LA MASACRE DE EZEIZA
El
19 por la mañana, seguía llegando gente al predio de Ezeiza. Trenes y
ómnibus especiales partían desde las provincias llevando a bordo miles
de simpatizantes.
El primer convoy que salió de Mendoza lo hizo el 18 de junio a las 7 a.m., con 700 personas sentadas en sus siete coches. Le siguieron otros cuatro desde diferentes puntos de Cuyo. El primero de la estación General San Martín, en horas del mediodía con aproximadamente 2000 pasajeros, y el segundo por la tarde, el cual engancharía más vagones en la localidad de Palmira, situada a 34 kilómetros al este.
Lo mismo ocurrió en San Juan, San Luis, Bahía Blanca, Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero, Rosario, Santa Fe y las principales ciudades del interior. En las rutas nacionales y provinciales ocurría otro tanto, con ómnibus, colectivos y transportes escolares especialmente contratados, sin contar camiones, camionetas y automóviles particulares convergiendo sobre la Capital desde todos los rincones del país.
Y no era para menos. El hombre que motivaba tamaña movilización era una de las mayores personalidades de la historia de América; una de las principales figuras de la historia universal. El lugar que ocupaba entre los grandes protagonistas del siglo XX mantenía a la opinión pública internacional atenta a lo que ocurría en nuestro medio y a los principales gobiernos pendientes de él. La nota publicada por el diario madrileño “Pueblo”, el 21 de junio con la firma de su director, Emilio Romero, nos ofrece una idea de cómo veía el mundo al líder justicialista.
El primer convoy que salió de Mendoza lo hizo el 18 de junio a las 7 a.m., con 700 personas sentadas en sus siete coches. Le siguieron otros cuatro desde diferentes puntos de Cuyo. El primero de la estación General San Martín, en horas del mediodía con aproximadamente 2000 pasajeros, y el segundo por la tarde, el cual engancharía más vagones en la localidad de Palmira, situada a 34 kilómetros al este.
Lo mismo ocurrió en San Juan, San Luis, Bahía Blanca, Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero, Rosario, Santa Fe y las principales ciudades del interior. En las rutas nacionales y provinciales ocurría otro tanto, con ómnibus, colectivos y transportes escolares especialmente contratados, sin contar camiones, camionetas y automóviles particulares convergiendo sobre la Capital desde todos los rincones del país.
Y no era para menos. El hombre que motivaba tamaña movilización era una de las mayores personalidades de la historia de América; una de las principales figuras de la historia universal. El lugar que ocupaba entre los grandes protagonistas del siglo XX mantenía a la opinión pública internacional atenta a lo que ocurría en nuestro medio y a los principales gobiernos pendientes de él. La nota publicada por el diario madrileño “Pueblo”, el 21 de junio con la firma de su director, Emilio Romero, nos ofrece una idea de cómo veía el mundo al líder justicialista.
El lema electoral de los
peronistas fue “Cámpora al gobierno Perón al poder”. No veo cumplirse este lema
con el general Perón en su casa de Vicente López en Buenos Aires. Donde
únicamente está el poder es en el Estado. El poder entre cortinas se llama
solamente influencia. Ni Castro, ni Mao, ni Nixon, ni Brezhnev mandan entre
cortinas. No ha habido un solo dirigente histórico de nuestro mundo antiguo y
contemporáneo que haya estado instalado en el poder desde su domicilio
particular. Cuando se vuelve es para mandar y no para dar lecciones de
filosofía política. El poder se hace notar, se ve, se palpa y tiene nombres
propios en la Constitución. El poder fuera del poder sería destructivo. Perón
al poder: no veo otra solución que buscar algún parentesco del 21 de junio de
1973 con el 17 de octubre de 1945.
Ese era el hombre que volaba hacia la Argentina y en el cual millones de personas tenían puestas sus esperanzas; el líder que había tenido a las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial pendientes de su política y sus acciones, llegando a considerarlo una amenaza y un potencial peligro para la región y las democracias occidentales.
Una verdadera multitud cubría los campos bajo el despejado cielo de Buenos Aires; desde el enorme palco se la veía como una masa uniforme que se extendía hasta donde alcanzaba la vista, parangonable a los grandes festivales de rock de los Estados Unidos.
La muchedumbre estalló en júbilo cuando los altavoces anunciaron que el avión de Perón se aproximaba a territorio argentino. Para entonces, habían tenido lugar varios números artísticos y la gente había cantado, saltado y entonado estribillos mientras otros miles seguía llegando desde diferentes puntos del Gran Buenos Aires, portando carteles y haciendo flamear banderas.
Gente de la más variada extracción se apretujaba en el gran predio de Ezeiza, junto al Puente El Trébol, desde obreros, campesinos y peones, hasta estudiantes, oficinistas, empleados, dirigentes y las más variadas personalidades del ambiente político, cultural e intelectual del país; todos movilizados por una misma consigna: dar la bienvenida al conductor; hombres y mujeres mayores, adolescentes, niños y mucha juventud, luciendo ponchos, gorras, sombreros y vinchas.
