patrick Bishop, John Whiterow, James Ladd y William Fowler cuestionan esos guarismos (255 muertos y 777 heridos) después de conocer que el gobierno británico había jugado con las cifras para evitar la trascendencia de noticias que pudieran generar angustia e incertidumbre5. No debemos olvidar que el desastre de Bluff Cove recién se dio a conocer el 13 de junio y en un primer momento, según fuentes del Ministerio de Defensa, se habló de 9 muertos y 60 heridos. En apoyo de tales suposiciones, Anthony Preston comenta en su libro Batalla Naval en las Falklands (p. 40) que inmediatamente después de ese ataque, el buque hospital “Uganda” recibió la friolera de 159 heridos en el término de cuatro horas.
Como dice acertadamente Rubén O. Moro, “…no es necesario especular con cifras inciertas ya que el solo reconocimiento oficial de 255 muertos y 777 heridos demuestra el precio desmesurado que debió pagar el Reino Unido por su aventura”.
Pasemos a continuación a las tablas elaboradas por el Dr. Ernesto Loza en su obra Homenaje al arma aérea argentina, sobre las bajas sufridas por Gran Bretaña en otros conflictos, corroboradas por otros autores, entre ellos, el mismo almirante Woodward.
En la guerra de Corea, entre 1950 y 1953, el Reino Unido perdió 537 hombres; en la de Malasia, entre 1958 y 1961, los muertos fueron 525; durante la crisis del Canal de Suez, donde acabó por perder el control de tan importante paso, solamente 32; en el conflicto de Chipre (1954-1959), 105 soldados y en Palestina, (1945 y 1948), 223 hombres.
Si en 48 días de acciones y enfrentamientos Inglaterra perdió 255 combatientes (no incluimos los tres civiles fallecidos el 13 de junio durante los bombardeos sobre la capital), ¿a cuando ascendería esa cifra si la guerra se hubiese prolongado años, como ocurrió con aquellas otras conflagraciones?
Malvinas representa el porcentaje más elevado de pérdidas humanas y materiales sufrido por Gran Bretaña desde la Segunda Guerra Mundial.
Durante los ataques a la Task Force, la Argentina hundió ocho buques: el “Sheffield”, el “Coventry”, el “Ardent”, el “Antelope”, el “Atlantic Conveyor”, el LCU “Foxtrot 4”, el “Sir Galahad” y el supertanquero norteamericano “Hércules”; dejó fuera de combate a otros cinco: el “Glasgow”, el “Sir Tristam”, el “Plymouth”, el “Argonaut” y el “Glamorgan”, alcanzado por un Exocet disparado desde tierra, y averió a otros ocho, el “Antrim”, el “Broadsword”, el “Brillant”, el “Arrow”, el “Alacrity”, el “Sir Lancelot”, el “Sir Percival” y el “British Wye”, además de alcanzar con impactos de cañones de 20 y 30 mm al “Fearless”, el “Avenger”, el “Sir Geraint”, el “Sir Bedivere” y el “Norland”.
Por su parte, Gran Bretaña destruyó al viejo submarino “Santa Fe”, al crucero “General Belgrano”, al pesquero “Narwal”, requisado por la Armada, al transporte de suministros “Isla de los Estados” y a los cargueros “Río Carcarañá”, el cual se incendió sin llegar a hundirse, al Aviso “Sobral”, que finalmente llegó a puerto y a la lancha patrullera “Río Iguazú”, varada en las costas de Darwin y como la “Islas Malvinas”, requisada por las autoridades británicas. Además, logró dañar a la corbeta  “Guerrico” durante los enfrentamientos del 3 de abril en las islas Georgias.
El gran enigma de esta guerra lo constituyen los portaaviones ingleses sobre los que mucho se escribió y se dijo.
El “Hermes” sufrió daños menores cuando un Sea Harrier averiado por las antiaéreas argentinas se estrelló contra la torre al aterrizar, provocando un incendio en la cubierta. En cuanto al “Invincible”, según versiones argentinas, el mismo fue atacado por dos Super Etendard de la Armada luego de disparar sobre él el último Exocet AM9L y cuatro Skyhawk de la FAA que le arrojaron bombas. Si bien el misil parece no haber dado en el blanco, al menos una de las cargas del teniente Ureta impactó en él lo mismo varios proyectiles de 20 mm del alférez Isaac (los ingleses aseguran que el buque atacado no era el portaaviones).
De los 30 a 40 Harrier y Sea Harrier que los inglese llevaron a Malvinas, entre 10 y 12 fueron destruidos además de resultar dañados otros 16 que lograron llegar a sus bases y ser reparados. También sufrieron la pérdida de 31 helicópteros, resultando averiados otros 16.
Los argentinos, por su parte, perdieron 117 aviones, a saberse, 45 Skyhawk, 27 Mirage, 21 Pucará, 4 Mentor, 3 Aermacchi, 3 bombarderos Canberra, 2 Short Skyvan de la PNA, un Hércules C-130, 1 Learjet, 6 helicópteros Puma (incluyendo los de la PNA), 2 Chinook y 2 Bell UH-1H.
Sin ningún a duda el Reino Unido ganó la guerra debido a su superioridad económica y tecnológica, al accionar de su aparato de Inteligencia, a la bravura y profesionalidad de sus combatientes, a la incuestionable ayuda de los Estados Unidos y la OTAN y a una buena dosis de suerte. Sin embargo, frente suyo encontró a un enemigo duro, que supo hacerle frente, aunque desorganizado y mal dirigido.
En algún lugar, en algún video, se ha escuchado decir que la derrota humilló a las tropas argentinas. Aquí se debe aclarar que no toda derrota es humillante, aunque algunas sí lo son como la sufrida por EE.UU. en Vietnam. En esa oportunidad, un pueblo de campesinos, con peor armamento y equipo, derrotó y puso en fuga al ejército más poderoso de la Tierra, dotado de alta tecnología y poder de fuego; tampoco le fue nada bien en Corea y Somalía, donde no logró sus objetivos. En el caso del país africano, el descalabro fue total.
Gran Bretaña y Francia quedaron muy mal paradas en la crisis de Suez.
El 15 de febrero de 1942, 73.000 soldados británicos se rindieron en Singapur ante fuerzas japonesas muy inferiores en número, después de ofrecer una resistencia limitada. En junio de ese mismo año Rommel, sin armamento adecuado, sin combustible y escaso de suministros, rechazó al VIII Ejército británico, obligándolo a retroceder hasta Alejandría, pese a ser dos veces más numeroso y contar con una cantidad de medios superior. Poco después, 33.000 ingleses se le rindieron en Tobruk, “con una prisa difícil de justificar”, según palabras del general De Gaulle en su libro El Llamado. No haremos hincapié en la destrucción de la línea Maginot por los alemanes, ni en la fuga de Dunkerque, ni en la invasión nazi a Francia, ni en la destrucción de la flota británica en Oriente por los japoneses, ni en decenas de hechos en los cuales queda en evidencia la flojera y humillación por parte de las fuerzas armadas de las naciones más poderosas. Ni que hablar de las derrotas padecidas por Inglaterra en los siglos XVIII y XIX a manos del pueblo de Buenos Aires (1806 y 1807), en las islas Canarias (1797) y nuevamente en la Argentina (1845) cuando su escuadra, aliada a la de Francia, no logró abrir a la navegación internacional nuestros ríos interiores aun cuando nuestro país tenía ocupado el Uruguay, se hallaba inmerso en la  guerra civil y mantenía latente la amenaza del indio por el sur.
Existe un viejo refrán del filósofo chino Sun Tzu (siglo V a. C.) que citan Rubén O. Moro y varios autores en numerosas publicaciones: “Si quieres saber como te fue en la guerra, pregúntale a tu enemigo”.
Y el enemigo habló y tuvo elogios para nuestra gente, grandes elogios, los principales, obviamente, destinados a la Fuerza Aérea y la Aviación Naval. Y no era para menos; su valentía y su alta profesionalidad asombraron al mundo.
Antes de comenzar las acciones a gran escala, el coronel norteamericano James McManaway dijo que los Sea Harrier tenían mayor potencia de vuelo y disparo que los Skyhawk, aunque debieran enfrentarse dos a uno. Por esa razón, según su opinión, el caza británico iba a ser como un halcón, veloz y letal en tanto los Skyhawk se desenvolverían como un mirlo grande y torpe. Según este piloto del Cuerpo de Infantería de Marina de los EE.UU., la única posibilidad que los argentinos tenían de causar algún daño a la flota enemiga era lanzar ataques masivos de veinte o más aviones porque, de ese modo, alguno tendría la posibilidad de escapar de los Harrier y los misiles de las unidades navales y llegar a los buques periféricos. El tiempo le demostraría que estaba equivocado.
Después de los ataques del 21 de mayo, ante las importantes que estaba sufriendo la Task Force, se le requirió al ministro de Defensa británico John Nott su opinión sobre los aviadores argentinos. Su respuesta dejó desconcertados a todos pues, según sus palabras, tal como iban las cosas, el enemigo acabaría por quedarse sin aparatos pero que se trataba de hombres valerosos que estaban demostrando gran coraje. Creo que los pilotos argentinos están demostrando una enorme bravura. Sería tonto de mi parte no reconocerlo". 
Un corresponsal de la BBC de Londres a bordo de una unidad de la Task Force expresó a su vez:

