SAPPER HILL
A las 07.00 del aquel aciago 14 de
junio, solamente tres posiciones argentinas resistían en monte Tumbledown, una
de ellas, la del bravo teniente Vázquez y otra el BIM5 al mando del capitán
Robacio. Para entonces, el conscripto Acosta agotaba las últimas cargas de su
ametralladora pesada MAG y sus compañeros Güida y Pérez, a cargo de los
morteros de 60 mm,
combatían con fusiles porque los proyectiles destinados a sus piezas se habían
consumido.
En esa situación se encontraban
estos últimos cuando una granada cayó en su trinchera y sus esquirlas les
destrozaron las piernas.
Ahogados por el humo, los soldados
se arrastraron fuera del pozo, tosiendo sin parar, hasta que un grupo de
ingleses se les acercó a brindarles ayuda. Tumbledown estaba cayendo.
En otra parte, el contraataque del
subteniente Vilgré La Madrid
se prolongó hasta las 06.30 gracias al apoyo de fuego del teniente de navío
Ubaldo Pagani y las piezas de 155
mm del Grupo 3 de Artillería.
Durante el repliegue fue rescatado
el conscripto Muelas, un ametralladorista escocés fue abatido por el cabo
Valdés con la granada de un fusil PDF y en un punto distante, la ametralladora MAG
del cabo segundo Robles contenía un intento de penetración por el flanco
izquierdo.
A las 08.30, el teniente Miño,
herido en una pierna, ordenó el repliegue hasta la posición ocupada por el
teniente Villarraza, llevándose consigo al suboficial Ponce, al guardiamarina
De Marco y a los veintiún hombres que tenía a su cargo. Una hora después, sin
ninguna baja, alcanzó el puesto de mando del capitán Robacio quien el ver las
condiciones en las que se encontraba, lo derivó al hospital mientras retenía a
su gente para reagruparla en Sapper Hill, siguiente objetivo de las fuerzas
británicas.
Para entonces, las compañías “Obra” y
“Nacar”, o mejor sería decir, lo que quedaba de ellas, se habían replegado
en tanto la Sección
4 del teniente Vázquez se rendía al enemigo tras una lucha catalogada
por los mismos
británicos como heroica. Los argentinos en Tumbledown perdieron 30
hombres y tuvieron cerca de un centenar de heridos en tanto los ingleses
acusaron 10 muertos y 53 heridos aunque todo parece indicar que ocultan
algunas
bajas más.
El siguiente objetivo británico,
según se ha dicho, era Sapper Hill, último bastión de la defensa argentina
antes de Puerto Argentino. Lo defendía la 3ª Sección de la Compañía “Mar”, a cargo
del guardiamarina Alejandro Koch cuyas posiciones debieron ser reubicadas por
encontrarse de cara a la costa.
Mientras los ingleses se aprestaban
a lanzar el ataque, algunas secciones como la del cabo segundo Carlos Jorge
Sini reforzaban el perímetro defensivo, desplegándose unos 100 metros una de otra.
El batallón recibió la orden de
retroceder hasta la capital, movimiento que debía efectuar bajo la protección
de la sufrida sección del guardiamarina Koch.
A las 13.30, cuando éste último se dirigía
al puesto de comando para solicitar órdenes, aparecieron tres
Sea King provenientes del recientemente evacuado monte Williams, con la
evidente intención de desembarcar efectivos.
El cabo segundo Sini observaba con
verdadero espanto a Koch, caminando sin percatarse de lo que ocurría y como un
conscripto lo alertaba a gritos indicándole ponerse a cubierto.
Los aparatos lanzaron una cincuentena de efectivos desde muy baja altura, los cuales se desplegaron por el terreno, a 300 metros de un
contenedor abandonado y 1000 de donde se encontraba Koch.
El guardiamarina corrió hasta
un puesto de ametralladoras y una vez ahí, ordenó a sus servidores abrir
fuego. Los hombres se apresuraron a obedecer disparando varias ráfagas,
mientras los conscriptos apostados cerca accionaban sus fusiles FAL.
Cuenta Emilio Villarino en Batallón
5, que los ingleses, sorprendidos por una presencia que no esperaban, se
dispersaron velozmente y buscaron cobertura detrás del contenedor, respondiendo
la agresión con sus armas automáticas y sus morteros1.
Alcanzado por el fuego de las
ametralladoras, uno de los helicópteros comenzó a humear y otro se
posó pesadamente, con el rotor averiado a causa de los impactos.
El combate fue creciendo en
intensidad a medida que los británicos avanzaban.
La metralla hirió al conscripto
Leyes en el cuello y la cabeza, lo mismo a su compañero Eleodoro Monzón, que
recibió un impacto cuando iba a disparar su lanzacohetes. Al soldado Walter
Cabral se lo dio por muerto al no responder los llamados de Sini y este último,
junto a al apuntador Sergio Robledo, cayeron heridos por las esquirlas de un
proyectil de mortero.
Koch corrió hasta donde se
hallaban tirados ambos y comprobó que el primero estaba inconsciente en
tanto el segundo, bastante mareado, no podía mover el brazo derecho.