Los organizadores supervisaban la marcha de los acontecimientos y los servicios sanitarios atendían a los descompensados al tiempo que los puestos de alimentos y bebidas se hacían el día con las ventas.
A poca distancia de allí, en las habitaciones 113 y 114, ubicadas en el primer piso del Hotel Internacional, en el Aeropuerto de Ezeiza, la comisión organizadora del acto se encontraba reunida con representantes del gobierno, dirigentes sindicales, miembros del movimiento justicialista y autoridades partidarias, encabezadas por el vicepresidente Vicente Solano Lima, el ministro del Interior, Esteban Righi y el Dr. Juan Manuel Abal Medina, este último en silla de ruedas, por el reciente intento de asesinato.
Según la revista Evita Montonera, desde el día anterior, los edificios aledaños al palco, entre ellos el Policlínico de Ezeiza, la Escuela de Enfermeras y el Hogar Escuela, situado sobre la Ruta 205, frente al Bario Esteban Echeverría, se hallaban ocupados por elementos del Comando de Organización (C. de O.), encabezados por el concejal Rubén Dominico, quienes llevaban brazaletes de la JP y armas de grueso calibre. Cuando la policía bonaerense intentó desalojarlos, Dominico acudió al teniente coronel Jorge Osinde, encargado de la seguridad del acto, quien se dirigió al Destacamento de Caballería regional para advertir que los grupos en cuestión debían permanecer en sus posiciones. Reforzados esos grupos por mayor número de efectivos, en este caso al mando de Reinaldo Rodríguez1, segundo en el escalafón del C. de O.
Cerca de las 02:15 se generó un tumulto en las inmediaciones del palco, que comenzó con forcejeos e insultos y culminó en un desbande generalizado, agresiones físicas y disparos de armas de fuego.
Las personas que se encontraban próximas, intentaron alejarse, provocando caídas y apretujamientos que se agravaron con la llegada de ambulancias y otros vehículos.
Varios legisladores se acercaron hasta el lugar, provenientes del aeropuerto, para intentar llevar la calma a los más exaltados, pero las agresiones continuaron, tornándose más violenta a medida que pasaban los minutos.
Al parecer, grupos de la izquierda peronista quisieron ubicarse delante de escenario y varios hombres con brazaletes se lo impidieron. Fue en esa ocasión que comenzaron los golpes y las provocaciones, pasándose de los insultos a las manos y de éstas al uso de diversos objetos.
Personas extremadamente exaltadas corrieron hasta el lugar para apoyar a los suyos y fue entonces que varias de ellas extrajeron armas y comenzaron a disparar.
Al frente de los grupos encargados de la seguridad se encontraba el mencionado teniente coronel Osinde, uno de los máximos exponentes de la derecha peronista, a cuyo mando se hallaba el veterano capitán Roberto Máximo Chavarri, un oficial justicialista dado de baja del Ejército en 1955, tras el triunfo de la Revolución Libertadora.
Las inmediaciones del palco antes de comenzar los incidentes |
Chavarri
tenía a su cargo gente armada, cuya misión era mantener el sector
inmediato al palco despejado para los mandos sindicales y las
agrupaciones afines.
Chavarri intentó evitar que se aproximaran al lugar de los incidentes y decidido a detenerlos, alzó su pistola 11,25 y apuntó, pero antes de accionar el gatillo, Simona disparó el arma que llevaba en la derecha y lo abatió.
La gente del capitán Ciro Ahumada, que actuaba en coordinación con aquel, accionó sus ametralladoras, matando a Hugo O. Lanvers, estudiante de 16 años perteneciente a la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), e hiriendo de gravedad a Nell y Simona cuando intentaban reunirse con su gente en el sector de los árboles.
Lanvers murió en el acto, al recibir un disparo en el rostro; Nell fue perseguido y apaleado hasta quedar cuadriplégico2 y a Simona lo molieron a cadenazos, para rematarlo de un disparo en la cabeza.
El pánico se generalizó cuando varias personas cayeron cubiertas de sangre y otras al ser embestidas por las oleadas humanas que intentaban ponerse distancia con los bandos en pugna. Elementos sindicales, principalmente de la UOM, la UOCRA y SMATA, cerraron filas para impedir a los militantes de izquierda alcanzar el palco, disparando a mansalva; en medio de ese caos, la gente pedía auxilio y muchos otros intentaba socorrer a los heridos. Algunos gritaban, otros insultaban en tanto las sirenas de las ambulancias tornaban más tensa y confusa la situación.
Hombres y mujeres yacían cuerpo a tierra, incluyendo a los 400 músicos de la orquesta sinfónica o corrían para cubrirse detrás de vehículos, árboles, puestos de venta y todo lo que sirviese de cobertura. Mujeres y niños lloraban en tanto integrantes de la JP y otras agrupaciones corrían de un lado a otro, tratando de detener la locura.