Los aviadores argentinos realmente estaban en todas partes aunque sólo eran tres máquinas; saltaban como demonios de un lado a otro disparando cohetes contra nuestra flota y así como aparecían sorpresivamente, de igual manera se fueron, sin que nada pudiéramos hacer para detenerlos

El coronel Nick Vaux, comandante del Comando 42 dijo en cierta oportunidad:

Nunca pensé que iba a decir esto pero debo sacarme el sombrero ante los pilotos argentinos; en realidad, han estado increíblemente bravos.

El almirante Woodward, también se refirió al enemigo diciendo:

Estábamos ya en el límite de nuestras posibilidades, con sólo tres naves sin mayores defectos (el “Hermes”, el “Yarmouth” y el “Exeter”). De la fuerza de destructores y fragatas, el cuarenta y cinco por ciento está reducido a capacidad cero de operar. De los “guardavallas”, el Sea Wolf de la “Andrómeda” está inutilizado; todos los sistemas del “Brillant” padecen de una gran variedad de defectos; el “Broadsword” tiene un sistema y medio de armas, pero uno de sus ejes de propulsión con daños prácticamente permanentes. Ninguno de los tipo 21 está en condiciones: el “Avenger” está descompuesto; el “Arrow” está roto y tiene una de las turbinas “Olimpus” inutilizada... y muchas cosas más. Todos están cayéndose a pedazos.

Y en un reportaje publicado por el periódico “La Estrella” de Panamá, expresó:

Los pilotos argentinos fueron muy valientes. Me dieron muchos dolores de cabeza, pero igual los admiro.

Refiriéndose al ataque en Bahía Agradable, Woodward agregó:

Ya antes habíamos recibido suficientes pruebas de lo que eran capaces de hacer. Los veíamos aparecer al ras del agua; jamás hubiéramos imaginado eso.

Sin embargo, mucho más contundentes fueron estas palabras con las que varios años después de la guerra asombró no sólo al mundo sino a sus propios oponentes:

Consideré seriamente la posibilidad de llamar a casa para decir que habíamos perdido. La situación parecía indicar que pronto estaríamos fuera de juego. En algún momento, hay que comenzar a pensar en terminar con todo.

Gareth Parry, corresponsal de “The Guardian”, que se desplazaba con las fuerzas de desembarco en San Carlos, publicó en la primera plana de su periódico, bajo el título “Las tripulaciones aplauden la bravura de los pilotos argentinos”:

Son las 02.00 de la tarde en un día soleado y nos hallamos bajo el ataque de Mirages y Skyhawks de la Fuerza Aérea Argentina. Una bomba ha levantado una gigantesca columna de agua a sólo 100 m de distancia, entre nuestros buques y una nave logística cargada con pertrechos. Observarnos cómo las baterías cesteras y los sistemas misilísticos de los buques abren fuego, junto con el ensordecedor ruido de los cañones y ametralladoras de cubierta. Los tripulantes a nuestro alrededor rinden tributo al coraje de los pilotos argentinos6.

El director del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos de Londres, coronel Jonathan Alford, pronunció una serie de conferencias en los EE.UU., en las que, entre otras cosas dijo:

En comparación con el nivel de muchos países, la Argentina desplegó una Fuerza Aérea relativamente modesta y nada moderna, que la mayor parte del tiempo operaba en el límite de su radio de acción. Y sin embargo hubo momentos de gran ansiedad por la suerte de la flota británica. Quizá con sólo un poco más de fortuna en los momentos críticos, la Fuerza Aérea Argentina podría haber obligado a Gran Bretaña a abortar su expedición. Lo que nos produjo una enorme conmoción fue el saber que los argentinos habían volado con sus Hércules a Puerto Stanley hasta el último día del conflicto.

En su libro Weapons of the Falkland Conflict, editado por Biddles of Guilford Ltd. de Surrey, Reino Unido, Bryan Perret afirma:

"...La Fuerza Aérea Argentina se halla ahora altamente considerada en la estimación pública, más de la que poseía antes del conflicto. Perdió su batalla pero el coraje de sus pilotos ha redimido la dignidad nacional. Su comandante, el Brigadier Lami Dozo emergió como un héroe retirándose de la desacreditada Junta poco después de haber cesado las hostilidades".

DPA de Londres expresó:

Los pilotos argentinos atacan asumiendo en pleno el riesgo de ser abatidos y de correr el destino de tantos compañeros ya muertos en combate. La amenaza y peligrosidad de la aviación adquirió tal dimensión, que los barcos de guerra británicos están siendo dotados de nuevas armas antiaéreas.

El documental de National Geographic “The Sinking of HMS Coventry”, emitido en 2001 en la serie Seismic Second, resalta la abismal diferencia que debieron afrontar los argentinos durante sus incursiones aéreas:

Un día de 1982 cuatro bombarderos argentinos dieron sus cargas en el blanco. Intentaban hacer el mayor daño posible con unas toscas bombas pendientes bajo sus alas. El objetivo, dos buques de guerra británicos armados con los más sofisticados cañones y misiles. Podían haberlos derribado fácilmente. ¿Cómo fue posible que estos viejos aviones penetrasen las defensas de aquellos buques. Las respuestas cambiarían a casi todas las armadas del mundo occidental.

Un poco más adelante, el capitán Bill Canning de la “Broadsword” dice: Hacía mucho tiempo que no se perdía un buque de guerra por la acción enemiga. Para ello tenemos que remontarnos a la Segunda Guerra Mundial”.
Más adelante, la voz en off agrega:

Los aviones eran A4 Skyhawks, jets norteamericanos de 28 años de antigüedad provistos de tres viejas bombas directas, primitivos para afrontar la ocasión. Viajando a 15 km por minuto debían enfrentarse al formidable poder de fuego de dos buques de guerra británicos.

Y finaliza:

Tal vez la más grave amenaza para los pilotos provenía del HMS Coventry, buque inglés de vanguardia; un destructor tipo 42 diseñado especialmente para la guerra antiaérea.


En su obra Modern Combat Ships 3, el autor británico Leo Marriot dice: “La verdad es que nadie había anticipado la increíble habilidad y valentía que demostraron los pilotos argentinos, ni se había contado con la ferocidad tremenda de los ataques aéreos”.
Sin embargo, las palabras que mejor parecen reflejar el heroísmo argentino durante la guerra son las que, David Tinker, marino inglés muerto a bordo del HMS “Glamorgan” envió a su esposa en una de sus misivas.

