EL 30 DE NOVIEMBRE EN SANTIAGO DE CUBA
Arde el edificio central de Policía en Santiago de Cuba, producto de las bombas molotov |
Mientras
el “Granma” navegaba hacia la provincia de Oriente, el 30 de noviembre
de 1956 se produjo en Santiago de Cuba un alzamiento popular, encabezado
y organizado por la dirigencia de la Acción Nacional Revolucionaria
(ANR) que lideraba Frank Pais1.
La
revuelta debía coincidir con el desembarco de los combatientes
castristas pero como la travesía se había demorado, los rebeldes, de
acuerdo a los planes, decidieron iniciar la insurrección, apoyada por
acciones simultáneas en otros puntos de la región.
Como
se recordará, Frank País había viajado a México en dos oportunidades,
la primera en agosto y la segunda en octubre, con el objeto de coordinar
con Fidel Castro las medidas a adoptar.
Después
de un profundo análisis de la situación, ambos dirigentes llegaron a la
conclusión de que era imperioso desencadenar la revuelta en Santiago,
para atraer hacia allí a las fuerzas armadas de Batista y mantenerlas
aferradas en combate, mientras los combatientes desembarcaban. Eso les
daría la posibilidad de establecer una cabeza de puente y dese allí
comenzar las acciones.
Cuando
el día 28 Castro le ordenó al ingeniero Fufú Gutiérrez que enviase
desde México el telegrama en clave anunciando la partida del grupo
expedicionario, Arturo Duque de Estrada, que fue quien lo recibió, se
comunicó con País para leerle su contenido: “Obra pedida agotada, Editorial Divulgación”. Era la señal convenida2.
Sin
perder un minuto, el máximo dirigente del ANR convocó a la mesa
directiva del movimiento y una vez frente a ella le expuso la situación.
Cuando terminó de hablar impartió las primeras disposiciones e
inmediatamente después se preparó para coordinar los pasos a seguir.
En
la mañana del 29 de noviembre, País tomó contacto con Vilma Espin
Guillois (futura esposa de Raúl Castro) y después de transmitirle la
novedad, le ordenó que notificar a los enlaces que diesen aviso a los
diferentes grupos para que iniciasen el alistamiento. Inmediatamente
después, abordó un automóvil rojo y se dirigió a la librería “El
Renacimiento”, sita en la popular calle Enramadas, donde debía recoger a
Oscar Ascencio Duque de Estrada para seguir hasta la casa de Haydée
Santamaría y Armando Hart Dávalos. Una vez allí, les enseñó a ambos el
telegrama y les dijo que era imperioso que ese mismo día, se pasase por
radio el llamamiento al pueblo grabado la noche anterior.
El
so, ya se había ocultado cuando Vilma llegó a la casa-refugio de la
calle Santa Lucía, para reunirse con País y el resto de la dirigencia3 y
esperar el inicio de las acciones. Un disparo de mortero sobre el
Cuartel Moncada, a las 07.00 del día siguiente, sería la señal.
Aquella
calurosa madrugada de noviembre, varios golpes y timbrazos despertaron
al millonario Santiago Rouseau, cuando dormía junto a su esposa Sussette
Bueno en sus habitaciones del piso superior. El hombre se incorporó
sobresaltado y después de colocarse la bata, descendió las escaleras,
para abrir la puerta.
- ¡Abra paso, la casa está tomada por el levantamiento armado! –oyó al otro lado de la puerta. Era Frank País.
-¡¿Y yo que tengo que ver con eso?! – preguntó el millonario sorprendido. Pero no pudo agregar nada más.
De
un empujón, varios individuos ingresaron por la fuerza y tomaron
ubicación en diferentes puntos de la lujosa vivienda, sobre todo en las
seis ventanas del nivel superior que daban a la calle Santa Lucía, donde
Frank apostó varios efectivos armados apuntando hacia el frente y la
cercana calle Frías. Rouseau miró a su esposa y enseguida comprendió que
era parte de la conspiración. La mujer, que había bajado detrás de él
enfundada en su bata, había arreglado de antemano ceder su casa a los
revolucionarios para que establecieran en ella su cuartel general4.