En esos momentos, se escuchó por los altoparlantes la voz del locutor oficial intentando llamar a la cordura:
-¡Por favor, compañeros, tengan calma. Desde las copas de los árboles se están efectuando disparos de armas de fuego. No lo hagan más. Necesitamos orden y calma para que esto sea una fiesta!
En efecto, al verse desbordados, los militantes de izquierda retrocedieron y desde los bosques cercanos dispararon irracionalmente contra las fuerzas de choque sindicales que les habían ocasionado varios heridos.
Mientras tanto, las personas que quedaron atrapadas en el fuego cruzado, yacía cuerpo a tierra, muchas de ellas sangrando y quejándose.
Dado el cuadro de situación, la dirigente Norma Kennedy se hizo llevar hasta el Hotel Internacional para informar lo que estaba sucediendo. Ni bien entró al hall de la estación aérea, convocó a los periodistas que cubrían la llegada y les pidió que se reuniesen en torno a ella porque tenía que hacer una declaración. Con las cámaras apuntándoles y los micrófonos rodeándole, la combativa dirigente dijo:
-Compañeras y compañeros, en estos momentos se produce un fuego graneado sobre el palco donde esperamos recibir a nuestro conductor, el general Perón. Pese a todos los intereses oligárquicos, monopólicos e imperialistas, se producirá la presencia del general Perón en nuestra tierra. De allí surgen los disparos. El general Perón viene a definir el proceso de la liberación popular y nacional en la argentina. Y lo hará, aunque haya que pagar una cuota más alta de sangre todavía. El pueblo argentino vive hoy un día de júbilo. Lo prueban dos millones y medio de personas en el Puente 1 y un millón más avanzando por las carreteras. Perón es la patria, la Nación, y es el pueblo y con tal representación llegará y se hará cargo de las esperanzas del pueblo para conducirlo una vez más a la victoria. Los hombres y las mujeres que han abandonado sus hogares sin más armas que sus esperanzas en la justicia y el pan, no serán derrotados. El Comando Superior Peronista está de pie con Perón a la cabeza y no hay fuerza extranjera o nativa capaz de derrotarlo. En nombre de la señora Isabel Martínez de Perón, agradecemos a ñas mujeres del pueblo el coraje cívico que están demostrando. La consigna es: “Perón es patria. Patria o muerte”.
Ni bien terminó de hablar, el periodismo abordó a la dirigente, para indagar sobre los próximos pasos de Perón y corroborar si la situación en la zona del palco estaba bajo control. Nada de lo que Kennedy respondió se ajustó a la realidad.
Pregunta: Señora Kennedy, ¿usted cree que el general Perón va a ir al Puente 1?
Norma Kennedy: Si, va a ir.
Pregunta: ¿Usted cree que la situación esté dominada?
Norma Kennedy: Si, está dominada. Siempre triunfa la voluntad porque nadie puede ejercer presión.
Pregunta: ¿A qué hora cree usted que llegará el general Perón?
Norma Kennedy: Tengo entendido que por lo menos viene con una hora de retraso.
Detrás de Norma Kennedy llegó el teniente coronel Osinde, que como se ha dicho, era uno de los responsables de la seguridad del acto y cabeza visible de la ultraderecha peronista. Venía a poner al tanto a sus mandos de lo que ocurría en el Puente 12, dejando momentáneamente a cargo al general (RE) Miguel Ángel Iñíguez, cabeza del denominado Comando de Organización Revolucionaria, agrupación encargada de las comunicaciones. que contaba con camionetas y furgones del Automóvil Club Argentino, provistos de radios y antenas.
Necesitada de tomar una decisión de manera urgente, la conducción peronista mantuvo ahí mismo un cónclave y a ello estaba abocada cuando desde la zona del palco llamaron para informar que la calma había renacido, que la cantidad de personas en la parte posterior del palco, un área prohibida para quienes no pertenecieran al comité de organización, iba en aumento y que las agrupaciones juveniles encargadas de la custodia se reorganizaban pero las vallas de contención habían sido desbordadas.
Legisladores e integrantes del Movimiento Nacional Peronista se encaminaron hasta el lugar para corroborar esa información, pero ni bien estuvieron de vuelta para confirmar la versión de que todo estaba en orden, volvió a sonar el teléfono para dar cuenta de nuevos desmanes, mucho más violentos que los anteriores.
Eran las 16:15 cuando columnas montoneras, acompañadas por militantes de las FAR y las FAL, fueron interceptadas por elementos en la Autopista Ricchieri. Se produjo entonces un enfrentamiento cuerpo a cuerpo en el que se utilizaron todo tipo de objetos, incluyendo las astas de las banderas que muchos de los manifestantes venían agitando.
Al cabo de varios minutos -que parecieron horas-, se escucharon nuevamente descargas de armas de fuego que provocaron nuevos desbandes.