Querida Christine:

Es muy fácil comprender cómo se ha desatado la guerra: nuestra primera ministra se imaginó que era Churchill desafiando a Hitler, y la Marina la apoyó para obtener publicidad y popularidad rápidamente. Estoy seguro de que de esta destrucción sólo se beneficiarán Mrs. Thatcher y los fabricantes de armas.
Lo que más me apena es que no hay causa para esta guerra, y si somos honestos, los argentinos son mucho más patriotas con respecto a las Malvinas que nosotros con las Falklands. Y lo que la primera ministra no comprende, es que los argentinos creen firmemente que las Malvinas son de ellos.
Han enviado contra nosotros pilotos en misiones suicidas, en viajes sin regreso, porque estamos fuera de su alcance, y eso que ellos no tienen helicópteros de rescate en el mar para recuperar después a los pilotos.
Los pilotos argentinos enfrentan cada día misiles antiaéreos de aplastante superioridad.
Realmente, la valentía de esos hombres demuestra que tienen mucho más que un tibio interés en estas islas.
Considerando la tragedia, la angustia, y el horror de las vidas perdidas, que han sido sacrificadas de buena gana por los políticos para tapar la ineptitud y necedad de su gobierno, considerando además los resultados en dolor, pérdidas económicas y pérdidas de buques para Gran Bretaña, me parece a mí que esta es la guerra más inútil que Gran Bretaña ha hecho en toda su historia.
Espero que todo esto termine pronto... Creo que los argentinos ya han demostrado honorablemente su valentía.

Pero no solamente los ases del aire recibieron elogios. Jeremy Moore dijo:

El cuerpo de oficiales y muchos de sus técnicos fueron sumamente capaces y esto fue particularmente notorio en el caso de la Fuerza Aérea Argentina.

Por su parte, el brigadier Julián Thompson, escribió en su libro No Picnic, refiriéndose al combate con el RI4:

Las fuerzas del Comando 42 que ocuparon Monte Harriet se encontraron con más de 300 prisioneros, entre ellos el oficial al mando del Regimiento de Infantería 4 y varios oficiales. Esto bastaba para desmentir las informaciones de prensa según las cuales todos los oficiales huían dejando a sus soldados conscriptos para que fueran masacrados o se rindieran como ovejas. Tanto en Monte Harriet como en otros sitios, los oficiales y suboficiales argentinos se batieron duramente y en ocasiones hasta muy cerca de la definición del combate trataron de impedir la rendición de sus hombres disparando sobre ellos

A estas palabras debemos agregar las del brigadier Anthony Wilson, comandante de la 5ª Brigada de Infantería británica en Malvinas:

No cabe duda de que los hombres que se nos opusieron eran soldados tenaces y competentes y muchos han muerto en su puesto. Hemos perdido muchísimos hombres.

Que sirvan estas declaraciones de tres altos oficiales enemigos que dirigieron a sus fuerzas en el campo de batalla, para desmentir tantos rumores y absurdos emanados desde diversas fuentes desacreditadoras provenientes de la prensa, la izquierda argentina y publicaciones del estilo Los chicos de la guerra de Daniel Kon.
En ese sentido, el teniente coronel Nick Vaux, jefe del Comando 42 de Royal Marines publicó en “Cuerpo de Elite” al referirse a su ataque al monte Harriet:

En esas posiciones, los cuerpos yacían desparramados en las violentas contorsiones de la muerte, porque el enemigo había resistido fieramente. 

El suboficial Meachin de la Compañía Y dejó de manifiesto lo duro de la batalla en Dos Hermanas manifestando:

Quedamos bajo muchísimo fuego efectivo de ametralladoras calibre .50. Al mismo tiempo caían los morteros caían sobre nosotros, pero la amenaza principal provenía de las dotaciones de ametralladoras que podían vernos campo afuera gracias a la luz de la luna. Tenían tres ametralladoras y disparábamos constantes y efectivas salvas de artillería directamente sobre ellos, de a quince disparos por vez. Después  se hacía una pausa y ellos volvían a atacarnos. De modo que tuvimos que hacerlo por segunda vez, contra todas sus posiciones. Luego se hizo otra pausa y luego bum, bum, bum… volvieron a atacarnos. Los conscriptos no hacen eso, los bebés no hacen eso, los hombres mal liderados y con baja moral no hacen eso. Eran soldados buenos y duros. Los califico altamente7.

A ellas debemos sumar lo manifestado por el sargento Brian Faulkner del Para 2 al relatar lo ocurrido en el monte Longdon:

Algunos argentinos tenían heridas producidas por granadas de fósforo, serias, profundas y muy dolorosas. Había otros con heridas producidas por bayonetas, cosa inusual en el combate moderno y algunos estaban físicamente exhaustos. En el combate cuerpo a cuerpo peleaban hasta con las culatas de sus fusiles o con cualquier otra cosa que tenían a mano. Los argentinos combatieron muy bien.

Como para reafirmar esas palabras, el teniente coronel Hew Pike escribió un artículo en la reviste “Elite”, en el que admite que:

…hubo momentos en los que me preguntaba, casi con desesperación, que más tendríamos que hacer para forzar a los argentinos a darse por vencidos: posiciones que creíamos suprimidas volvían a la vida con fuego tan pesado como siempre. Sólo quedaba una cosa por hacer, por supuesto: seguir combatiendo hasta quebrar por completo la voluntad del enemigo8.

Por su parte, el reportero británico Kim Sabido narró el ataque final al RI4 de la siguiente manera:

Sin embargo, el avance por las laderas del Monte Harriet fue un asunto lento y cruento. Durante un par de horas parecía que todo iba a salir mal. Acosados en las laderas por los intensos disparos de ametralladoras y tiradores apostados, avanzaban lentamente y a duras penas. Vi caer a varios hombres heridos de bala y a otros los alcanzó la metralla de la continua cortina de fuego que disparaban a distancia. Los hombres que teníamos enfrente no iban a ceder sino era tras una lucha encarnizada. 

Max Hastings, que marchó junto al Para 2 hasta Puerto Argentino, relata en La batalla por las Malvinas, cuando se refiere a los combates en Prado del Ganso:

…los informes sobre una guarnición desmoralizada y desganada parecían sin fundamento. Tantas mentiras que nos dijeron acerca de que no querían luchar, y estaban peleando como leones.

Y al describir la lucha en monte Tumbledown agrega:

Los guardias escoceses podían oír a los argentinos gritar e incluso cantar mientras luchaban.

Como se recordará, en esas mismas alturas combatió Robert Lawrence de la Guardia Escocesa, quien en su libro Tumbledown, después de la batalla dice:

…y otra cosa que estos argentinos no hacían era huir, contrariamente a nuestras informaciones.

El ex agente de los servicios de inteligencia, Hugh Bicheno, cubano nacionalizado británico, es autor de un libro excelente aunque extremadamente ácido, Al filo de la navaja, en el que no ahorra críticas y observaciones mordaces. Sin embargo, es el primero en admitir la bravura de los combatientes argentinos al momento de la lucha:

En sus modestas memorias, el brigadier Thompson insiste en que la guerra No fue un picnic. No obstante, un vasto número de comentaristas ha encontrado plausible calificar su resultado como conclusión esperable tras el desembarco de las fuerzas británicas. Es ofensivo para ambos bandos retratar a las tropas argentinas como rebaños de ovejas rumbo al matadero; los soldados argentinos pelearon duramente cuando estuvieron bien liderados e incluso, cuando no lo estuvieron.

No solamente desde Gran Bretaña llegaron elogios para los argentinos. En Estados Unidos, miembros de su gobierno, de sus fuerzas armadas y sus órganos de prensa también se hicieron eco de lo ocurrido en el Atlántico Sur. El 27 de mayo de 1982 el “The Miami Herald” publicó:

Los pilotos argentinos se ganan el corazón de sus compatriotas y la admiración de sus enemigos.

A su vez, Kenneth Feed de “Los Angeles Times Service” publicó un artículo que bajo el título “Los jóvenes de oro de la Argentina”, fue reproducido por publicaciones del mundo entero. Decía el mismo:

Casi a diario ellos vuelan hacia la batalla y en cada oportunidad sólo regresan unos pocos, pero los pilotos argentinos se transforman en los héroes de la guerra de las Malvinas, admirados por sus enemigos casi tanto como por sus compatriotas. "Son los únicos que impiden que esto sea una derrota total", dijo un experto militar europeo. No creo que se pueda encontrar mejores pilotos en el mundo. A la fecha, los británicos afirman que los pilotos argentinos han hundido dos destructores, dos fragatas, un buque logístico y algunos lanchones de desembarco. Argentina reclama que los ataques aéreos como mínimo han puesto a otros cinco buques más fuera de servicio, y dañado a otros cinco. Pero mientras Gran Bretaña desconoce parte de los daños sufridos, reconoce la habilidad y el coraje de sus oponentes en el aire.