En
ese preciso instante, milicianos del M-26 que respondían a Julio
Camacho Olivera, bloquearon los accesos carreteros en Bayamo,
Guantánamo, Holguín y Manzanillo, con el objeto de dificultar el
desplazamiento de las tropas regulares y desde la última localidad, los
grupos de apoyo organizados por Celia Sánchez Manduley, partieron hacia
la costa con la misión de brindar apoyo a los expedicionarios que
llegaban en el “Granma”.
La noche pasó rápido y la madrugada encontró a los diferentes pelotones listos para entrar en acción.
Frank País |
El
disparo de mortero nunca se realizó, pero un centenar de combatientes
vistiendo uniforme verde olivo y luciendo brazaletes rojo y negro con la
leyenda “26 de Julio”, enfilaron a toda carrera hacia los objetivos,
cruzando calles y plazoletas.
Tey
dirigió resueltamente a los cuarenta y un hombres que debían tomar la
estación de policía, rodeándola por delante y detrás. Veintiocho de
ellos, encabezados por Otto Panella, treparon a las azoteas y una vez
allí, abrieron fuego sobre los defensores.
Durante
el enfrentamiento, cayó abatido Tony Alomá, pero un tercer grupo de
hombres, encabezado por Paco Cruz, logró ubicarse a considerable
distancia, batiendo uno de los flancos con tiros certeros. En ese mismo
momento, Pepito Tey fue alcanzado en la pierna y cayó sobre el
pavimento, perdiendo sangre en abundancia.
Al ser abatido Panella, su grupo se replegó arrojando varias bombas incendiarias que hicieron arder a la estación policial.
Casi
al mismo tiempo, otra célula rebelde atacó el edificio de la Policía
Marítima, sobre la avenida Lorraine, tomando armas y algunos
prisioneros, aunque debió retirarse precipitadamente ante la llegada de
refuerzos provenientes del cuartel Moncada.
El mismo Frank Pais dejó un relato de lo sucedido aquella mañana:
La
ciudad amaneció bajo un tiroteo general. Armas de todos los calibres
vomitaban fuego y metralla. Alarmas y sirenazos de los bomberos, del
cuartel Moncada, de la Marina. Ruidos de aviones volando a baja altura.
Incendios en toda la ciudad. El ejército revolucionario dominaba las
calles y el ejército de Batista pretendiendo arrebatarle ese dominio.
Los gritos de nuestros compañeros, secundados por el pueblo, y mil
indescriptibles sucesos y emociones distintas6.
En
otro punto de la ciudad, siete combatientes al mando de Enzo Infante
tomaron por asalto la ferretería “Dolores”, ubicada en la intersección
de las calles Porfirio Valiente y Aguilera, y se apoderaron de buen
número de armas.
Mientras
se luchaba en diferentes puntos de la ciudad, los combatientes se
preguntaban porque no se concretaba el ataque al Moncada, ignorando que
la noche anterior, los encargados de llevarlo a cabo, Josué País
(hermano de Frank) y Lester Rodríguez habían sido arrestados por las
fuerzas de seguridad, junto a Orlando Regalado, Calet Quesada, Camilo
Oliva Alonso y Héctor Delfín.
El
grupo debía montar el mortero en el mismo lugar donde hoy se encuentra
el Bosque de los Héroes, pero se vio obligado a replegarse al no
presentarse los encargados de accionarlo. Lo formaban Enrique Ermus,
Héctor Arriaza Fernández y Agustín Navarrete, quienes se retiraron hacia
el Instituto de Segunda Enseñanza, trepando por sus azoteas, hasta
parapetarse en ellas y comenzar a disparar contra los efectivos
regulares que intentaban aproximarse por el noreste.
Se
produjo entonces el suceso más extraordinario del alzamiento, cuando un
avión PBY Catalina que se aproximaba a vuelo bajo haciendo fuego,
recibió varios disparos de una ametralladora de 30, accionada por un
combatiente apostado en la azotea. En esos momentos, la calle Padre Pico
se hallaba bajo una lluvia de balas y la confusión era enorme.