Al ver a la gente de izquierda rodeada por elementos de la derecha sindical y la JP, cuadros del ERP ubicados a la izquierda del palco, abandonaron sus posiciones y dando un gran rodeo, se dirigieron al lugar de los hechos para abrir fuego a mansalva.
Desde los árboles y otros puntos de las inmediaciones, grupos sindicalistas y el Comando de Organización (C. de O.) que respondía a las órdenes de Alberto Brito Lima, devolvieron la agresión, abatiendo a numerosos militantes. Desde el palco, la gente de Osinde les brindaba cobertura, buscando alejar a los izquierdistas con armas cortas, carabinas, escopetas de caño recortado y hasta ametralladoras.
Estalla la violencia. La gente corre para ponerse a cubierto |
La JP y la Juventud Sindical Peronista, disputaban los accesos a las columnas Montoneras cuando fueron tiroteadas desde los bosques situados a 150 metros a la izquierda. Varios de sus cuadros cayeron heridos y comenzaron a ser retirados en tanto llegaban al lugar los grupos despachados por Osinde, con la consigna de matar o morir.
Tampoco las fuerzas de izquierda se cuidaban a la hora de accionar sus armas de ahí los numerosos caídos que se produjeron entre los simples asistentes que intentaba desesperadamente alejarse del lugar, muchos de ellos cargando niños pequeños.
Se vio a personas rodar por el suelo, en especial las de mayor edad y ser pisoteadas por la estampida, pereciendo algunos asfixiados.
Militantes de las agrupaciones de izquierda seguían tirando contra el palco, para neutralizar a la gente de Osinde, así como a quienes luchaban en la Autopista, pero sus esfuerzos resultaron vanos.
Fue cuando la locura pareció alcanzar su clímax.
Viendo que su gente cedía, montoneros y militantes del ERP, las FAR y las FAL comenzaron a retroceder, tirando contra cualquier cosa que se moviera.
Elementos sindicales, apoyados por el Comando de Organización, las fuerzas de choque de Osinde y hasta ex miembros la Guardia de Hierro, fundada en 1962, se lanzaron en su persecución.
Para entonces, trece personas habían muerto y varias decenas se encontraban heridas, muchas de ellas de gravedad, sin embargo, lo que sucedió a partir de ese momento, rebasó todo lo imaginable.
A un joven del interior, que se encontraba escondido detrás de un árbol junto a su madre y su hermana, lo agarraron entre varias personas y lo comenzaron a golpear con inusual salvajismo.
-¡Montonero de m…, te vamos a matar! – le gritaban mientras le propinaban golpes y patadas y le pegaban con palos, piedras y barras de hierro.
-¡¡No me peguen, no pe peguen…– gritaba desesperado el muchacho, que no superaba los 25 años -, yo no hice nada!!
Su madre y su hermana lloraban y rogaban por su vida.
-¡¡No le peguen, por favor, llegamos esta mañana del interior!!
Los salvajes tomaron al muchacho de los pelos y le abrieron el cuello con una navaja, desde la nuez hasta la nuca, arrojándolo al suelo para que se desangrara.
Cerca de allí, fuerzas de choque sindicalistas agredían brutalmente a dos hombres agazapados junto a una cerca. Al mismo tiempo, otros matones se la tomaban con los periodistas, apaleándolos y destruyéndoles sus cámaras, a las cuales arrojaban al piso y luego pateaban.
Un militante de la Juventud Sindical Peronista alcanzó a identificarse y eso lo salvó.
-Está bien, seguí -le dijeron–, pero no saques más fotos.
Al resto, no los trataron con la misma deferencia.
Un automóvil blanco ardía detrás del palco en momentos en que grupos derechistas pugnaban por acercarse a los montes para desalojar a los francotiradores pero desde las copas de los árboles y detrás de los troncos, les disparaban con determinación, dificultando su avance. El intercambio de fuego duró varios minutos mientras decenas de personas ajenas a la violencia se arrastraban o corrían en busca de protección.
En determinado momento, un sujeto de gran corpulencia, alto, de bigotes y anteojos obscuros, perteneciente al C. de O (llevaba un brazalete de esa organización), saltó del palco y echó a correr hacia los árboles, disparando con su pistola de 11,25. Al vaciar su cargador, se detuvo para recargar sin percatarse de que varios desconocidos avanzaban hacia él. Cuando quiso reaccionar, le cayeron encima, le quitaron el arma y lo mataron, destrozándole el cráneo con un tronco.
De pronto, se vio un Peugeot 404 emerger de entre el gentío a toda velocidad, para girar bruscamente a la derecha y escapar en esa dirección, seguido de cerca por otro automóvil color obscuro, mientras desde su interior disparaban indiscriminadamente contra la multitud.
Para entonces, se vivían escenas propias del infierno.