Un periódico holandés comentó admirado que los argentinos actuaban en misiones semisuicidas contra la flota enemiga y el historiador británico David Rock señaló algo similar a raíz de la caída de la Junta Militar: “Solo la Fuerza Aérea que había realizado misiones suicidas desesperadas contra las fuerzas navales británicas, emergió de la situación con algún prestigio”, palabras erradas por cierto ya que otras armas como la Aviación Naval, la fuerza de submarinos, los comandos, el BIM5, el RI25 y las tropas apostadas en las cumbres en torno a la capital también gozan del respeto de sus oponentes.
En la revista norteamericana “Air Progress” apareció un artículo que entre otras cosas decía: “El heroísmo de los pilotos argentinos logró equilibrar un poco la enorme diferencia de fuerzas” y Michael Nicholson de INTA TV de Estados Unidos agregó:

Los marinos británicos no pueden ocultar su admiración por el valor de los pilotos [argentinos], quienes recién descargan sus proyectiles cuando están a menos de 500 metros del blanco para asegurar la precisión de los disparos.

Jean Pierre Gillet, experto en temas militares francés, autor del libro Les Combattants de Mai, comenta en la página 28 de su obra:

Todo ha sido dicho sobre el coraje argentino. Agreguemos solamente que desearíamos ser persuadidos que su Patriotismo encuentra su equivalente en ciertos países de la OTAN.

En extremo significativas fueron las palabras del general Kelly Aguilera Nessi, jefe del Estado Mayor de la Fuerza Aérea Venezolana, con motivo de un discurso pronunciado en Caracas, el 18 de agosto de 1982:

El barón Von Richthofen no es un héroe alemán, sino de la humanidad, particularmente de quienes vestimos el uniforme azul; las heroicas hazañas de Douglas Bader, el piloto inglés sin piernas, pertenecen al mundo; y cuando se hable del reciente conflicto del Atlántico Sur, cuyos resultados han sembrado tanto dolor en esta parte de América que rechaza el colonialismo con todas sus fuerzas, las páginas más vibrantes de esa historia corresponderán a la gloriosa y heroica Fuerza Aérea Argentina.

Incluso nuestro más resentido vecino ha tenido palabras de elogio para quienes combatieron en el lejano sur. Radio Diego Portales de Chile comentó en uno de sus boletines:

Los aviadores argentinos se han ganado el reconocimiento mundial, hasta de los propios británicos, por su valentía. Se observó cómo se lanzaban contra una verdadera muralla de misiles, obuses y ametralladoras antiaéreas, infligiendo bajas al enemigo.

Por su parte, Carlos Chubretovich A., un almirante de esa nacionalidad que ha escrito sobre temas militares, no ha podido dejar de reconocer en Las islas Falklands o Malvinas, su historia, la controversia argentino-británica y la guerra consiguiente, un libro tedioso, plagado de comentarios banales y superfluos:

Los pilotos argentinos dejaron fiel testimonio de su bravura y de su coraje en todas las acciones que intervinieron…”9

Y en otra parte agrega:

El Monte Longdon, cuya captura estaba a cargo del Regimiento de Paracaidistas Nº 3, resultó más difícil que Harriet y Two Sisters, lo defendía mucha más tropa de la que se había previsto y, además, supo sacar buen provecho de los visores nocturnos con los que estaba equipada. La defensa de esa posición se caracterizó por la reacción agresiva de sus hombres que le dieron dura batalla a los británicos. En muchos casos la lucha llegó al combate cuerpo a cuerpo y solo fue decidida a favor de los atacantes después de largas horas de duro bregar, cuando ya las luces de la aurora habían reemplazado a la obscuridad de la noche (Cap. “La Fase Decisiva”, p. 274).

Desde Brasil, los elogios y reconocimientos llegaron de varias formas. El analista aeronáutico Milton Moureiro publicó en el “Journal do Commercio” de Río de Janeiro una nota titulada “La increíble Fuerza Aérea Argentina”, que entre otras cosas decía:

Sea cual fuere el resultado del conflicto quedará eternamente marcado en la historia el inquebrantable valor de los pilotos argentinos. Los principios fundamentales de la guerra aeronaval fueron ampliamente superados por la audacia y el desarrollo técnico del que hicieron gala los pilotos argentinos, tanto los de la Aviación Militar como los de la Naval. Cuando finalice esta guerra no declarada, las marinas de todo el mundo tendrán que promover una revisión de sus tácticas, por cuanto la audacia y el coraje de los aviadores argentinos echaron por tierra todas las teorías hasta, ahora existentes. El propio enemigo quedó perplejo ante la técnica y el arrojo de los pilotos argentinos y reconoció que el conflicto del Atlántico Sur le parece tan irreal como un cuento fantástico.

Otro venezolano, el embajador de ese país en la Argentina, comentó en ocasión de hacer entrega al brigadier Basilio Lami Dozo de una distinción en nombre de su gobierno:

He sido honrado como embajador de Venezuela por nuestra Fuerza Aérea para hacer entrega a la heroica y gloriosa Fuerza Aérea Argentina, de la que tan orgullosos nos sentimos justificadamente los venezolanos en especial y todos los latinoamericanos, por las glorias y los laureles que nos han dado en esta maravillosa hazaña, por América y por su dignidad.

En su libro de memorias, Alexander Haig apunta que “ambas partes pelearon valerosamente”, opinión compartida por todos los analistas de temas militares, sólo que por el lado argentino, falló la organización, la sincronización y la estrategia.
Hemos dejado para el final las expresiones más significativas procedentes del exterior por constituir, como las anteriores, la más alta distinción que hayan obtenido los combatientes argentinos de las cinco armas, incluyendo a los civiles, tras el conflicto del Atlántico Sur.
El 10 de agosto de 1984 el diario “La Estrella” de Panamá reprodujo en una nota publicada en doble página central, con las fotografías de los 55 héroes de la FAA muertos en acción, palabras del presidente de ese país, Jorge E. Illuecas, con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de la FAA:

Quiero rendir mi emocionado homenaje a esos héroes que dieron sus vidas por la Patria en la heroica gesta de Malvinas, a los que lucharon en pos de un ideal que nadie podrá cambiar y que los panameños sentimos como propio: Las Islas Malvinas fueron, son y seguirán siendo argentinas.

Una de las más emotivas y gráficas manifestaciones de admiración, destacable por las brillantes palabras con las que fueron escritas, pertenecen al corresponsal del periódico “ABC” de Madrid, José María Carrascal, que impulsado por la pluma de Cervantes, supo conmover a la opinión pública española al decir:

Son sólo unos centenares -o eran- pero llevan sobre sus hombros el último peso de esta guerra, no menos cruenta por no estar declarada. Parece, sin embargo, no importarles la muerte de sus camaradas o la posibilidad de perder la suya en la próxima salida. Pocas veces se ha visto tanta gallardía ante la vida, tanta responsabilidad ante la muerte, tanta consideración ante los propios, tanta audacia ante lo ajeno. Actúan en condiciones extremas con el objetivo a quinientos kilómetros y el carburante justo para estar sobre él tres o cuatro minutos y regresar. Un ojo puesto en el blanco, el otro, en la aguja del depósito, olvidándose de los misiles que llegan por todas partes, de los barcos, de los aparatos enemigos, de las baterías de tierra. La mayoría de sus reactores no tienen radar “todo tiempo”, lo que les obliga a actuar de día, y dejar las nubes, a esquivar la niebla. Otros como los Super Etendard, tienen que ser repostados en vuelos, tan corto es su radio de acción. No importa. Como aquel príncipe de Gracián que suplía la cortedad de su espada dando un paso adelante, ellos bajan un poco más hasta rozar los palos de las fragatas inglesas, aunque eso signifique consumir más combustible. Lo hacen una y otra vez, como si fueran meros ejercicios. Como si no se jugaran la vida -con bastantes posibilidades de perderla- en cada misión. En máquinas revisadas por los mecánicos a la carrera. Tras ser recargadas de bombas, cohetes y combustible. Con el tiempo justo de echar una cabezada, tomarse un café, examinar las siluetas de los navíos enemigos que aún quedan. Y salir de nuevo. Sin alardes, sin hablar siquiera. Dejando a los ingleses la cuenta de los derribos y de los impactos. Ellos se limitan a protagonizarlos. Sin aspavientos ni petulancia. Como si fuera la cosa más natural del mundo. No está de moda en nuestros días el panegírico de las glorias militares y no estoy nada seguro que esta crónica lo sea; es la calidad humana de los pilotos argentinos lo que inspira. En un mundo como el nuestro, donde la norma es exigir pero no dar, el ejemplo de estos aviadores, dándolo todo sin pedir nada, ni siquiera un aplauso, es de tal sobria elegancia que deslumbra en su lucidez. La mente moderna necesita hacer un esfuerzo para abarcarlos y aun así no lo consiguen. No dan la vida, naturalmente, por la Junta. Ni siquiera la dan -cree uno- por conceptos abstractos, como el honor o la patria. La dan por algo muy concreto, muy precioso, por su comunidad, que les ha encomendado su defensa, y en último término, por algo tan simple como el cumplimiento del deber. Individuos así ennoblecen toda especie. En este caso particular nos ennoblecen sobre todo a los hispanos, a los latinos, a quienes tan mal nos va en los últimos tiempos. Con qué dolor y orgullo lee uno esos dobles apellidos españoles e italianos, casi de lápidas antiguas! No sé si el sacrificio de estos pilotos devolverá las Malvinas a su país. Pero sé otra cosa, tal vez más importante, porque las Malvinas tarde o temprano, y el mundo gira hoy muy rápido, serán argentinas. Sé que cuando en adelante se imagine uno al argentino, ya no pensará en el gaucho típico, en el engominado cantante de tangos o en la presidente de revista. Pensará en esos pilotos que han sabido morir por saber por qué vivían, privilegio hoy al alcance de muy pocos. Es lugar común decir que Argentina ha sido bendecida por todos los dones del Cielo y de la Tierra. Pero sobre todo, ahora lo vemos, por sus hijos que se hicieron aviadores.

Hermosísimas palabras, sin dudas, las de este periodista español, de notable significado para los argentinos por su contenido y su elevada carga emotiva.
El broche de oro de los panegíricos llegados desde afuera lo dio un telex recibido por la Embajada Argentina en París firmado por quien fuera uno de los máximos ases del aire de la Segunda Guerra Mundial, Pierre Clostermann, piloto francés de la Fuerza Aérea Libre Francesa y de la RAF, escritor e ingeniero, autor de un clásico de la literatura bélica, El Gran Circo, donde relata sus experiencias de combate. Según el decir de William Faulkner, ha sido el mejor libro sobre la guerra aérea de aquel conflicto. Decía el cable:

Señor Embajador: Son muchos los franceses, más de lo que puede creerse, que están de corazón al lado de la Argentina en la prueba que atraviesa. Como quizás Ud. lo sepa, soy un viejo amigo de su país. En el conflicto que enfrenta la Argentina con Inglaterra, mis compañeros aviadores argentinos han ganado toda mi admiración. Respeto a muchos de ellos, siento que tengo una responsabilidad moral pues numerosos son los que eligieron esta carrera un poco a causa de mí y de mi libro “El Gran Circo”. Le agradecería muchísimo, señor Embajador, si pudiera transmitir al Comandante de la Aviación Argentina el mensaje adjunto, destinado a sus pilotos. Por supuesto que el Gobierno argentino podrá hacer uso de él como quiera. Pues siempre he asumido la responsabilidad de lo que escribo. Le ruego, señor Embajador, acepte las seguridades de mi más alta consideración, como asimismo los votos que formulo porque se halle la solución menos trágica posible a este terrible conflicto. Fdo. Pierre Clostermann

La nota que el héroe francés hacía llegar decía textualmente:

A vosotros, jóvenes argentinos compañeros pilotos de combate quisiera expresaros toda mi admiración. A la electrónica más perfeccionada, a los misiles antiaéreos, a los objetivos más peligrosos que existen, es decir los buques, hicisteis frente con éxito. A pesar de las condiciones atmosféricas más terribles que puedan encontrarse en el planeta, con una reserva de apenas pocos minutos de combustible en los tanques de nafta, al límite extremo de vuestros aparatos, habéis partido en medio de la tempestad en vuestros "Mirage", vuestros "Etendard", vuestros "A-4", vuestros "Pucará" con escarapelas azules y blancas. A pesar de los dispositivos de defensa antiaérea y de los SAM de buques de guerra poderosos, alertados con mucha anticipación por los "AWACS" y los satélites norteamericanos, habéis arremetido sin vacilar. Nunca en la historia de las guerras desde 1914, tuvieron aviadores que afrontar una conjunción tan terrorífica de obstáculos mortales, ni aun los de la RAF sobre Londres en 1940 o los de la Luftwaffe en 1945. Vuestro valor ha deslumbrado no sólo al pueblo argentino sino que somos muchos los que en el mundo estamos orgullosos que seáis nuestros hermanos pilotos. A los padres y a las madres, a los hermanos y a las hermanas, a las esposas y a los hijos de los pilotos argentinos que fueron a la muerte con el coraje más fantástico y más asombroso, les digo que ellos honran a la Argentina y al mundo latino. ¡Ay!: la verdad vale únicamente por la sangre derramada y el mundo cree solamente en las causas cuyos testigos se hacen matar por ella.

Jamás alcanzará el as francés a comprender lo útiles y oportunas que fueron sus expresiones pues sirvieron para poner atención y dimensionar lo acontecido en el lejano sur. Ellas obligaron a reconocer lo que allí ocurrió forzando incluso al enemigo a admitir los hechos.
En respuesta a tan noble gesto, el comandante en jefe de la Fuerza Aérea Argentina, brigadier general Basilio Lami Dozo, hizo llegar al gran aviador un significativo presente a modo de agradecimiento, la maqueta de un avión Pucará, que a partir de ese momento, ocupó un sitial preponderante en el escritorio de Clostermann. El francés, emocionado, se apresuró a responder:

Mi General: El Agregado Aeronáutico a la Embajada argentina en París me hizo llegar la maqueta del Pucará con la placa y la inscripción con cuyo envío Ud. me honra. Sepa hasta qué punto estoy impresionado por ese recuerdo, que estará en mi escritorio ante mis ojos, para recordarme, si es que yo pudiera olvidar algún día, lo que fue el combate de todos los aviadores argentinos sobre las Malvinas. En efecto, ya sea el piloto del C-130 que despegó bajo el fuego enemigo con sus heridos, o sean los pilotos de los A-4, Mirage, Dagger, o helicópteros, todos han hecho esa vez una demostración de sus sobresalientes cualidades profesionales y de un coraje que despierta la admiración del mundo entero, incluso entre sus adversarios. En este mundo occidental donde la cobardía compite con la necedad, el heroísmo de los aviadores argentinos es como un fanal hacia la luz a la cual se deben dirigir aquellos que aún creen en las virtudes del patriotismo, en los valores filosóficos de nuestro mundo latino y el destino del hombre, porque todos los hombres deberían estar orgullosos de ser de la misma raza que la de vuestros tripulantes. Con mis mejores votos -el General De Gaulle me ha enseñado que una batalla perdida no compromete jamás la victoria final- por vuestro país, desde luego por Ud. mismo y por todos los que están bajo vuestras órdenes, le ruego que acepte, mi General, la seguridad de mi más alta consideración y mi profundo respeto.

Como complemento de aquel presente, el bravo capitán Pablo Marcos Carballo respondió a su colega y maestro con palabras que reprodujo en su libro Dios y los Halcones:

Señor Clostermann, su alabanza es una medalla. Usted es ejemplo de Halcones. En mí reúno el sentir de mis camaradas del aire que lo admiran. Gracias.

Capitán Pablo Marcos Rafael Carballo.