En
Ermita, mientras tanto, muy cerca de Guantánamo, los revolucionarios
tomaron el cuartel de la Guardia Rural y en Puerto Padre, coparon un
polvorín.
Pepito Tey |
La
población santiaguera contribuyó denodadamente con los rebeldes,
retirando de las calles a los heridos, escondiendo a los milicianos,
ocultando armas e incluso haciendo las veces de enlaces. Hasta los
mismos bomberos ayudaron a huir a muchos de ellos, facilitándoles parte
de su indumentaria.
Pese
al ímpetu del ataque y al ardor de los insurgentes, las fuerzas
regulares lograron controlar la situación, rechazando todos los asaltos y
retomando los edificios ocupados. Quienes pudieron escapar (la
mayoría), se mimetizaron entre la población e iniciaron acciones de
sabotaje, en espera del desembarco7.lograron replegarse hacia
sus bases, entre ellas el cuartel general de Santa Lucía y el puesto de
El Cristo cumpliendo, de ese modo, con la orden impartida por Frank
País. Seguir empeñados en el combate hubiera sido absurdo porque las
fuerzas gubernamentales estaban recibiendo refuerzos y el desembarco
guerrillero no se había concretado.
En
las playas de Niquero, mientras tanto, Celia Sánchez esperaba en vano
la llegada del yate con los revolucionarios y cuando al anochecer del
primer día de diciembre vio que el mismo no aparecía, ordenó a sus
hombres abordar nuevamente los vehículos y regresar a los puntos de
partida.
Tanto
ese día como el 1 de noviembre, hubo redadas y detenciones en Santiago
de Cuba y en todas las ciudades que se habían visto envueltas en la
asonada, e incluso fue ametrallado el frente de la funeraria donde se
eran velados los restos de Pepito Tey. Aún así, el grueso de los
sediciosos logró evadirse mimetizado entre la población, según se ha
dicho logrando, de ese modo, preservarse para acciones futuras.
El
alzamiento había fracasado. No se habían alcanzado los objetivos pero
la llama de la insurrección se hallaba encendida y las condiciones para
iniciar la rebelión estaban dadas.
Imágenes
Vehículos utilizados durante el ataque |
Notas
1 Fundada
por Frank País cuando Fidel y los suyos se hallaban detenidos en
México, se llamó primeramente Acción Revolucionaria Oriental (ARO).
2 Jorge Luis Guibert y Francisco Hechavarría, “Participantes
en el Levantamiento del 30 de noviembre de 1956 en Santiago de Cuba
narran sus vivencias”, en “Juventud Rebelde”, diario de la Juventud
Cubana, 30 de noviembre de 2006. Edición digital
(http://www.juventudrebelde.cu/cuba/2006-11-30/participantes-en-el-levantamiento-del-30-de-noviembre-de-1956-en-santiago-de-cuba-narran-sus-vivencias-/). Arturo,
secretario personal de Frank Pais, encargado también de la
correspondencia, se encontraba en esos momentos en la casa-base de la
calle San Fermín 358.
3 Conformaban
el Estado Mayor, además de País, Armando Hart Dávalos, Haydée
Santamaría, Vilma Espin, Ramón Álvarez, Gloria Cuadras, Baudilio
Castellanos y María Antonia Figueroa.
4 Jorge Luis Guibert y Francisco Hechavarría, op. cit.
5 Ángel
Luis Beltrán Calunga, “El 30 de noviembre. El levantamiento estremeció a
la tiranía”, periódico “Sierra Maestra”, Cuba, miércoles 23 de julio de
2008.
6 Periódico “Revolución”, órgano del movimiento insurreccional.
7 Orlando
Guevara Núñez y Pedro García, “30 de noviembre de 1956: Santiago se
vistió de verde olivo”, diario “Granma”, La Habana, 30 de noviembre de
2001.
Publicado 31st August 2014 por Alberto N. Manfredi (h)