Según algunas versiones, en los bosques circundantes, militantes de la derecha peronista colgaron a varios montoneros de los árboles y allí dejaron sus cadáveres, meciéndose lentamente bajo las copas, pero nunca nadie pudo mostrar esas imágenes. También se ha afirmado que la televisión sueca captó cuando a un joven izquierdista lo castraban con un trozo de lata y lo dejaban desangrarse, pero tampoco se vieron tales escenas ni a los grupos montoneros rematando a personas con disparos en la cabeza. Pero lo que es seguro, es que ese día, hubo muchos más muertos que los que se anunció oficialmente.
La gente, enardecida, comenzó a perseguir a los militantes armados y los apaleaba donde los encontraba. Muchos fueron muertos en el mismo lugar donde eran capturados y otros conducidos hasta el palco, para ser entregados a la gente de Osinde.
Fue en ese momento que las cámaras registraron aquellas escenas que dieron la vuelta al mundo, cuando los cautivos de izquierda, muchos de ellos responsables de los tiroteos, eran izados por los matones derechistas para ser golpeados salvajemente, apaleados y muchos de ellos ejecutados posteriormente e incluso torturados en las habitaciones del Hotel Internacional.
Gente armada responde la agresión |
Uno de los primeros en ser izado fue un joven rubio, corpulento, de pullover obscuro y pantalón claro, el cual fue golpeado con vigas y palos tanto desde arriba como de abajo del palco. La gente lo insultaba y pedía a los que se encontraban en la parte superior, que lo mataran. Le siguió otro de suéter blanco y pantalones gris obscuro, que recibió varios golpes en la cabeza y el rostro y así sucesivamente, todos prisioneros de la Juventud Peronista, responsables y partícipes del desastre. A medida que los subían y los arrojaban a las tablas, la gente de Osinde los golpeaba y pateaba y luego mostraba en triunfo las armas que les confiscaban, desde ametralladoras y carabinas hasta martillos y bombas molotov.
Las ambulancias no daban abasto en su tarea de evacuar heridos, los bomberos y las postas sanitarias tampoco.
El Policlínico de Ezeiza fue desbordado (contaba con 300 camas) razón por la cual, los cuadros más graves debieron ser derivados a otros nosocomios a bordo de helicópteros, en tanto la policía, que se había mantenido alejada en el peor momento de los enfrentamientos, se aproximó tímidamente para restaurar el orden.
Aun así, la locura continuaba y al tiempo que decenas de personas corrían y rodaban por el suelo, otros dementes seguían disparando.
Momentos de tensión se vivieron cuando personal médico y paramédico que evacuaba heridos del Hospital de Ezeiza era tiroteado desde la lejanía, obligándolos a buscar refugio junto a los helicópteros, lo mismo las ambulancias, que en su veloz desplazamiento, sufrieron impactos de bala en sus carrocerías.
Con el avión que traía a Perón aproximándose a Montevideo, los enfrentamientos parecieron arreciar, de ahí la decisión de desviarlo hacia otro punto, en resguardo de su persona.
Desde la torre de Ezeiza se estableció contacto con la cabina para informar lo que estaba sucediendo y luego de ser notificado personalmente por el piloto, el ex mandatario estuvo de acuerdo en cambiar el lugar de aterrizaje.
Se habló primero de hacerlo en la Base Aérea de El Palomar pero finalmente se decidió por la VII Brigada de Morón, hacia donde la aeronave viró lentamente cambiando su trayectoria. Las versiones de que el aparato pasó por encima del predio donde se iba a realizar el acto son falsas.
Un militante de izquierda esgrime un arma
|
Informado el comando de recepción, en la habitación 114, Solano Lima abordó un helicóptero y partió inmediatamente hacia la unidad militar, acompañado por el escribano Jorge Garrido y algunos custodios3. Pasadas las 18:00, los enfrentamientos comenzaron a menguar. Según el tendencioso documental La República perdida, varias decenas de cadáveres quedaron en el lugar o fueron recogidos por los respectivos bandos. Algo parecido sostienen numerosas fuentes, pero la cifra oficial de fallecidos fue de trece personas. En la misma no se incluyen los heridos de bala que fallecieron en los días posteriores como tampoco la gente que fue retirada del lugar y ejecutada en otros sitios.
Aun así, hablar de trece muertos luego de los testimonios que ofrecieron testigos de los hechos, en especial médicos y enfermeros, es irrisoria4. El Ministerio de Bienestar Social de la Nación se ocupó de ocultar las cifras y manipular la información, digitando lo que se debía publicar e incluso, censurando notas y reportajes. Había órdenes de impedir la difusión de noticias y minimizar los hechos.
Un indicio de que el dato es falso lo tenemos en la toma del Policlínico de Ezeiza por grupos fuertemente armados, que no dejaron al periodismo acercarse.
De allí se vio sacar a varios cuerpos hacia los helicópteros, los cuales, como se ha dicho, eran tiroteados desde lejos, lo mismo el personal sanitario.