Pero todavía hay más. Como si las expresiones del máximo as de la Segunda Guerra Mundial no hubiesen sido suficientes, otro héroe del aire, el coronel de la USAF, Robert W. Pitt, agregado aeronáutico de la Embajada de los EE.UU. en Buenos Aires, le hizo llegar a Lami Dozo otro presente, acompañado de la siguiente nota:

Buenos Aires, Argentina 25 de junio de 1982

A S.E.
el Sr. Comandante en Jefe
de la Fuerza Aérea
Brigadier General D. Basilio A.I.
S/D

De mi más alta consideración: Desearía expresarle mi estima y respeto personal a Ud. y a los miembros de la Fuerza Aérea Argentina en reconocimiento por su profesionalismo e inquebrantable coraje durante el reciente conflicto armado con el Reino Unido. Más aún, consideraría un gran honor que Ud., en nombre de los valientes caídos y de los heridos en acción de la Fuerza Aérea Argentina, aceptase mi Corazón Púrpura (Purple Heart) como sincera demostración personal de estima. De todas mis condecoraciones, el Corazón Púrpura, el cual me fue otorgado por heridas recibidas en acción sobre Vietnam del Norte el 5 de octubre de 1965, es el que más venero. La Orden del Corazón Púrpura fue autorizada por orden del General George Washington, hace casi 200 años atrás, el 7 de agosto de 1782. Luego de haber sido suspendida por más de un siglo, la Orden del Corazón Púrpura fue restablecida a principios de la década del treinta por el General Douglas MacArthur. Años más tarde el General MacArthur escribió: "Ninguna acción llevada a cabo por mí mientras me desempeñé como Jefe del Estado Mayor me dio más satisfacciones que la de restablecer la Orden del Corazón Púrpura... Esta condecoración es única en muchos sentidos: Primero: es la más antigua de la historia norteamericana... Segundo: proviene del más grande de todos los norteamericanos, George Washington... Tercero: es la única condecoración completamente intrínseca en el sentido de que no depende de la aprobación o el favor de nadie. Se la acuerda solamente a aquellos que son heridos en acción, y solamente la acción del enemigo determina su otorgamiento. Es un verdadero escudo de coraje y cada pecho que la luce puede latir con orgullo". Es clara pues la razón por la cual el Corazón Púrpura es la condecoración que más reverencio. De un aviador militar a otro, le ruego respetuosamente que acepte esta condecoración en nombre de todos los bravíos oficiales y hombres de la Fuerza Aérea que cayeron o fueron heridos en acción en este reciente conflicto. Quedando a sus enteras órdenes, hago propicia la ocasión para reiterarle las seguridades de mi más alta consideración y estima...

Robert W. Pitt
Coronel, USAF
 Agregado Aeronáutico

Más no se puede pedir. Palabras como estas, enorgullecen a toda una nación. Y sin embargo, eso no es todo.

-¡¡Locos!! ¡Son locos!

Eso fue lo que exclamó asombrado Jacques Clostermann, hijo del as de la Segunda Guerra Mundial y oficial de la Fuerza Aérea de Francia, al ver un documental británico que mostraba a los argentinos arrojándose con sus aviones sobre la flota enemiga en San Carlos.
Con esa expresión resumía el sentir de los presentes y el pensar de muchos colegas del mundo.
La guerra tuvo su lado positivo, la Argentina había demostrado que tenía héroes y agallas, grandes guerreros capaces de acometer todo tipo de proezas. Como dice el capitán Carballo en su primer libro: “Ellos nos tuvieron mucho respeto”.
Volviendo al almirante Woodward y a las bajas sufridas por los británicos en Malvinas, dice el marino en el epílogo de su obra:

En los años trascurridos desde el cese de las hostilidades en el Atlántico Sur con frecuencia hemos sido obsequiados con la expresión “Fue una horrible y pequeña guerra, ¿no?”. Con mucha frecuencia uno oye hablar acerca de cuanto peor han sido las cosas en Ulster, en Malaya, en Corea, en Kenya y otros lugares, donde las cifras de bajas llegan a niveles superiores a los ochocientos en lugar de los doscientos cincuenta y cinco británicos que murieron en las Falklands y sus alrededores en 1982. La diferencia está en que perdimos esos doscientos cincuenta y cinco hombres en seis semanas precisamente, y no a lo largo de un período de años. Durante ese tiempo yo perdí casi la mitad de los destructores y fragatas con que había comenzado. Las muertes ocurrieron a una velocidad particularmente elevada, más de diez veces peor que lo sufrido por cualquiera de nuestras fuerzas después de la Segunda Guerra Mundial. Las comparaciones con otros conflictos británicos de los cuarenta años anteriores rara vez hacen justicia al valor de las personas que sirvieron en una de las más sangrientas luchas en mucho tiempo, siendo la Marina la que llevó la peor parte. Más de la mitad del total de los muertos provenían de la Royal Navy (ochenta y siete), de los infantes de Marina (veintiséis), de la Marina Mercante (seis) y de la Flota Auxiliar (siete). Por cierto que fue horrible, pero, ¿pequeña? No les pareció así a aquellos que se enfrentaron las oleadas de bombarderos argentinos que volaban a gran velocidad sobre el Estrecho de San Carlos. Como tampoco a aquellos que tuvieron que combatir los incendios, reparar las naves, rescatar a los heridos, sepultar a los muertos, para luego esperar en tenso silencio el siguiente ataque enemigo

Pero a nuestro entender, la “frutilla del postre”, como comúnmente se dice, la constituyen las palabras que la mismísima Margaret Thatcher escribió en el prólogo del libro Los Cien Días, del almirante Woodward, donde manifiesta:

Es históricamente importante porque el almirante nos permite seguir sus pensamientos, sus planes, sus temores, y como oficial de carrera de toda la vida, sus expectativas acerca de aquellos que habrían de luchar con él y bajo sus órdenes, con tanto coraje contra un enemigo casi suicida.

A todas estas expresiones debemos agregar las que se sumaron años después, en foros de armamentos e historia militar y en los videos de Youtube donde se muestran escenas de la guerra, algunos de los cuales se reproducen en la sección anexos.
Tal vez mucho más contundente que la propia Margaret Thatcher, el almirante Woodward, Pierre Clostermann, Robert W. Pitt o los generales Thompson, Wilson y Moore haya sido el ex secretario de Marina de los Estados Unidos, almirante John F. Lehman, hombre clave de la gestión Reagan durante el conflicto, quien el 3 de febrero de 1983 manifestó ante la Subcomisión de Armamento de la Cámara de Representantes del Congreso de los Estados Unidos que de no haber provisto su nación de misiles Sidewinder a la Fuerza de Tareas británica, la misma habría tenido que regresar al Reino Unido.
En la oportunidad, el ex alto oficial dejó en claro ante las cámaras de la BBC (reportaje a cargo del conocido periodista británico David Dimbleby), que de no haber existido esa colaboración, Gran Bretaña se habría visto obligada a replegar su Fuerza de Tareas y abandonar la lucha, afirmación que reiteró en varias oportunidades a lo largo de su estadía. En esa ocasión, el periodista británico le preguntó a Lehman:

-¿Qué hubiese ocurrido si el gobierno de Reagan se hubiese mantenido neutral?

-Bueno, pienso que Gran Bretaña hubiese tenido que retirarse de las Falklands.

-¿Sin la ayuda de los Estados Unidos, Gran Bretaña hubiese sido derrotada por los argentinos?

-Si. Esa es mi conclusión. Cualquiera puede especular pero por lo que yo sé, esa es mi firme conclusión.