El resto de la sección comenzó a
replegarse en “combate retrógrado”, maniobra muy conocida por los conscriptos
por haberla practicado infinidad de veces antes de pasar a las islas, y así
llegaron hasta la capital.
Durante los enfrentamientos en Sapper Hill cayó herido el soldado Marcos Irrazabal,
ametrallado por dos Sea Harrier cuando corría por el campo junto a un compañero,
en procura de alimentos. Los proyectiles le dieron en el brazo izquierdo al que
debieron amputarle una vez finalizada la guerra.
La
primera sección se
replegó bajo las órdenes del conscripto Paredes, quien asumió el mando
tras la muerte de Leyes. La última fue la de Koch y el
herido Sini, a la cual también pertenecía el soldado ametralladorista
Colbeneyer. Mientras lo hacían, Sini cargaba al agonizante soldado
Robledo, quie acabó muriendo en sus hombros a poco de echar a andar.
Así fue como llegaron a un
descampado de 800 metros
de extensión que debieron atravesar en medio de la resolana, cubiertos por el
inesperado apoyo de la ametralladora manipulada por el conscripto Castillo, de
la sección al mando del cabo Maciel.
Al ver al grupo de Koch en retiraba, Castillo abrió fuego, conteniendo a los británicos el tiempo
suficiente como para darle a los suyos tiempo de replegarse.
Para entonces, los británicos
dominaban las alturas circundantes y estrechaban el cerco en torno a la
capital. Entonces, sus avanzadas en Sapper Hill fueron testigo del
aterrizaje de un nuevo Hércules C-130 en cuyas bodegas transportaba pertrechos y se
aprestaba a evacuar personal.
Al verlo tocar tierra, el mayor
Armitage del Para 2 ordenó tirar contra él pero sus disparos quedaron
cortos. Según cuenta Thompson, el oficial habría mascullado entre dientes algo
así como “¡Amartillen los malditos cañones y tiren!”2.
El Hércules en cuestión era el
aparato matrícula TC-65 al comando del capitán Víctor H. Borchet, que bajo el
indicativo “Pato”, había partido de Comodoro Rivadavia a las 15.30 (18.30Z)
llevando a bordo el último cañón SOFMA de 155 mm con su
correspondiente munición. Según recuerda el comodoro Roberto F. Mela, uno de
sus tripulantes:
Ya en tierra nos
dirigimos al extremo de pista más cercano a Puerto Argentino, donde
habitualmente hacíamos las descargas, pero nos dijeron que fuéramos al otro
porque ahí ya caían algunas granadas. Así que dimos media vuelta y
fuimos a la otra cabecera.
Súbitamente
¡alerta roja!: una patrulla de Harrier se acercaba al lugar. Llegó la orden
terminante de evacuar el Hércules, por lo que cortamos motores y corrimos, en
plena obscuridad, a buscar refugio a los lados de la pista. Permanecimos casi
una hora esperando un ataque que al final no se produjo. Exactamente a las
20:30 horas nos avisó el radar de Malvinas que los Harrier se habían alejado y
nos ordenaban despegar de inmediato. Corrimos hasta el avión, pusimos en marcha
los motores en tiempo record, un rápido carreteo por la pista sembrada de
esquirlas y a las 20:35 estábamos en el aire con nuestra carga de casi setenta
evacuados, entre ellos dos periodistas de la televisión argentina.
Cuando salimos nos
pegamos tanto al agua que el altímetro marcaba por debajo de cero. No se como
hicieron los pilotos (los entonces capitanes Víctor Borchert y Hernán
Daguerre), pero una vez en el aire nos sentíamos más confiados porque estábamos
en nuestro elemento. Aterrizamos en los primeros minutos del 14 de junio, poco más
de nueve horas después de la partida. Dormimos algunas horas y al despertar nos
enteramos de que Puerto Argentino había caído3.
La tripulación del Hércules regresó
al continente sin problemas, con la doble satisfacción de haber cumplido la
misión de manera impecable y de haber sido el último avión en romper el bloqueo
británico4.
De haberse prolongado un día más la
guerra, la pista de Puerto Argentino hubiera quedado al alcance de las piezas
de artillería británicas y el efectivo puente aéreo que los argentinos
mantuvieron vigente durante todo el conflicto, habría dejado de ser una
realidad.
Esa noche, entre las 23.00 y las
24.00, los comandos argentinos de las compañías 601 y 602 abordaron el
“Forrest” y cruzaron a la vecina península de Cambers para iniciar operaciones
desde ese punto. Mientras eso ocurría, el capitán Robacio solicitaba los
mencionados refuerzos a los regimientos de Infantería 6 (Sección B) y 3
(Sección A) a efectos de sostener su posición.
En tanto se desarrollaban las
batallas en Tumbledown y Williams, se le ordenó al Grupo 3 de Artillería
al mando del teniente coronel Martín A. Balza y al Grupo de Artillería
Aerotransportada 4 del teniente coronel Carlos A. Quevedo, abrir fuego sobre
posiciones enemigas ubicadas a 1500 metros al noreste de Goat Ridge ya que
desde ese punto se hostilizaba al BIM5.