Un médico reporteado por un canal de televisión, al parecer en el Policlínico de Lanús, informó que al aproximarse con la ambulancia al costado izquierdo del palco comenzó a sentir los balazos y vio a gran cantidad de gente que corría en diferentes direcciones, muchas de ellas víctima de crisis nerviosas, ansiedad e histeria. Al ser indagado al respecto, dijo haber presenciado numerosa cantidad de heridos y muertos, los cuales vio con su gente personalmente, solo en ese sector.
-¿Usted diría que también se utilizaron ametralladoras en esa circunstancia? – pregunta el periodista.
-Todo el mundo [lo] comentaba. Personalmente yo no las vi, pero todo el mundo comentaba que había ametralladoras.
-¿Qué tipo de heridos le tocó atender a usted?
-Bueno, heridos así de importancia después vi en el Policlínico de Ezeiza, ahí fundamentalmente con balas a nivel del cráneo, o sea que la mayoría d elas balas fueron tiradas desde la altura y que se hablaba que se tiró desde el palco y desde los árboles. Y también algunos heridos.
Justo en ese momento, apareció un sujeto de abundantes patillas que intentó interrumpir la nota.
-Me cortás –dijo en tono amenazante frente a las cámaras- Me cortás un momentito, discúlpame.
En ese instante, el médico, visiblemente nervioso, dejó de hablar.
-Escuchame una cosa–dijo el desconocido- Hay una orden del director de [allí el audio se torna difuso]. ¿Me pedís una gauchada?
El reportero intenta seguir con su trabajo pero el sujeto insiste con mayor vehemencia.
-Te lo pido por favor –se lo oye decir elevando el tono- Te lo pido por favor. Escuchame, me estás filmando. Esto es malo para el país…
Y así siguió, a la vista de los curiosos que presenciaban el reportaje, hasta que tras amenazar al grupo, se hizo a un lado, siguiendo atentamente lo que se decía.
El médico, visiblemente preocupado, continuó respondiendo pero ya lo hizo en otro tono y allí el periodista, decidió terminar su labor.
-¿Cuál sería en síntesis su opinión, doctor, de lo que usted debió vivir lamentablemente esta tarde en Ezeiza?
-Bueno, que fue una jornada [en la] que había un millón, por lo menos uno, dos millones de personas que iban alegremente a disfrutar de un día de alegría, evidentemente popular…
-Más, más- dijo alguien detrás.
-…y que evidentemente se tronchó totalmente por una actitud que no está muy clara [en cuanto a] como se originó. Evidentemente nadie de los que estaba ahí vio claramente como fue el origen en la zona donde se estaba…
-Al margen de esta perturbación, doctor, tres millones de personas estaban en Ezeiza. ¿Usted notó que en algún otro lugar de esta extraordinaria aglomeración nunca vista en el país hubiera algún otro tipo de desmán, algún otro disturbio?
-No, [en] la zona donde to estuve y estuvimos recorriendo toda la Ricchieri prácticamente no se vio nada más que alegría, gritos, y nada más. No había situaciones de tensión prácticamente en ningún momento.
-Muchas gracias, doctor.
Sintiéndose observados, tanto el médico como el periodista cambiaron el tono del reportaje significativamente.
Acto seguido, el reportero se dirigió al sujeto de patillas que había intentado cortar la nota, el cual, como se dijo, permaneció en el lugar junto a personas de su entorno.
-¿Hay muertos en el Policlínico de Lanús?
-No señor –respondió el sujeto con cara de pocos amigos-. Gracias a Dios, no.
-¿Cuántos son los heridos? -Bueno, calculamos de cuarenta a cuarenta y cinco heridos.
-¿Alguno de gravedad?
-De gravedad, ninguno, porque se han operado y, gracias a Dios, han salido con éxito todas las operaciones que se han hecho acá5.
Sobre la verdadera cifra de muertos, el general Ramón Genaro Díaz Bessone reproduce en su libro Guerra Revolucionaria en la Argentina (1959-1978), lo que publicaciones y personalidades de la época sostuvieron en su momento, incluyendo a los grupos subversivos a través de sus publicaciones. Así, por ejemplo, luego de reproducir párrafos de Evita Montonera sostiene que el relato de la matanza, con tintes propios en favor de Montoneros, se ajusta en general a lo dicho por los diarios [cosa que es exacta]. Reconoce el gran número de muertos y heridos que se produjeron y pone en boca del senador Perette "que Ezeiza había costado 400 muertos y muchos más heridos, lo que personalmente hemos podido constatar en la página 17 de la edición Nº 5 de dicha publicación (junio-julio de 1975). En su libro Perón y la Triple A, Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó reproducen declaraciones del ex militante montonero Jorge Gaggero de acuerdo a las que el número de muertos ese día fue de 37. "Yo estaba en el Ministerio del Interior y recibía los partes de la policía. 37 muertos que yo recuerdo bien porque leí completos los informes, eran 500 páginas"6.