El diálogo en cuestión, se puede ver y escuchar en An Ocean Apart, un documental de 80 minutos, producido y dirigido por el realizador británico Adam Curtis, que fue emitido por la señal BBC One, en abril de 1988.
En cuanto a la verdadera cantidad de bajas británicas durante el conflicto, Lehman declaró ante los medios que tenía dudas sobre las cifras manejadas por Londres.
En una conferencia pronunciada en el Instituto Naval de los Estados Unidos, el martes 26 de junio de 2012, el ex secretario de Marina volvió a abordar el tema agregando, en esa ocasión, que Reagan le había ordenado satisfacer todos los requerimientos de Margaret Thatcher. Dijo también que su país (Estados Unidos), tenía alistado el portahelicópteros USS “Iwo Jima”, el cual estaba siendo adaptado a portaaviones, para ser enviado al teatro de operaciones, incluso con personal norteamericano destinado a asesorar a sus aliados en el manejo de los sistemas, ello en caso de que el “Hermes” o el “Invincible” hubiesen quedado fuera de combate10. En un artículo publicado por “The Guardian”, el 6 de septiembre de 2002, bajo el título “El crucial papel de los misiles estadounidenses en Malvinas” (Crucial Falklands role played by US missiles), su autor, Nicholas Watt hace nuevas revelaciones. “Margaret Thatcher habría perdido la guerra de las Malvinas en 1982 si Estados Unidos no le hubiera proporcionado misiles cruciales para reforzar las defensas aéreas británicas, según un consejero de la ex primer ministra”. Tal como asegura la nota, la actitud inicial de Washington molestó a Londres debido a su posición imparcial pero una vez perdida la paciencia con los argentinos, la administración Reagan proporcionó algo más que inteligencia. “Mi papel consistió en ir al Pentágono y pedir 105 misiles Sidewinder que eran la versión más reciente, mucho más efectiva que las anteriores y queríamos que fueran entregados en 48 horas, lo que significaba despojar de parte de la línea de frente a la Fuerza Aérea estadounidense al quitarle esos misiles para enviarlos al Atlántico Sur” – afirmó oportunamente Lord Renwick, alto funcionario de la embajada británica en los Estados Unidos, al referirse a sus gestiones para obtener esa ayuda. Por su parte Lord Powell of Bayswater, principal asesor en asuntos exteriores de Margaret Thatcher, sostuvo, al ser consultado: “Gran Bretaña habría perdido la guerra sin esa ayuda”, aseveración ratificada por Richard Perle, asistente del secretario de Defensa de Estados Unidos, quien dijo a su vez: "Gran Bretaña probablemente habría perdido la guerra sin la ayuda de Estados Unidos, y eso es significativo". Pero no solo la asistencia estadounidense sirvió para inclinar la balanza en el Atlántico Sur.  La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) brindó su apoyó a los británicos durante todo el conflicto. John Noot, ministro de Defensa al producirse la crisis, reveló en sus memorias que la ayuda de Francia fue también decisiva a la hora de definir la contienda. Siguiendo su relato, ni bien estallaron las hostilidades, la gestión Mitterrand ordenó congelar la entrega del armamento adquirido oportunamente por Buenos Aires y retirar el equipo de asesores comisionado para adiestrar al personal técnico en el uso del dispositivo Super Etendard/Exocet. Sin embargo, ese apoyo fue mucho más lejos cuando el gobierno galo puso a disposición de Gran Bretaña toda esa tecnología, así como la de los aviones Mirages suministrada oportunamente a la Argentina, para su estudio a fondo y obtener de ese modo las contramedidas necesarias para neutralizar sus ataques. El Reino Unido puso en marcha una operación a nivel mundial, destinada a evitar la compra de los letales misiles franceses por agentes encubiertos argentinos y en ello París jugó un papel decisivo al lograr inutilizar todos aquellos que pudiesen ser adquiridos por la Junta Militar, ya a través de sus contactos con países amigos, ya por actos de sabotaje. De mismo modo, siempre en cumplimiento de los tradicionales lazos de alianza y amistad que la unían con Inglaterra, Noruega, en su carácter de miembro de la OTAN, proveyó información perentoria desde su Estación de Escucha Fauske II, próxima a la ciudad del mismo nombre, en la provincia de Norland, “robándosela” a los satélites soviéticos que sobrevolaban la zona de conflicto. El posicionamiento de las unidades de superficie argentinas, sus bases militares y movimientos, fue captado y redirigido por los noruegos al centro de guerra en Northwood, cerca de Londres, información que era chequeada y actualizada a cada momento. La posición del grupo de ataque del cual formaba parte el crucero “General Belgrano” fue confirmada desde Fauske II, lo mismo la de otras embarcaciones, así como los desplazamientos terrestres en el continente. Más contundentes todavía, son las afirmaciones de Nigel West, experto británico en operaciones de espionaje, célebre por sus metódicas investigaciones y pericia a la hora de recoger y exponer la información; un individuo tan temido por su gobierno que algunos de sus libros han sido retirados de la venta masiva por contener información clasificada que ponía en jaque a las propias administraciones y la credibilidad de sus instituciones armadas. Ejemplo de ello es dA Matter of Trust: MI5 1945-72, cuya publicación fue impedida por la Fiscalía General del Reino Unido.
Dijo de él el “Sunday Times”: “Su información es tan precisa que mucha gente considera que Nigel West es el historiador no oficial de los servicios secretos (ingleses). Utiliza fuentes excelentes. Sus libros están llenos de pistas capaces de generar brillantes notas en las primeras planas de los diarios”.
Explica West en el Prefacio de su obra La guerra secreta por las Malvinas. Los Exocets y el espionaje internacional (título original: The secret war of the Falklands):

La campaña de las Malvinas de 1982 fue uno de los conflictos militares más importantes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Desde una perspectiva militar, fue la primera vez que la Marina Real trabó combate con un enemigo desde 1945. También fue la primera ocasión en que se desplegaron sofisticadas aeronaves en combate con naves de superficie. En términos de armamento, fue una prueba para los sistemas aéreos y de defensa más modernos del mundo, y una oportunidad única para llevar a los combatientes hasta el límite de sus posibilidades en un medio ambiente que exigía tanto a hombres como a aeronaves y en el cual ninguno de los dos bandos alcanzó la superioridad aérea.
Sobre el terreno, las fuerzas enfrentadas no eran desparejas. Los 13.000 argentinos defensores de la Malvina oriental [Soledad] estaban bien preparados y equipados con armas modernas, entre ellas los recientísimos anteojos de visión nocturna. Cuando ambos bandos chocaron, los conscriptos combatieron bien contra los 10.500 profesionales británicos que los enfrentaban, y en varios de los prolongados intercambios de fuego infligieron graves bajas a los invasores.
Por encima del campo de batalla, la Fuerza Aérea Argentina se ganó el respeto de todos al lanzar ataques en su máximo radio de acción desde el continente con notoria gallardía, a pesar de las graves bajas sufridas. En el mar, la Marina Real sufrió un nivel de desgaste que fue insostenible. En el momento en que se estableció la cabecera de playa en San Carlos, el 21 de mayo, sólo los buques de Su Majestad Exeter, Yarmouth y el portaaviones de asalto Hermes estaban en condiciones plenamente operativas. Todos los demás habían sufrido diverso tipo de daños, y casi la mitad de la antaño impresionante flota de destructores y fragatas del almirante Sandy Woodward había sido “reducida a una capacidad cercana a cero”. Como lo señaló en ese momento el comandante de la Fuerza de Tareas, “¡Francamente, a los argentinos les habría bastado un solo soplido para hacernos caer!”.

Y aquí llega lo más interesante.

El desenlace fue una espléndida victoria para la Primera Ministra Margaret Thatcher, quien en el momento en que la Junta [de comandantes] ocupó Stanley, conducía una administración que había llegado a niveles hasta entonces desconocidos de impopularidad electoral. Muchas opiniones militares experimentadas, particularmente en Estados Unidos, habían juzgado casi inalcanzable el triunfo, y la rendición final argentina el 14 de junio llevó a la Primera Ministra a una victoria aplastante en las elecciones del año siguiente, así como a tener un lugar seguro como estadista aclamada por el mundo. Sin embargo, el desenlace podría haber sido otro muy diferente, y estuvo mucho más cerca de un desastre ignominioso de lo que siempre se admitió oficialmente. En rigor de verdad, varias de las personas más calificadas para registrar exactamente lo sucedido sufrieron  presiones para que no lo escribieran o, al menos, se las urgió a que minimizaran ciertos aspectos del conflicto. Hasta hace muy poco, por ejemplo, la naturaleza y el alcance de la contribución estadounidense fueron deliberadamente subestimados, en parte, por razones internas –destacar lo que los británicos habían logrado por sí solos- pero principalmente para respetar la sensibilidad de Estados Unidos con respecto a la relación de su administración con América Latina.