La Compañía B del GADA 101
informó acerca de la detección de un desembarco a 500 metros al este de
sus posiciones, en los extremos de Puerto Williams, por lo que, siendo las
00.59 del 14 de junio, se le ordenó al teniente coronel Mohamed Alí Seineldín
que el regimiento a su cargo disparase con sus morteros en aquella dirección. Al mismo
tiempo, las baterías del teniente coronel David Comini del RI3 y las del
teniente coronel Jorge Halperín del RI6, batían Puerto Penarrow, permitiendo a
los comandos efectuar patrullas de rastrillaje.
Mientras la gente de Seineldín
producía bajas entre los efectivos del SAS y el SBS que intentaban desembarcar
cerca del GADA 101, los combates en Tumbledown arreciaban.
A las 02.40, el RI25 comenzó a recibir fuego naval, lo mismo la sección de comandos del capitán
Rodrigo Alejandro Soloaga, segundo jefe del Escuadrón de Exploración CB1-10.
Poco más de dos horas después, la situación del RI7 era insostenible (como la
de todo el dispositivo de defensa argentino) por lo que, desde su comando se
informó que ya no se podía sustentar la posición y era imposible seguir
resistiendo. Quien sí lo hizo un tiempo más, fue el mencionado capitán Soloaga,
cosa que hizo saber al general Jofre a través de la radio.
Con el fuego enemigo cada vez más violento, la artillería argentina batía el área ubicada a 1000 metros al norte de
Moody Brook, en las mismas puertas de la capital del archipiélago. Para entonces,
las defensa de Wireless Ridge se hallaban completamente desorganizadas y el
perímetro defensivo colapsado.
A las 05.00 el comando de la X Brigada le ordenó al
mayor Oscar R. Jaimet batir las laderas de aquel monte y eso le permitió a la Sección 4 del RI3 avanzar sobre los viejos cuarteles mientras los grupos de Artillería 3 y Artillería
Aerotransportada 4 brindaban apoyo con su fuego.
A las 05.30 el capitán Robacio
notificó que su batallón era atacado desde el oeste por más de un regimiento y
casi al mismo tiempo, observadores adelantados daban cuenta que los guardias
galeses comenzaban a ocupar Sapper Hill.
Lentamente la Argentina perdía
terreno.
A las 09.35, el capitán Robacio
comunicó que iniciaba el repliegue junto a la Compañía B
del RI6 y
así se hizo. Después de combatir con heroísmo, sus efectivos comenzaron a
moverse de manera ordenada, destruyendo las armas que no podían cargar,
además
de un jeep, un camión de la Sección Comunicaciones de la Infantería de Marina y
un helicóptero Puma de la PNA
que se encontraba en las inmediaciones de la casa del gobernador (utilizaron para
ello granadas de mano). También arrojaron al agua un buen número de
ametralladoras evitando de ese modo, que cayesen en manos del enemigo y éste
las utilizase en su contra.
La gente del BIM5 se replegaba
ordenadamente con el capitán Robacio a la cabeza (algo realmente
emocionante), cuando los batallones restantes lo hacían desordenadamente e
improvisando como mejor podían.
Una cosa que
llamó poderosamente la atención de los jefes de las unidades fueron ciertas voces impartiendo a los gritos la
orden de retirada, las cuales no fueron emitidas por nadie. Como muchas de ellas evidenciaban
acentos diferentes al argentino, se llegó a la conclusión de que elementos
infiltrados por el enemigo intentaban provocar una desbandada general (que no
se produjo). Por esa razón, el general Jofre, con plena determinación, ordenó
disparar contra todo aquel que procediera de manera sospechosa o diese la
sensación de estar intentando generar confusión.
Con
el repliegue del BIM5 y sus
unidades de refuerzo, la resistencia argentina llegó prácticamente a su
fin. Aun así se siguió luchando por un buen tiempo y en ese sentido, el
camino entre Moody Brook y Puerto Argentino continuó siendo intensamente
batido por la artillería enemiga.
Notas
1 Emilio Villarino, Batallón
5, Aller Atucha y Asociados, Bs. As.
2 Julian Thompson, op. cit.
3 Revista Aeroespacio, Nº 547
3 Revista Aeroespacio, Nº 547
4 Integraban su tripulación,
además de Borchet y Mela, el capitán Hernán Alberto Dagerre, los suboficiales auxiliares Héctor
Antonio Sosa, Hugo Delmar
Castellini y Carlos Humberto Paoloni y el suboficial ayudante Manuel
Roberto
Carabajal. En ese avión regresó al continente la bandera que flameó en
la Base Aérea Militar "Malvinas" y fueron evacuados los corresponsales
de guerra Nicolás Kasansew, Alfredo Lamela y Alberto Novo. Lamela sufrió
un desmayo a causa de la tensión nerviosa experimentada durante el
vuelo. Años después, se supo que había sido un micro infarto.
Publicado 26th February 2015 por Malvinas.Guerra en el Atlántico Sur