Díaz Bessone reproduce palabras de Carlos Brocato, según el cual, los muertos y heridos aquella tarde se contaban por decenas, unos cuatrocientos, además de una cantidad de heridos imposible de calcular. Citando el libro de Norberto O. Beladrich, El parlamento suicida (Editorial Depalma, septiembre de 1980, p. 48), agrega: "...fue tal la magnitud de lo ocurrido, que la televisión sueca propaló en horario restringido a los menores, una película documental tomada por un periodista de esa nacionalidad que asistió a la concentración. Y el recaudo horario se justifica, por cuanto una de las escenas del corto registró una castración llevada a cabo con una lata vacía".
Claro que de haber sido cierta tales versiones, autores como Gustavo Plis Sterenberg y Eduardo Luis Duhalde se encargarán de decir que en realidad, los montoneros y el ERP se desvivían por poner a cubierto a los inocentes asistentes al acto y a los vecinos de los alrededores, aún a riesgo de sus vidas y que militares disfrazados de elementos de la JP, apoyados por cuadros parapoliciales y sindicalistas armados, asesinaban y torturaban gente por puro placer, la secuestraban para robarle o violarla y luego la hacían desaparecer sin un juicio justo
A las 16:49 el avión que traía a Perón, tocó pista en la Base Aérea de Morón, eludiendo de esa manera la inmensa cobertura periodística que se había montado en Ezeiza desde el día anterior.
Perón aterriza en Morón |
Inmediatamente después, el pasaje comenzó a descender. López Rega lo hizo en primer lugar, seguido por Perón, quien fue recibido por el jefe de la base aérea en la parte superior de la escalerilla. Detrás suyo hicieron lo propio Cámpora, Solano Lima, Isabel Perón y María G. Acevedo, y detrás Rucci y los viajeros restantes.
Ni bien ingresaron en el hall central, Perón, Cámpora, Solano Lima y los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas se dirigieron a una sala del primer piso del edificio, para mantener una reunión a puertas cerradas que finalizó a las 17:00 horas cuando el presidente de la Nación habló por cadena nacional.
Dijo en esa ocasión:
Compañeras y compañeros, el
general Perón ha tocado nuevamente suelo de la Patria. Está perfectamente bien,
animado y satisfecho de este viaje que ha realizado con total normalidad, pero
llegado cerca de Ezeiza, nos fue informado de que están en contra del país
pretendieron distorsionar el acto en el cual se había congregado una
inmensa muchedumbre, nunca vista en nuestro
país, de más de seis millones de compañeros y compañeras para establecer en el
día de hoy, el Día de la Bandera, que debe cobijarnos a todos y recibir
jubilosamente a quien es el conductor y el líder de la amplia mayoría de la
ciudadanía argentina.
El general Juan Perón me
pide les transmita a ustedes sus mejores sentimientos, sus mejores afectos, y
por mi intermedio les dice que está más que nunca confundido con su pueblo, de
hoy en adelante porque siempre sostiene que él es lo mejor que tiene la
República Argentina.
El general Perón se dispone
en estos momentos a dirigirse a su casa y promete que su palabra será escuchada
por los 26 millones de habitantes el día de mañana, a las 21 horas.
Como presidente argentino,
y en representación del movimiento nacional peronista y de todas las fuerzas
que apoyan el proceso de institucionalización, les pido que aquella frase del general
Perón se haga nuevamente cierta en esta oportunidad: “De la casa al trabajo y
del trabajo a la casa”. El pueblo tiene plena vigencia en este gobierno popular
y nacional.
El pueblo ha de lograr sus
objetivos definitivos y ahora más que nunca que se encuentra el general Perón
entre nosotros ya en forma definitiva. Compañeros y compañeras: con estas
palabras les agradezco como presidente argentino y en nombre del general Juan
Perón, las molestias que en el día de hoy ustedes se han tomado para hacer
vivir un día de júbilo en el recibimiento apoteótico que ha tenido el general
Perón, nunca visto en la República Argentina.
Les agradezco en nombre de
él y en el mío propio y les pido disculpas por todas las molestias, pero
debemos tener en definitiva una alegría inmensa. El general Perón ha puesto
nuevamente sus pies en suelo patrio, ya en forma definitiva, para conducir a
este país a hacer una Argentina liberada.
En tanto los enfrentamientos en Ezeiza arreciaban, Perón junto a su esposa, el Dr. Cámpora, la señora Acevedo y José López Rega abordaron el helicóptero Bell UH-1H matrícula H-15 que aguardaba en la plataforma 2 y a los pocos minutos partieron hacia la Quinta Presidencial de Olivos, donde se posaron a las 18:15 horas.