¿Se puede ser más claro? Posiblemente no.
El reconocimiento al accionar argentino ha ido creciendo con el paso de los años. El 28 de julio de 2016, nos escribió desde Canadá, el historiador Merlin P. Robinson, experto en blindados y Guerra Fría, solicitándonos información sobre nuestro carro blindado Panhard AML90 y tanque AMX-13 Mle 58 del Ejército Argentino, en especial, lo relacionado al desempeño del primero en Malvinas. Por tratarse de un verdadero experto en asuntos bélicos, consideramos un deber reproducir completo su mensaje, pues a nuestro entender, constituye un valioso homenaje para nuestros combatientes de las tres armas.

Estimado Amigo Alberto:

Estoy en busca de información acerca de dos diferentes vehículos blindados utilizados por el Ejército Argentino, para incluir en mis próximos libros sobre el Panhard AML90 y los vehículos blindados AMX-13. El primero de estos temas es el AMX-13, que se empleó durante muchos años como primer tanque moderno de la Argentina. La versión portadora personal blindado (VTT Mle 56) fue construida bajo licencia en Argentina, se utilizó el tanque ligero hasta hace poco y la pieza de artillería autopropulsada de 155 mm, que todavía creo está en uso. El segundo vehículo que estoy estudiando es la AML90 Panhard utilizado por la caballería, especialmente en la campaña de las Malvinas. Estoy en busca de cualquier detalle de servicio de estos vehículos en el Ejército Argentino, así como fotografías que podrían ser utilizadas en el libro. Siempre he tenido un gran respeto por las fuerzas argentinas (soy un canadiense de origen británico y bien recuerdo cuando era niño, la guerra de las Malvinas, y en especial las fuertes pérdidas infligidas a la Royal Navy por las fuerzas argentinas). Hoy en día soy un historiador y he escrito 6 libros sobre vehículos blindados y fuerzas durante la Guerra Fría. Soy consciente de que la memoria de la guerra deja mucha amargura en algunos y tristeza en otros. Yo veo a la Guerra de las Malvinas como un evento muy interesante, marcado por la gran valentía y sacrificio de todos los que lucharon allí, y para la Argentina, ha sido un acontecimiento en la conciencia nacional que debe ser motivo de mucho orgullo. Saludos a usted y mi profundo respeto hacia la gente de guerra de su país.

Saludos

            Merlin Robinson

(MP Robinson, autor, Pen and Sword Books, Kagero Publishing, Editions Cany)


Estimado Amigo Alberto:

I am looking for information about two different armoured vehicles used by the Argentinian Army to include in my upcoming books about the Panhard AML90 and the AMX13 armoured vehicles. The first of these subjects is the AMX13, which was employed for many years as Argentina’s first modern tank. The armoured personel carrier version (VTT Mle 56) was built under license in Argentina, the light tank was used until recently and the 155mm self-propelled artillery piece is still I believe in use. The second vehicle that I am studying is the Panhard AML90 used by the cavalry, most famously in the Malvinas Campaign. I am looking for any details of the service of these vehicles in the Argentinian Army, as well as any photos that could be used in the book. I have always had tremendous respect for the Argentinian forces (I am a Canadian of British origin and I can well remember as a child the Malvinas war, and especially the heavy losses inflicted on the Royal Navy by the Argentinian forces). Nowadays I am a historian and I have written 6 books thus far on armoured vehicles and forces of the Cold War. I realize that the memory of the war leaves much bitterness in some and sadness in others. To me I look at the Malvinas war as an interesting event that was marked by great bravery and sacrifice by all who fought there, and in the case of Argentina’s people, it was an event in the national consciousness that should be cause for much pride. My regards to you and my deep respect towards the fighting men of your country.

          Merlin Robinson

(MP Robinson, author, Pen and Sword Books, Kagero Publishing, Editions Cany)

Merlin ROBINSON
Plant MRO Buyer/ Ink Technician/ Safety Lead
AMERICAS FOOD AND CONSUMER BUSINESS UNIT
Coveris Flexibles (Concord) Canada Ltd.


De donde casi no llegaron elogios sino, más bien, todo lo contrario, fue desde la misma Argentina, sumida cada vez más en el imbecilismo y la indiferencia, empeñada en la decadencia, el relajamiento y la incultura.
El gobierno de Raúl Alfonsín potenció la “desmalvinización” iniciada por la Junta Militar, justamente aquel cobarde que debió abandonar el cargo antes de tiempo por inoperancia y flojera. De ahí en más, todos los que le siguieron continuaron por la misma senda, con la complicidad de toda la sociedad.
A modo de reparación, para lavar tanta bajeza moral, vaya la carta que pocos minutos antes de partir hacia el frente escribió a su padre el bravo teniente Roberto Néstor Estévez, misionero, integrante de la Compañía C del Regimiento de Infantería 25 y, por consiguiente, hombre de Seineldín:

Querido papá.
Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. El, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en cumplimiento de mi misión. Pero fijate vos, ¡que misión? ¿no es cierto? ¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todos destinados a recuperar las islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre Generoso ha querido que éste, su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria.
Lo único que a todos quiero pedirles es: 1) que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo. 2) que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza y, muy importante, 3) que recen por mí.
Papa, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres pero que hoy debo decírtelas: Gracias por tenerte como modelo de bien nacido; gracias por creer en el honor; gracias por tener tu apellido; gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar.
Hasta el reencuentro, si Dios lo permite. Un fuerte abrazo.
Dios y Patria ¡O muerte!

  Roberto

Esta carta fue escrita en Sarmiento, provincia de Chubut, el 27 de marzo de 1982, horas antes de que el teniente Estévez abordase el camión con destino a Puerto Belgrano para embarcar en la flota y partir al día siguiente con destino a las islas. De acuerdo a sus instrucciones, debía ser guardada y entregada a su padre en caso de caer en combate, tal como sucedió un mes después. Este joven, a quien pocos recuerdan, es símbolo de la argentinidad perdida, aquella que difícilmente vuelva a recuperarse. Él encarna a quienes combatieron y perecieron en las heladas tierras australes en defensa de lo que consideraban una causa justa.

Referencias
1 Uno de los autores de La Guerra de Invierno. 2 Uno de esos edificios fue Newman House.
3 Pablo Marcos Rafael Carballo, Dios y los halcones, edición revista "Siete Días" y Halcones sobre Malvinas, Ediciones del Cruzamante.
4 Alexander Betts, La verdad sobre Malvinas, mi tierra natal, Emece Editores, Bs. As., p 199.
5 Patrick Bishop y John Whiterow, La Guerra de Invierno, p. 103.
6 “The Guardian”, edición del 25 de mayo de 1982.
7 Hugh Bicheno, Al filo de la navaja, pp. 290-291.
8 Ídem, pp. 325-326.
9 Carlos Chubretovich A., Las islas Falklands o Malvinas, su historia, la controversia argentino-británica y la guerra consiguiente, Cap. “Recuento Final”, Editorial La Noria, Santiago de Chile, 1987, p. 294.
10Estados Unidos también alistó el portahelicópteros “Guam” con el mismo fin. Con respecto al USS “Iwo Jima” y Malvinas ver: Sam LaGrone, “Reagan Readied U.S. Warship for ’82 Falklands War”, USNI News, 27 de junio de 2013 
(https://news.usni.org/2012/06/27/reagan-readied-us-warship-82-falklands-war-0); sobre el apoyo recibido por Gran Bretaña durante la guerra: Graham Smith, “Not so neutral after all: Ronald Reagan made secret plans to loan U.S. warship to Britain if aircraft carrier was lost during Falklands War", diario "Daily Mail" jueves 28 de junio de 2012.
(https://www.dailymail.co.uk/news/article-2165945/Not-neutral-Ronald-Reagan-secret-plans-loan-U-S-warship-Britain-aircraft-carrier-lost-Falklands-War.html) 
Mariano Pablo Sciaroni, "Un portaaviones yankee para la reina (Malvinas, 1982)", Fundación Histarmar
(http://www.histarmar.com.ar/Malvinas/Sciaroni/UnPortaavionesYankeeparalaReina.htm); Nicholas Watt, "Crucial Falklands role played by U.S. missiles, "The Guardian", viernes 6 de septiembre de 2002.

Publicado por