Imágenes
Titulares |
El gobernador de la provincia de Buenos Aires, Oscar Bidegain, en el palco junto a su esposa y sus hijas Cristina y Gloria |
Cualquier cosa sirve para escapar de las balas (Fotografía: "La Razón") |
Un desconocido corre hacia los bosques llevando un arma en su diestra (Fotografía: "La Razón") |
Un hombre es linchado por militantes de derecha. Está acusado de disparar contra la multitud desde las copas de los árboles. No tardará en ser ajusticiado (Fotografía: "El Descamisado") |
Poco antes de comenzar los incidentes este sujeto se encontraba en el palco con la gente de derecha (Fotografía: Revista "Gente") |
Dos escenas diferentes. A la izquierda, un hombre armado pasa junto a personas agazapadas. A la derecha, grupos sanitarios evacúan a un herido (Fotografía: Revista "Gente") |
Un automóvil incendiado detrás del palco (Fotografía: "La Razón") |
Arriba, un hombre muerto es retirado. Debajo, un joven del interior huye junto a su madre luego de una golpiza (Fotografía: "El Descamisado") |
Lluvia de balas sobre sus cabezas (Fotografía: "El Descamisado") |
Otro hombre armado en el palco (Fotografía: "La Prensa") |
Base Aérea de Morón. El escribano Jorge Garrido repone en sus funciones a Cámpora dentro del avión. Perón y Solano Lima rubricarán el acta (Fotografía: "La Razón") |
Dentro del Boeing. Cámpora y su esposa, el escribano Garrido Perón, Isabel y Solano Lima luego de la ceremonia (Fotografía: "La Razón") |
Perón desciende la escalerilla en Morón, trabajadores de las inmediaciones se desesperan por saludarlo (Imagen: "La Razón") |
Perón ha descendido del avión y se dirije al edificio de la VII Brigada Aérea,
escoltado por Solano Lima y López Rega. Detrás suyo, el jefe de la Base (Fotografía: "La Prensa") |
Policlínico de Ezeiza. Familiares buscan en las listas ea sus seres queridos (Fotografía: "La Prensa") |
Notas
1 Evita Montonera, Año 1, Nº 5, Junio-Julio de 1974 p. 14 y ss
2 Subversivo
argentino, miembro de las Fuerzas Armadas Peronistas y posteriormente de
Montoneros. En su primera militancia perteneció al Movimiento Nacional Tacuara.
Participó en el asalto al Policlínico Bancario, el 29 de agosto de 1963, donde
mató a dos empleados e hirió a un tercero. Recibió instrucción militar en China
y regresó al país para incorporarse a la lucha armada. En 1970 se trasladó a
Montevideo para incorporarse a las filas de Tupamaros. Detenido algunos meses
después, protagonizó la espectacular fuga de Punta Carrtetas, el 6 de
septiembre de 1971, huyendo junto a 140 presos. Quedó cuadripléjico durante los
incidentes de Ezeiza, hecho que lo sumió en una profunda depresión que lo llevó
al suicidio, el 9 de septiembre de 1974. El hecho ocurrió en la abandonada
estación Anchorena de la localidad de Martínez, perteneciente a la línea Retiro-Delta
del ferrocarril Mitre aunque versiones posteriores dan cuenta de que fue
ejecutado por sus compañeros montoneros debido a sus disidencias con la
conducción, Criticó duramente el asesinato de Rucci.
3 Para
apaciguar los ánimos, se le sugirió a Solano Lima que se dirigiese al predio
donde tendría lugar el acto y hablase a la multitud pero dada la situación
imperante, la idea fue descartada.
4 Algo
parecido sucedió varios años después durante los incidentes que se registraron
en el Parque Indoamericano de la ciudad de Buenos Aires, en diciembre de 2010.
En la oportunidad, vecinos del lugar atacaron a inmigrantes ilegales que habían
ocupado el predio. En un primer momento, se anunció oficialmente que habían
muerto cuatro personas, dos bolivianos e igual número de paraguayos. Pasados
unos días, la cifra bajó a tres y así se mantuvo hasta que se volvió a hablar
de cuatro víctimas fatales cuando en realidad, la cantidad fue muy superior.
Las escenas registradas por la prensa mostraron a residentes de las
inmediaciones disparando armas de fuego e incendiando carpas; incluso fueron
identificados varios barras bravas atacando a los inmigrantes pero el gobierno
nacional y el local, manipularon las cifras para minimizar lo ocurrido. Y como
siempre ocurre en estos casos, el periodismo argentino, obsecuente y cobarde,
les hizo el juego. El locutor de un noticiero de la Capital Federal llegó a
decir que un hombre al que se veía accionar un revolver calibre 38, en realidad
“estaba haciendo como que disparaba pero no lo hacía”. Entre los muertos hubo
dos alcanzados por disparos no policiales, uno de ellos el boliviano Juan
Castañares Quispe, de 38. En los días posteriores, varias familias de inmigrantes
buscaban a sus familiares, sin que se tuviera noticias de ellos.
5 Este
reportaje está disponible hasta hoy, enero de 2018, en Youtube
https://www.youtube.com/watch?v=CtFu8xsdvuE&t=1s
6 Sergio Bufano y Lucrecia Teixidó Perón y la Triple A, Sudamericana, Bs. As., 2016, p. 52. Cita Anuario de la lucha armada en la Argentina, 2013, pp. 68-69.
Publicado 27th June 2016 por Alberto N. Manfredi (h)